Dilemas de hoy. ¿Desde qué edad debemos permitir que nuestros hijos tengan redes sociales?
Por:
Mariana Israel
Viernes 30 de
Junio 2023
Si bien son una herramienta de interacción social, los menores no siempre cuentan con la madurez para manejarlas; el riesgo para adolescentes con conflictos con su imagen y señales de alerta para los padres
Los épocas cambian y nuestras preocupaciones también. En esta serie, LA NACION acerca la opinión de expertos reconocidos en sus áreas de trabajo para sumar sus aportes a viejos y nuevos dilemas. La idea es contribuir a debates actuales con la perspectiva de prestigiosos profesionales que ayudan a ordenar ideas en tiempos convulsionados.
Dado que vamos a convivir con ellas, las redes sociales no deberían ser nuestras peores enemigas ni nuestras mejores amigas. Como padres, es importante conocerlas y aprender a usarlas lo mejor posible para enfrentar el momento en que los hijos planteen el deseo de abrir sus propias cuentas.
El impacto que tienen las redes sociales en el psiquismo de los menores es un terreno aún plagado de incógnitas. Recientemente, Mitch Prinstein, director científico de la Asociación Americana de Psicología, advirtió sobre la “vulnerabilidad biológica” de los más jóvenes ante la tecnología y las redes. Explicó que durante la pubertad, los chicos empiezan a anhelar recompensas sociales, como visibilidad, atención y feedback positivo de sus compañeros. Al mismo tiempo, las regiones del cerebro relacionadas con la inhibición del comportamiento están todavía en desarrollo. Citó investigaciones que muestran que más de la mitad de los adolescentes en Estados Unidos presentan al menos un síntoma de dependencia clínica de las redes sociales.
En nuestro país también hay voces que subrayan la necesidad de evaluar la influencia de este mundo virtual en la salud mental de los más chicos. Paz Magnanini, especialista en terapia cognitiva conductual con niños y adolescentes, resalta que es vital el rol de los adultos, no solo para monitorear el uso de las redes y poner límites, sino para entablar un diálogo abierto con los hijos sobre sus emociones.
- ¿A partir de qué edad deberíamos habilitar las redes sociales a nuestros hijos que los chicos?
- Pienso que en el acceso al secundario, cuando las redes se vuelven una herramienta de interacción social. Antes de los 12 años no es recomendable a nivel psicológico que tengan redes sociales. Tampoco deberíamos hacerlo porque la red lo permite a partir de cierta edad, sino cuando veamos que nuestro hijo está preparado.
Con la pandemia se naturalizó que a cierta edad todos los chicos tienen redes sociales. Pero la realidad es que debería depender de cómo vemos a nuestro hijo, en qué grupos está, cómo es la camada…
- ¿Cómo sabemos si están listos para usarlas con responsabilidad?
El ingreso al secundario suele coincidir con una cuestión evolutiva de abstracción de las ideas y los chicos ganan una mayor capacidad de leer entrelíneas. Son menos literales, tienen más acceso al entramado social y las sutilezas.
Sin embargo, su criterio de alerta de lo que está bien y lo que está mal está aún en desarrollo y pueden no darse cuenta de algunos peligros. No podemos confiar en que sabrán percibir si lo que les están diciendo o lo que están viendo les hará mal o es peligroso. No existe ese límite en sus cerebros.
- ¿Cómo podemos hacer para controlar el uso?
-Primero, hay que ser conscientes de que se nos van a escapar cosas. Es imposible controlarlo todo, porque no podemos estar sentados a su lado constantemente.
Segundo, uno como adulto tiene que usar y conocer la red social, para saber qué le estamos ofreciendo a nuestros hijos y cómo controlar lo que ven. Algunas redes son más fáciles de supervisar que otras: no es lo mismo Snapchat, donde solo se conectan con sus amigos, que Instagram, donde si no se ponen los filtros necesarios, cualquiera puede ver el contenido.
En tercer lugar, es importante conocer a nuestro hijo, sus debilidades y fortalezas, y tener acceso a lo que le pasa: en qué está interesado, qué contenido consume, para qué usa la red. Sobre todo al principio, vale el control parental no solo charlado, sino desde aplicaciones como Family Link, de Google. La app en su teléfono se vincula con una app en el nuestro, para que solo puedan acceder a contenido restringido por edad y hasta cierto horario.
Muchas veces, se tratará de sentarnos al lado de ellos y preguntarles cómo usan las redes, cuánto tiempo, aconsejarlos y motivarlos a tener criterio para pedir ayuda ante ciertas situaciones, o para acudir a nosotros si tienen dudas.
- ¿Revisamos los chats y las cuentas?
- Depende de la edad, de la red y del chico. Hay que recordar que son menores de edad, que las redes no son privadas, que el contenido no es para niños y que tienen un alto poder adictivo. Una condición necesaria para permitir el uso de las redes podría ser que los hijos nos acepten como ´amigos’, para poder ver en todo momento qué publican.
