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Medicamentos y alimentos: dos medidas de fin de año del Gobierno impactarán en la salud y el bolsillo
Lunes 30 de
Diciembre 2024

El ministro Lugones celebró la venta libre de remedios en las góndolas. Sturzenegger festejó que se hayan acotado los sellos negros en alimentos. Cuáles son las consecuencias de estas dos políticas sanitarias.
Dos ministros del presidente Javier Milei recurrieron a la autocelebración en vísperas del nuevo año, tras el dictado de medidas que impactarán en la salud pública y el bolsillo de los argentinos.
El titular de la cartera de Salud, Mario Lugones, se refirió a los efectos de la habilitación para que algunos medicamentos de venta libre sean ofrecidos en las góndolas, a la manera de otros productos comestibles o de perfumería.
El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, hizo lo propio a partir de la decisión oficial de acotar la advertencia de los sellos negros que deben llevar en sus envases alimentos potencialmente nocivos para la salud.
Ambos cambios tienen una justificación sustentada en supuestos beneficios sanitarios y económicos que pueden ocasionar en el público, sin alusión a un reverso que por más que se lo ignore no deja de ser real.
Que ambos mundos confluyan es la aspiración de toda política pública que se precie de virtuosa. La balanza es delicada y las consecuencias de estas decisiones pueden abrir signos de pregunta.
Paradójicamente, la lógica argumental del médico Lugones es económica, mientras que la del economista Sturzenegger es sanitaria. Ambos utilizaron la red social X para referirse a los motivos por los que acceder a analgésicos sin mediar un mostrador o a alimentos azucarados sin reparos formales son medidas positivas.
El anverso de estas resoluciones es naturalmente el motivo de festejo de los funcionarios. Lugones hizo un posteo entusiasta para destacar la proliferación de ofertas de medicamentos de venta libre que ya empiezan a poblar las góndolas, con fotos a modo de prueba incluidas.
“Así funciona la libertad económica que impulsamos en el sector de la salud: ¡Los medicamentos de venta libre están bajando de precio! Las promociones de diferentes farmacias lo muestran claramente, por el mismo precio que hace un mes comprabas 1 caja, hoy te llevas 2 o incluso en algunos el descuento es del 50%”, afirmó Lugones.
Y agregó: “Es un recorrido que debimos transitar. Generar condiciones para que ANMAT pueda pasar medicamentos seguros y efectivos a venta libre. Luego buscamos que puedan ser exhibidos en góndolas en las farmacias. ¡Ya se ven los beneficios del trabajo que venimos realizando!”.
El reverso en este caso, señalado por los críticos de la medida, es que el acceso sin mínimas barreras a productos que no dejan de ser medicamentos puede conllevar el riesgo de una mayor automedicación de la población.
Al mismo tiempo, el hecho de que cada vez más remedios pasen a ser de venta libre supone que pierdan el descuento en farmacias del 40 por ciento garantizado por la prescripción: una carga menos para obras sociales y prepagas que pasa a abultar la canasta doméstica.
Por su parte, Sturzenegger recurrió a la idea del sello negro en los alimentos como búmeran, es decir, como desencadenante de un resultado que al final del camino sería el opuesto al que se intenta lograr.
“El etiquetado frontal con los ‘octógonos’ busca generar un shock en el consumidor que lo desaliente a comprar productos procesados. Pero podemos distinguir dos tipos de efectos. Uno, que podemos llamar ‘extensivo’, es el que se produce cuando la gente vira de productos procesados hacia productos menos procesados. Otro, que podemos llamar ‘intensivo’, es el que se produce dentro del grupo de productos con octógonos”, afirmó Sturzenegger.
Si bien en su posteo admitió que la política de octógonos negros ha registrado una reducción en el consumo de azúcar del 10 por ciento (cuando la gente migra de productos con sellos a otros sin sellos), agregó: “La contra es que el margen intensivo opera al revés: al englobar todos los productos procesados bajo una advertencia común la gente migra de alimentos más sanos a menos sanos (¡es como que en el mundo octógonos el gobierno los pone a todos en pie de igualdad!). Lo digo sin ánimo de ofender. Si un yogurt y un Havannet tienen los mismos sellos, bueno…, la decisión es obvia”.
Al respecto, cabe aclarar que los yogures, tal como estaba escrita la ley hasta antes del reciente cambio, solían tener un octógono por exceso en azúcares, mientras que el Havannet posee cuatro sellos: al del azúcar se suman los del exceso en grasas totales, grasas saturadas y calorías.
La cuestión de si el azúcar intrínseca -la que es propia del alimento, sin agregado-de los productos debe ser discriminada y restada en un sistema de advertencia nutricional es un aspecto que divide bibliotecas. La que se impuso al momento de la sanción de la ley votada durante el kirchnerismo fue la postura más dura.
La modificación incorporada ahora -que Sturzenegger califica “de sentido común”- constituye en el mismo gesto un guiño a la industria y un corrector sobre la marcha que suma cierta incertidumbre por sus consecuencias en la salud pública, teniendo en cuenta además que la publicidad de productos con sellos negros se ha flexibilizado.
