CÓRDOBA
Una muerte que dejó al descubierto el espanto
Domingo 04 de
Septiembre 2016
Cinco adultos son juzgados por abusar de al menos cuatro adolescentes en Bialet Massé. Todo trascendió luego del deceso de una de las jóvenes víctimas.
Una adolescente de 15 años colgada en un árbol frente al cementerio de Bialet Massé fue, en medio del espanto, un grito de silencio que permitió destapar toda una red de abusos de chicos que vivían en un contexto de profunda marginalidad en esa parte del valle de Punilla.
Un drama que en realidad eran múltiples historias surcadas por la pobreza, la humillación y, sobre todo, una vulnerabilidad que sofocaba.
Se trata del espanto social en un barrio pobre y oculto de Bialet Massé, a escasos metros de la ruta nacional 38, tal como se ha descripto en La Voz en los últimos dos años.
Un caso que nació de dos episodios ocurridos la misma noche del sábado 22 de marzo de 2014, en aquella aparentemente apacible localidad ubicada 48 kilómetros al noroeste de la ciudad de Córdoba.
Frente al cementerio ubicado en una loma de la zona noroeste de ese pueblo –en el sector conocido como Suncho Huayco, por el arroyo que lo surca–, la adolescente de 15 años se suicidaba.
En su decisión trágica, dejaba todo un mensaje para que los investigadores descifraran.
Casi al mismo tiempo, en una vivienda de calle 9 de Julio al 400, en el extremo este de esa población, un matrimonio de jubilados de 78 y 76 años, Isidro Peludero y Mafalda Castro, eran asesinados a golpes y estiletazos por tres adolescentes de sólo 13 y 14 años, uno de los cuales era hermano de la jovencita de 15 que había decidido quitarse la vida.
El horror había tocado dos veces en Bialet Massé en sólo un puñado de minutos.
Mientras a los pocos días se resolvía el doble crimen y se develaba que se trataba del homicidio con autores más jóvenes en la historia de los asesinatos cordobeses, el fiscal de Cosquín Martín Bertone comenzaba también a preguntarse junto a sus investigadores sobre la otra muerte que había ocurrido aquella noche en la ladera opuesta de la población.
Poco a poco, otras adolescentes de ese mismo contexto de degradación social se iban a animar a hablar.
Y lo que fueron escuchando las peritas impactaba.
En el sistema de cámara Gesell (un cuarto en el que las víctimas menores de 16 años son entrevistadas sólo por una psicóloga), las chicas y adolescentes hablaron, casi con naturalidad, de “relaciones con hombres”, de adultos que eran sus “novios” y de los regalos que recibían sus padres a cambio de estos abusos que para ellas no eran tales.
También, como una palabra más, se referían a la muerte. Ya no asociada como algo extraordinario para la edad, sino con un vínculo que no dejaba de asombrar a los funcionarios judiciales que las escuchaban.
Sospechas y detenidos
Casi nueve meses después de aquella drástica decisión de la adolescente de 15 años, el fiscal Bertone ya tenía por delante un mapa del espanto.
Se comprobó que la joven que se suicidó, y al menos otras tres chicas de entre 11 y 12 años, habían sido violadas por el mismo hombre, siempre con el consentimiento de los padres de ellas.
La adolescente que no quiso vivir más soportaba una serie de abusos de un tío. Sus padres, corroboró luego la Justicia, consentían las violaciones a cambio de asado, cerveza o algo de dinero.
El doble crimen de los jubilados, en el que participó su hermano, se trató, en los expedientes judiciales, de un caso aparte. Aunque las raíces profundas de todas estas biografías involucradas aportaron un caudal de información sobre la devastación social a la que estos jovencitos se habían asomado a la vida.
En total, en aquel enero de 2015 cinco adultos fueron detenidos e imputados por “corrupción de menores”.
Además del presunto abusador, estaban los tres padres de las víctimas.
“Padres y madres sumergidos en la desesperanza, sin trabajo y también explotados sexualmente, que no vieron como anormal dejar que sus hijas recién entradas en la adolescencia fueran tomadas como objeto de deseo de otros inescrupulosos, que para ello les pagaban con casi nada”, se escribió en enero de 2015, tras los operativos en los que los sospechosos fueron capturados.
Cuando se ejecutaron los procedimientos, La Voz estuvo presente. Y comprobó el contexto de profunda marginalidad en el que estas causas se desenvolvían.
En todas las viviendas allanadas, las familias se amontonaban para vivir en casi un solo ambiente que funcionaba de pieza múltiple, de cocina y de comedor.
Por ello, las vidas de estos chicos estaban destinadas a desarrollarse bajo el amparo de la calle, ya que adentro de las casas no había más espacio.
Al elevar el caso a juicio, Bertone imputó al presunto autor de las violaciones por los delitos de “corrupción de menores”, “abuso sexual con acceso carnal gravemente ultrajante para la víctima” y “abuso sexual simple”.
En tanto, a un matrimonio y a otras dos mujeres, padres de las víctimas, se los acusó por haber consentido estos abusos.
Todos los nombres se reservan, para evitar revictimizar a las adolescentes abusadas.
Ahora, este espanto parece encontrar su final, al menos en el recorrido judicial.
En la Cámara del Crimen de Deán Funes, está cerca de concluir el juicio.
En los alegatos, el fiscal Hernán Funes solicitó 14 años de cárcel para el principal acusado, ocho años de prisión para uno de los padres y cinco años para el resto.
El fiscal resaltó que todos eran adictos al alcohol, lo que para él fue un atenuante.
El miércoles a la mañana, se conocerá el fallo.
Con información de
lavoz
