La disputa entre Trump y Petro complica la estrategia antidrogas de EE.UU.
Miércoles 29 de
Octubre 2025
El presidente norteamericano dijo que iba a recortar la ayuda estadounidense; su par de Colombia calificó de asesinato los ataques a embarcaciones
A lo largo de las décadas, el gobierno de Estados Unidos ha enviado miles de millones de dólares en ayuda a Colombia para ayudar al país a acabar con su industria de la cocaína, que alimenta la demanda estadounidense.
El ejército estadounidense proporcionó entrenamiento y equipamiento a las fuerzas colombianas y compartió información de inteligencia. Ello condujo a algunos hitos, como el asesinato del narcotraficante Pablo Escobar por fuerzas especiales colombianas en un tiroteo en un techo en 1993.
Ahora, el presidente Donald Trump amenaza con cortar la ayuda a Colombia, lo que pone en peligro la larga cooperación antidroga y otros acuerdos de seguridad, incluido lo que los analistas dicen que es una presencia encubierta de la CIA en el país.
Trump anunció su medida este mes, mientras acusaba al presidente de Colombia, Gustavo Petro, de ser un capo de la droga que había permitido el florecimiento de los cárteles. Se trata de una ampliación de las hostilidades estadounidenses contra el vecino de Colombia, Venezuela, a cuyo líder el gobierno de Trump también ha acusado de ser un mafioso de la droga.
La intensificación de la campaña ha incluido ataques letales contra barcos en el Caribe y el Pacífico que, según el gobierno de Trump, transportan drogas, y una extraordinaria acumulación de fuerzas militares en la región.
El gobierno no ha presentado pruebas de sus acusaciones sobre las personas abordo de los barcos ni una base jurídica para los ataques, y funcionarios de la región y familiares afirman que algunas de las víctimas eran pescadores.
El viernes pasado, el gobierno de Trump impuso sanciones económicas contra Petro, su esposa, un hijo y un asesor cercano. Ese mismo día, el secretario de Estado, Marco Rubio, reiteró la decisión del gobierno de retirar la certificación a Colombia como socio colaborador en la lucha contra el narcotráfico, la primera vez que esto ocurre en casi tres décadas.
Rubio declaró a los periodistas el sábado que el gobierno reaccionaba ante “un dirigente extranjero hostil”, aunque elogió a las fuerzas de seguridad colombianas.
Colombia es el más reciente país latinoamericano en estar en el punto de mira de Trump debido a lo que él y sus principales asesores consideran abismos ideológicos. Petro, exguerrillero de izquierda, critica abiertamente el poder estadounidense, incluida la forma en que varios presidentes de Estados Unidos han librado la llamada guerra contra las drogas y el apoyo del país a Israel.
“Si el señor Trump sigue siendo cómplice de un genocidio, como hasta el día de hoy lo es, no merece más sino la cárcel, y su ejército no lo debe obedecer”, dijo Petro el mes pasado en Bogotá.
A ojos del gobierno de Trump, Petro se une a las filas de los villanos latinoamericanos: El presidente Nicolás Maduro de Venezuela y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil.
Las acciones de Trump forman parte de su empeño por aumentar el dominio estadounidense del hemisferio occidental, lo que algunos llaman la “Doctrina Monroe 2.0”. En la doctrina original del siglo XIX, el gobierno estadounidense pretendía establecer el hemisferio como su esfera de influencia y limitar la presencia y el dominio europeos en él.
Trump y sus ayudantes actúan de forma diferente con cada uno de los gobiernos políticos de izquierda.
Con Venezuela, matan a civiles en barcos, en lo que a muchos les parecen ataques aéreos militares ilegales, y mantienen amplias sanciones económicas.
Con Brasil, han impuesto aranceles del 50 por ciento a la mayoría de los productos importados de ese país, a pesar de que las empresas estadounidenses pagan el impuesto.
En el caso de Colombia, Estados Unidos está aplicando sanciones económicas y señalando que cortará la ayuda. Y los ataques a los barcos también han matado a colombianos, según Petro.
A finales del mes pasado, Rubio canceló el visado de Petro después de que el dirigente colombiano pidiera a los soldados estadounidenses que desobedecieran a Trump durante un mitin propalestino en Nueva York. Petro se encontraba en la ciudad para asistir a la Asamblea General anual de las Naciones Unidas.
Este mes, las críticas de Petro a Trump por los ataques a las embarcaciones han llevado la disputa a un nuevo nivel. Desde el 2 de septiembre, el gobierno de Trump ha dicho que ha matado al menos a 57 personas en 13 ataques a embarcaciones civiles. Acaba de ordenar el envío de un portaaviones a la región.
