Los seis pilares de la transformación educativa según un estudio de Unicef
Lunes 07 de
Noviembre 2022
La editorial Siglo XXI acaba de publicar el volumen “Viaje a la transformación de la escuela secundaria”, que, con la compilación de Cora Steinberg, incluye artículos de Graciela López López, Sandra Ziegler, Melina Furman y Rebeca Anijovich, entre otros
“La gran mayoría de los chicos y las chicas señalan que la escuela tradicional no funciona”, dice Cora Steinberg casi al comienzo de la introducción del volumen Viaje a la transformación de la escuela secundaria: hoja de ruta para implementar los cambios que necesita la educación de los y las adolescentes.
¿Qué es lo que no funciona? La lista puede ser extensa: hay aspectos vinculados a contenidos curriculares —qué se enseña y cómo se enseña, qué se prioriza, cómo se evalúa—, otros relacionados con la formación docente y la gestión institucional, las regulaciones que ordenan las trayectorias escolares, una cierta desvinculación respecto del mundo actual y los saberes que se requieren en una sociedad compleja, el acceso a las tecnologías de la información, etc.
El libro, que acaba de ser publicado gracias a una alianza entre Siglo XXI Editores y Unicef Argentina, muestra la necesidad de avanzar en la transformación educativa, tomando como caso de estudio las experiencias realizadas en la provincia Tucumán desde 2018. Compilado por Steinberg, incluye artículos de Graciela López López, Sandra Ziegler, Melina Furman, Rebeca Anijovich, etc.
El primer texto, escrito por Cora Steinberg y María Cortelezzi, tiene un título que enciende la polémica: “¿Por qué empecinarse en transformar la escuela secundaria en la Argentina?”. Una primera respuesta parte de datos y estadísticas: si bien 9 de cada 10 jóvenes asisten a la escuela secundaria, en 2019 —previo a la pandemia— ya había medio millón de chicos que estaban fuera del sistema y, de quienes asistían, un porcentaje muy alto tenían trayectorias con rezago, no completaban sus estudios o no lograban acceder a aprendizajes profundos.
“Los operativos nacionales de evaluación estandarizada”, escriben Steinberg y Cortelezzi, “muestran que la escuela secundaria tradicional no asegura a quienes llegan al último año los conocimientos mínimos esperados en Matemática y Lengua: es el caso de 7 de cada 10 estudiantes en Matemática y 4 de cada 10 en Lengua”.
¿Por qué empecinarse en transformar la escuela secundaria en la Argentina? Porque los resultados de la escuela tradicional son deficientes. La pregunta es cómo implementar los cambios. Las autoras mencionan seis pilares:
—Abordaje sistémico de la transformación de la escuela secundaria. Se debe considerar a la escuela dentro de un sistema de relaciones sociales e históricas, por lo que “los cambios que allí se desarrollen no deben ser mecánicos ni definidos en un escritorio”. Es necesario un proceso participativo que integre a los diversos agentes de la educación y el contexto en el que esos cambios se implementan.
—Acompañamiento sostenido y formación continua de equipos de conducción y docentes. Con espacios de trabajo y encuentros entre pares es posible construir “comunidades de aprendizaje y el funcionamiento en red entre distintas escuelas que comparten una visión y metas comunes”.
—El modelo pedagógico: revisar prácticas de enseñanza y aprendizaje. Es necesario un nuevo modelo que supere el paradigma expositivo y enciclopedista, que proponga pedagogías activas con los estudiantes en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje. Requiere un cambio de rol del docente, que se oriente a “un paradigma pedagógico fundado en una epistemología de la complejidad, la interdisciplinariedad, la resolución de problemas de la vida real”.
—El sentido y el modelo de la evaluación en el aula y la escuela. “Si el interés de la evaluación es valorar los logros en el proceso de aprendizaje de cada estudiante, debe ser continua y formativa, imbricada con el proceso de aprendizaje”.
—El desarrollo de habilidades digitales y la incorporación de tecnologías en las prácticas de enseñanza. La escuela secundaria del siglo XXI requiere incorporar saberes y habilidades asociados a la tecnología, para que los estudiantes puedan dar respuesta a los desafíos del presente y el futuro. Esto no solo implica equipamiento y conectividad, sino también la formación de docentes “que incorporen en sus prácticas de enseñanza las nuevas tecnologías y saberes en torno a la ciudadanía digital”.