- ¿Cuál es el posible impacto de las redes en el psiquismo de nuestros hijos?
- Pueden tener un efecto ansiógeno, sobre todo redes como TikTok donde los videos son muy cortos y el contenido es aleatorio y difícil de controlar porque sigue un algoritmo. El efecto en la psiquis es como el de un zapping constante, con la salvedad de que en el zapping uno tiene el control remoto y elige cuándo cambiar. En TikTok se salta de un video a otro en segundos. Se acorta el periodo atencional de los chicos, que ya de por sí es corto. Es un zapping obligado.
- ¿Pueden las redes producir una patología mental?
- Para que haya una patología mental es necesario que confluyan muchas variables. Sabemos que el uso de las redes sociales eleva la ansiedad y su impacto sería más grave en personas que ya tienen una patología de base, especialmente si no existe un acompañamiento adecuado.
Su uso puede ser especialmente dañino para alguien que se aísla o se deprime. O para un chico con conflictos con su imagen corporal. Cuando vemos casos de trastornos alimentarios, se observa la influencia de las redes sociales, y el acceso total a dietas y a cuerpos perfectos. Eso tiene un impacto en la construcción del propio cuerpo. De hecho, una de las cosas que les prohibimos a las personas con anorexia es el uso de redes.
- ¿Tienen algún beneficio?
- Son una herramienta más de interacción social. Es muy difícil tener un adolescente sin redes sociales, porque hoy es su manera de interactuar con el mundo. Uno tiene que mediar para que no sea la única forma de relacionamiento social.
- ¿Ante qué signos o síntomas deberíamos plantearnos ajustar el uso de redes sociales o prestar más atención?
Si les cuesta salir o cortar el uso, si vemos una elevación en la ansiedad o que están más aislados o irritables... todas estas son alertas para bajar el consumo o, como mínimo, cuestionarlo. Puede ser un tema no solo de tiempo de uso, sino de contenido. Hay que analizar qué redes usa, quiénes son sus amigos y qué información consume.
- ¿Conviene blanquearles los riesgos puntuales de usar las redes, por ejemplo, los peligrosos “retos virales”?
Sí, conviene hablar sobre lo que podrían encontrar, los riesgos y las herramientas que pueden usar para denunciar ciertos contenidos. Como en cualquier cuestión de crianza, lo importante es la comunicación que tengamos con nuestros hijos sobre lo que sienten y lo que les sucede. Cuanto más cerca estemos, mejor podremos acompañar, apuntalar, orientar y controlar.
No podemos mirar para otro lado. Es crucial ayudarlos a cultivar una relación saludable y regulada con las redes sociales para que puedan navegar este mundo, aprovechar sus beneficios y esquivar los peligros.
Dado que vamos a convivir con ellas, las redes sociales no deberían ser nuestras peores enemigas ni nuestras mejores amigas. Como padres, es importante conocerlas y aprender a usarlas lo mejor posible para enfrentar el momento en que los hijos planteen el deseo de abrir sus propias cuentas.
El impacto que tienen las redes sociales en el psiquismo de los menores es un terreno aún plagado de incógnitas. Recientemente, Mitch Prinstein, director científico de la Asociación Americana de Psicología, advirtió sobre la “vulnerabilidad biológica” de los más jóvenes ante la tecnología y las redes. Explicó que durante la pubertad, los chicos empiezan a anhelar recompensas sociales, como visibilidad, atención y feedback positivo de sus compañeros. Al mismo tiempo, las regiones del cerebro relacionadas con la inhibición del comportamiento están todavía en desarrollo. Citó investigaciones que muestran que más de la mitad de los adolescentes en Estados Unidos presentan al menos un síntoma de dependencia clínica de las redes sociales.
En nuestro país también hay voces que subrayan la necesidad de evaluar la influencia de este mundo virtual en la salud mental de los más chicos. Paz Magnanini, especialista en terapia cognitiva conductual con niños y adolescentes, resalta que es vital el rol de los adultos, no solo para monitorear el uso de las redes y poner límites, sino para entablar un diálogo abierto con los hijos sobre sus emociones.
- ¿A partir de qué edad deberíamos habilitar las redes sociales a nuestros hijos que los chicos?
- Pienso que en el acceso al secundario, cuando las redes se vuelven una herramienta de interacción social. Antes de los 12 años no es recomendable a nivel psicológico que tengan redes sociales. Tampoco deberíamos hacerlo porque la red lo permite a partir de cierta edad, sino cuando veamos que nuestro hijo está preparado.
Con la pandemia se naturalizó que a cierta edad todos los chicos tienen redes sociales. Pero la realidad es que debería depender de cómo vemos a nuestro hijo, en qué grupos está, cómo es la camada…
- ¿Cómo sabemos si están listos para usarlas con responsabilidad?
