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El voto católico define quién será el próximo presidente de los EEUU

Lunes 02 de Noviembre 2020

La iglesia católica agrupa 51 millones de votantes. Uno de sus cardenales habló en la convención republicana e hizo una misa on-line elogiando a Trump. Mientras que los jesuitas apoyan a los demócratas y el Papa Francisco equilibró el poder de los cardenales de derecha.
Hoy el catolicismo es la principal religión de los Estados Unidos: 72 millones de bautizados en la fe católica pueblan a la nación líder del capitalismo occidental, de los cuales 51 millones están en condición de votar en las elecciones 2020, que definirá si el próximo presidente es Joe Biden o si renueva Donald Trump.
 
La ola migrante de latinos, principalmente de mexicanos, que comenzó a fines del siglo XX –y que aún continúa en el siglo XXI- es la principal razón del incremento de creyentes. América es el continente que más católicos posee a nivel a nivel global: representa el 63,07% de 1.329 millones de católicos en el mundo. Estados Unidos hoy irradia su religiosidad popular latina. En el país emblema del capital son habituales los bautismos, las comuniones, la educación cristiana, los casamientos y los responsos. Y esta tendencia no fue ajena a los estrategas republicanos y demócratas. No fue casual que Biden y Trump hicieran eje en su fe, provocando como nunca antes la campaña presidencial con más señales, simbología y citas a Dios. En el país del Norte el 87% de los estadounidenses dice creer en Dios y el 55% confesó que reza regularmente, comparado con casi 10% en Francia y apenas 6% en el Reino Unido.
 
TODOS CREYENTES
 
Joe Biden, de 77 años, desarrolló un mensaje político que abreva en el evangelio. De allí que repetía que la elección del próximo martes 3 de noviembre es “la batalla por recuperar el alma de Estados Unidos”. El otro concepto espiritual fue el contraste entre la oscuridad (Trump) y la luz. Hasta ofreció palabras de consuelo a las familias estadounidenses que fallecieron a causa del coronavirus e hizo foco en el descuido de su competidor por la pandemia que provocó más de 220.000 muertes. Biden también instó a sus compatriotas a luchar contra el racismo y la división. “Les doy mi palabra: si me confían la presidencia, recurriré a lo mejor de nosotros, no a lo peor. Seré un aliado de la luz, no de las tinieblas… el amor es más poderoso que el odio. La esperanza es más poderosa que el miedo. La luz es más poderosa que la oscuridad”.
 
En un reciente reportaje, el demócrata recordó que se crió en una familia de origen irlandés católica y se confesó “católico gracias a las monjas y a los jesuitas”, nada menos que la congregación del papa Francisco. La histórica tragedia familiar también se coló en la campaña. La muerte de su mujer y su hija de un año no pasó desapercibido. Los medios revelaron en plena campaña las visitas a la Iglesia, donde se encuentran los restos de sus seres fallecidos. “Encontré que la mejor manera de superar la pérdida y el dolor es hallar un propósito: como hijos de Dios, cada uno de nosotros tiene un propósito en nuestra vida”, aseveró Biden, quien en caso de triunfar, sería en el segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos.
 
Un anuncio de la campaña del candidato demócrata lo mostró citando al Papa polaco. “Creo que nos guiarán las palabras de San Juan Pablo II, palabras extraídas de las Escrituras: no tengan miedo, no tengan miedo”. Fue una referencia a la célebre disertación del ex pontífice, durante su misa de entronización el 22 de octubre de 1978, en la plaza de San Pedro.
 
En una de las convenciones de los demócratas se proyectó un video con las palabras del sacerdote jesuita, James Martin, un referente para el mundo católico de Nueva York, que se hizo popular por la tolerancia con la diversidad sexual. Además, el apoyo de los jesuitas a Biden se materializa en la influyente revista America, que recordó una crónica de 1.980 cuando el papa Juan Pablo II dedicó 45 minutos -un largo tiempo para un Papa- a conversar con un joven senador estadounidense de 37 años: Joe Biden. Según la crónica de la época, el Pontífice habría echado en varias ocasiones a los funcionarios de la Santa Sede que intentaban acortar la entrevista y habría sacado su silla de detrás de su escritorio para sentarse más cerca del político.
 
