Turismo burbuja: la forma de viajar en la nueva normalidad
Por:
Diego Coll Benegas
Lunes 26 de
Abril 2021
Después de un año de pandemia, y sumergidos en plena segunda ola, el mundo se ha vuelto a convulsionar.
Los miedos sobre la paralización del turismo ya son realidad en muchos lugares. Pero esto no es ni más ni menos que la nueva normalidad que nos tocará vivir de acá en más; con altos y bajos, cierres y aperturas. Pero lo único que no cambiará es la aplicación del sistema de burbujas a la hora de abrir o cerrar la circulación de las personas.
Este sistema ha tenido una aceptación inmediata en toda la población, producto de la necesidad de abandonar, al menos parcialmente, las cuarentenas. El formato, también alcanzó al turismo, primero con corredores determinados intra provinciales y luego ampliando o cerrando según la coyuntura.
Casi sin darnos cuenta, las burbujas se consolidaron como el sistema de relacionamiento con el que ya estábamos acostumbrados a convivir, donde las afinidades geográficas, culturales, sociales son prioridad total.
Pareciera haber una fuerte tendencia, no solo de vivir, sino a vincularnos por burbujas, más allá de la pandemia. Dejando de lado una vida plural, y de intercambio con lo diferente. De que burbuja sos, con que burbuja te relacionas, son frases comunes en estos días.
Hace ya tiempo que hemos perdido el sentido de lugar común para convivir en armonía. El mundo se sectoriza dentro de grandes conglomerados urbanos y sólo quedan los pequeños pueblos rurales donde todos los sectores conviven, van a la única escuela o el mismo hospital, más allá de la etnia, el color, la religión o situación económica. Pero es innegable que el mundo global se consolida en burbujas, hoy más que nunca.
Entonces si nuestra vida diaria no deja de ser burbujas, que se interrelacionan, los espacios de encuentro y diversidad se reducen y van perdiendo valor. Claramente no es positivo a nivel social, pero desde el punto de vista del turismo, tenemos la urgencia de entender, decodificar y adaptarnos lo más pronto posible a este fenómeno.
Se trata de pensar un poco más allá de los cierres actuales; siempre y cuando quede tela para cortar. Los destinos y prestadores, tendrán que ser muy claros a la hora de definir a qué burbuja apuntar. Ya no puede pensarse, por ejemplo, en un público joven ABC1; eso ya quedó en el pasado, porque dentro de ese segmento conviven muchísimas burbujas. Y para poder vender eficazmente , el target deberá ser más específico.
Los destinos sin características claras y con públicos múltiples, tendrán que revisar su estrategia, para no fracasar, será un gran desafío, ya que muchos destinos importantes del país, hoy se venden a públicos diferentes, que conviven, pero eso dista mucho de ser la nueva normalidad. Un ejemplo son los nuevos barrios cerrados para vacacionar en la playa o la montaña, donde incluso la construcción de las casas son entre grupos de amigos y familias, que traccionan sobre su burbuja, separándose del destino.
Incluso los destinos preparados para la convivencia inter burbujas deberán repensarse y ser claros en el mensaje para que los clientes potenciales sepan de antemano con qué van a encontrarse. Un ejemplo podría ser Machu Picchu: seguramente tendremos un turista dispuesto a convivir con otros en su visita a las ruinas; pero el resto del viaje, preferirá su burbuja, con hoteles, restaurantes y servicios, a su medida (más allá de cuál sea).
Los viajeros exploradores serán la vanguardia, los valientes decididos a conocer otras culturas más allá de su zona de confort y seguridad, pero dentro de estos grupos, la burbujas estarán presentes de todas formas, priorizando alquiler de casa, cabañas, casas rodantes o glamping (por sobre los hoteles tradicionales), para preservar la intimidad acotada a un núcleo.
