Neurociencia de las cosquillas: cómo las ratas nos ayudan a comprender conexiones humanas
Viernes 29 de
Septiembre 2023

Si se hiciese una lista con los animales que nos despiertan más aversión , junto con la cucaracha y algunas serpientes, probablemente estaría la rata. Considerada históricamente como un animal sucio, problemático, devastador de cosechas y transmisor de enfermedades, en realidad es una criatura que se ha asociado con el ser humano desde tiempos antiguos por las ventajas que ello le confiere. Disponer de refugios seguros y comida fácil siempre es beneficioso, y la rata lo sabe.
Breve historia de la rata
Allá donde ha llegado la humanidad, también ha llegado la rata. Desde que comenzó a introducirse en los primeros asentamientos humanos de Oriente Medio, de donde es oriunda, la rata se expandió por Europa y Asia con la misma facilidad que la humanidad. Entró en las islas británicas en el siglo I, gracias a las embarcaciones del Imperio Romano; arribó a las costas de América en 1492, a bordo de la Niña, la Pinta y la Santa María, y desembarcó en la Bahía Botánica, en Australia, con los convictos que llevaban los once navíos de la Primera Flota a la que sería la primera gran colonia penal británica.
Lo que no es tan conocido es su gran capacidad de empatía. Establece estrechos lazos emocionales con sus congéneres —y como mascota doméstica, también con las personas que la cuidan—. Conforma sociedades fuertes, gracias a una comunicación activa. Destaca también por su inteligencia que se expresa en su capacidad de abstracción, la creación de mapas mentales, obtención, comunicación y recuerdo de información relevante sobre el exterior, e incluso ideación de sistemas novedosos para resolver problemas.
Para desarrollar esas capacidades, es imprescindible mantener una buena cohesión social entre los individuos. Y la rata mantiene esa unión con sus congéneres mediante las interacciones, de forma parecida al ser humano. Se desparasitan y se asean unas a otras, duermen juntas y con frecuencia juegan —incluso en su etapa adulta—. Y entre los juegos, están las cosquillas.
El juego de las cosquillas
Para Charles Darwin, las cosquillas eran una expresión de la interacción humana y un gesto de refuerzo de la cohesión social ya preexistente. Esa es la explicación, para el naturalista, de por qué las cosquillas que nos hace alguien de confianza son siempre mejor recibidas que las que recibimos de un desconocido, que se pueden considerar una invasión a la intimidad.
Para muchos psicólogos, las cosquillas tienen diversas funciones según el contexto y la relación existente entre el que las causa y el que las padece: afianzar lazos parentales o fraternales, marcar cierta dominancia entre hermanos, o incluso iniciar o prolongar juegos eróticos. Sea como sea, las cosquillas juegan un papel importante a la hora de mantener y reforzar esas relaciones.
En este sentido, las ratas no son muy distintas a los seres humanos. Aunque llegar a esta conclusión no fue sencillo. De todos los comportamientos de los mamíferos, el juego es de los menos conocidos desde el punto de vista neurobiológico. Todavía no se han conseguido identificar los circuitos neuronales que subyacen al juego.
Por otro lado, la risa de las ratas está en una frecuencia inaudible para el ser humano, muy difícil de detectar y no ha sido hasta bien entrado el siglo XXI, que los científicos han tenido constancia de este hecho. Tal y como describieron los investigadores S. Ishiyama y M. Brecht, de la Universidad Humboldt de Berlín, en 2016, las ratas emiten vocalizaciones ultrasónicas como respuesta a las cosquillas de los humanos. Según la investigación que llevaron a cabo, publicada en Science, esas cosquillas son gratificantes, y confirmaron que emitían sonidos o vocalizaciones —interpretables como risa—, acercamiento y saltos no solicitados. Reacciones que no son ajenas para el ser humano.
Cosquillas de ratas, cosquillas humanas
Con tantos paralelismos, no es raro que algunos científicos decidan emplear a la rata como animal modelo para estudiar los mecanismos subyacentes a las cosquillas y sus reacciones. El estudio más reciente ha sido realizado por la investigadora Natalie Gloveli y sus colaboradores, también de la Universidad Humboldt.
Según las conclusiones de sus análisis, publicadas recientemente en la revista Neuron, la sustancia gris periacueductual —un área cuya función está relacionada con la mitigación del dolor y con ciertas percepciones sensoriales— está íntimamente asociada a la percepción de las cosquillas y su respuesta. Esta zona del cerebro se activa cuando la rata realiza juegos o recibe cosquillas, y su inactivación altera negativamente el comportamiento de las ratas: dejan de jugar, y se vuelven inmunes a las cosquillas.
Los mecanismos fisiológicos que subyacen al fenómeno de las cosquillas aún presentan muchas incógnitas, pero saber que algunos animales como las ratas tienen esta misma reacción puede ayudarnos a comprender mejor nuestra propia fisiología y el funcionamiento de nuestro cerebro, y por otro lado, quizá nos haga empatizar más con esos animales, a los que nos parecemos mucho más de lo que solemos asumir.
Allá donde ha llegado la humanidad, también ha llegado la rata. Desde que comenzó a introducirse en los primeros asentamientos humanos de Oriente Medio, de donde es oriunda, la rata se expandió por Europa y Asia con la misma facilidad que la humanidad. Entró en las islas británicas en el siglo I, gracias a las embarcaciones del Imperio Romano; arribó a las costas de América en 1492, a bordo de la Niña, la Pinta y la Santa María, y desembarcó en la Bahía Botánica, en Australia, con los convictos que llevaban los once navíos de la Primera Flota a la que sería la primera gran colonia penal británica.
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Para desarrollar esas capacidades, es imprescindible mantener una buena cohesión social entre los individuos. Y la rata mantiene esa unión con sus congéneres mediante las interacciones, de forma parecida al ser humano. Se desparasitan y se asean unas a otras, duermen juntas y con frecuencia juegan —incluso en su etapa adulta—. Y entre los juegos, están las cosquillas.
El juego de las cosquillas
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