Cómo se viven las historias de sexo virtual en cuarentena en Rosario

Domingo 26 de Abril 2020

El pedido para que se eviten los encuentros íntimos con personas con las que no se comparte el aislamiento encendió la imaginación.
“Mi vecino rompe la cuarentena desde que empezó para ir...bueno, yo imagino que va a un encuentro sexual, porque la mina ha venido acá también”. Cecilia tiene veintipico, es estudiante universitaria y cumple el aislamiento social a rajatabla, vive frente al Parque Urquiza. Se cruza un par de veces al día, con la cara escondida detrás de un tapaboca que ella misma hizo, a pasear a Cuca, su perra, tal y como manda el DNU presidencial.
 
Está indignada y no lo oculta. “Un odio me da, es un tipo grande además, si tuviera buena onda le mandaría el artículo para ver si la corta”, escribe por mensaje privado de Instagram. Se refiere a las recomendaciones que hizo el infectólogo Juan José Barletta, quien en una conferencia de prensa desde el Ministerio de Salud pidió evitar los encuentros íntimos con personas con las que no se convive y recomendó el “sexo virtual”.
 
Paola tiene 40 recién cumplidos, es soltera y está encerrada bajo siete llaves en un monoambiente, en el corazón del microcentro. Sus días pasan entre el teletrabajo, que le lleva más horas que las que debería, y Netflix. A la tardecita, cuando baja el sol y el riesgo de hundirse en la ciénaga de la melancolía aumenta más que el dólar mete la cabeza en Zoom, WhatsApp, Instagram, donde sea que encuentre alguien con quien hablar.
 
“Yo pensaba que con la cuarentena Tinder estaba muerto, nada que ver, está a full, todos siguen a la pesca como si no pasara nada”, cuenta con hilito de voz en un audio larguísimo que desborda bronca y desconcierto. “Un flaco amigo, 40 años, abogado, soltero, que vive solo, ya tuvo cuatro citas, con cuatro chicas distintas, sexo, las invitó a su departamento y ellas fueron, chicas bien, ¿podés creer?”, cuenta sin salir de su asombro.
 
Escapadas furtivas
 
A Fernando el anuncio del aislamiento lo encontró en su espacioso departamento del piso 14 de una de las exclusivas torres de la costa central, una de las que tiene la mejor vista del Paraná. Lo sorprendió con su mujer, sus hijos y el perro, un labrador negro que no hace más que comer y dormir todo el día. Tiene más de 50, pero no se sabe cuántos porque nunca dice su verdadera edad. Le pesan los años, más que los kilos de más.
 
Tiene el negocio cerrado, más porque la demanda en su rubro es cero, por la veda que le impuso el gobierno. No sale ni a la esquina, pero le gustaría, porque sabe que otros lo hacen, imprudentemente y sin culpa, para hacer “visitas higiénicas” a las novias. Lo sabe y lo cuenta en el grupo de WhatsApp que tiene con sus amigos de toda la vida, los de la “vieja escuela”, como le gusta llamar a ese puñado de viejos que le festejan las travesuras.
 
No le hacen un planteo, pero los amigos no se ríen de sus chistes “machirulos”. No dudan de que lo que dice, aunque lo dice mal, muy mal, es verdad. Hay mucha gente que, violando la cuarentena y poniendo en riesgo su salud y la de todos, se escapan, de la familia, del de la esposa, del encierro, de la casa, y visitan a sus amantes o acuerdan encuentros furtivos en las apps de citas y, haciendo caso omiso al peligro, tienen sexo con desconocidos.
 
“Este parece el lugar más seguro del mundo para hacer la cuarentena, pero no es así, la mayoría de los que vivimos en el country viajamos afuera en el verano y hay muchos que, en vez de quedarse en casa, han ido de visita a lo de algún amigue”, cuenta Mariela, usando el lenguaje inclusivo, que detesta, pero que le cae como anillo al dedo para evitar decir “amante” o “chongo”, que es lo que piensa y que jamás diría para no perder la compostura.
 
Luce joven y atlética, aunque pasó los 40 hace varios años. Es divorciada, no tiene pareja ni novio, y si lo tiene no lo dice. Hace más de un mes que está encerrada con su hijo adolescente en una amplia casona de estilo minimalista en un exclusivo barrio cerrado. “Me da un poco de miedito, pero si esto sigue no me va a quedar otra que meter sexo virtual”, confiesa y estalla en una carcajada, pero está claro no habla en broma.
 