El ingreso al secundario suele coincidir con una cuestión evolutiva de abstracción de las ideas y los chicos ganan una mayor capacidad de leer entrelíneas. Son menos literales, tienen más acceso al entramado social y las sutilezas.
Sin embargo, su criterio de alerta de lo que está bien y lo que está mal está aún en desarrollo y pueden no darse cuenta de algunos peligros. No podemos confiar en que sabrán percibir si lo que les están diciendo o lo que están viendo les hará mal o es peligroso. No existe ese límite en sus cerebros.
- ¿Cómo podemos hacer para controlar el uso?
-Primero, hay que ser conscientes de que se nos van a escapar cosas. Es imposible controlarlo todo, porque no podemos estar sentados a su lado constantemente.
Segundo, uno como adulto tiene que usar y conocer la red social, para saber qué le estamos ofreciendo a nuestros hijos y cómo controlar lo que ven. Algunas redes son más fáciles de supervisar que otras: no es lo mismo Snapchat, donde solo se conectan con sus amigos, que Instagram, donde si no se ponen los filtros necesarios, cualquiera puede ver el contenido.
En tercer lugar, es importante conocer a nuestro hijo, sus debilidades y fortalezas, y tener acceso a lo que le pasa: en qué está interesado, qué contenido consume, para qué usa la red. Sobre todo al principio, vale el control parental no solo charlado, sino desde aplicaciones como Family Link, de Google. La app en su teléfono se vincula con una app en el nuestro, para que solo puedan acceder a contenido restringido por edad y hasta cierto horario.
Muchas veces, se tratará de sentarnos al lado de ellos y preguntarles cómo usan las redes, cuánto tiempo, aconsejarlos y motivarlos a tener criterio para pedir ayuda ante ciertas situaciones, o para acudir a nosotros si tienen dudas.
- ¿Revisamos los chats y las cuentas?
- Depende de la edad, de la red y del chico. Hay que recordar que son menores de edad, que las redes no son privadas, que el contenido no es para niños y que tienen un alto poder adictivo. Una condición necesaria para permitir el uso de las redes podría ser que los hijos nos acepten como ´amigos’, para poder ver en todo momento qué publican.
- ¿Cuál es el posible impacto de las redes en el psiquismo de nuestros hijos?
- Pueden tener un efecto ansiógeno, sobre todo redes como TikTok donde los videos son muy cortos y el contenido es aleatorio y difícil de controlar porque sigue un algoritmo. El efecto en la psiquis es como el de un zapping constante, con la salvedad de que en el zapping uno tiene el control remoto y elige cuándo cambiar. En TikTok se salta de un video a otro en segundos. Se acorta el periodo atencional de los chicos, que ya de por sí es corto. Es un zapping obligado.
- ¿Pueden las redes producir una patología mental?
- Para que haya una patología mental es necesario que confluyan muchas variables. Sabemos que el uso de las redes sociales eleva la ansiedad y su impacto sería más grave en personas que ya tienen una patología de base, especialmente si no existe un acompañamiento adecuado.
Su uso puede ser especialmente dañino para alguien que se aísla o se deprime. O para un chico con conflictos con su imagen corporal. Cuando vemos casos de trastornos alimentarios, se observa la influencia de las redes sociales, y el acceso total a dietas y a cuerpos perfectos. Eso tiene un impacto en la construcción del propio cuerpo. De hecho, una de las cosas que les prohibimos a las personas con anorexia es el uso de redes.
- ¿Tienen algún beneficio?
- Son una herramienta más de interacción social. Es muy difícil tener un adolescente sin redes sociales, porque hoy es su manera de interactuar con el mundo. Uno tiene que mediar para que no sea la única forma de relacionamiento social.
- ¿Ante qué signos o síntomas deberíamos plantearnos ajustar el uso de redes sociales o prestar más atención?
Si les cuesta salir o cortar el uso, si vemos una elevación en la ansiedad o que están más aislados o irritables... todas estas son alertas para bajar el consumo o, como mínimo, cuestionarlo. Puede ser un tema no solo de tiempo de uso, sino de contenido. Hay que analizar qué redes usa, quiénes son sus amigos y qué información consume.
- ¿Conviene blanquearles los riesgos puntuales de usar las redes, por ejemplo, los peligrosos “retos virales”?
Sí, conviene hablar sobre lo que podrían encontrar, los riesgos y las herramientas que pueden usar para denunciar ciertos contenidos. Como en cualquier cuestión de crianza, lo importante es la comunicación que tengamos con nuestros hijos sobre lo que sienten y lo que les sucede. Cuanto más cerca estemos, mejor podremos acompañar, apuntalar, orientar y controlar.
No podemos mirar para otro lado. Es crucial ayudarlos a cultivar una relación saludable y regulada con las redes sociales para que puedan navegar este mundo, aprovechar sus beneficios y esquivar los peligros.
Con información de
La Nación
