Bayer cerró la compra de Monsanto por u$s 63.000 millones
Jueves 07 de
Junio 2018
El grupo alemán Bayer se convirtió en un gigante mundial de los pesticidas y las semillas al cerrar la compra de la compañía estadounidense Monsanto, con la intención de ofrecer una agricultura cada vez más estimulada por la biotecnología.
La adquisición por 63.000 millones de dólares (54.000 millones de euros), la mayor jamás realizada por una compañía alemana en el extranjero, fue anunciada por Bayer el jueves por la tarde en un comunicado, precisando que la integración concreta de Monsanto empezará "dentro de unos dos meses".
Según el acuerdo alcanzado en mayo con el departamento de Justicia de Estados Unidos en nombre del equilibrio de la competencia, Bayer tiene que cerrar primero la venta de 9.000 millones de dólares de sus actividades, que cederá principalmente a la compañía alemana BASF.
Una vez superada esta etapa, el irlandés Liam Condon, miembro del directorio de Bayer, tomará las riendas de la división agroquímica ("Crop Science") de la nueva empresa, convertida en líder mundial de las semillas, principalmente transgénicas, y de los productos fitosanitarios.
Una operación que conlleva "un alto riesgo para la reputación, pero también enormes oportunidades de mercado", resumía el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Bayer trató de disipar la polémica que rodea a la empresa estadounidense al anunciar el lunes la supresión de la marca "Monsanto", sinónimo para sus detractores de las peores facetas de la agroquímica y asociada a una serie de acciones judiciales.
Pero la operación es meramente cosmética: las marcas pertenecientes a Monsanto conservarán sus nombres, como Dekalb (semillas de maíz y colza), De Ruiter (semillas hortícolas) o Round Up, un controvertido herbicida acusado de ser nocivo para la salud.
Y Bayer, que insistió durante tiempo para convencer a Monsanto antes de lograr su visto bueno en septiembre de 2016, quiere aprovechar las enormes oportunidades generadas por la necesidad de producir más en superficies limitadas.
"Alimentar a una creciente población mundial es un desafío a largo plazo al que queremos contribuir", anunció el martes el consejero delegado de Bayer, Werner Baumann, en el diario Handelsblatt.
Al lanzar la operación de compra, Bayer detalló su visión del planeta para 2050: un mundo con 10.000 millones de personas que alimentar y tierras cultivables limitadas y perturbadas por el calentamiento global.
Con 115.000 empleados, unos ingresos anuales combinados de 45.000 millones de euros -53.050 millones de dólares-, incluidos 19.700 millones de euros solamente para la actividad agroquímica, el futuro Bayer encabezará un sector en pleno proceso de concentración empresarial.
El año pasado, la compañía estadounidense Dow Chemical se fusionó con su compatriota DuPont, y la china ChemChina compró la empresa suiza Syngenta por 43.000 millones de dólares, dos operaciones que preocuparon a los defensores del medioambiente.
"Los tres nuevos conglomerados", DowDupont, ChemChina-Syngenta y Bayer "controlarán más del 60% del mercado de las semillas y la agroquímica", "suministrarán casi todos los OGM (organismos genéticamente modificados)" y "tendrán la mayoría de las patentes sobre las plantas", señalaba el año pasado la Fundación Heinrich Böll, cercana a los ecologistas alemanes.
"El modelo de desarrollo" que encarna el futuro grupo "está en las antípodas de la transición (...) hacia un modelo sostenible y respetuoso del medio ambiente", lamentó por su parte el eurodiputado socialista Eric Andrieu en Twitter.
Bayer responde prometiendo "escuchar" y "trabajar juntos" con sus detractores, pero reitera que la agricultura "es un tema demasiado importante para que divergencias ideológicas impidan el progreso".
Desde el futuro del glifosato, un herbicida muy cuestionado en Europa, hasta el de los OGM, el porvenir del sector depende en gran medida de las futuras políticas medioambientales y de seguridad alimentaria.