“Creyentes por Biden” fue el nombre de un equipo interno de los demócratas que trabajó sobre los latinos con fe, principalmente en la península de Florida. Pero en este Estado la gran población cubana instalada en Miami votará por Trump, sobre todo las generaciones de mayor edad, por la relación bilateral con los Castro. Tampoco fue casual que el republicano hay ordenado un retroceso en el restablecimiento de relaciones con la isla conseguido por Barack Obama y Raúl Castro, y tras la mediación de la Iglesia católica con el papa argentino a la cabeza.
 
El “grupo de laicos por Biden” también buscó incidir en las comunidades italo-estadounidenses, irlandeses o los polacos en los estados de medio oeste, que votaron 2016 por el actual presidente. Otro grupo de acción demócrata fue “las Monjas en Bus”, que recorrieron virtualmente el país a favor de Biden.
 
Las referencias religiosas sobre Biden también fueron parte de la campaña. El ex presidente Barack Obama lo describió como “alguien cuya fe ha soportado la pérdida más dura que existe”. El ex gobernador de Ohio, John Kasich, un republicano, se refirió a Biden como “un hombre de fe”. Pero hay más: la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, convenció que “la fe de Joe en Dios le da la fuerza para liderar”. Michelle Obama, ex primera dama, y su propia esposa, Jill, también resaltaron su creencia en Dios.
 
Biden demostró su compromiso con las preocupaciones de la iglesia católica cuando prometió desmantelar toda la política migratoria impulsada por Trump. Pretende promover una reforma migratoria que, al tiempo que proteja la frontera, financie un programa de desarrollo en Centroamérica. Combatir las causas de la migración es una de las prioridades de la Iglesia, que ni republicanos ni demócratas concretaron en 15 años, junto con la creación de una vía para obtener la ciudadanía y de programas de entrada legal en el país para trabajadores necesarios.
 
Pero además, Biden a lo largo de la campana se presentó como figura de esperanza serena frente a un contexto de caos notable, resultado de la crisis sanitaria y del derrumbe económico y social que azota a Estados Unidos.
 
Jorge Bergoglio es el primer Papa en llamarse como el “santo de los pobres y la naturaleza”. A la congregación de los Franciscanos se los metió en el bolsillo y a un público no católico, sobre todo científico, celebridades y otros religiosos con su encíclica Laudato Sí, sobre el cuidado de la “Casa Común”.
 
En esa línea, en el último debate televisivo de los candidatos Biden se animó a proponer una transición energética para revertir el cambio climático. Esto es abandonar los combustibles fósiles, petróleo, gas y carbón, responsables centrales del calentamiento del planeta, por energías renovables como la solar y eólica, tal como promociona la Iglesia católica, que ya ha retirado sus acciones de empresas contaminantes como ninguna otra institución global.
 
Sin embargo, los demócratas eligieron su propio talón de Aquiles para los votantes creyentes: la compañera de fórmula de Biden para la vicepresidencia es Kamala Harris, una partidaria de fortalecer los servicios de “salud reproductiva”, particularmente el aborto, como parte de los derechos de la mujer.
 
TRUMP Y LA CAMPAÑA PRO-VIDA
 
Justamente el aborto y la defensa de la familia tradicional son los ejes de los religiosos conservadores. Los cardenales y obispos que agitan la mayor interna dentro del Vaticano comparten agenda con el republicano Trump. Pero estas posiciones exceden a los católicos, ya que la agenda PRO-Vida compatibiliza con los sectores blancos protestantes y evangélicos que le han aportado muchos votos al republicano en el 2016.
 