“El gobierno de Trump siempre ha tenido una relación tensa con Petro”, dijo Ryan Berg, director del programa para las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Sus críticas a nuestro nuevo enfoque son una prueba más de la opinión que tienen de él”.
Pero castigar ampliamente a Colombia podría desestabilizar la cooperación en materia de seguridad, la cual ha sido un ancla de las relaciones entre las dos naciones. Ello debilitaría la capacidad del gobierno colombiano para luchar contra los grupos armados del país, que han aumentado la producción de cocaína recientemente.
El gobierno estadounidense presupuestó al menos 377 millones de dólares en ayuda a Colombia en el año fiscal 2024, según el Servicio de Investigación del Congreso. Aproximadamente un tercio de esa cantidad se destinó a la lucha contra el narcotráfico y al apoyo a la aplicación de la ley.
Colombia es un puesto de observación crítico en la región andina para las agencias de inteligencia estadounidenses. En una carta dirigida a Trump el mes pasado, el representante Gregory W. Meeks de Nueva York, principal demócrata de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, afirmó que entre enero de 2024 y junio de 2025, el 85% de toda la información sobre la que actuó un grupo especial del Pentágono en Key West, Florida, procedía de Colombia.
Estados Unidos estaría “volando a ciegas” si se pusiera fin a la cooperación, y el poder de los grupos armados aumentaría, dijo Elizabeth Dickinson, analista de seguridad en Bogotá del International Crisis Group.
“La situación de seguridad en Colombia es una olla hirviendo”, dijo. “Hasta ahora, las fuerzas de seguridad apenas logran frenarla. Muy pronto, si cesa la cooperación estadounidense, las fuerzas de seguridad ya no podrán cumplir esa misión. La amenaza superará con creces la capacidad de controlarla”.
En una entrevista en Bogotá el viernes pasado, el embajador de Colombia en Estados Unidos, Daniel García-Peña, reconoció las ascendentes tensiones entre los presidentes de ambos países, pero dijo que era optimista respecto a que los funcionarios de su entorno encontrarían formas de seguir cooperando en materia de seguridad, economía y migración.
“Confío en que si se analizan los hechos y los resultados y los claros beneficios de trabajar juntos, continuará”, dijo, y añadió que recientemente mantuvo reuniones cordiales con el máximo diplomático estadounidense en su país.
Daniel DePetris, investigador sobre América Latina en Defense Priorities, un grupo de investigación de Washington que aboga por la moderación militar estadounidense, señaló que la esperada partida de Petro el año que viene, debido a los límites de su mandato, podría poner fin a este periodo hostil.
“Gran parte de las discrepancias actuales están motivadas por la personalidad”, dijo. “Trump y Petro simplemente se desagradan, y son polos opuestos en cuanto a política e ideología. Una vez que Petro se marche, que será pronto, preveo que el gobierno de Trump intentará pasar página”.
Pero hasta entonces, es seguro que aumentará la preocupación entre los actuales y antiguos militares estadounidenses por la deteriorada relación.
“Han sido uno de nuestros socios más fuertes en la región durante décadas”, dijo sobre Colombia el almirante James Stavridis, exjefe del Comando Sur de Estados Unidos, ahora retirado.
“No creo probable que el presidente Trump eleve las tensiones hasta el punto de llevar a cabo ataques dentro de Colombia”, dijo. “En estos momentos, la atención parece enfocarse en Venezuela, donde el gobierno tiene muchos objetivos más atractivos que atacar”.
Desde el lanzamiento en 2000 del Plan Colombia, una iniciativa de Washington dirigida a la lucha antidroga y antiterrorista, Estados Unidos ha colaborado estrechamente con el ejército y la policía nacional colombianos para reprimir la producción de coca en el país.
Los partidarios de Colombia en el Congreso afirman que la cooperación ha ayudado a desarticular las organizaciones delictivas transnacionales y a reforzar el Estado de derecho.
Aunque Trump ha ordenado poner fin a la ayuda a Colombia, García-Peña, embajador colombiano, dijo que aún no se había producido ningún cambio real en los pagos, y que el intercambio de inteligencia y la cooperación militar han continuado.
Señaló, sin embargo, que la Marina estadounidense no compartía ninguna información sobre los ataques a embarcaciones.
Sergio Guzmán, director de Colombia Risk Analysis, un grupo de consultoría de Bogotá, dijo que consideraba que la disputa se centraba en que ambos presidentes aprovechaban “una oportunidad para actuar ante sus públicos internos”.
Petro ha intentado posicionarse como líder regional e incluso mundial en temas importantes para la izquierda, como el cambio climático y los derechos de los palestinos, y está al final de su primer y único mandato de cuatro años.