La Rampolla rosarina
 
Andrea tiene 40, redondos, y lo dice con orgullo. Hace bien, porque en Instagram luce joven, seductora, un encanto. Es cantante y vive de dar clases particulares, el aislamiento la obligó a reciclarse, a dar las clases online, a pedir las tareas y corregirlas en video y hasta hacer mini recitales con los alumnos a través de la app Acapella. Lo hace naturalmente, acaso porque la vida digital le sienta bien, desde mucho antes de la pandemia.
 
Estar en contacto con millenials, la obligó a aggiornarse, a acercarse, entender y compartir el mundo digital en el que los jóvenes se mueven como pez en el agua. Y así fue como se animó al sexo virtual. “No es que sea algo que me guste mucho, lo hice un par de veces, con gente que tengo mucha confianza, encaro con entusiasmo, pero después me desanimo, no está tan bueno”, se confiesa con voz queda e inocultable pudor.
 
“Igual he dado algunos tips sobre sexting, a mis amigas, a las que la cuarentena la agarró lejos de los novios y se desesperaron. Me preguntaron y les conté”, reveló subiendo un tono la voz. ¿Cuáles? “Hay que mandar selfies, hay que amigarse con las selfies, animarse, a mí me gusta mandar más que recibir las del hombre…”, aconseja como si fuera Alejandra Rampolla y hace silencio. “Por ahí se empieza, después hay que ver hasta dónde llegás”, cuenta misteriosa.
 
María Elena, médica, que trabaja en la guardia de un hospital público, tiene claro que no hay espacio para ninguna transgresión romántica en medio de la pandemia. Así y todo visitó a su novio, pero sin dobles intenciones. Fue “vestida como un astronauta” para revisarlo porque tenía fiebre. “Tenía un angina con placas, pero se asustó y tuve que salir corriendo a la casa, pero no pasó nada, ni un beso nos dimos”, explica con cierta resignación.
 
“Es muy cuidadoso, no fue ni a visitar a los hijos, y eso que no los ve desde marzo, porque tuvo que empezar la cuarentena antes, porque estuvo de viaje”, se quejó levantando la voz, y admite: “Está difícil, el sexo se extraña….ni virtual tuvimos, somos grandes, no nos animamos”. Pero alguna puertita se abrió. “El otro día hicimos una video llamada cuando me estaba bañando, ¿se cuenta como sexo virtual”, bromeó, pero preguntaba en serio.
 
Porno y encierro
 
Que la pandemia provocó carencias inesperadas está a la vista, quién se le hubiera imaginado que ver en la televisión a un renombrado infectólogo cantando loas el sexo virtual y a la masturbación. A nadie, pero pasó y se convirtió en el único tema de conversación en los grupos de WhatsApp y en las redes sociales, que es a donde se trasladaron la tertulia de café y el happy hour, ahora que están terminantemente prohibidas.
 
Lo cierto es que, ni bien se declaró el estado de alarma en Italia primero y luego en España, PornHub, una de las páginas de contenido XXX más populares del mundo, liberó su contenido premium. Lo mismo pasó acá, en la Argentina, al día siguiente que el presidente Alberto Fernández anunció el aislamiento social preventivo y obligatorio desde el pasado 20 de marzo. Y según reveló el portal, la decisión fue un éxito, las visitas explotaron.
 
Para los más jóvenes, el sexting es natural. La lógica de redes como Snapchat, que elimina las publicaciones ni bien se hace, responde a ese espíritu. Si mandan una “nude” saben que una vez que la vean se va a borrar. Es más, hasta avisa si el destinatario hace una captura de pantalla. Hacerlo está muy mal visto, y es lógico, nadie quiere que sus fotos hot queden dando vueltas en la web, vaya uno a saber en dónde y con qué oscuro propósito.
 
Los mayores, que lejos están de ser nativos digitales, son los más inocentes a la hora del sexo virtual. Y así es cómo caen como chorlitos en las trampas de internet, sobre todo, en la sextorsión. Paradójicamente, son también los que más se resisten a mantener relaciones íntimas sin piel, aunque el HIV los obligó a hacerlo hace largo tiempo. Las mujeres son más libres en contar sus experiencias, los hombres son más reservados.
 
