Garrahan: la niña que pudo cumplir su sueño de ser cantante y otras historias del hospital modelo que enfrenta al Gobierno
Viernes 30 de
Mayo 2025

En este centro pediátrico de referencia se realizan 630.000 consultas, más de 10.000 cirugías y 114 trasplantes por mes; reclamo de los profesionales
Una niña chiquita, oriunda de Corrientes, tenía un sueño enorme: ser cantante. A los 7 años, la concreción de ese sueño se puso en peligro cuando le diagnosticaron un tumor que le afectó la laringe y todo el sector de la garganta. El tratamiento, que hizo en el Hospital Juan P. Garrahan, llevó a una traqueotomía. La historia la contó Pablo Pucca, jefe de clínica de Cuidados Intermedios y Moderados en la institución del barrio porteño de Parque Patricios, en diálogo con LA NACION. Fue un caso que se le quedó marcado a fuego porque, entre otras cosas, esa intervención podía terminar con el anhelo artístico: comúnmente, las cuerdas vocales se afectan permanentemente. Y a ella lo único que le preocupaba realmente en ese entonces era poder seguir cantando.
“El tumor era de muy mal pronóstico, estuvo muchos años internada, mucho tiempo en terapia intensiva. Entraba y salía, entraba y salía. Hasta que se curó del tumor. Se le pudo cerrar la traqueotomía, y corría el riesgo de lesiones en las cuerdas vocales y que la voz quedara mal. Pero volvió a cantar”, relató Pucca. Se lo notaba orgulloso del trabajo, feliz de los resultados. Mostró el Instagram de la paciente, hoy una chica que “está cumpliendo su sueño, que ahora es toda una niña grande”.
Este es un caso específico entre muchos; entre miles, en realidad. El Hospital Garrahan atiende casi el 40% de los casos oncológicos infantiles del país. Los números y estadísticas muestran, además, por qué se posicionó como la institución pediátrica más importante a nivel nacional: allí, cada año, tienen lugar más de 630.000 consultas y se realizan más de 10.000 cirugías y 114 trasplantes, todo en manos de 680 médicos. En total trabajan 4200 profesionales, entre técnicos, enfermeros, kinesiólogos, bioquímicos y otros. Concretamente, como detalló el lunes pasado Mariano Boglione, coordinador del Centro Quirúrgico, en conferencia de prensa, en este establecimiento sanitario se trata a niños con cáncer, cardiopatías, enfermedades neurológicas y poco frecuentes, y más patologías de alta complejidad. Se trasplantan órganos, médula ósea. “Se acompaña a niños y niñas de todo el país sin importar su condición social o su situación económica. Cada niño que llega al Garrahan representa una historia”, expresó.
Otra historia es la de Celeste, hija de Vianca Martínez. Ellas vinieron hace tres años desde Misiones para hacer un tratamiento por osteomielitis crónica, es decir, una infección en los huesos. Vianca trabajaba como secretaria de una obra social en aquella provincia, y fue ahí donde escuchó a muchas personas y pacientes que se habían atendido en el porteño Garrahan y que “estuvieron conformes con la atención de los doctores y enfermeros”. Así que decidió, ella también, venir a probar. Celeste hoy sigue con tratamientos y cirugías. “Tuvimos que mudarnos a Buenos Aires. No es fácil, pero acá estamos. Tenemos que ver al doctor de mi hija porque hubo que cambiarle la prótesis: ya tiene varias cirugías en la pierna, pero los médicos siguen luchando para que esté mejor. Residentes y médicos de planta se merecen sueldos mejores que los políticos. Es admirable el trabajo que hacen, en sus manos está nuestra salud, la salud de nuestros niños, y aunque estén cansados, ellos atienden igual”, expresó.
En diversas salas de espera, niños y adolescentes aguardaban sus turnos, al lado de familiares que les tomaban las manos, reían, charlaban o aprovechaban el tiempo para darles algo de comer antes de que los llamaran. Muchos chicos jugaban. Algunas madres lloraban. Todo se acompañaba de colores en pasillos y dibujos en las paredes, como si se quisiera hacer del lugar un cobijo de la infancia: naranjas, azules, violetas. En las paredes, caricaturas de Mafalda, de María Elena Walsh. Todo, además, está más que preparado para que las sillas de ruedas circulen con comodidad. Es necesario, porque estas abundan en los corredores: trasladan a chicos con sondas, con gorros de lana, con capas de mantas para abrigarse.
Una señora aguardaba su turno para la farmacia del hospital mientras iba y venía a chequear a su hijo, que hoy tiene 17 años. Había ubicado su silla de ruedas para que mirara hacia la ventana. Ambos son de Paraguay, pero vinieron específicamente para hacer el tratamiento en el Hospital Garrahan: “Nos atienden muy bien acá. Venimos a control una vez por semana y hoy se atendió con un médico clínico”, explicó ella.
