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Alcohol, tabaco y marihuana son las drogas que más se consumen en la provincia de Santa Fe

Martes 24 de Septiembre 2019

La Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) de la provincia, aseguró que el 69% de la población de 12 a 65 años encuestada manifestó haber bebido alcohol en el último año, el 28% fumado cigarrillos y el 9,6% marihuana. El consumo de cocaína, por su parte, alcanzó el 1,8%.
Estos datos que proporcionó a Aire de Santa Fe la Agencia provincial provienen del último Estudio Nacional sobre Consumo de Sustancias Psicoactivas en Población de 12 a 65 años, realizado en 2017 por la Sedronar. 
 
Se encuestaron personas de ese rango etario en aglomerados de 80.000 o más habitantes: gran Rosario, gran Santa Fe, Rafaela, Reconquista. Las localidades fueron: ciudad de Santa Fe, Capitán Bermúdez, Rafaela, Reconquista, Roldán, Rosario, Santo Tomé, Villa Gobernador Gálvez, Granadero Baigorria, San Lorenzo y barrio Arroyo del Medio de Villa Constitución.
 
El siguiente cuadro distingue por sustancia, edad y especifica el total de consumo anual
 
(*) “Sin pm” refiere a “sin prescripción médica” 
 
Como puede observarse en los estudios más actuales y disponibles, las sustancias psicoactivas legales son las que más se consumen. En tercer y cuarto lugar aparecen la marihuana y la cocaína, en ese orden.
 
En otra nota que realizó Aire de Santa Fe, el psicólogo Osvaldo Chiarlo analizó ese escenario.
 
Pero para ampliar y diversificar las miradas sobre el mismo, Aire de Santa Fe entrevistó también al psiquiatra Ignacio Alassia, especialista en Adicciones, Cesación Tabáquica y médico de planta del hospital Mira y López, quien habló de algunos mitos, de los “intereses” vinculados a la venta y a la  prohibición (o no) del algunas sustancias; y de los pros y contras de despenalizar.
 
—Doctor, si las sustancias psicoactivas más usadas son las legales, justamente las asociadas a altos índices de morbilidad, mortalidad y están entre los factores de riesgo de las enfermedades crónicas no transmisibles, ¿por qué sigue penándose el consumo de otras drogas, quizás menos nocivas y con menor potencial de generar dependencia?  
 
—Creo que todavía persiste la creencia, sostenida durante mucho tiempo, que distingue “drogas duras” de “drogas blandas”. Esta mirada ya se ha dejado de lado. Sabemos que la problemática del consumo va a depender mucho de cómo se consume una sustancia y no del tipo de sustancia. ¿Por qué? Porque con las drogas legales en general hay una menor percepción del riesgo y el consumo es mayor si están socialmente aceptadas: las consumen en cualquier lugar y acceden a ellas en cualquier lugar. Entonces, la baja percepción de riesgo sumada a la fácil accesibilidad son variables que aumentan el consumo. 
 
Ignacio Alassia es psiquiatra, especialista en Adicciones, Cesación Tabáquica y médico de planta del hospital Mira y López
 
Preocupa el acceso de adolescentes y preadolescentes  
 
Alassia –quien también integra talleres interdisciplinarios que Salud de la provincia brinda a quienes quieren dejar de fumar–, señaló que está viéndose “que la incidencia y prevalencia del consumo se da en edades cada vez más tempranas, lo que genera más problemas porque cuanto más jóvenes son los consumidores mayor es el daño físico, psíquico y social”.
 
Cabe señalar que la prevalencia describe la proporción de la población que consume una sustancia en un momento determinado, es decir, es como una foto fija (semanal, mensual, anual…). La incidencia contabiliza los nuevos casos de consumo que aparecen en un período de tiempo previamente determinado.
 
—¿Y qué se puede o debe hacer frente a eso?
 
—Creo que los desafíos siguen estando puestos en la prevención. Esto parece algo ‘trillado’, pero necesitamos más campañas, masivas, intensivas y sostenidas en el tiempo. Porque lo poco o mucho que se ha logrado es gracias a las campañas. Un ejemplo claro es cómo disminuyó el consumo de tabaco. La prohibición de fumar en lugares cerrados con leyes no hubiese sido suficiente si no se hubiesen prohibido las propagandas, el marketing; y si no se hubiesen puesto  pictogramas en los envases de cigarrillo. Todo eso generó una importante visibilidad del problema disminuyendo el consumo en Argentina.  En otros lugares del mundo también se recurre a aumentar el precio del tabaco, limitando la accesibilidad, una variable fundamental para regular el uso de sustancias.
 