Cuando se les pregunta, garantizando la reserva de la identidad, no dudan en ufanarse de haber vivido experiencias inolvidables de sexo virtual, pero cuando se les piden detalles empiezan con las evasivas. Fabián, divorciado, tres hijos, pasó la barrera de los 50, pero se vanagloria de tener una vida sexual muy activa. Tiene novia, médica, que, como la cuarentena los atrapó a cada uno en su casa, lo mantiene a raya.
 
“Activé el chat con algunas chicas que hacía un tiempo que no veía y, bueno, viste cómo es donde hubo fuego cenizas quedan, más cuando te quedas solo en casa”, desliza ante la pregunta directa de si tuvo sexo virtual durante el aislamiento. Pero no va más allá, acaso porque no haya un “más allá” y la cosa haya quedado en la histeria clásica de las redes sociales, o porque tenga blindada, y con razón, su intimidad “non sancta”.
 
Los sexólogos no se ponen de acuerdo sobre el sexo virtual y, como en toda polémica, hay dos bibliotecas, están los que están a favor y lo aconsejan, tomando recaudos, como los que lo demonizan, hablan de perversiones y de los peligros del porno en la web. Entre los expertos en seguridad informática no hay fisuras, todos lo desaconsejan y no se cansan de advertir sobre de alertar sobre los riesgos de compartir la intimidad en internet.
 
¿Qué es el sexo virtual?
 
La Fundación Huésped define el sexo virtual o sexting como “el envío de contenido íntimo (fotos, videos, audios, mensajes de texto, videollamadas, emojis) a través de un dispositivo como el celular o la computadora”, y añade: “Esta práctica puede ser muy placentera, y en tiempos de coronavirus nos ayuda a experimentar con nuestra sexualidad a pesar del aislamiento”.
 
Frente al aumento de consultas sobre la práctica, la entidad lanzó una Guía para Tener Sexo Virtual Seguro en la que señala que lo primero que hay que considerar, antes de tener sexo virtual es que, en primer lugar, “nadie te obligue a hacerlo”; en segundo, que “si no hay consentimiento, que no haya nada” y, finalmente, que “a otra persona debe cuidarte”.
 
La idea es que si tu partenaire no te da confianza hay que olvidarse del sexting y que es indispensable que el otro acceda a recibir tus fotos. También alerta que en internet hay muchas personas que fingen ser otras, por lo tanto hay que asegurarse bien de que quien recibe tu contenido es alguien que conocés y le tenés confianza, porque es quien debe estar dispuesto a proteger tu intimidad.
 
Tips para disfrutar del sexting
 
Pocos lo admiten, pero el sexting es una práctica habitual entre los jóvenes y los no tan jóvenes. Se hace en la intimidad, muchas veces en secreto, aunque la verdad es que la privacidad de lo que se comparte, sean o no mensajitos eróticos se inviolable. Pero la tentación, está claro, es grande y la seguridad queda en el olvido.
 
En el clímax, lo único que importa es no hacer el ridículo, como en la cama, por eso son tan importantes los consejos para disfrutar del sexo virtual.
 
• Sutil: La seducción debe ser delicada. No son necesarios los mensajes explícitos, deben insinuar, sugerir, más que mostrar. La piel lo es todo, el hombro, el cuello, las piernas, pueden ser más erotizantes que las partes íntimas.
 
• Calmo: No hay que apurarse, antes de enviar una imagen hay que examinarla con cuidado, no debe mostrar más de lo que se quiere mostrar. Hay que evitar los arrebatos, pensar bien qué foto mandar y lo más importante asegurarse que el destinatario la quiera recibir.
 
• Seguro: Hay que extremar los cuidados para proteger la identidad. Evitar que se vea el rostro, pero también marcas de nacimiento, tatuajes, lunares o cicatrices. Si se graba un video hay que procurar que la voz sea irreconocible. También, la locación.
 
• Libertad: Una vez tomados todos los recaudos para evitar correr riesgos innecesarios hay que darle riendas suelta a la imaginación, dejarse llevar por el deseo y disfrutar plenamente del sexo, porque de eso se trata, de sexo, aunque sea virtual.

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