En una homilía menos crítica que lo esperado, Poli se refirió a las tensiones políticas y pidió por las familias a las que les falta el pan

Miércoles 25 de Mayo 2022

El cardenal abogó ante Alberto Fernández una “Argentina fraterna”. No hubo críticas al rumbo económico pese a los temores previos del Poder Ejecutivo pero sí cuestionamientos a las divisiones
El cardenal Mario Poli fue menos duro de lo que esperaban en Casa de Gobierno en su homilía del tedeum por el 25 de mayo. Si bien pidió en varias ocasiones por una “Argentina fraterna” y apuntó a la ética que deben tener los gobernantes, no hubo mensajes directos sobre el rumbo económico del Gobierno como se temía en la previa.
 
“Cuando el pan falta en tantas familias es cuando más tenemos que pensar en el prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud y justicia”, aseguró. Fue quizás la frase más contundente. Lo escuchaban el presidente Alberto Fernández, sus ministros, diputados y otras autoridades jerárquicas, entre ellos el jeje de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta.
 
Sí pareció haber un mensaje dirigido a la interna que divide al Frente de Todos y a las peleas políticas entre el oficialismo y la oposición cuando el arzobispo habló de “tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos”. También cuestionó “los enfrentamientos para conservar intereses propios”.
 
“En medio de las tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos, el Papa nos dice con sus gestos del buen samaritano que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás, la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de encuentro”, aseguró.
 
Alberto Fernández llegó a la Catedral caminando desde Casa Rosada. Minutos antes había compartido un desayuno con sus funcionarios. En un breve contacto con la prensa pidió por la unidad de los argentinos. “Depende de cada uno de nosotros”, planteó.
 
La vicepresidenta Cristina Kirchner no estuvo en el Tedeum. Viajó ayer al sur con su hijo Máximo Kirchner. Esta mañana, difundió un mensaje en redes sociales en el que habló de “los momentos tan difíciles” que atraviesa el país.
 
Fernández participó este año por primera vez del tedeum de la Catedral Metropolitana. En 2020 y 2021 -pandemia mediante- había evitado escuchar el mensaje de Poli en vivo. Este año pensaba en viajar a la Antártida, pero el Ministerio de Defensa desaconsejó la excursión por las condiciones meteorológicas. En ese momento se iniciaron negociaciones entre la Casa Rosada y la Iglesia que parecen haber dado sus frutos porque la homilía no fue tan dura como ha ocurrido en otros momentos. En 2019, por ejemplo, el arzobispo le pidió al entonces presidente Mauricio Macri un gran pacto nacional dejando de lado los intereses sectoriales para atender los problemas del país.
 
Como es de costumbre, el mandatario estuvo sentado en soledad, delante de las dos columnas de bancos donde se sentaron el resto de los presentes. Fernández vistió con una camisa blanca y una corbata celeste, en referencia a los colores patrios, y con un barbijo blanco con la bandera argentina sobre su perfil izquierdo.
 
La grieta estuvo presente en el oficio religioso y así quedó reflejado en las imágenes. De un lado del pasillo se sentaron los miembros del gobierno nacional; del otro, los representantes de la Ciudad de Buenos Aires, quienes se organizaron especialmente para que en todas las filas hubiera hombres y mujeres. En el ala peronista, recién en el séptimo banco se pudo ver a la portavoz Gabriela Cerruti, detrás de los ministros -en su totalidad hombres-. Carla Vizzotti, Elizabeth Gómez Alcorta y Vilma Ibarra estuvieron ausentes por distintos motivos.
 
“La democracia, que nos sostiene como cuerpo social organizado en instituciones, da lugar a la fraternidad pero además requiere de la ética, la bondad y la solidaridad, la honestidad , el diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el compromiso por el bien común de todos. Sin estos valores que dan fundamentos a la vida social, surgen enfrentamientos entre hermanos, de unos con otros para preservar sus propios intereses”, enunció Poli en uno de los pocos fragmentos de su discurso en los que escapó al contenido estrictamente religioso.
 
