Horror y dolor en Laboulaye. La madre del chico asesinado en Córdoba reveló la inquietante hipótesis que maneja la fiscalía

Por: Gabriela Origlia
Martes 04 de Julio 2023

La víctima y el victimario, de 13 años, eran compañeros de curso y mejores amigos; a la tarde fueron inhumados los restos de Joaquín Sperani y a la noche hubo una marcha para pedir justicia
En medio de la conmoción que, desde Laboulaye, en el sur de la provincia, se irradió a todo el país, Mariela Flores, la madre de Joaquín Sperani, el chico de 14 años asesinado a golpes por su mejor amigo y compañero de colegio, de 13, que ayer confesó ser el autor del crimen, reveló la inquietante hipótesis que maneja la fiscalía: que el victimario estaba enamorado de su víctima.
 
Así lo dijo Mariela Flores en declaraciones periodísticas, sin ahondar en otros detalles sobre la hipótesis e investigación encaradas por el Ministerio Público Fiscal. Esa afirmación escalofriante se produjo horas antes de las manifestaciones de profundo dolor que se vivieron, primero, con el sepelio y la inhumación de los restos de Joaquín, y luego, con la marcha para pedir el esclarecimiento total del caso.
 
En ese punto, la madre de Joaquín pidió el apoyo de la sociedad de Laboulaye y de la prensa local y nacional. “Acompáñenme, necesito saber qué pasó con mi hijo. Mi hijo fue a la escuela, necesito que se hagan responsables. Fue mi hijo, un chico sano… mañana puede ser cualquiera de ustedes. Quiero que investiguen qué está pasando ahí, porque detrás de eso, donde encontraron a Joaquín, hay algo más. Que la escuela se haga responsable. Su bicicleta quedó en la escuela y me lo entregaron en un cajón. Presiento que hay algo más, que no fue solamente L. [el menor detenido por el crimen], que puede haber más. Quiero que se investigue bien. Quiero todo el recorrido, verlo con mis ojos, porque quiero ver con quién se cruzó”, dijo Mariela.
 
Esa afirmación está en sintonía con lo que, más temprano, había afirmado a LN+ Ernesto, tío de Joaquín. Él sostuvo que, dado que el chico acusado es físicamente más chico que su sobrino, y atento a las tremendas consecuencias de los golpes que mataron al adolescente en el acto, su impresión es que debieron haber participado dos o tres menores más. En ese sentido, ligó el ataque a eventuales episodios de bullying en la escuela a la que iba.
 
La marcha de la bronca y el dolor
A las 21, vecinos, familiares y amigos partieron desde el IPEM 278, la secundaria a la que iban a la que asistían la víctima y su victimario. “Queremos justicia” fue el reclamo que unió a la comunidad; hubo muchos carteles con la foto de la víctima. Unas 400 personas caminaron hasta la plaza de la ciudad. La familia Sperani pidió durante esta jornada que “no los dejaran solos”. Es la primera vez que hay un pedido público de estas características en la ciudad.
 
“Acompáñenme, necesito saber qué pasó con mi hijo. Mi hijo fue a la escuela, necesito que se hagan responsables. Fue mi hijo, un chico sano, mañana puede ser cualquiera de ustedes. Que investiguen qué está pasando ahí, porque detrás de eso, donde encontraron a Joaquín, hay algo más. Que la escuela se haga responsable. Su bicicleta quedó en la escuela y me lo entregaron en un cajón. Presiento que hay algo más, que no fue solamente Leandro, que puede haber más. Quiero que se investigue bien. Quiero todo el recorrido, verlo con mis ojos porque quiero ver con quién se cruzó”, dijo anoche Mariela. Sostiene, al igual que Ernesto, el tío de la víctima, que el chico de 13 años detenido no pudo haber actuado solo, dada la violencia extrema del ataque letal.
 
Joaquín y el confeso asesino eran muy amigos, y estaban siempre junto a una adolescente, compañera de la escuela, también. Por eso, les decían “los tres mosqueteros”. Pero no todo sonaba tan romántico en las vidas de los adolescentes. Los padres de la víctima afirmaron que en la escuela su hijo solía sufrir bullying. “Tenemos muchas preguntas sin respuestas”, admitió la madre de Joaquín.
 
Alejandra Jiménez, directora del IPEM 278, negó esa versión de la madre, pero reconoció que hace 20 días Mariela Flores se había presentado al colegio para advertir que faltaban hojas en la carpeta de Joaquín. “Fue la única vez que vino; habló con la preceptora y los coordinadores. No planteó nada sistemático. El tema se trabajó en el aula; los estudiantes dijeron que era él quien regalaba las hojas”, señaló, y ratificó que Joaquín y su amigo estaban “siempre juntos; salían al recreo juntos, iban al kiosco juntos”.
 
“L. es un psicópata. Fue toda la vida amigo de Joaquín”, dijo Mariela Flores, en consonancia con lo que también había afirmado su esposo, Martín. Para refrendar su creencia de que el crimen no fue obra de un asesino solitario, afirmó: “Me llama la atención, porque Joaquín iba a taekwondo. Entonces me pregunto si L. estaba solo”.
 
Según un adelanto de la autopsia, la víctima murió a causa de un traumatismo de cráneo y sufrió un daño encefálico que le provocó la muerte inmediata, luego de recibir más de diez golpes en la cabeza.
 