Las dos participaciones de Trump en la “Marcha por la Vida” son el símbolo de un mandato que luchó contra el avance del aborto. Uno fue la reforma de la Ley de Servicios de Planificación Familiar e Investigación de la Población, para no destinar fondos federales para la planificación familiar a entidades que practiquen abortos. También impidió que en centros de investigación federales se compre tejido de fetos abortados. En el ámbito internacional, reestableció y amplió la política de Ciudad de México para no financiar ONG que promuevan el aborto en otros países, además de sumarse a la liga de países que se oponen a que el aborto sea considerado un derecho. Una de las acciones más contundentes de la campaña republicana para el voto creyentes es la magistrada, Amy Coney Barrett, madre de siete hijos (dos de ellos adoptados) que el presidente eligió para ocupar la plaza vacante en el Tribunal Supremo, tras el fallecimiento de Ruth Bader Ginsburg.
 
La convención que avaló a Trump tuvo la bendición por videoconferencia del cardenal y arzobispo de Nueva York, Timothy Dolan, y de la monja, Deirdre Byrne, una militar retirada, cirujana y misionera, quien llamó a votar por el presidente más PRO-Vida que ha tenido los Estos Unidos en su historia. La monja celebró ver a Trump “defendiendo la vida en todas las etapas” y describió a los demócratas como “el boleto presidencial más anti-vida de todos los tiempos, incluso apoyando los horrores del aborto tardío y el infanticidio”.
 
Durante la campaña Trump también realizó acciones mediáticas para convencer al votante católico: visitó una estatua de San Juan Pablo II y una iglesia ubicada a metros de la Casa Blanca, en Washington, para blandear la Biblia. La última acción no fue gratuita: el titular de la Iglesia Episcopal, el obispo Michael Curry, acusó a Trump de usar a la Iglesia para "fines políticos partidistas".
 
El grupo “Católicos por Trump” se inauguró cinco meses antes que los “Católicos por Biden”. Desde la campaña “CatholicVote” aseguran que comenzaron sus actividades con un presupuesto de casi u$s10 millones, para centrarse en el envío masivo de mensaje políticos por el correo postal, medios digitales y teléfono, donde critican a Biden por ceder a la izquierda, cuestionan a la vice pro-aborto demócrata, y a todas las posturas de fe de los rivales. Cuando Trump se contagió de Covid-19, decenas de católicos organizaron una pequeña manifestación en apoyo al presidente, tras su hospitalización.
 
Aunque la política de Trump de barrer con los derechos de los migrantes no es avalada por la Conferencia Episcopal estadounidense, sí es aceptada para las segundas y terceras generaciones de latinos nacidos en Estados Unidos, ya que no quieren la superexplotación de sus padres y abuelos. Ellos buscan ganar 15 dólares por hora trabajando cinco días a la semana, pero afirman que si se sigue permitiendo las oleadas de migrantes, crecerá la competencia laboral y los nuevos migrantes trabajarán por 5 o 7 dólares la hora y todos los días. Esta es una de las explicaciones de por qué muchos descendientes de migrantes votan a Trump.
 
La pena de muerte otra de las acciones de la gestión Trump que choca con los principios evangélicos. En 17 años, el Gobierno de EEUU no había ejecutado ninguna pena capital. Pero desde que esta práctica se retomó en el verano pasado, ya se le quitó la vida a siete personas. Esto le valió una crítica de dos obispos de la Conferencia Episcopal local (Usccb), Paul S. Coakley y Joseph F. Naumann, presidentes del Comité de Justicia Interna y Desarrollo Humano y del Comité de Actividades Pro-Vida, respectivamente. "En los últimos 60 años, sólo ha habido cuatro ejecuciones federales. Desde julio, ha habido cinco, ya más que en cualquier año del siglo pasado", expresaron los líderes religiosos, y continuaron: "Al presidente Donald Trump y al fiscal general William Barr les decimos: ¡Ya basta! ¡Detengan las ejecuciones!". El abolicionismo de la pena de muerte gana terreno en ambos partidos y en la opinión pública: en 25 años el apoyo a la pena de muerte bajó de 80% al 54%.
 
