CUBA

Hashtags y directos, las armas de los cubanos para hackear una revolución obsoleta

Miércoles 21 de Julio 2021

Las protestas recientes son la última muestra de cómo los celulares y los datos móviles se están convirtiendo en herramientas poderosas de los cubanos y una amenaza para el régimen castrista
En enero de 2019, un tornado arrasó varios municipios de La Habana, principalmente Regla y Diez de Octubre, y dejó siete muertos, 10.000 desplazados y unas 8.000 viviendas afectadas. Además, provocó una revolución inédita en Cuba: por primera vez, la isla vio una movilización civil impulsada por los datos móviles, activados por el Gobierno solo un mes antes de ese desastre. La disponibilidad de Internet en los celulares hizo que la solidaridad ciudadana con las familias damnificadas fuera mayor que nunca. Durante meses la gente estuvo llevando donaciones a los barrios afectados. Acostumbrado a acaparar todas las ayudas y temiendo que eso fuera interpretado como un cuestionamiento a sus capacidades para lidiar con la catástrofe, el Gobierno quiso entonces ser el intermediario entre las personas necesitadas y las que querían donar. Pero le fue imposible monopolizar la solidaridad.
 
Los cubanos que residen dentro y fuera de Cuba comprendieron muy rápido que Internet podía ser un aliado extraordinario para conquistar algo de libertad en un contexto autoritario. A la movilización del tornado le siguió una marcha en contra del maltrato animal, en abril de 2019, y a las pocas semanas, otra en defensa de los derechos de la comunidad LGBTIQ, las primeras convocadas por organizaciones independientes. Pero la segunda no tuvo autorización gubernamental y fue fuertemente reprimida. Después llegaron los desafíos virales: estuvo el #Trashtag challenge, que movilizó a grupos ambientalistas para limpiar costas, ríos y bosques, y #LaColaChallenge, una convocatoria para publicar en redes sociales fotos y reportes de las multitudinarias filas para comprar alimentos, productos de aseo y otros bienes básicos. También llegó la versión cubana de los Fridays For Future, la movilización ecologista mundial de jóvenes, pero en la isla no recibieron permiso para manifestarse en espacios públicos. El problema no estaba tanto en los ideales de las convocatorias como en el hecho de que la población se organizara de manera independiente al Estado.
 
Los medios independientes y grupos opositores también encontraron en Internet y los celulares un espacio para difundir sus ideas. Sin ellos no hubiera sido tan grande el impacto del Movimiento San Isidro o la viralización de la canción Patria y Vida, el himno disidente que daba la vuelta a un viejo lema oficialista (’Patria o Muerte’) y que irritó al régimen. El Gobierno también se dio cuenta rápido del efecto que podían tener los datos móviles. Conforme la ciudadanía se empoderaba con las herramientas digitales, la represión se adecuaba a las nuevas circunstancias. Con el tiempo, llegaron las multas por publicaciones en redes sociales, fundamentalmente a activistas y periodistas independientes, los bloqueos de webs, los cortes de Internet y datos móviles en lugares o momentos críticos y hasta persecución y detenciones. El 11 de julio, varias de las figuras disidentes más conocidas se encontraban desde hacía varios días sin acceso a datos móviles y con vigilancia policial afuera de sus viviendas para impedir su salida.
 
Pero la sociedad se saltó todas esas barreras. Cuando los vecinos de San Antonio de los Baños, al suroeste de La Habana, tomaron las calles en la mayor protesta contra el Gobierno cubano desde los años 90, los ciudadanos que se manifestaban al grito de “Queremos libertad” no estaban siguiendo una convocatoria previa de ningún grupo disidente, ni estaban vigilados. Eran personas anónimas y diversas empujadas por la profunda escasez agravada por la pandemia del coronavirus. Y no era un grupo reducido. Cuando el Gobierno cortó el servicio de Internet, ya era demasiado tarde: los videos de la rebeldía se habían viralizado e inspirado a muchísima gente que anhelaba cambios en todo el territorio nacional. De acuerdo con los registros de Inventario, un proyecto independiente especializado en el periodismo de dato, hubo protestas en más de 90 puntos del país solo ese día.
 
Las herramientas de los manifestantes el 11 de julio fueron principalmente dos: las transmisiones en vivo a través de Facebook Live y los hashtags, las etiquetas que permiten agrupar la información en redes sociales. Emitir un directo es conocido popularmente en la isla como “hacer una directa”. Acostumbrados a la censura, los cubanos saben que esos videos en vivo son más difíciles de eliminar y por eso es una de sus armas de denuncia más potentes. Las directas desde San Antonio fue sumando adeptos, visualizaciones e indignación. Después siguieron los hashtags. Las etiquetas #SOSCuba, #SOSMatanzas y #PatriaYVida se encendieron en plataformas como Twitter. Y no por casualidad. Detrás de cada una de ellas hay historias, contextos y estrategias.
 
Por ejemplo, la etiqueta iniciada con “SOS” es muy popular en Latinoamérica. Ha sido utilizada en múltiples ocasiones en las manifestaciones contra el régimen de Nicolás Maduro en Venezuela, en Nicaragua para documentar los excesos de Daniel Ortega, y recientemente se ha usado de igual manera en las masivas protestas en Colombia. Según estimaciones de la agencia AFP, entre el 5 y el 8 de julio se publicaron unos 5.000 tuits con la etiqueta #SOSCuba. El 9 de julio, alrededor de 100.000; el 11 de julio, 1,5 millones; y el 12, dos millones. Mientras, la etiqueta #PatriaYVida, en alusión a la canción de los raperos Maykel Osorbo y El Funky, que viven en la isla, junto con otros músicos cubanos que viven fuera, se hizo viral de la misma manera que su videoclip, que en menos de una semana sumó más de un millón y medio de reproducciones en YouTube. Hoy representa una consigna para quienes disienten del sistema y fue una de las frases más coreadas en las manifestaciones.
 
El Gobierno culpa a un hashtag
De Twitter, la movilización saltó a tres redes de mensajería instantánea: WhatsApp, Signal y Telegram. En su libro Cuba’s Digital Revolution (La revolución digital de Cuba), publicado en junio, Ted Henken revela que Facebook es la red más importante del país, pero que los cubanos también utilizan en buena medida WhatsApp, Signal y Telegram. Twitter e Instagram son mucho menos populares entre la isla, pero tienen un rol importante para multiplicar tendencias fuera. Además, gracias a las redes sociales los manifestantes documentaron con testimonios y videos lo masivas que fueron las protestas, la represión por parte de las autoridades y las posteriores detenciones en sus viviendas de quienes participaron en ellas. En total, se han reportado más de 500 personas privadas de libertad y desaparecidas. Nueve de ellas son menores de edad.
 
 
Con información de El País

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