“El cuerpo de la víctima no presentaba signos de defensa. El asesino lo golpeó en la cabeza. Tenía golpes en la parte de atrás y en la parte de adelante de la cabeza”, explicó a LA NACION una fuente al tanto del resultado preliminar de la autopsia.
 
En la casa donde fue encontrado el cuerpo, este domingo, se secuestró, además de dos ladrillos de hormigón, un tubo de hierro que, se sospecha, habría sido el arma homicida. La investigación está a cargo del juez del fuero penal juvenil Sebastián Moro.
 
Escenas dramáticas
El crimen conmocionó a Laboulaye. En el velatorio se vivieron momentos de dolor y congoja. El ataúd salió cinco minutos después de las 17 de la casa funeraria y fue recibido con aplausos por la gente que esperaba para acompañar a la familia. El cortejo partió hacia el cementerio Jesús Redentor. Los padres de la víctima y sus tres hermanos más chicos recibieron muchos abrazos y saludos de la amigos, allegados y conocidos. Mariela Flores, visiblemente angustiada, rechazó ir en una ambulancia en el cortejo. Fue al campo santo con su familia.
 
En el recorrido, el coche fúnebre pasó por la puerta de la escuela donde iba Joaquín, donde había un cordón realizado por los alumnos, y también por el club Huracán, donde él hacía fútbol –era arquero– y donde lo esperaban los jugadores de las divisiones inferiores.
 
En ese club, además, Joaquín practicaba taekwondo con su padre. “Se sabía defender. Por eso estoy seguro de que lo golpearon de atrás. Su cuerpo estaba boca abajo, según describió mi sobrina. Tiene un lado de la cara hinchado, igual que el ojo”, dijo Martín Sperani.
 
El padre de Joaquín trabaja como camionero de un molino de la zona. Contó que su hijo lo acompañaba “mucho” en el camión y que le gustaba “todo lo relacionado” con el transporte pesado. “Soñaba con tener un campo”, aseguró, con dolor.
 
Los vecinos de esta ciudad del sur de la provincia de Córdoba no logran salir del estupor que provocó el crimen. Los vecinos conocen a las dos familias y a sus hijos, e insisten con que “nunca” habían tenido o protagonizado problemas.
 
Aunque la familia de Joaquín y la de su victimario eran amigas y tenían vínculo cercano, no volvieron a tener contacto desde el sábado pasado, cuando una videocámara registró a los chicos saliendo juntos del Instituto Provincial de Enseñanza Media (IPEM) 278 Malvinas Argentinas. Después, se ve al sospechoso regresar corriendo a la escuela.
 
Jiménez, la directora de la escuela detalló que Joaquín asistía al establecimiento desde primer año, y que, en cambio, su amigo ingresó en este 2023 porque iba a otro colegio y sus padres decidieron cambiarlo. “Ambos iban al mismo curso por pedido de ambas familias, ya que son amigas. Los papás decidieron que los pusiéramos juntos. Ellos eran amigos desde la primaria”, declaró a LV20 Radio Laboulaye.
 
Joaquín Sperani era introvertido, callado. El jueves pasado fue la última vez que fue visto con vida. Salió de su casa a la hora de la siesta para ir al instituto, pero nunca entró a clases. Sí dejó la bicicleta en el patio. Su madre hizo la denuncia por la desaparición de Joaquín la noche del jueves. L., su mejor amigo, fue el primero que “colaboró” con la policía en la búsqueda. Desde el primer minuto dio información errada. Todo indica que con la intención de confundir a los investigadores.
 
El teléfono, una clave
El padre de la víctima relató que estuvo con el chico detenido y con sus padres. Incluso afirmó que el adolescente lo abrazó. “Abracé a sus padres y los consolé cuando su hijo declaraba. Yo les decía ‘tranquilos, lo vamos a encontrar”, precisó.
 
Anteayer, el sospechoso entregó el celular de Joaquín a la policía; fue después de que el padre de la víctima detectara en las cámaras que ese teléfono que se veía en las manos del amigo podía ser el de su hijo. Horas después se autoincriminó. “Sí yo lo maté”, confesó.
 
Cuando los investigadores le indicaron que les había dado el teléfono, Martín Speroni pidió verlo para confirmar si era el celular. “Yo le había dado el mío. Tenía el vidrio roto, les di el patrón para abrirlo. Me lo trajeron, lo pudimos abrir”, detalló. Desde entonces no habló más con el chico detenido ni con sus padres. Esa familia vive en las afueras de Laboulaye, donde tienen un tambo pequeño. El adolescente imputado por el crimen es adoptado y no tiene hermanos.
 
Desde ayer está alojado en el Complejo Esperanza, de la ciudad de Córdoba. En las próximas horas, se llevarán a cabo una serie de estudios psicosociales y ambientales, ordenados por el juez Penal Juvenil, Sebastián Moro, que está a cargo del caso.
 
El magistrado ya habló personalmente con el niño y con sus padres. El juzgado precisó que, en la situación de adolescente no punible, ya está interviniendo la Secretaría de Niñez Adolescencia y Familia (Senaf).
 
La autopsia, realizada en Río Cuarto, determinó que Joaquín murió a causa de un traumatismo de cráneo producto de un golpe por detrás que le provocó daño encefálico. Tenía marcas de unos diez ataques. La muerte fue “inmediata”. En el cuerpo no hay señales de que haya intentado defenderse.


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