The Washington Post: Jair Bolsonaro es "el peor líder" frente a la pandemia
Miércoles 15 de
Abril 2020
El texto publicado el martes por el diario estadounidense destaca al Presidente brasilero por "el efecto funesto" que están generando sus acciones.
El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, fue catalogado como el peor líder del mundo por su política frente al coronavirus Covid-19, según un editorial del diario estadounidense The Washington Post publicado el martes. Además, el periódico le sugirió a Donald Trump, uno de los aliados del primer mandatario carioca, hacerle una llamada para aconsejarlo sobre cómo lidiar con la pandemia.
Según el texto, Bolsonaro es el peor dentro del grupo de los líderes que subestimaron la gravedad del virus, entre quienes también se encuentran los mandatarios de Bielorrusia, Nicaragua y Turkmenistán. A su vez, el diario resalta la mejoría de la situación de Norteamérica desde que Trump dejó de lado su propia retórica de minimización y apoyó los esfuerzos de contención recomendados por los profesionales de la salud.
EL NUEVO coronavirus, que ahora ha infectado al menos a 1,8 millones de personas en 185 países, se ha convertido en una prueba global de calidad de gobernabilidad. La gravedad del brote en muchas naciones ha dependido de qué tan bien, o mal, los gobernantes han respondido. Los mejores resultados hasta ahora han incluido a Nueva Zelanda, Taiwán, Corea del Sur y Alemania, que han logrado reducir en gran medida las infecciones y las muertes mediante pruebas, rastreo de contactos y bloqueos.
El fondo del barril mundial también es bastante llamativo: los gobernantes de Bielorrusia, Turkmenistán, Nicaragua y Brasil han desestimado la gravedad del virus e instaron a sus ciudadanos a continuar más o menos normalmente. Bielorrusia y Nicaragua todavía organizan deportes profesionales. Alexander Lukashenko, el hombre fuerte bielorruso, ha aconsejado a las personas que eviten contraer Covid-19 tomando saunas con frecuencia y bebiendo vodka. El caso del dictador nicaragüense Daniel Ortega es todavía más extraño: no ha sido visto ni escuchado en público en un mes.
Por mucho, el caso más grave de malversación es el del presidente brasileño Jair Bolsonaro. A medida que las infecciones comenzaron a extenderse en un país de más de 200 millones de personas, el populista de derecha desestimó el coronavirus como "una pequeña gripe" e instó a los brasileños a "enfrentar el virus como un hombre, maldición, no un niño". Peor aún, el presidente ha intentado socavar repetidamente las acciones tomadas por los 27 gobernadores estatales del país para contener el brote.
Primero, Bolsonaro emitió un decreto despojando a los estados del poder de restringir el movimiento. Luego, trató de eximir a las iglesias y las salas de lotería de las restricciones a las reuniones. Afortunadamente, en ambos casos las medidas fueron anuladas por los tribunales. Pero el presidente ha seguido haciendo campaña contra el distanciamiento social; por lo que se requirió otra orden judicial para detener una campaña publicitaria que lanzó bajo un eslogan portugués que se traduce como “#BrasilNoPuedeParar”.
Los gobernadores estatales y el propio ministro de salud del Sr. Bolsonaro han instado al público a ignorarlo, y en varias ciudades, los manifestantes han estado golpeando ollas y sartenes en señal de protesta, por la noche y desde sus hogares. Una encuesta mostró que el 76% de las personas aprueba el manejo convencional de la crisis por parte del ministro de salud, en comparación con el 33% que apoya el Sr. Bolsonaro. Pero el presidente está teniendo un efecto funesto. En Sao Paulo, la ciudad más grande del país y el epicentro de su epidemia, el rastreo de teléfonos móviles mostró que solo el 50% de sus casi 13 millones de residentes permanecían en casa el domingo de Pascua.
El resultado predecible ha sido una tasa creciente de enfermedades y muertes. A partir del lunes, Brasil ocupó el puesto catorce en infecciones del mundo, con más de 22.000, y el onceavo puesto en muertes a nivel global, con 1.245, según el sitio de seguimiento de la Universidad Johns Hopkins. Los epidemiólogos predicen que el pico de infecciones y muertes aún está por llegar, gracias a la laxitud en el distanciamiento social alentado por el Sr. Bolsonaro. Uno de ellos le dijo al periódico británico The Guardian que esperaba que los servicios de salud se vieran abrumados en tres o cuatro semanas.