“Me animo a decir que no nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones de niños y niñas, adolescentes y jóvenes, sobre todo, los valores más auténticos y el acerbo cultural que nos identifica. Para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando en nuestra patria. Confiamos a las buenas manos de las familias y de la educación pública este deseo cordial. Dios bendiga a todos los que convivimos en la nación argentina y ¡Viva la Patria!”, fue el cierre del discurso del cardenal.
 
Según pudo averiguar Infobae, luego de escuchar las palabras de la autoridad eclesiástica, el presidente Fernández se acercó al cardenal y le susurró durante el saludo de despedida: “Firmo cada una de las palabras que usted dijo”. Por su parte, Poli le obsequió un Rosario al mandatario con el pedido de que lo cuelgue en la cuna de Francisco, el hijo del presidente y de Fabiola Yáñez que nació el 11 de abril.
 
El discurso completo del cardenal Mario Poli:
 
Palabras dirigidas a todos los argentinos que hoy sienten arder el corazón:
 
El mes de mayo nos ofrece volver la mirada a las raíces de nuestra identidad como nación. Y en este día alcanza su expresión más sublime y ejemplar, las fuentes documentales nos ayudan a recrear los acontecimientos que se desarrollaban en distintos estratos de la sociedad colonial. Los que un puñado de hombres supo escuchar e interpretar como una causa justa, la cual derivó en la revolución que hoy definió la matriz de los ideales que gestaron la argentina. Fue el comienzo de un proceso que entre luces y sombras, con una enorme cuota de sangre ofrendada por muchos hermanos, llega hasta nuestros días. Si acaso esta oración cívico-religiosa del Tedeum es para dar gracias a Dios por su sacrificio y rogar que nos tenga en su gloria, habremos realizado un supremo acto de piedad y de justicia.
 
Pero es precisamente en el espacio sagrado en el que se custodian los restos del padre de la patria y en él a todos los que en el decurso de la historia pensaron en nosotros ofrendando sus vidas, donde deseamos renovar nuestra fidelidad a la noble herencia que nos surge reivindicar para todos los que habitamos la tierra bendita del pan. Cuando esté en falta en tantas familias es cuando más tenemos que pensar en nuestro prójimo y en sus necesidades básicas: educación, salud, justicia.
 
Para responder a la pregunta: ¿Y quién es mi prójimo? Jesús narra la parábola que hemos proclamado. El personaje es un hombre corriente que lleva lo necesario para el viaje, agua vino, aceite, vendas, es un samaritano, pertenece a un pueblo que los judíos consideraban pagano, pero en verdad no lo era, creía en el único Dios de todos. El viaje se hace monótono, hasta que en un recodo del camino alcanza a ver el cuerpo tendido de un semejante y sólo por eso se conmovió, se apeó y al acercarse constató que estaba con vida. El relato contrasta su actitud con la de las dos personas religiosas que lo precedieron, que también lo vieron, pero que lejos de acercarse, dieron un rodeo y no se comprometieron. Nada nos dice el texto sobre el origen étnico del hombre asaltado, ni parece importarle al viajero que sin perder tiempo limpió y vendó sus heridas sobre las cuales derramó óleo y vino, receta del sabio hipócrates. Luego, le siguen gestos delicados para el desconocido en desgracia, lo ayuda a subir a su montura y ahora, de pie, lo lleva a una posada y cuida de él durante la noche. Nos impacta saber que asumió los gastos de la estadía y que con pocas palabras lo recomendó al dueño del albergue: “Cuídalo, y lo que gastes de más te lo pagaré al volver”. El samaritano se dejó llevar por el primer sentimiento del corazón, que es el bueno, sin cálculos ni vueltas, había que hacerlo y lo bajó a las manos con pocas y razonables palabras. El trató al desconocido como hubiese querido ser tratado en similares circunstancias, una regla de oro en las relaciones humanas. Encontró a aquella persona con algunos signos vitales y él se puso al servicio del más importante de los derechos humanos, el derecho a la vida.
 