Trump llegó a la Casa Blanca con la promesa de centrarse en lo interior y no involucrarse en guerras como la de Irak, que consideraba “un desastre”. Esto lo convirtió en el primer presidente en 40 años en no iniciar una guerra en su primer mandato. Así, los republicanos destacan que finaliza su primer período con logros diplomáticos por la paz: el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Israel, Emiratos Árabes Unidos y Baréin. También con Corea del Norte por un inminente peligro de guerra nuclear, y hace pocos días mediando en el restablecimiento de relaciones entre Israel y Sudán.
 
EL PAPA Y LOS CARDENALES
 
El presidente Trump desarticuló políticas de la Iglesia y los Papas, como las relaciones diplomáticas con Cuba, algo que concretó Bergoglio, pero que llevaba décadas de trabajo. A su vez, el republicano se convirtió en un negacionista del cambio climático, que demostró en la ruptura acuerdo en la COP21 de París, y barrió con los Objetivos de Desarrollo Sustentables (ODS) 2030 de la ONU, que subscribe la Santa Sede. También rompió el pacto de desarme nuclear con Irán y avanzó con el muro divisionista en la frontera con México. Sobre ese tema, el Papa Francisco respondió en una entrevista “que no es cristiano promover muros” y frente al muro luego dio una misa.
 
Mientras que el secretario de Estado, Mike Pompeo, quiso reunirse hace semanas atrás con el Pontífice, pero Francisco lo dejó en espera. Previo a su viaje, Pompeo había provocado un escándalo mediático contra el Vaticano por su acuerdo eclesial con China. La respuesta del Papa con la gran interna de los cardenales norteamericanos fue el anticipo, un mes antes de la designación oficial, que podría haber anunciado pos-elección presidencial, del primer cardenal negro de Estados Unidos. Wilton Gregory, arzobispo en Washington, es un crítico de Trump por usar la Iglesia como trampolín político y es uno de los clérigos que más condena el racismo. Gregory respeta el perfil de “pastor con olor a oveja”, al abrazar con misericordia la diversidad sexual, no lo expulsa ni condena, clama por el cuidado de la casa común y el recibimiento de los migrantes. El arzobispo Gregory fue saludado por las redes sociales por el titular de la Conferencia Episcopal, José Gómez, por el cardenal Joseph Cupich (un franciscano) y por el jesuita abiertamente demócrata, James Martin.
 
Quien guarda silencio ante su nuevo colega en el colegio cardenalicio, y no es su característica, es Timothy Dolan, quien quedó expuesto en una campaña anti Papa Francisco difundiendo el libro “el próximo Papa”, donde se enumera una serie de críticas solapadas a Francisco y alienta un debate que no está vigente, ya que el Pontífice no se encuentra en crisis de gobernanza por su estado de salud. El cardenal Dolan sí está haciendo campaña por Trump.
 
Dolan este año participó por segunda vez en una convención republicana. A su vez, participó en la ceremonia de toma de posesión de Trump y lo ha felicitado públicamente por su política antiaborto. Mientras el Papa no recibe a candidatos, Dolan los suma a las misas on-line, que celebra desde la catedral de Nueva York, donde también aprovechó para calificarlo de “amigo” y “caballero”.
 
Estados Unidos es el tercer país con más cardenales del mundo, hoy con un total de nueve electores del próximo Papa. Pero en una jugada solapada, Bergoglio sumó al nuevo cardenal Gregory, ganó el corazón franciscano de Sean O’Malley, a quien nombró miembro del consejo de cardenales para reformar la turbia Curia Romana, y dejó un equilibrio numérico si ocurriera en cualquier momento un cónclave para elegir su sucesor. El próximo martes 3 de noviembre al nuevo presidente de los Estados Unidos lo definirá el pueblo de Dios.
Con información de Ámbito

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