"Los continentes en pleno auge son África y América Latina", mientras que Estados Unidos y Asia "siguen desarrollando su agricultura con preocupaciones medioambientales", y Europa se distingue por su hostilidad hacia los OGM, resumía el lunes el presidente de Bayer Francia, Frank Garnier.
Según el acuerdo alcanzado en mayo con el departamento de Justicia de Estados Unidos en nombre del equilibrio de la competencia, Bayer tiene que cerrar primero la venta de 9.000 millones de dólares de sus actividades, que cederá principalmente a la compañía alemana BASF.
Una vez superada esta etapa, el irlandés Liam Condon, miembro del directorio de Bayer, tomará las riendas de la división agroquímica ("Crop Science") de la nueva empresa, convertida en líder mundial de las semillas, principalmente transgénicas, y de los productos fitosanitarios.
Una operación que conlleva "un alto riesgo para la reputación, pero también enormes oportunidades de mercado", resumía el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung.
Bayer trató de disipar la polémica que rodea a la empresa estadounidense al anunciar el lunes la supresión de la marca "Monsanto", sinónimo para sus detractores de las peores facetas de la agroquímica y asociada a una serie de acciones judiciales.
Pero la operación es meramente cosmética: las marcas pertenecientes a Monsanto conservarán sus nombres, como Dekalb (semillas de maíz y colza), De Ruiter (semillas hortícolas) o Round Up, un controvertido herbicida acusado de ser nocivo para la salud.
Y Bayer, que insistió durante tiempo para convencer a Monsanto antes de lograr su visto bueno en septiembre de 2016, quiere aprovechar las enormes oportunidades generadas por la necesidad de producir más en superficies limitadas.
"Alimentar a una creciente población mundial es un desafío a largo plazo al que queremos contribuir", anunció el martes el consejero delegado de Bayer, Werner Baumann, en el diario Handelsblatt.
Al lanzar la operación de compra, Bayer detalló su visión del planeta para 2050: un mundo con 10.000 millones de personas que alimentar y tierras cultivables limitadas y perturbadas por el calentamiento global.
Con 115.000 empleados, unos ingresos anuales combinados de 45.000 millones de euros -53.050 millones de dólares-, incluidos 19.700 millones de euros solamente para la actividad agroquímica, el futuro Bayer encabezará un sector en pleno proceso de concentración empresarial.
El año pasado, la compañía estadounidense Dow Chemical se fusionó con su compatriota DuPont, y la china ChemChina compró la empresa suiza Syngenta por 43.000 millones de dólares, dos operaciones que preocuparon a los defensores del medioambiente.
"Los tres nuevos conglomerados", DowDupont, ChemChina-Syngenta y Bayer "controlarán más del 60% del mercado de las semillas y la agroquímica", "suministrarán casi todos los OGM (organismos genéticamente modificados)" y "tendrán la mayoría de las patentes sobre las plantas", señalaba el año pasado la Fundación Heinrich Böll, cercana a los ecologistas alemanes.
"El modelo de desarrollo" que encarna el futuro grupo "está en las antípodas de la transición (...) hacia un modelo sostenible y respetuoso del medio ambiente", lamentó por su parte el eurodiputado socialista Eric Andrieu en Twitter.
Bayer responde prometiendo "escuchar" y "trabajar juntos" con sus detractores, pero reitera que la agricultura "es un tema demasiado importante para que divergencias ideológicas impidan el progreso".
Desde el futuro del glifosato, un herbicida muy cuestionado en Europa, hasta el de los OGM, el porvenir del sector depende en gran medida de las futuras políticas medioambientales y de seguridad alimentaria.
"Los continentes en pleno auge son África y América Latina", mientras que Estados Unidos y Asia "siguen desarrollando su agricultura con preocupaciones medioambientales", y Europa se distingue por su hostilidad hacia los OGM, resumía el lunes el presidente de Bayer Francia, Frank Garnier.
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ambito
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