El interrogante aún sin respuesta, a partir de ambas iniciativas estrechamente ligadas, es por el signo del impacto. En suma, cuál será la mejor receta de etiquetado frontal contra el aumento sostenido del sobrepeso y la obesidad, a fin de evitar que estos males requieran luego de medicamentos que a la larga -de consolidarse la tendencia en boga- se consuman sin prescripción profesional y directamente de la góndola.
El titular de la cartera de Salud, Mario Lugones, se refirió a los efectos de la habilitación para que algunos medicamentos de venta libre sean ofrecidos en las góndolas, a la manera de otros productos comestibles o de perfumería.
El ministro de Desregulación, Federico Sturzenegger, hizo lo propio a partir de la decisión oficial de acotar la advertencia de los sellos negros que deben llevar en sus envases alimentos potencialmente nocivos para la salud.
Ambos cambios tienen una justificación sustentada en supuestos beneficios sanitarios y económicos que pueden ocasionar en el público, sin alusión a un reverso que por más que se lo ignore no deja de ser real.
Que ambos mundos confluyan es la aspiración de toda política pública que se precie de virtuosa. La balanza es delicada y las consecuencias de estas decisiones pueden abrir signos de pregunta.
Paradójicamente, la lógica argumental del médico Lugones es económica, mientras que la del economista Sturzenegger es sanitaria. Ambos utilizaron la red social X para referirse a los motivos por los que acceder a analgésicos sin mediar un mostrador o a alimentos azucarados sin reparos formales son medidas positivas.
El anverso de estas resoluciones es naturalmente el motivo de festejo de los funcionarios. Lugones hizo un posteo entusiasta para destacar la proliferación de ofertas de medicamentos de venta libre que ya empiezan a poblar las góndolas, con fotos a modo de prueba incluidas.
“Así funciona la libertad económica que impulsamos en el sector de la salud: ¡Los medicamentos de venta libre están bajando de precio! Las promociones de diferentes farmacias lo muestran claramente, por el mismo precio que hace un mes comprabas 1 caja, hoy te llevas 2 o incluso en algunos el descuento es del 50%”, afirmó Lugones.
Y agregó: “Es un recorrido que debimos transitar. Generar condiciones para que ANMAT pueda pasar medicamentos seguros y efectivos a venta libre. Luego buscamos que puedan ser exhibidos en góndolas en las farmacias. ¡Ya se ven los beneficios del trabajo que venimos realizando!”.
El reverso en este caso, señalado por los críticos de la medida, es que el acceso sin mínimas barreras a productos que no dejan de ser medicamentos puede conllevar el riesgo de una mayor automedicación de la población.
Al mismo tiempo, el hecho de que cada vez más remedios pasen a ser de venta libre supone que pierdan el descuento en farmacias del 40 por ciento garantizado por la prescripción: una carga menos para obras sociales y prepagas que pasa a abultar la canasta doméstica.
El sello negro como búmeran
Por su parte, Sturzenegger recurrió a la idea del sello negro en los alimentos como búmeran, es decir, como desencadenante de un resultado que al final del camino sería el opuesto al que se intenta lograr.
“El etiquetado frontal con los ‘octógonos’ busca generar un shock en el consumidor que lo desaliente a comprar productos procesados. Pero podemos distinguir dos tipos de efectos. Uno, que podemos llamar ‘extensivo’, es el que se produce cuando la gente vira de productos procesados hacia productos menos procesados. Otro, que podemos llamar ‘intensivo’, es el que se produce dentro del grupo de productos con octógonos”, afirmó Sturzenegger.
Si bien en su posteo admitió que la política de octógonos negros ha registrado una reducción en el consumo de azúcar del 10 por ciento (cuando la gente migra de productos con sellos a otros sin sellos), agregó: “La contra es que el margen intensivo opera al revés: al englobar todos los productos procesados bajo una advertencia común la gente migra de alimentos más sanos a menos sanos (¡es como que en el mundo octógonos el gobierno los pone a todos en pie de igualdad!). Lo digo sin ánimo de ofender. Si un yogurt y un Havannet tienen los mismos sellos, bueno…, la decisión es obvia”.
Al respecto, cabe aclarar que los yogures, tal como estaba escrita la ley hasta antes del reciente cambio, solían tener un octógono por exceso en azúcares, mientras que el Havannet posee cuatro sellos: al del azúcar se suman los del exceso en grasas totales, grasas saturadas y calorías.
La cuestión de si el azúcar intrínseca -la que es propia del alimento, sin agregado-de los productos debe ser discriminada y restada en un sistema de advertencia nutricional es un aspecto que divide bibliotecas. La que se impuso al momento de la sanción de la ley votada durante el kirchnerismo fue la postura más dura.
La modificación incorporada ahora -que Sturzenegger califica “de sentido común”- constituye en el mismo gesto un guiño a la industria y un corrector sobre la marcha que suma cierta incertidumbre por sus consecuencias en la salud pública, teniendo en cuenta además que la publicidad de productos con sellos negros se ha flexibilizado.
El interrogante aún sin respuesta, a partir de ambas iniciativas estrechamente ligadas, es por el signo del impacto. En suma, cuál será la mejor receta de etiquetado frontal contra el aumento sostenido del sobrepeso y la obesidad, a fin de evitar que estos males requieran luego de medicamentos que a la larga -de consolidarse la tendencia en boga- se consuman sin prescripción profesional y directamente de la góndola.
Con información de
Clarín

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