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¿Hay deflación?: el riesgo que más preocupa a los economistas
Lunes 23 de
Junio 2025
El Gobierno festejó que la inflación mayorista diera negativa en mayo. Analistas destacan los rubros en los que ven caídas y explican qué pasará en aquellos que aún no llegaron a descender
El Gobierno celebró su primer dato de deflación, luego de que los precios mayoristas registraran una caída de 0,3% en mayo, y alimentó las expectativas de recuperar competitividad a partir de la baja de precios.
El dato, que contrasta muchos años de un régimen de inflación alta, es discutido ampliamente en otros países.
Estrictamente, la deflación es la baja generalizada de precios de bienes y servicios en un período prolongado de tiempo.
Hay quienes consideran que, en este escenario, no se trata de un proceso de desinflación pero que, de serlo, resulta beneficioso dados los antecedentes argentinos.
Por un lado, porque puede oficiar de ruptura de la inercia inflacionaria y traducirse en una mejora lenta y tal vez acotada de la competitividad a través de la baja de los costos.
Por otro lado, puede ayudar a la convergencia con la inflación internacional, uno de los objetivos explícitos del Gobierno.
A corto plazo puede representar un aumento en el poder adquisitivo, dada la baja de precios, y un incentivo al ahorro, así como un recorte temporal del costo de endeudarse.
En un contexto como el actual, si bien el consenso es que no se trata de un proceso deflacionario, el dato de mayo asiste a un acomodamiento de precios relativos.
"Tampoco es que Argentina entró en un proceso deflacionario, lo tenemos en algunas categorías, como mayorista, porque estás en un proceso sano de reacomodamiento de precios relativos, donde están bajando productos que en Argentina tenían precios muy superiores a los del resto del mundo. Es el caso de algunos bienes como autos, productos metalúrgicos, ropa", explicó Federico Domínguez, especialista en finanzas y autor de "La Rebelión de los Pandemials".
Sin embargo, surgen los cuestionamientos sobre los efectos negativos. Argentina ha tenido momentos de deflación, incluido el vivido en la pandemia, en 2008 o el 2001.
Entre los riesgos más difundidos están la posibilidad de aumento del desempleo.
"Si se viese esto de manera sostenida, habría que empezar a ver el impacto sobre empleo, algo que se vislumbra levemente por ahora. Si el tipo de cambio sigue bajo y la apertura a las importaciones se mantiene, ese fenómeno lo vamos a ver, vamos a tener tendencias deflacionarias en algunos sectores y más en los mayoristas, presión en los márgenes de las empresas que compiten y, finalmente, problemas de empleo", explicó Martín Rapetti, director de Equilibra.
A ello se suma el aumento del peso de la deuda. Domínguez explicó que elimina el efecto de la licuación de la deuda y entonces aumenta su peso sobre los ingresos, que se ven más influenciados por el proceso deflacionario.
Esto último, consideró, no tendría gran impacto en nuestro país: "En un país como Argentina, con una deuda baja de los privados, que ronda el 8% del producto, no impacta lo que es el aumento del peso de la deuda por la deflación".
Otro de los efectos es una esperada caída del consumo, ante la expectativa de baja de precios hacia adelante, lo que posterga decisiones de compra, lo que eventualmente impacta en decisiones de inversión de las empresas.
Uno de los desafíos es evitar el "punto de quiebre" de la deflación para evitar la trampa del mecanismo y entrar en recesión. Este se grafica en el conocido como efecto Fisher, por el cual las tasas de interés reales exacerban la crisis ya que dificultan aún más la capacidad de pago de los deudores.
En otros países del mundo, la deflación suele ser un efecto a evitar, principalmente por sus efectos sobre la tasa de desempleo. En el caso de Japón, que tuvo deflación por casi dos décadas y lo consideraban un obstáculo para mantener tasas sanas de crecimiento de la economía.
El dato, que contrasta muchos años de un régimen de inflación alta, es discutido ampliamente en otros países.
Estrictamente, la deflación es la baja generalizada de precios de bienes y servicios en un período prolongado de tiempo.
Hay quienes consideran que, en este escenario, no se trata de un proceso de desinflación pero que, de serlo, resulta beneficioso dados los antecedentes argentinos.
Por un lado, porque puede oficiar de ruptura de la inercia inflacionaria y traducirse en una mejora lenta y tal vez acotada de la competitividad a través de la baja de los costos.
Por otro lado, puede ayudar a la convergencia con la inflación internacional, uno de los objetivos explícitos del Gobierno.
A corto plazo puede representar un aumento en el poder adquisitivo, dada la baja de precios, y un incentivo al ahorro, así como un recorte temporal del costo de endeudarse.
En un contexto como el actual, si bien el consenso es que no se trata de un proceso deflacionario, el dato de mayo asiste a un acomodamiento de precios relativos.
"Tampoco es que Argentina entró en un proceso deflacionario, lo tenemos en algunas categorías, como mayorista, porque estás en un proceso sano de reacomodamiento de precios relativos, donde están bajando productos que en Argentina tenían precios muy superiores a los del resto del mundo. Es el caso de algunos bienes como autos, productos metalúrgicos, ropa", explicó Federico Domínguez, especialista en finanzas y autor de "La Rebelión de los Pandemials".
Sin embargo, surgen los cuestionamientos sobre los efectos negativos. Argentina ha tenido momentos de deflación, incluido el vivido en la pandemia, en 2008 o el 2001.
Entre los riesgos más difundidos están la posibilidad de aumento del desempleo.
"Si se viese esto de manera sostenida, habría que empezar a ver el impacto sobre empleo, algo que se vislumbra levemente por ahora. Si el tipo de cambio sigue bajo y la apertura a las importaciones se mantiene, ese fenómeno lo vamos a ver, vamos a tener tendencias deflacionarias en algunos sectores y más en los mayoristas, presión en los márgenes de las empresas que compiten y, finalmente, problemas de empleo", explicó Martín Rapetti, director de Equilibra.
A ello se suma el aumento del peso de la deuda. Domínguez explicó que elimina el efecto de la licuación de la deuda y entonces aumenta su peso sobre los ingresos, que se ven más influenciados por el proceso deflacionario.
Esto último, consideró, no tendría gran impacto en nuestro país: "En un país como Argentina, con una deuda baja de los privados, que ronda el 8% del producto, no impacta lo que es el aumento del peso de la deuda por la deflación".
Otro de los efectos es una esperada caída del consumo, ante la expectativa de baja de precios hacia adelante, lo que posterga decisiones de compra, lo que eventualmente impacta en decisiones de inversión de las empresas.
Uno de los desafíos es evitar el "punto de quiebre" de la deflación para evitar la trampa del mecanismo y entrar en recesión. Este se grafica en el conocido como efecto Fisher, por el cual las tasas de interés reales exacerban la crisis ya que dificultan aún más la capacidad de pago de los deudores.
En otros países del mundo, la deflación suele ser un efecto a evitar, principalmente por sus efectos sobre la tasa de desempleo. En el caso de Japón, que tuvo deflación por casi dos décadas y lo consideraban un obstáculo para mantener tasas sanas de crecimiento de la economía.
Con información de
Cronista

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