A la luz de esta enseñanza, no podemos abstenernos de evocar los inmensos tesoros solidarios del que ha dado pruebas nuestro pueblo en situaciones difíciles. Son hombres y mujeres anónimos que no pasan de largo ante el dolor del semejante-. comparten tiempo, bienes y sin medir sacrificios, renuevan en el cuerpo social el anhelo de felicidad que Dios ha puesto en el corazón de cada ser humano. La esperanza es audaz, sabe mirar más allá de la comodidad personal, de las pequeñas seguridades y compensaciones que estrechan el horizonte, para abrirse a los ideales que hacen la vida más bella y digna. A todos esos samaritanos de pie que hoy nos están viendo y escuchando en el país, y también pienso en el mundo, no dejen de serlo. Los necesitamos, son el alma de la argentina fraterna en la que deseamos vivir. Hay un mañana esperanzador si no renunciamos a los valores auténticos que nos vienen del pasado. Siempre habrá destinos si somos capaces de renunciar a nosotros mismos por algo que está más allá de nosotros mismos. Cuando pensamos en los demás antes que en nosotros, el Dios de la constitución actúa en forma soberana.
 
Precisamente, la parábola presenta una sorprendente paradoja. La persona anónima de ese hombre a quienes los ladrones despojaron representa toda la humanidad herida al borde del camino de la vida y cuando alguien se detiene para tender su mano solidaria, es el mismo Jesús samaritano el que se acerca. toca la carne herida,. se compadece de la víctima y hace lo posible para mitigar su sufrimiento. La parábola evangélica conocida como el buen samaritano ha sido elegida como la imagen bíblica que guía las reflexiones de la carta encíclica que nos ha dado el Papa Francisco en el 2020 sobre la fraternidad y la amistad social. En medio de las tensiones que parecen repetir crueles enfrentamientos, el Papa nos dice con sus gestos: el buen samaritano reflejó que la existencia de cada uno de nosotros está ligada a la de los demás. La vida no es un tiempo que pasa sino tiempo de encuentro. Esta parábola es un ícono iluminador capaz de poner de manifiesto la opción de fondo que necesitamos tomar para reconstruir este mundo que nos duele. Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano-. Toda otra opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido del camino. La insistencia sobre la fraternidad humana se destaca como una constante en el magisterio de Francisco. Su propuesta parte de una sentencia de Jesús. todos ustedes son hermanos.
 
Estamos ante la categoría de un nuevo humanismo, donde la persona está en el centro y se valora ante todo su inalienable dignidad. En nombre de la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, como principio ordenador, nos anima a pensar y gestar una sociedad más abierta porque la vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer solo a nosotros mismos y vivir como islas en estas actitudes prevalece la muerte.
 
La democracia, que nos sostiene como cuerpo social organizado en instituciones, da lugar a la fraternidad pero además requiere de la ética, la bondad y la solidaridad, la honestidad , el diálogo siempre beneficioso para el acuerdo y el compromiso por el bien común de todos. Sin estos valores que dan fundamentos a la vida social, surgen enfrentamientos entre hermanos, de unos con otros para preservar sus propios intereses. No despreciemos la fe que nos ayuda a trascender, nos pone de pie después de cada caída, nos anima en la adversidad y nos permite ver posibilidades donde otros ven fracasos. Por eso. me animo a decir que no nos cansemos de promover el bien, la justicia, la paz, cuidando de transmitir a las actuales generaciones de niños y niñas, adolescentes y jóvenes, sobre todo, los valores más auténticos y el acerbo cultural que nos identifica. Para que ejerzan el derecho de saber que hay futuro y razones profundas para seguir viviendo y amando a nuestra patria. Confiamos a las buenas manos de las familias y de la educación pública este deseo cordial. Dios bendiga a todos los que convivimos en la nación argentina y ¡Viva la Patria!.
Con información de Infobae

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