El sector turístico entero tiene una gran oportunidad, ya que adaptándose al nuevo modelo podrá reinventarse con más efectividad y rentabilidad. Más allá de las interpretaciones sociológicas, las burbujas y los destinos turísticos acorde llegaron para quedarse, y dependerá de cada uno de los actores saber adaptarse rápidamente. Quien no lo haga, posiblemente pronto pase a pertenecer a una nueva burbuja laboral.
Este sistema ha tenido una aceptación inmediata en toda la población, producto de la necesidad de abandonar, al menos parcialmente, las cuarentenas. El formato, también alcanzó al turismo, primero con corredores determinados intra provinciales y luego ampliando o cerrando según la coyuntura.
Casi sin darnos cuenta, las burbujas se consolidaron como el sistema de relacionamiento con el que ya estábamos acostumbrados a convivir, donde las afinidades geográficas, culturales, sociales son prioridad total.
Pareciera haber una fuerte tendencia, no solo de vivir, sino a vincularnos por burbujas, más allá de la pandemia. Dejando de lado una vida plural, y de intercambio con lo diferente. De que burbuja sos, con que burbuja te relacionas, son frases comunes en estos días.
Hace ya tiempo que hemos perdido el sentido de lugar común para convivir en armonía. El mundo se sectoriza dentro de grandes conglomerados urbanos y sólo quedan los pequeños pueblos rurales donde todos los sectores conviven, van a la única escuela o el mismo hospital, más allá de la etnia, el color, la religión o situación económica. Pero es innegable que el mundo global se consolida en burbujas, hoy más que nunca.
Entonces si nuestra vida diaria no deja de ser burbujas, que se interrelacionan, los espacios de encuentro y diversidad se reducen y van perdiendo valor. Claramente no es positivo a nivel social, pero desde el punto de vista del turismo, tenemos la urgencia de entender, decodificar y adaptarnos lo más pronto posible a este fenómeno.
Se trata de pensar un poco más allá de los cierres actuales; siempre y cuando quede tela para cortar. Los destinos y prestadores, tendrán que ser muy claros a la hora de definir a qué burbuja apuntar. Ya no puede pensarse, por ejemplo, en un público joven ABC1; eso ya quedó en el pasado, porque dentro de ese segmento conviven muchísimas burbujas. Y para poder vender eficazmente , el target deberá ser más específico.
Los destinos sin características claras y con públicos múltiples, tendrán que revisar su estrategia, para no fracasar, será un gran desafío, ya que muchos destinos importantes del país, hoy se venden a públicos diferentes, que conviven, pero eso dista mucho de ser la nueva normalidad. Un ejemplo son los nuevos barrios cerrados para vacacionar en la playa o la montaña, donde incluso la construcción de las casas son entre grupos de amigos y familias, que traccionan sobre su burbuja, separándose del destino.
Incluso los destinos preparados para la convivencia inter burbujas deberán repensarse y ser claros en el mensaje para que los clientes potenciales sepan de antemano con qué van a encontrarse. Un ejemplo podría ser Machu Picchu: seguramente tendremos un turista dispuesto a convivir con otros en su visita a las ruinas; pero el resto del viaje, preferirá su burbuja, con hoteles, restaurantes y servicios, a su medida (más allá de cuál sea).
Los viajeros exploradores serán la vanguardia, los valientes decididos a conocer otras culturas más allá de su zona de confort y seguridad, pero dentro de estos grupos, la burbujas estarán presentes de todas formas, priorizando alquiler de casa, cabañas, casas rodantes o glamping (por sobre los hoteles tradicionales), para preservar la intimidad acotada a un núcleo.
El sector turístico entero tiene una gran oportunidad, ya que adaptándose al nuevo modelo podrá reinventarse con más efectividad y rentabilidad. Más allá de las interpretaciones sociológicas, las burbujas y los destinos turísticos acorde llegaron para quedarse, y dependerá de cada uno de los actores saber adaptarse rápidamente. Quien no lo haga, posiblemente pronto pase a pertenecer a una nueva burbuja laboral.
Con información de
Ámbito
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