Un temor que asoma en el horizonte: ¿Se dirige la economía global hacia otra gran recesión?

Por: Germán Padinger
Sábado 10 de Agosto 2019

Aunque la economía de Estados Unidos sigue creciendo con alto empleo y baja inflación, las tensiones comerciales con China, el alto endeudamiento y la caída en las inversiones en todo el planeta ha despertado preocupación entre las principales empresas e instituciones financieras ante una posible crisis en un futuro cercano
Si un estadounidense promedio oyera hablar del peligro latente de una recesión en el país, que rápidamente podría trasladarse a toda la economía global con resultados imposibles de prever, probablemente estaría desconfiado de su interlocutor. Después de todo, Estados Unidos lleva una década de crecimiento sostenido, el mayor período de su historia; el desempleo ha bajado a niveles históricos (3,9%) y la inflación se encuentra por el piso (2,4%), según datos del Banco Mundial.
 
Ni siquiera la creciente escalada de tensiones comerciales con China, que ha golpeado con dureza a casi todos los mercados del mundo, especialmente a los emergentes, y esta semana desencadenó un auge de los bonos y el oro luego de la devaluación del yuan, parece importar demasiado.
 
De acuerdo a una reciente encuesta realizada en Estados Unidos por la cadena CNBC y publicada en junio, sólo el 45% está en desacuerdo con la guerra tarifaria que lanzó el presidente Donald Trump contra China en 2018; el 32% la aprueba y el restante 23% no está muy seguro de lo que significa.
 
Por otro lado, apenas un 32% de los encuestados percibe a la actual tensión con China como una amenaza, un 7% más que en marzo de 2018, cuando comenzó la guerra comercial, pero aún así lejos de alcanzar a la mayoría.
 
El triste recuerdo de la última recesión global de 2008, que comenzó en Estados Unidos tras la explosión de la burbuja inmobiliaria y que dio inició a una década de tasas cercanas a cero, crecimiento moderado y turbulencias económicas, parece, a primera vista, lejano.
 
Pero sin embargo numerosos analistas y expertos, además de empresas, bancos e instituciones financieras están alertando sobre el peligro de una nueva recesión originada en Estados Unidos y de alcance global a la vuelta de la esquina o bien tomando acciones que demuestran una cautela sospechosa, en gran parte potenciada por la guerra tarifaria entre China y Estados Unidos que está afectando al comercio y la producción global a un ritmo alarmante.
 
La firma británica Absolute Strategy Research realizó recientemente una encuesta entre 200 instituciones financieras que controlan en total cuatro billones de dólares en activos. Resultado: hay un 45% de chances de entrar en recesión, es decir experimentar dos trimestres seguidos de contracción económica, en los próximos 12 meses, el nivel más alto desde 2014.
 
En otra encuesta entre 307 profesionales de las finanzas empleados en empresas de seguros, realizado por Goldman Sachs, surgió que el 82% espera una recesión entre 2020 y 2021.
 
Mientras que el 48% de los directores financieros (CFO) de grandes empresas en todo el mundo predicen una recesión para comienzos del 2020, según una prestigiosa encuesta de la Universidad de Duke, en Estados Unidos. El número asciende al 67% de los consultados, si se toma como fecha el último trimestre del 2020.
 
Nadie se permite hacer un pronóstico preciso de tiempo (cada vez que se intentó fue un fracaso) pero la mayoría coincide en que la recesión llegará, tarde o temprano.
 
Estas nubes de tormenta que ven en el horizonte han sido detectadas por una serie de barómetros económicos. Estos son apenas cuatro de ellos:
 
1- La tasa de interés
 
Una década de crecimiento sostenido, pleno empleo y baja inflación, un legado del gobierno de Barack Obama que Trump profundizó, parecen haber mantenido la buena salud de la economía estadounidense.
 
Y en gran medida esta reactivación comenzada en 2009 se construyó sobre la base de tasa de interés fijada prácticamente en cero por la Reserva Federal en diciembre de 2008, una medida de emergencia en lo peor de la crisis financiera que, entre otras herramientas, previno una catástrofe mayor.
 
Durante 2009 y 2015 esta tasa permaneció en el 0,25%, reduciendo los costos de pedir dinero y potenciando al consumo y la producción, y la economía estadounidense no paró de crecer. Nunca lo había hecho por tanto tiempo seguido.
 
En 2015 la Fed hizo un ligero ajuste y la llevó a 0,5%, un año después al 0,75%, y así comenzó un aumento progresivo hasta llegar al 2,5% en diciembre de 2018. Parecía tener sentido: el buen estado de la economía ameritaba el levantamiento del cero, una medida de emergencia, para evitar un recalentamiento excesivo de la economía o una suba descontrolada de la deuda.
 
Para Trump y muchos otros, sin embargo, no había razón para poner freno al crecimiento de la economía. El presidente quería volver a al camino de las tasas bajas, al menos reduciendo un 0,5%. Jerome Powell, director de la FED, respondió en parte y la semana pasada la redujo en 0,25%, la primera vez desde 2008. Se esperan más cortes en los próximos meses.
 
¿Pero por qué tomar una medida expansiva cuando la economía no da signos de necesitarlo?
 
La Fed citó la excesivamente baja inflación, las tensiones comerciales y la desaceleración del crecimiento económico como sus razones. Es decir, la amenaza de una posible recesión global en el firmamento, y la decisión de intentar frenarla a toda costa.
 
Otros indicadores menos evidentes en la economía estadounidense también muestran una imagen de menor salud de la aparente: el crecimiento del empleo se está desacelerando, las ganancias de las empresas están a la baja y el dinero barato está aumentando las chances de crear un problema de deuda.
 
