CÓRDOBA
Furia vecinal y venganza tras el crimen de un joven de Argüello
Martes 19 de
Julio 2016
Pese a la presencia policial, turbas quemaron casas en busca de asesinos. Los ataques fueron tras el homicidio de un joven, el viernes. Fue en villa Monja Sierra.
A mitad de cuadra, las llamas terminan de devorar lo que alguna vez fue una humilde vivienda. Un grupo de jóvenes revisa entre los escombros y sacan pertenencias dañadas. Metros más allá, otra casa yace derrumbada a fuerza de mazazos y ha sido ganada por el fuego. A la vuelta de la cuadra, hay otra más destruida y en cenizas. Cuadras más allá, hay otra. Y más, más allá, otra. Dicen que si se va a un asentamiento próximo, hay dos ruinas más.
Escombros, ladrillos, tirantes volteados, humo, fuego y maderas ardiendo. Algunos vecinos miran en silencio, otros sonríen y hablan de justicia por mano propia, algunos aplauden. Inocentes, niños juguetean entre los escombros.
El fin de semana pasado, la villa Monja Sierra y zonas cercanas, a pocas cuadras del barrio Argüello, en el noroeste de la ciudad de Córdoba, fue una zona de guerra.
En pocos días, en ese sector hubo, como parte de una escalada de violencia urbana: un ataque domiciliario, amenazas, una pelea entre jóvenes, más amenazas, un crimen a balazos con forma de ejecución, más amenazas, la búsqueda vecinal de los asesinos, más amenazas, casas apedreadas e incendiadas, más amenazas, policías que a los tiros intentaban dar con los homicidas y negociaban que no les rompieran los patrulleros, más amenazas, la entrega pactada de uno de los sospechosos a cambio de que su familia pueda huir, más amenazas, marcha de protesta y más amenazas…
Así las cosas. Así se vive y respira en la villa. Un conglomerado que otra vez puede detonar.
El drama se inició el viernes, cerca de las 16, cuando un joven fue ejecutado de un disparo cuando entraba a su casa. Era Brian Gorosito, tenía 18 años, estaba en pareja y era padre de una beba.
El asesino disparó con una 9 milímetros y habría estado acompañado por al menos dos secuaces. Ninguno tendría más de 20 años.
Desde la investigación se deslizó que Brian fue ejecutado en una “venganza vinculada a drogas”.
Sus familiares, amigos y una nutrida cantidad de vecinos salieron ayer a desmentir esa versión: afirman que Brian sufrió, días antes, un robo en su casa, que su familia fue maltratada, que su mujer fue atacada y que él salió a buscar justicia por su cuenta.
Según esa versión, se enfrentó con una patota que rige los designios de la villa y terminó mal.
Se trata de una patota que, afirman en la villa, ataca a familias en sus casas, golpea a las mujeres y saquea lo que encuentra.
“Brian sabía quiénes le robaron. Fue a buscarlos, peleó con ellos y luego lo terminaron matando. Era un buen pibe, no estaba en las drogas”, contó Alicia Ceballos, presidente de una ONG y referente barrial del sector.
Ejecución y llamas
El crimen de Brian fue el viernes. Entre ese día y la madrugada de ayer, las viviendas familiares del principal sospechoso (José Omar Cavallo, 19 años) fueron blanco de la furia popular.
El trato era: que se entregue y los ataques se detendrían.
La lógica perversa de la violencia tuvo su derivación: como el sospechoso no aparecía, su familia sufrió las represalias y fue expulsada del barrio. Que no haya habido más víctimas fue prácticamente un milagro.
La Policía arribó y hubo disparos. Los vecinos relatan que los uniformados “pactaron” con los referentes barriales: no iba a haber represión a cambio de que no volasen piedras contra los uniformados y los móviles. No hubo piedras. Las casas siguieron quemándose. Nadie vio a bomberos.
El domingo a la noche, previa intermediación de su abogada, el acusado Cavallo se entregó.
Ayer, hubo una marcha de protesta frente al CPC Argüello. Los otros acusados no caen.
La tensión tiene olor a ceniza en la villa. Y aún se huele bien.
Con información de
lavoz