Si bien Estados Unidos difícilmente haya sido un líder mundial en la detención del virus, ha tenido un mejor desempeño desde que el presidente Trump dejó de lado su propia retórica de minimización el mes pasado y apoyó los esfuerzos de contención recomendados por los profesionales de la salud. Podría hacerle un gran favor a Brasil llamando a hacer lo mismo.
Según el texto, Bolsonaro es el peor dentro del grupo de los líderes que subestimaron la gravedad del virus, entre quienes también se encuentran los mandatarios de Bielorrusia, Nicaragua y Turkmenistán. A su vez, el diario resalta la mejoría de la situación de Norteamérica desde que Trump dejó de lado su propia retórica de minimización y apoyó los esfuerzos de contención recomendados por los profesionales de la salud.
EL NUEVO coronavirus, que ahora ha infectado al menos a 1,8 millones de personas en 185 países, se ha convertido en una prueba global de calidad de gobernabilidad. La gravedad del brote en muchas naciones ha dependido de qué tan bien, o mal, los gobernantes han respondido. Los mejores resultados hasta ahora han incluido a Nueva Zelanda, Taiwán, Corea del Sur y Alemania, que han logrado reducir en gran medida las infecciones y las muertes mediante pruebas, rastreo de contactos y bloqueos.
El fondo del barril mundial también es bastante llamativo: los gobernantes de Bielorrusia, Turkmenistán, Nicaragua y Brasil han desestimado la gravedad del virus e instaron a sus ciudadanos a continuar más o menos normalmente. Bielorrusia y Nicaragua todavía organizan deportes profesionales. Alexander Lukashenko, el hombre fuerte bielorruso, ha aconsejado a las personas que eviten contraer Covid-19 tomando saunas con frecuencia y bebiendo vodka. El caso del dictador nicaragüense Daniel Ortega es todavía más extraño: no ha sido visto ni escuchado en público en un mes.
Por mucho, el caso más grave de malversación es el del presidente brasileño Jair Bolsonaro. A medida que las infecciones comenzaron a extenderse en un país de más de 200 millones de personas, el populista de derecha desestimó el coronavirus como "una pequeña gripe" e instó a los brasileños a "enfrentar el virus como un hombre, maldición, no un niño". Peor aún, el presidente ha intentado socavar repetidamente las acciones tomadas por los 27 gobernadores estatales del país para contener el brote.
Primero, Bolsonaro emitió un decreto despojando a los estados del poder de restringir el movimiento. Luego, trató de eximir a las iglesias y las salas de lotería de las restricciones a las reuniones. Afortunadamente, en ambos casos las medidas fueron anuladas por los tribunales. Pero el presidente ha seguido haciendo campaña contra el distanciamiento social; por lo que se requirió otra orden judicial para detener una campaña publicitaria que lanzó bajo un eslogan portugués que se traduce como “#BrasilNoPuedeParar”.
Los gobernadores estatales y el propio ministro de salud del Sr. Bolsonaro han instado al público a ignorarlo, y en varias ciudades, los manifestantes han estado golpeando ollas y sartenes en señal de protesta, por la noche y desde sus hogares. Una encuesta mostró que el 76% de las personas aprueba el manejo convencional de la crisis por parte del ministro de salud, en comparación con el 33% que apoya el Sr. Bolsonaro. Pero el presidente está teniendo un efecto funesto. En Sao Paulo, la ciudad más grande del país y el epicentro de su epidemia, el rastreo de teléfonos móviles mostró que solo el 50% de sus casi 13 millones de residentes permanecían en casa el domingo de Pascua.
El resultado predecible ha sido una tasa creciente de enfermedades y muertes. A partir del lunes, Brasil ocupó el puesto catorce en infecciones del mundo, con más de 22.000, y el onceavo puesto en muertes a nivel global, con 1.245, según el sitio de seguimiento de la Universidad Johns Hopkins. Los epidemiólogos predicen que el pico de infecciones y muertes aún está por llegar, gracias a la laxitud en el distanciamiento social alentado por el Sr. Bolsonaro. Uno de ellos le dijo al periódico británico The Guardian que esperaba que los servicios de salud se vieran abrumados en tres o cuatro semanas.
Si bien Estados Unidos difícilmente haya sido un líder mundial en la detención del virus, ha tenido un mejor desempeño desde que el presidente Trump dejó de lado su propia retórica de minimización el mes pasado y apoyó los esfuerzos de contención recomendados por los profesionales de la salud. Podría hacerle un gran favor a Brasil llamando a hacer lo mismo.
Con información de
Ámbito