2- La curva invertida de rendimiento de los bonos
 
En tiempos de crisis, los bonos del Tesoro de Estados Unidos, de Alemania o Japón, entre otras potencias industriales consideradas estables y confiables, se convierten en uno de los productos preferidos de los inversores. Esta semana, sin ir más lejos, hubo una extensa migración de capitales desde las principales bolsas, principalmente en Asia, Wall Street y Europa, hacía estos bonos.
 
Cuando la demanda de bonos aumenta, su precio también sube de la mano pero el rendimiento, en cambio comienza a menguar en una relación inversa.
 
La diferencia entre los rendimientos a corto y largo plazo se ha convertido en uno de los indicadores más confiables a la hora de advertir el peligro de una recesión.
 
En períodos de confianza de los inversores en la economía y el futuro, los rendimientos de los bonos del Tesoro estadounidense a 10 años, utilizados como referencia, son mayores que los de los bonos a tres meses Parece intuitivo, el retorno por mantener la inversión debe subir con el paso del tiempo, para que tenga sentida que el dinero siga atado.
 
Pero cuando los inversores se ponen nerviosos ante lo que se viene, están preparados para aceptar rendimientos menores en el largo plazo a cambio de la relativa seguridad de su capital. La curva, entonces, se invierte y el corto plazo se hace más lucrativo.
 
Históricamente cada vez que la curva de rendimientos quedó invertida esto llevó con el tiempo a una recesión. Asó ocurrió poco antes de la recesión de 1990-1991, en 2001 y también en 2008, por citar los últimos ejemplos.
 
¿Y cómo está ahora? Según datos de la Reserva Federal del Estado de Nueva York, parte del sistema de la Fed, la curva está efectivamente invertida desde hace tiempo y está reportando un 33% de chances de recesión, casi tanto como en 2008.
 
3- La desaceleración del crecimiento global
 
De acuerdo a los últimos datos del Banco Mundial, se espera que la economía global crezca este año un 2,6%, por abajo de lo esperado y marcando una fuerte desaceleración desde el 3,03% registrado en 2018.
 
En su informe de junio sobre las perspectivas económicas el organismo también advierte que las economías emergentes y en desarrollo serán las más golpeadas por la caída en la inversión y los "riesgos substanciales" que se aproximan, que afectarán seriamente a la reducción de la pobreza en el planeta.
 
"El momento económico actual permanece débil mientras que los altos niveles de deuda y el bajo crecimiento de la inversión en economías en desarrollo está frenando a los países", indice el reporte.
 
La caída en las exportaciones, fruto de las tensiones comerciales, y la baja inversión afectarán en tanto al crecimiento en las economías avanzadas, agrega. En Estados Unidos la expectativa es de un crecimiento del 2,5% en 2019 y del 1,7% en 2020, mientras que en Europa se espera crecimiento del 1,4% para 2020-2021.
 
De hecho Alemania, potencia industrial y primera economía europea, parece estar marcando el paso: su industria ya se encuentra en recesión, tras caer 1,5% el último mes, y hay temores de que pronto la economía entera del país acompañe la tendencia.
 
"La continua caída en la producción es aterradora", dijo el economista de Bankhaus Lampe, Alexander Krueger, a la agencia Reuters, haciendo referencia a la guerra comercial como origen del colapso industrial, ya que tanto China como Estados Unidos son fuertes destinos de las exportaciones alemanas.
 
Entre los emergentes, en cambio, se espera un suba del PBI del 4% en 2019, el peor nivel en cuatro años, con una recuperación del 4,6% en 2020.
 
"En el ambiente actual de bajas tasas de interés y pobre desempeño, el aumento de la deuda pública puede parecer como una opción atractiva para financiar proyectos orientados a aumentar el crecimiento", explicó el director del Grupo de Prospectos del Banco Mundial, Ayhan Kose, en el reporte. "Sin embargo, como la larga historia de crisis financieras ha demostrado repetidas veces, la deuda en soledad no debe ser tratada como una comida gratis", agregó.
 
4- La devaluación del yuan y la guerra comercial
 
Podría tratarse de una coincidencia nominal sin mayores consideraciones, pesando el contexto, o podría ser algo más grave, pero de cualquier manera el lunes el renminbi (la moneda china cuya unidad es el yuan) sufrió una devaluación de 1,5% y cruzó la barrera de los siete yuanes por dólar, cerrando en 7,0340 por unidad.
 
No había superado el techo simbólico de los 7 yuanes por dólar desde, precisamente la crisis financiera de 2008.
 
La decisión del Banco Popular llegó después de de que Estados Unidos anunciara nuevas tarifas del 10% contra bienes chinos por 300.000 millones de dólares. Hasta el momento las tarifas en la denominada guerra comercial ascienden al 25% en una lista de productos chinos seleccionados por un valor de 250.000 millones de dólares.
 
El golpe tarifario y la devaluación, concebida previsiblemente para compensar al primero, son las últimas etapas en la escalada creciente de tensiones entre las dos primeras economías del mundo, que están afectando al comercio global y al crecimiento del PBI mundial, generando una enorme incertidumbre entre los inversores.
 
No terminó allí. El presidente Trump ordenó designar a China como "manipulador de divisas", dando por terminada la tregua entre Washington y Beijing que había comenzado Buenos Aires, Argentina, durante la cumbre del G20 de diciembre de 2018 y luego revitalizada en marzo de este año tras una serie de conflictos.
 
Ambas partes han manifestada estar dispuestas a seguir negociando, pero en los hechos la guerra comercial no para de calentarse, llevando arrastrada a toda la economía global.

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