CÓRDOBA

Los abusos policiales generan más violencia en los barrios cordobeses

Domingo 26 de Marzo 2017

Una investigación doctoral concluye en que el control excesivo y humillante de los agentes pone en riesgo la paz social. Cuáles son los motivos más comunes por los que se detiene a jóvenes en “zonas rojas”.
Detenciones desde los 9 años, más de tres detenciones en un día o cerca de 50 en un año. Esas son algunas de las situaciones que atraviesan varones jóvenes sin antecedentes penales, de entre 18 y 30 años, de 11 barrios ubicados en “zona roja” de la ciudad de Córdoba, según el programa de ocupación territorial de 2013.
 
Los datos fueron relevados para la tesis doctoral en Ciencias Sociales (Universidad Nacional de Buenos Aires) realizada por Valeria Plaza, abogada y becaria del Conicet, sobre la base de una investigación sobre la interacción de jóvenes con agentes policiales.
 
Plaza realizó entrevistas, en 2015, a personas del colectivo Jóvenes por Nuestros Derechos, para conocer qué consecuencias genera en su vida cotidiana la interacción frecuente con la Policía desde temprana edad.
 
Al momento del estudio de campo, regía el Código de Faltas, hoy Código de Convivencia. Y los escasos datos oficiales existentes indicaban que el número de detenciones por contravenciones duplicaba a las ocurridas por delitos.
 
Los jóvenes de estos barrios relatan contactos con la Policía desde los 9 años. Algunas detenciones son legales, cuando los niños permanecen una hora en la comisaría hasta que se da intervención al Juzgado de Menores. Otras, no lo son. Ocurre cuando no hay registro de la detención.
 
La investigadora realizó una categorización de 11 prácticas policiales que los jóvenes describen y que no siempre se encuadran como contravenciones.
 
“Por ejemplo, subirlos al patrullero y que estén horas dando vueltas. Eso no queda registrado pero es una vulneración de derechos. Es privación de la libertad de manera temporaria. Otra práctica es el control excesivo en la vía pública. Si el control es humillante, si les vacían la mochila o les tiran las cosas al piso, eso también es una práctica que vulnera derechos”, enumera Valeria Plaza.
 
En ocasiones ocurre que les piden la factura de compra del celular o les requieren el DNI al cruzar a la panadería, situaciones que no suceden en otros vecindarios. “Hablo de prácticas abusivas, arbitrarias y/o ilegales. El control solo no entraría, pero sí el control abusivo”, precisa Plaza.
 
Los jóvenes relatan, además, que a veces los detienen y luego les “arman la causa” y recién cuando consiguen abogado pueden demostrar que es fraguada.
 
“Pero hay un período de privación preventiva de la libertad que afecta su derecho”, explica Plaza.
 
Se registran requisas humillantes y los jóvenes cuentan que son controlados hasta tres veces al día para pedirles los mismos papeles. También “paseos” en el patrullero y demoras en lugares públicos visibles, arrodillados o sentados sin una orden de detención, durante horas, donde son observados como sospechosos. “Se constituyen de manera preocupante, cada vez más violenta, de que los jóvenes que no estudian, que no trabajan, que no hacen deportes son fáciles de aprehender por las economías delictivas y por la Policía”.
 
Temor a salir del barrio
Las detenciones cada vez que ingresan o salen del barrio hacen que muchos chicos desistan de practicar deportes. La posibilidad de promoción de vida sana se trunca ante el hostigamiento.
 
“Un joven de 20 años recuerda más de 50 interacciones con la Policía. Todas contravencionales, ninguna por delito. Eso va generando en los jóvenes percepciones preocupantes”, plantea Plaza.
 
Los jóvenes también cuentan la existencia de operativos rápidos de ocupación territorial, conocidos como razias, en los que se llevan a gran cantidad de personas, sin que quede registro penal.
 
Los consultados aseguran que si hay un robo en el barrio no salen a la calle porque pueden ser detenidos, aunque no estén vinculados al hecho.
 
Al ser tan arbitrarias y frecuentes las detenciones, los jóvenes van generando miedo a la Policía y no saben a quién recurrir al momento de sentir inseguridad.
 
“Son actores sobrecriminalizados porque, por venir de determinados barrios, van a ser más pasibles de ser detenidos. Pero también están desprotegidos porque no saben a quién llamar”, asegura Plaza. “Genera una ruptura de un lazo social muy fuerte”, agrega.
 
Un joven relató que cuando le robaron la moto no supo qué hacer. Su madre le insistió en que hiciera la denuncia por si la utilizaban para algún hecho delictivo. Él sentía que no tenía ningún sentido acercarse a buscar protección al destacamento donde había sido detenido por contravenciones.
 
“La mayor parte del tiempo, la Policía está haciendo contravenciones, planillas, controles en la vía pública. El excesivo control sobre la vida de determinados jóvenes le quita tiempo para otras tareas. Lo que los jóvenes relatan demuestra que el camino de más policías haciendo más control no va a reducir la violencia sino que, me animaría a decir, fomenta más violencia, porque si la interacción policial es violenta hay mayor posibilidad de respuestas violentas”, puntualiza Plaza.
 
Y agrega: “En estos barrios, la Policía se constituye como una molestia para ir a la panadería, jugar al fútbol, ver a la novia, ir a la escuela… con un trato humillante. Así, la Policía no está respondiendo a la demanda ciudadana de mayor seguridad para evitar el delito más violento”.
 
Delitos y contravenciones
En la investigación, se destaca que las detenciones contravencionales en la ciudad Córdoba son casi el doble que las delictuales. Los últimos datos disponibles (2009) indican que se detuvo a 10.043 personas por delitos y a 27.015 por contravenciones. “Esto es relevante, ya que si se pretende una lectura integral de los datos de la política de seguridad de Córdoba, no se puede obviar la referencia a los datos contravencionales, que constituyen, en la práctica, la actividad central policial”, dice Plaza.
Con información de lavoz

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