Guzmán dijo que, al arremeter contra Trump, Petro intentaba consolidar su reputación como líder de la resistencia mundial. “Si se tiene eso en cuenta”, dijo, “¿qué motivo tiene Petro para desescalar?”.
El ejército estadounidense proporcionó entrenamiento y equipamiento a las fuerzas colombianas y compartió información de inteligencia. Ello condujo a algunos hitos, como el asesinato del narcotraficante Pablo Escobar por fuerzas especiales colombianas en un tiroteo en un techo en 1993.
Ahora, el presidente Donald Trump amenaza con cortar la ayuda a Colombia, lo que pone en peligro la larga cooperación antidroga y otros acuerdos de seguridad, incluido lo que los analistas dicen que es una presencia encubierta de la CIA en el país.
Trump anunció su medida este mes, mientras acusaba al presidente de Colombia, Gustavo Petro, de ser un capo de la droga que había permitido el florecimiento de los cárteles. Se trata de una ampliación de las hostilidades estadounidenses contra el vecino de Colombia, Venezuela, a cuyo líder el gobierno de Trump también ha acusado de ser un mafioso de la droga.
La intensificación de la campaña ha incluido ataques letales contra barcos en el Caribe y el Pacífico que, según el gobierno de Trump, transportan drogas, y una extraordinaria acumulación de fuerzas militares en la región.
El gobierno no ha presentado pruebas de sus acusaciones sobre las personas abordo de los barcos ni una base jurídica para los ataques, y funcionarios de la región y familiares afirman que algunas de las víctimas eran pescadores.
El viernes pasado, el gobierno de Trump impuso sanciones económicas contra Petro, su esposa, un hijo y un asesor cercano. Ese mismo día, el secretario de Estado, Marco Rubio, reiteró la decisión del gobierno de retirar la certificación a Colombia como socio colaborador en la lucha contra el narcotráfico, la primera vez que esto ocurre en casi tres décadas.
Rubio declaró a los periodistas el sábado que el gobierno reaccionaba ante “un dirigente extranjero hostil”, aunque elogió a las fuerzas de seguridad colombianas.
Colombia es el más reciente país latinoamericano en estar en el punto de mira de Trump debido a lo que él y sus principales asesores consideran abismos ideológicos. Petro, exguerrillero de izquierda, critica abiertamente el poder estadounidense, incluida la forma en que varios presidentes de Estados Unidos han librado la llamada guerra contra las drogas y el apoyo del país a Israel.
“Si el señor Trump sigue siendo cómplice de un genocidio, como hasta el día de hoy lo es, no merece más sino la cárcel, y su ejército no lo debe obedecer”, dijo Petro el mes pasado en Bogotá.
A ojos del gobierno de Trump, Petro se une a las filas de los villanos latinoamericanos: El presidente Nicolás Maduro de Venezuela y Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil.
Las acciones de Trump forman parte de su empeño por aumentar el dominio estadounidense del hemisferio occidental, lo que algunos llaman la “Doctrina Monroe 2.0”. En la doctrina original del siglo XIX, el gobierno estadounidense pretendía establecer el hemisferio como su esfera de influencia y limitar la presencia y el dominio europeos en él.
Trump y sus ayudantes actúan de forma diferente con cada uno de los gobiernos políticos de izquierda.
Con Venezuela, matan a civiles en barcos, en lo que a muchos les parecen ataques aéreos militares ilegales, y mantienen amplias sanciones económicas.
Con Brasil, han impuesto aranceles del 50 por ciento a la mayoría de los productos importados de ese país, a pesar de que las empresas estadounidenses pagan el impuesto.
En el caso de Colombia, Estados Unidos está aplicando sanciones económicas y señalando que cortará la ayuda. Y los ataques a los barcos también han matado a colombianos, según Petro.
A finales del mes pasado, Rubio canceló el visado de Petro después de que el dirigente colombiano pidiera a los soldados estadounidenses que desobedecieran a Trump durante un mitin propalestino en Nueva York. Petro se encontraba en la ciudad para asistir a la Asamblea General anual de las Naciones Unidas.
Este mes, las críticas de Petro a Trump por los ataques a las embarcaciones han llevado la disputa a un nuevo nivel. Desde el 2 de septiembre, el gobierno de Trump ha dicho que ha matado al menos a 57 personas en 13 ataques a embarcaciones civiles. Acaba de ordenar el envío de un portaaviones a la región.
“El gobierno de Trump siempre ha tenido una relación tensa con Petro”, dijo Ryan Berg, director del programa para las Américas del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales. “Sus críticas a nuestro nuevo enfoque son una prueba más de la opinión que tienen de él”.