Hace dos años que llegaron a Buenos Aires, luego de recibir el diagnóstico: leucemia, es decir, un tipo de cáncer que afecta a las glándulas productoras de la sangre. Hablaba contenta porque el tratamiento “está por terminar, es hasta agosto”. “Ya está en mantenimiento, ya va terminando. El tema es la rodilla, que se le complicó por tanto corticoide y por la quimio, pero está bien”, describió.
Antes de llegar a Buenos Aires pasaron por Posadas. Allí les dieron toda la información pertinente y les dijeron que podía atenderse en Asunción o en el Garrahan. No dudó, había oído hablar de la calidad que tiene el hospital en la región, y vino directo, solo ella con su hijo.
En una pared, uno de los dibujos muestra a una niña y un niño con ambo. Este empuja una silla de ruedas, lo lleva a Superman, cabizbajo. Dicen: “Te cuento un secreto. Cuando los superhéroes se enferman, vienen al Garrahan”. En el primer piso, trabajadores de la Escuela de Perros Guía, con buzos de una reconocida marca de alimento balanceado, recorrían los pasillos junto con dos labradores. Como los pacientes pueden beneficiarse del contacto con animales, la idea, tanto de la empresa como de la organización, es que puedan pasar un rato con los chicos en internación, en una jornada especial que realizan una vez por semana. Varias personas y más chicos en sillas de rueda, mientras tanto, ingresaban al sector de biblioteca, desde donde veían pasar a los perros.
“Eso hace que quiebres la curva de aprendizaje de los profesionales. El hospital se creó en el 87, de ahí todos nuestros jefes nos fueron formando y nosotros, a nuestra descendencia. La gente más grande se está jubilando y la más joven no quiere saber nada con venir al hospital. Hoy hay un concurso y no se presenta gente. Quedan puestos libres”, advirtió Pucca.
Aunque hoy los reclamos rondan principalmente alrededor de los residentes, los médicos de planta los apoyan expresamente. Todos los sueldos permanecen congelados, pero los de estos profesionales que fueron a formarse a la institución están en $797.061. Hasta el momento, los aumentos mensuales eran del 1%, es decir, $7970. Sus paritarias son las mismas que la administración pública, y en particular, las que lleva UPCN, que ayer recibió junto a ATE una propuesta del 0% por parte del Gobierno. Manuel Adorni admitió hoy que los salarios de los médicos tienen atraso, pero sostuvo que el Garrahan “no está desfinanciado; los recursos están, pero mal utilizados. Lo insólito es que el presupuesto a los administrativos supera el que se destina a todo el cuerpo médico“. Según el vocero presidencial, hay 953 administrativos y 478 médicos de planta, lo que contrasta con los números que informan los trabajadores.
Las propuestas de recomposición no condicen con la labor de los profesionales del lugar, que tienen que atender casos complejos como los mencionados e, incluso, las guardias, donde se encuentran pacientes delicados y graves. Son niños y adolescentes que pueden desestabilizarse, lo que requiere tiempo, atención plena. “Siempre, en toda guardia hay descompensaciones de dos, tres o cuatro pacientes, lo que te lleva dos horas de estarles encima. Y si hay reanimación, no podés hacerla sola”, sostuvo Alicia Rosell, médica de planta de Cuidados Intermedios y Moderados.
“El tumor era de muy mal pronóstico, estuvo muchos años internada, mucho tiempo en terapia intensiva. Entraba y salía, entraba y salía. Hasta que se curó del tumor. Se le pudo cerrar la traqueotomía, y corría el riesgo de lesiones en las cuerdas vocales y que la voz quedara mal. Pero volvió a cantar”, relató Pucca. Se lo notaba orgulloso del trabajo, feliz de los resultados. Mostró el Instagram de la paciente, hoy una chica que “está cumpliendo su sueño, que ahora es toda una niña grande”.
Este es un caso específico entre muchos; entre miles, en realidad. El Hospital Garrahan atiende casi el 40% de los casos oncológicos infantiles del país. Los números y estadísticas muestran, además, por qué se posicionó como la institución pediátrica más importante a nivel nacional: allí, cada año, tienen lugar más de 630.000 consultas y se realizan más de 10.000 cirugías y 114 trasplantes, todo en manos de 680 médicos. En total trabajan 4200 profesionales, entre técnicos, enfermeros, kinesiólogos, bioquímicos y otros. Concretamente, como detalló el lunes pasado Mariano Boglione, coordinador del Centro Quirúrgico, en conferencia de prensa, en este establecimiento sanitario se trata a niños con cáncer, cardiopatías, enfermedades neurológicas y poco frecuentes, y más patologías de alta complejidad. Se trasplantan órganos, médula ósea. “Se acompaña a niños y niñas de todo el país sin importar su condición social o su situación económica. Cada niño que llega al Garrahan representa una historia”, expresó.