—La escuela como espacio de desarrollo integral de los y las adolescentes. Es crucial comprender al estudiante en todo su desarrollo, lo que en la escuela tradicional fue algo que generalmente se trató desde equipos externos a la institución. “La evidencia disponible da cuenta de la importancia del clima escolar, la construcción de sentido de pertenencia, el respeto a la diversidad y la atención al conjunto de problemáticas que afectan la vida de los y las estudiantes”, además de la preocupación por la disponibilidad de servicios de salud que atiendan temas de salud mental, sexual y reproductiva.
¿Qué es lo que no funciona? La lista puede ser extensa: hay aspectos vinculados a contenidos curriculares —qué se enseña y cómo se enseña, qué se prioriza, cómo se evalúa—, otros relacionados con la formación docente y la gestión institucional, las regulaciones que ordenan las trayectorias escolares, una cierta desvinculación respecto del mundo actual y los saberes que se requieren en una sociedad compleja, el acceso a las tecnologías de la información, etc.
El libro, que acaba de ser publicado gracias a una alianza entre Siglo XXI Editores y Unicef Argentina, muestra la necesidad de avanzar en la transformación educativa, tomando como caso de estudio las experiencias realizadas en la provincia Tucumán desde 2018. Compilado por Steinberg, incluye artículos de Graciela López López, Sandra Ziegler, Melina Furman, Rebeca Anijovich, etc.
El primer texto, escrito por Cora Steinberg y María Cortelezzi, tiene un título que enciende la polémica: “¿Por qué empecinarse en transformar la escuela secundaria en la Argentina?”. Una primera respuesta parte de datos y estadísticas: si bien 9 de cada 10 jóvenes asisten a la escuela secundaria, en 2019 —previo a la pandemia— ya había medio millón de chicos que estaban fuera del sistema y, de quienes asistían, un porcentaje muy alto tenían trayectorias con rezago, no completaban sus estudios o no lograban acceder a aprendizajes profundos.
“Los operativos nacionales de evaluación estandarizada”, escriben Steinberg y Cortelezzi, “muestran que la escuela secundaria tradicional no asegura a quienes llegan al último año los conocimientos mínimos esperados en Matemática y Lengua: es el caso de 7 de cada 10 estudiantes en Matemática y 4 de cada 10 en Lengua”.
¿Por qué empecinarse en transformar la escuela secundaria en la Argentina? Porque los resultados de la escuela tradicional son deficientes. La pregunta es cómo implementar los cambios. Las autoras mencionan seis pilares:
—Abordaje sistémico de la transformación de la escuela secundaria. Se debe considerar a la escuela dentro de un sistema de relaciones sociales e históricas, por lo que “los cambios que allí se desarrollen no deben ser mecánicos ni definidos en un escritorio”. Es necesario un proceso participativo que integre a los diversos agentes de la educación y el contexto en el que esos cambios se implementan.
—Acompañamiento sostenido y formación continua de equipos de conducción y docentes. Con espacios de trabajo y encuentros entre pares es posible construir “comunidades de aprendizaje y el funcionamiento en red entre distintas escuelas que comparten una visión y metas comunes”.
—El modelo pedagógico: revisar prácticas de enseñanza y aprendizaje. Es necesario un nuevo modelo que supere el paradigma expositivo y enciclopedista, que proponga pedagogías activas con los estudiantes en el centro del proceso de enseñanza y aprendizaje. Requiere un cambio de rol del docente, que se oriente a “un paradigma pedagógico fundado en una epistemología de la complejidad, la interdisciplinariedad, la resolución de problemas de la vida real”.
—El sentido y el modelo de la evaluación en el aula y la escuela. “Si el interés de la evaluación es valorar los logros en el proceso de aprendizaje de cada estudiante, debe ser continua y formativa, imbricada con el proceso de aprendizaje”.
—El desarrollo de habilidades digitales y la incorporación de tecnologías en las prácticas de enseñanza. La escuela secundaria del siglo XXI requiere incorporar saberes y habilidades asociados a la tecnología, para que los estudiantes puedan dar respuesta a los desafíos del presente y el futuro. Esto no solo implica equipamiento y conectividad, sino también la formación de docentes “que incorporen en sus prácticas de enseñanza las nuevas tecnologías y saberes en torno a la ciudadanía digital”.
—La escuela como espacio de desarrollo integral de los y las adolescentes. Es crucial comprender al estudiante en todo su desarrollo, lo que en la escuela tradicional fue algo que generalmente se trató desde equipos externos a la institución. “La evidencia disponible da cuenta de la importancia del clima escolar, la construcción de sentido de pertenencia, el respeto a la diversidad y la atención al conjunto de problemáticas que afectan la vida de los y las estudiantes”, además de la preocupación por la disponibilidad de servicios de salud que atiendan temas de salud mental, sexual y reproductiva.
Con información de
IFB
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