Pero castigar ampliamente a Colombia podría desestabilizar la cooperación en materia de seguridad, la cual ha sido un ancla de las relaciones entre las dos naciones. Ello debilitaría la capacidad del gobierno colombiano para luchar contra los grupos armados del país, que han aumentado la producción de cocaína recientemente.
El gobierno estadounidense presupuestó al menos 377 millones de dólares en ayuda a Colombia en el año fiscal 2024, según el Servicio de Investigación del Congreso. Aproximadamente un tercio de esa cantidad se destinó a la lucha contra el narcotráfico y al apoyo a la aplicación de la ley.
Colombia es un puesto de observación crítico en la región andina para las agencias de inteligencia estadounidenses. En una carta dirigida a Trump el mes pasado, el representante Gregory W. Meeks de Nueva York, principal demócrata de la Comisión de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, afirmó que entre enero de 2024 y junio de 2025, el 85% de toda la información sobre la que actuó un grupo especial del Pentágono en Key West, Florida, procedía de Colombia.
Estados Unidos estaría “volando a ciegas” si se pusiera fin a la cooperación, y el poder de los grupos armados aumentaría, dijo Elizabeth Dickinson, analista de seguridad en Bogotá del International Crisis Group.
“La situación de seguridad en Colombia es una olla hirviendo”, dijo. “Hasta ahora, las fuerzas de seguridad apenas logran frenarla. Muy pronto, si cesa la cooperación estadounidense, las fuerzas de seguridad ya no podrán cumplir esa misión. La amenaza superará con creces la capacidad de controlarla”.
En una entrevista en Bogotá el viernes pasado, el embajador de Colombia en Estados Unidos, Daniel García-Peña, reconoció las ascendentes tensiones entre los presidentes de ambos países, pero dijo que era optimista respecto a que los funcionarios de su entorno encontrarían formas de seguir cooperando en materia de seguridad, economía y migración.
“Confío en que si se analizan los hechos y los resultados y los claros beneficios de trabajar juntos, continuará”, dijo, y añadió que recientemente mantuvo reuniones cordiales con el máximo diplomático estadounidense en su país.
Daniel DePetris, investigador sobre América Latina en Defense Priorities, un grupo de investigación de Washington que aboga por la moderación militar estadounidense, señaló que la esperada partida de Petro el año que viene, debido a los límites de su mandato, podría poner fin a este periodo hostil.
“Gran parte de las discrepancias actuales están motivadas por la personalidad”, dijo. “Trump y Petro simplemente se desagradan, y son polos opuestos en cuanto a política e ideología. Una vez que Petro se marche, que será pronto, preveo que el gobierno de Trump intentará pasar página”.
Pero hasta entonces, es seguro que aumentará la preocupación entre los actuales y antiguos militares estadounidenses por la deteriorada relación.
“Han sido uno de nuestros socios más fuertes en la región durante décadas”, dijo sobre Colombia el almirante James Stavridis, exjefe del Comando Sur de Estados Unidos, ahora retirado.
“No creo probable que el presidente Trump eleve las tensiones hasta el punto de llevar a cabo ataques dentro de Colombia”, dijo. “En estos momentos, la atención parece enfocarse en Venezuela, donde el gobierno tiene muchos objetivos más atractivos que atacar”.
Desde el lanzamiento en 2000 del Plan Colombia, una iniciativa de Washington dirigida a la lucha antidroga y antiterrorista, Estados Unidos ha colaborado estrechamente con el ejército y la policía nacional colombianos para reprimir la producción de coca en el país.
Los partidarios de Colombia en el Congreso afirman que la cooperación ha ayudado a desarticular las organizaciones delictivas transnacionales y a reforzar el Estado de derecho.
Aunque Trump ha ordenado poner fin a la ayuda a Colombia, García-Peña, embajador colombiano, dijo que aún no se había producido ningún cambio real en los pagos, y que el intercambio de inteligencia y la cooperación militar han continuado.
Señaló, sin embargo, que la Marina estadounidense no compartía ninguna información sobre los ataques a embarcaciones.
Sergio Guzmán, director de Colombia Risk Analysis, un grupo de consultoría de Bogotá, dijo que consideraba que la disputa se centraba en que ambos presidentes aprovechaban “una oportunidad para actuar ante sus públicos internos”.
Petro ha intentado posicionarse como líder regional e incluso mundial en temas importantes para la izquierda, como el cambio climático y los derechos de los palestinos, y está al final de su primer y único mandato de cuatro años.
Guzmán dijo que, al arremeter contra Trump, Petro intentaba consolidar su reputación como líder de la resistencia mundial. “Si se tiene eso en cuenta”, dijo, “¿qué motivo tiene Petro para desescalar?”.
Con información de
The New York Times

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