Milei y Caputo debaten cómo y cuándo salir del cepo, pero Trump empezó a molestar
Jueves 05 de
Diciembre 2024
Según un exdelegado de Argentina ante el FMI, es difícil que el organismo se allane a cederle plata nueva al gobierno de Javier Milei, a pesar de Donald Trump. El término “devaluación” irrita a Milei & Cía, mientras Cavallo y Dujovne reclaman salir del cepo rápido.
Con sutileza o diplomacia, a uno de los más experimentados delegados ante el FMI, Héctor Torres, quien representó a la Argentina en dos gobiernos de distinta extracción (2004-2008 y 2016-2017) y luego fue contratado por Brasil para esa misma tarea, le atribuyen una advertencia: será difícil que ese instituto internacional se allane a cederle plata nueva al gobierno de Javier Milei. Traduciéndolo a la calle: “No hay Trump que valga para un futuro préstamo”. Merece un largo reportaje Torres para interiorizarse de esas consideraciones. Sin embargo, piensa al revés de la mayoría de los economistas locales, casi todos coincidentes en la generosidad del FMI por obra y gracia del próximo Presidente de los Estados Unidos. La observación atribuida a Torres, si se cumple, podría complicar a quienes confían en el levantamiento del cepo como herramienta para conseguir un crédito fresco de alrededor del 10 mil millones de dólares por parte de ese instituto. No todo es felicidad en los mercados de Disney, cualquier excusa es buena para abandonar una estela de ganancias, sea el no way de la ficha limpia o la corrupción expuesta de algunos senadores vinculados al gobierno. Por suerte, Javier Milei suele interesarse en ese fenómeno, no es una novedad que la política puede dañar a la economía. O justificar a los jugadores financieros.
El Presidente sostuvo que pronto se liberará el cepo, sin fecha; el titular del Banco Central, Santiago Bausili, afirma que el fin del cepo será parte a parte, como las capas de una cebolla, mientras que José Luis Daza, un argentino con acento chileno a cargo de Programación Económica, garantiza esa desaparición cuando no sean negativas las reservas del Banco Central (hoy abajo en poco más de dos mil millones de dólares). Daza es influyente en el equipo, al revés de su antecesor Joaquín Cottani, a quien ni siquiera invitaban a tomar café. No es la única discusión en el “colosal” team sobre la fecha conveniente, también ahora —previsores— se ha enredado en un debate sobre la elección del tipo de cambio a aplicarse en el caso de que se liquide el control del cepo: fijo o flexible. Los habitantes del Banco Central prefieren establecer una alternativa variable, quizás con bandas, flexible; mientras, al ministro Luis Caputo le endosan predilección por un tipo de cambio inmodificable, fijo. Se verá quien gana si es que se levanta el cepo.
En las últimas horas, con la mejor buena voluntad, dos ex ministros salieron a promover la inmediata liberación del cepo, Domingo Cavallo y Nicolas Dujovne, caracterizado uno por expandir el gasto, el otro obligado a ejecutar un ajuste. Gente con experiencia, sin duda. Se inscriben otros interesados, empresas que demandan ingresos libres de dólares y retiros libres de dólares, en particular lo último. Los dos ex ministros confían en que la medida provocara un salto devaluatorio, entre otras consecuencias favorables, lo que otorgaría mayor estabilidad al programa económico, acechado hoy por la apreciación del dólar —otra vez Trump, un amigo que empezó a molestar— y al descenso brutal de la moneda brasileña, uno de los mayores compradores de productos argentinos. Pero el término “devaluación” irrita a Milei & Cía, es contranatura a sus propósitos. También se anotan en ese criterio más de un consejero politico: sugieren conservar el actual rumbo, el reconocido “exitazo” económico (baja de inflación, equilibrio fiscal, caida del riesgo país, entre otros premios logrados) y un cepo que evita alterar el precio del dolar, una amenaza después de muchos años de vida, con un público ahora más dispuesto a vender activos externos que a comprarlos. Un cambio radical, si se permite la palabra, para una masa de argentinos que disfruta viajar para el “deme dos” y otra que, a pesar de atravesar sacrificios múltiples en su vida cotidiana, se muestra cada vez más satisfecha con la gestión Milei. Sería la primera vez que el Che Guevara acertara en un slogan: Cuanto peor, mejor.
