Venezolanos desesperados: ahora hacen el largo trayecto hasta la frontera norte de México para pedir asilo en Estados Unidos

Por: Elizabeth Ostos
Sábado 07 de Diciembre 2019

Son personas de clase media y media baja que huyeron del hostigamiento del régimen chavista y esperan una cita en un juzgado de migración para lograr el ingreso como exiliados políticos
“Hay gente buena en los dos lados de la frontera. Abogados americanos nos asesoran en nuestros casos de asilo y no nos cobran ni un dólar. Hemos hecho amigos en México quienes regalan comida y algo de ropa. Vengo de Caracas y quiero pasar a Estados Unidos junto con mi esposa y mi hijo”, interviene Edgar Arias, migrante venezolano.
 
Edgar, de 41 años, vivió toda su vida en el barrio (favela) de El Junquito de la capital venezolana. Trabajó hasta julio en un hospital público “en donde me maltrataban por no ser chavista. Me obligaban a marchar por la revolución y a ser miliciano. Todo esto por un pago de dos dólares al mes y así no se puede vivir. Con la ayuda de familiares que viven en Estados Unidos compré tres pasajes: el de mi hijo de cinco años, el de mi esposa y el mío. Salimos de Caracas el 25 de agosto. Estoy endeudado con mi gente, les debo miles de dólares”.
 
El periplo de los Arias fue extenso. Sin visa para viajar a Estados Unidos o a Panamá, Edgar tuvo que organizar un viaje con varias escalas hasta llegar a la Ciudad de México.
 
“Salimos de Caracas a Panamá en calidad de turistas en tránsito, sin derecho a salir del aeropuerto. De ahí bajamos a Bogotá, en donde tomamos un avión hasta la Ciudad de México. Nos retuvieron cinco horas porque no querían dejarnos entrar al país. Ya en la capital, subimos a un bus hasta Matamoros y acá estamos esperando la primera cita con un juez de inmigración en el otro lado. Tenemos que esperar 100 días para que nos puedan entrevistar, algo que no entiendo. A varios amigos venezolanos que conocimos aquí les dieron un tiempo de espera menor para ver al juez”, dice Arias.
 
Sus familiares en EEUU no le enviaron más dinero. “Acá el estado mexicano dejó de dar alimentación y medicinas a los que viven en las carpas. Los baños que montó el gobierno de Matamoros están saturados y no son los más higiénicos, no queremos enfermarnos”.
 
"En Maracaibo me perseguían y hostigaban, no podía trabajar. En Colombia, Perú y Ecuador no les dan empleo a los venezolanos, no nos quieren. Por eso decidí emigrar a los Estados Unidos, un país de oportunidades
 
Hace unos días, Edgar decidió mudarse a una habitación, muy cerca del paso fronterizo. “Hacemos algo de dinero para pagar la renta. Mi esposa trabaja a destajo en un salón de belleza y pinta uñas y cabellos. Yo cuido al niño todo el día. A veces, hago algún trabajito doméstico y me pagan poco pero no dejamos de comer”.
 
“Una chica salvadoreña me ayudó a rentar pues nadie quiere saber de venezolanos pobres. Ella fue nuestra fiadora. En un cuartico vivimos cinco personas y nos encerramos a dormir apenas cae la noche. Matamoros es bien peligroso, hay mafias que roban y secuestran”.
 
Edgar no concibe una negativa de asilo en Estados Unidos. “No quiero volver a Venezuela. Si no tengo éxito no sé si me quede en México. Aquí tengo miedo”.
 
De Maracaibo a Matamoros
 
Alexis Gómez tiene 43 años. Es de Maracaibo, estado Zulia. Con un primo emprendió el viaje hacia nuevo Laredo, en México. Asegura ser un perseguido político del chavismo pues es militante del partido opositor Primero Justicia.
 
“En Maracaibo me perseguían y hostigaban, no podía trabajar. En Colombia, Perú y Ecuador no les dan empleo a los venezolanos, no nos quieren. Por eso decidí emigrar a los Estados Unidos, un país de oportunidades”.
 
Dijo a Infobae que “a mediados de año, salimos de Maracaibo a Colombia, luego a Panamá y llegamos a la Ciudad de México. No nos dejaron entrar y tuvimos que regresar. Reunimos dinero y compramos boletos para entrar a México por Cancún, en donde no hubo problemas. De ahí tomamos un bus al DF y trabajamos unos días, hicimos plomería. Al poco tiempo viajamos a Nuevo Laredo en donde unos amigos nos dijeron que todo era más fácil pero no fue así. Pasamos por Monterrey y fuimos a parar a Matamoros. Vivo en una carpa junto a otros venezolanos”.
 
"Me exigían incorporarme a la milicia bolivariana, a las marchas y al partido de gobierno y yo me negué", cuenta el zuliano Sandro Rincón en el campamento de migrantes donde espera su audiencia para pedir asilo.
 
Gómez aún no recibe cita para solicitar asilo político. “Si me dan el turno para dentro de unos meses, buscaré para ir a México DF para ir a trabajar de plomero y ganar dinero para mantenerme mientras espero. Vendí todo lo que tenía en Venezuela para poder salir”.
 
Otro zuliano, Sandro Rincón, está a punto de ser recibido por un juez de migración. Salió de su país hace seis meses junto a su esposa. “Viajamos por tierra hasta la ciudad colombiana de Maicao. Tomamos un avión desde ahí hasta Medellín y a Monterrey. En suelo mexicano tomamos un bus hasta acá”.
 
En su país estuvo trabajando como contratista del gobierno chavista. “Soy cocinero y hacía servicios de catering para varias instituciones educativas. Por varios años el negocio era próspero pero en los últimos tiempos se inició la presión. Me exigían incorporarme a la milicia bolivariana, a las marchas y al partido de gobierno y yo me negué. Comenzaron a hostigarme y me atrasaban los pagos. Aun cuando no tengo visa americana, decidí venir al norte porque si me quedaba en Maracaibo o me iba a Colombia, los chavistas me iban a perseguir, temo por mi vida y la de mi familia”.
 
Dijo a Infobae que nunca pensó que la solicitud de asilo fuese tan larga y complicada. “Ya estamos acá y no nos regresaremos. El poco dinero que teníamos se acabó por eso nos aliamos con unos amigos cubanos que también pidieron asilo y hacemos comidas para la venta”.
 
Sandro camina por todas las carpas, unas 300, y ofrece almuerzos. Cobra 60 pesos, unos tres dólares por cada plato. Ofrece carne, papas, frijoles, y plátanos fritos.
 
 
“Casi todos mis clientes son migrantes. Muchos de los que están acá no trabajan pero reciben remesas de sus familiares que viven en Estados Unidos. Así que hay dinero para pagar la comida”.
 
Metros más adelante está Xiomara, su esposa, junto a sus socios cubanos. Dice que si se hubiera quedado en Venezuela, “la mafia guajira que es binacional nos hubiera buscado para hacernos daño. Nosotros éramos contratistas del gobierno y pagamos muy caro nuestra independencia política”.
 
Lamenta que su hijo de 23 años no la acompañara, “está en Ecuador buscando trabajo y sufriendo los rigores de la xenofobia. Emigrar a América Latina es bien complicado, a los venezolanos nos hacen la vida imposible así que decidimos venir a México para pasar al otro lado. Tenemos un abogado que nos dice que nuestro caso tiene altas probabilidades de ser aprobado”.
Con información de Infobae

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