Intereses económicos y aspectos políticos
 
Consultado Alassia sobre por qué los gobiernos permiten algunas drogas y prohíben otras, habiéndose comprobado que no hay razones científico-sanitarias para ello, sostuvo que existen cuestiones político-económicas, presiones y lobbies vinculados a la industria de las drogas legales, como asimismo aspectos socioculturales ligados a las economías de cada región.
 
“¿Qué pasaría en Mendoza si se prohibiera en Argentina el consumo de alcohol? La subsistencia de muchas familias depende de las fuentes de trabajo que allí se generan. Son costos políticos que ninguna nación está dispuesta a pagar”, analizó y agregó: “Lo mismo sucede con el tabaco. Hay toda una industria, puestos de trabajo e impuestos altos que el Estado impone y recauda. Todo eso pesa mucho. Es una problemática muy, muy compleja”.
 
—Pero qué es peor en términos de salud. ¿Consumir alcohol o marihuana?
 
—La respuesta no radica en la sustancia sino en cómo se la consume, a qué dosis, de qué manera. Y depende mucho de si la persona tiene o no comorbilidades. No es lo mismo alguien con una enfermedad previa y que consume, que una persona sana. Para un paciente puede ser peor el consumo de alcohol que el de marihuana, y viceversa. Lo que se evalúa es el deterioro físico, social y económico que la sustancia provoca en cada sujeto. Además, hoy es muy frecuente el policonsumo: usar ansiolíticos, estimulantes, cocaína, alcohol, tabaco, etc.
 
 
El policonsumo de drogas, legales o ilegales, complejiza la prevención, el abordaje y el tratamiento
 
Mitos y prejuicios sobre el vínculo entre delito y adicción
 
Alassia hizo referencia a estudios que han buscado la conexión entre consumo de sustancias y conductas delictivas. Y aseguró que la persona que delinque lo hace, o la hará, independientemente de si consume o no. Asimismo, relativizó la creencia de que “la persona comete delitos para drogarse”.
 
“La Sedronar en la ciudad de Santa Fe analizó a todos aquellos que habían ingresado a detención en comisarías durante un fin de semana. Se les preguntó si han ingerido algún tipo de sustancia. La mayoría dijo que sí. Pero eso no indica, no mide, ni prueba que el consumo influye en el acto criminal”, aseguró el psiquiatra.
 
“Son sujetos que delinquen y, entre sus hábitos, está el consumo. Pero eso no implica una relación causal”, profundizó.
 
No obstante, aseguró que el alcohol y la cocaína son las sustancias que más desinhiben y pueden poner agresivas a las personas. Se relacionan con conductas violentas, dirigidas a otros o hacia sí mismos.
 
El alcohol, por ejemplo, está involucrado en un gran porcentaje de suicidios. Al desinhibir y con la idea suicida ya instalada, la persona tiende a pasar al acto. También en un sujeto estructuralmente violento, alcoholizado o que haya consumido cocaína, puede ‘activarse’ ese rasgo de personalidad e incurrir en algún acto que transgreda leyes, explicó. Pero una cosa no ‘lleva’ necesariamente  a otra.
 
Además, sostuvo Alassia que es un mito que las personas “salen a cometer delitos para financiar su consumo. Puede pasar, pero en el porcentaje es bajo”.
 
Persecución y despenalización
 
—¿Qué piensa de la persecución al pequeño vendedor?
 
—La persecución del narcomenudeo en el barrio, del que lleva la droga en pequeñas dosis a los usuarios, no ha dado resultados. En todo el mundo el consumo persiste y aumenta.
 
—¿Qué opina de la despenalización del consumo?
 
—Tiene ventajas y desventajas. Lo positivo es que habría mayor registro de lo que se consume, y que pondría en evidencia al narcotráfico y a la violencia y a los crímenes que este genera. Pero por otro lado, la despenalización puede disminuir la percepción de riesgo, aumentando severamente el consumo problemático. Entonces, cualquier política de despenalización no debe pensarse sola sino integralmente y con una fuerte apuesta en prevención. No podemos despenalizar sin tener un sistema de salud que dé respuesta al incremento en el consumo. 
Con información de Aire de Santa Fe

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