Por el momento, se discute la fecha de salida, la forma del tipo de cambio si se sale, mientras se goza en el team —sin demasiada publicidad porque no constituye un orgullo ético— las ventajas del respirador artificial adquirido, el blanqueo (casi 25 mil millones de dólares). Pero es un one shot, temporario, irrepetible en el mandato y que salva las urgencias hasta el primer semestre del año próximo. Entonces, no vendría mal una pequeña ayuda del FMI para llegar con holgura a los comicios de medio término. Milei dice carecer de prisa para esa eventualidad, que no cambia por presiones, al revés de sus antecesores, que mantendrá más o menos filosa la motosierra y que, gracias a su condición de economista, no lo va a sorprender un desfiladero. Como ocurrió, por ejemplo, con Raúl Alfonsín, retratado ese pesar en el libro Diario de una temporada en el quinto piso, del asesor Juan Carlos Torre, quien en tono chispeante supo contar que el equipo de Juan Sourrouille cada vez que iba a la Casa Rosada para reclamar un ajuste, volvía con la desesperanza de que debía conceder más demandas a favor del deficit. En verdad, esas exigencias quizás no fueron tan temerarias ni realistas, nunca Alfonsín fue notificado de la extrema crisis en la que iba a caer. A menos que fuera un tonto, condición que no aparece en ningún registro cuando se refieren a su persona. Mas bien bien el team de entonces siempre esperaba un crédito.
El Presidente sostuvo que pronto se liberará el cepo, sin fecha; el titular del Banco Central, Santiago Bausili, afirma que el fin del cepo será parte a parte, como las capas de una cebolla, mientras que José Luis Daza, un argentino con acento chileno a cargo de Programación Económica, garantiza esa desaparición cuando no sean negativas las reservas del Banco Central (hoy abajo en poco más de dos mil millones de dólares). Daza es influyente en el equipo, al revés de su antecesor Joaquín Cottani, a quien ni siquiera invitaban a tomar café. No es la única discusión en el “colosal” team sobre la fecha conveniente, también ahora —previsores— se ha enredado en un debate sobre la elección del tipo de cambio a aplicarse en el caso de que se liquide el control del cepo: fijo o flexible. Los habitantes del Banco Central prefieren establecer una alternativa variable, quizás con bandas, flexible; mientras, al ministro Luis Caputo le endosan predilección por un tipo de cambio inmodificable, fijo. Se verá quien gana si es que se levanta el cepo.
En las últimas horas, con la mejor buena voluntad, dos ex ministros salieron a promover la inmediata liberación del cepo, Domingo Cavallo y Nicolas Dujovne, caracterizado uno por expandir el gasto, el otro obligado a ejecutar un ajuste. Gente con experiencia, sin duda. Se inscriben otros interesados, empresas que demandan ingresos libres de dólares y retiros libres de dólares, en particular lo último. Los dos ex ministros confían en que la medida provocara un salto devaluatorio, entre otras consecuencias favorables, lo que otorgaría mayor estabilidad al programa económico, acechado hoy por la apreciación del dólar —otra vez Trump, un amigo que empezó a molestar— y al descenso brutal de la moneda brasileña, uno de los mayores compradores de productos argentinos. Pero el término “devaluación” irrita a Milei & Cía, es contranatura a sus propósitos. También se anotan en ese criterio más de un consejero politico: sugieren conservar el actual rumbo, el reconocido “exitazo” económico (baja de inflación, equilibrio fiscal, caida del riesgo país, entre otros premios logrados) y un cepo que evita alterar el precio del dolar, una amenaza después de muchos años de vida, con un público ahora más dispuesto a vender activos externos que a comprarlos. Un cambio radical, si se permite la palabra, para una masa de argentinos que disfruta viajar para el “deme dos” y otra que, a pesar de atravesar sacrificios múltiples en su vida cotidiana, se muestra cada vez más satisfecha con la gestión Milei. Sería la primera vez que el Che Guevara acertara en un slogan: Cuanto peor, mejor.
Por el momento, se discute la fecha de salida, la forma del tipo de cambio si se sale, mientras se goza en el team —sin demasiada publicidad porque no constituye un orgullo ético— las ventajas del respirador artificial adquirido, el blanqueo (casi 25 mil millones de dólares). Pero es un one shot, temporario, irrepetible en el mandato y que salva las urgencias hasta el primer semestre del año próximo. Entonces, no vendría mal una pequeña ayuda del FMI para llegar con holgura a los comicios de medio término. Milei dice carecer de prisa para esa eventualidad, que no cambia por presiones, al revés de sus antecesores, que mantendrá más o menos filosa la motosierra y que, gracias a su condición de economista, no lo va a sorprender un desfiladero. Como ocurrió, por ejemplo, con Raúl Alfonsín, retratado ese pesar en el libro Diario de una temporada en el quinto piso, del asesor Juan Carlos Torre, quien en tono chispeante supo contar que el equipo de Juan Sourrouille cada vez que iba a la Casa Rosada para reclamar un ajuste, volvía con la desesperanza de que debía conceder más demandas a favor del deficit. En verdad, esas exigencias quizás no fueron tan temerarias ni realistas, nunca Alfonsín fue notificado de la extrema crisis en la que iba a caer. A menos que fuera un tonto, condición que no aparece en ningún registro cuando se refieren a su persona. Mas bien bien el team de entonces siempre esperaba un crédito.
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