Otra historia es la de Celeste, hija de Vianca Martínez. Ellas vinieron hace tres años desde Misiones para hacer un tratamiento por osteomielitis crónica, es decir, una infección en los huesos. Vianca trabajaba como secretaria de una obra social en aquella provincia, y fue ahí donde escuchó a muchas personas y pacientes que se habían atendido en el porteño Garrahan y que “estuvieron conformes con la atención de los doctores y enfermeros”. Así que decidió, ella también, venir a probar. Celeste hoy sigue con tratamientos y cirugías. “Tuvimos que mudarnos a Buenos Aires. No es fácil, pero acá estamos. Tenemos que ver al doctor de mi hija porque hubo que cambiarle la prótesis: ya tiene varias cirugías en la pierna, pero los médicos siguen luchando para que esté mejor. Residentes y médicos de planta se merecen sueldos mejores que los políticos. Es admirable el trabajo que hacen, en sus manos está nuestra salud, la salud de nuestros niños, y aunque estén cansados, ellos atienden igual”, expresó.
En diversas salas de espera, niños y adolescentes aguardaban sus turnos, al lado de familiares que les tomaban las manos, reían, charlaban o aprovechaban el tiempo para darles algo de comer antes de que los llamaran. Muchos chicos jugaban. Algunas madres lloraban. Todo se acompañaba de colores en pasillos y dibujos en las paredes, como si se quisiera hacer del lugar un cobijo de la infancia: naranjas, azules, violetas. En las paredes, caricaturas de Mafalda, de María Elena Walsh. Todo, además, está más que preparado para que las sillas de ruedas circulen con comodidad. Es necesario, porque estas abundan en los corredores: trasladan a chicos con sondas, con gorros de lana, con capas de mantas para abrigarse.
Una señora aguardaba su turno para la farmacia del hospital mientras iba y venía a chequear a su hijo, que hoy tiene 17 años. Había ubicado su silla de ruedas para que mirara hacia la ventana. Ambos son de Paraguay, pero vinieron específicamente para hacer el tratamiento en el Hospital Garrahan: “Nos atienden muy bien acá. Venimos a control una vez por semana y hoy se atendió con un médico clínico”, explicó ella.
Hace dos años que llegaron a Buenos Aires, luego de recibir el diagnóstico: leucemia, es decir, un tipo de cáncer que afecta a las glándulas productoras de la sangre. Hablaba contenta porque el tratamiento “está por terminar, es hasta agosto”. “Ya está en mantenimiento, ya va terminando. El tema es la rodilla, que se le complicó por tanto corticoide y por la quimio, pero está bien”, describió.
Antes de llegar a Buenos Aires pasaron por Posadas. Allí les dieron toda la información pertinente y les dijeron que podía atenderse en Asunción o en el Garrahan. No dudó, había oído hablar de la calidad que tiene el hospital en la región, y vino directo, solo ella con su hijo.
En una pared, uno de los dibujos muestra a una niña y un niño con ambo. Este empuja una silla de ruedas, lo lleva a Superman, cabizbajo. Dicen: “Te cuento un secreto. Cuando los superhéroes se enferman, vienen al Garrahan”. En el primer piso, trabajadores de la Escuela de Perros Guía, con buzos de una reconocida marca de alimento balanceado, recorrían los pasillos junto con dos labradores. Como los pacientes pueden beneficiarse del contacto con animales, la idea, tanto de la empresa como de la organización, es que puedan pasar un rato con los chicos en internación, en una jornada especial que realizan una vez por semana. Varias personas y más chicos en sillas de rueda, mientras tanto, ingresaban al sector de biblioteca, desde donde veían pasar a los perros.
“Eso hace que quiebres la curva de aprendizaje de los profesionales. El hospital se creó en el 87, de ahí todos nuestros jefes nos fueron formando y nosotros, a nuestra descendencia. La gente más grande se está jubilando y la más joven no quiere saber nada con venir al hospital. Hoy hay un concurso y no se presenta gente. Quedan puestos libres”, advirtió Pucca.
Aunque hoy los reclamos rondan principalmente alrededor de los residentes, los médicos de planta los apoyan expresamente. Todos los sueldos permanecen congelados, pero los de estos profesionales que fueron a formarse a la institución están en $797.061. Hasta el momento, los aumentos mensuales eran del 1%, es decir, $7970. Sus paritarias son las mismas que la administración pública, y en particular, las que lleva UPCN, que ayer recibió junto a ATE una propuesta del 0% por parte del Gobierno. Manuel Adorni admitió hoy que los salarios de los médicos tienen atraso, pero sostuvo que el Garrahan “no está desfinanciado; los recursos están, pero mal utilizados. Lo insólito es que el presupuesto a los administrativos supera el que se destina a todo el cuerpo médico“. Según el vocero presidencial, hay 953 administrativos y 478 médicos de planta, lo que contrasta con los números que informan los trabajadores.
Las propuestas de recomposición no condicen con la labor de los profesionales del lugar, que tienen que atender casos complejos como los mencionados e, incluso, las guardias, donde se encuentran pacientes delicados y graves. Son niños y adolescentes que pueden desestabilizarse, lo que requiere tiempo, atención plena. “Siempre, en toda guardia hay descompensaciones de dos, tres o cuatro pacientes, lo que te lleva dos horas de estarles encima. Y si hay reanimación, no podés hacerla sola”, sostuvo Alicia Rosell, médica de planta de Cuidados Intermedios y Moderados.
Con información de
La Nación
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