25 DE ABRIL 2024
CÓRDOBA
Trampas para abuelos
Lunes 12 de
Junio 2017
Son lugares trampa. En seis años, hubo cuatro incendios fatales. El último, ocurrió días atrás.
Y llega ese momento bisagra para muchas familias. Esa etapa en la que los hijos adultos se dan cuenta de que, sea por motivos laborales o imposibilidades diversas, sus ancianos padres no pueden estar más solos y deben transitar el último tramo de sus vidas en otro espacio. Es allí que los geriátricos aparecen como la única salida.
En ese esquema, inescrupulosos con vidriosa experiencia en el rubro siguen floreciendo desde hace años en Córdoba con sus inmuebles devenidos en residencias geriátricas y que funcionan en la clandestinidad.
Inmuebles reciclados en hogares para ancianos, con una sola enfermera y un médico que aparece cada tanto, con habitaciones con más capacidad que la permitida. Son antros con nombres que hablan de la vida, la paz, los sueños… Pero en el fondo son meras trampas mortales.
En los últimos seis años, cuatro geriátricos se quemaron en Córdoba y todo terminó en tragedia. Tres de ellos eran clandestinos.
El último drama sucedió días atrás en Mi Sueño, una residencia de barrio Silvano Funes, al noroeste de la ciudad de Córdoba, que en una gélida madrugada ardió y se inundó de humo. Un paciente de 81 años murió y otro se salvó gracias a los médicos. Otros seis sobrevivieron de milagro. El lugar estaba al doble de su capacidad y había una enfermera para ocho pacientes.
Mi Sueño, vaya nombre, no tenía ninguna habilitación, según confirmó el fiscal Carlos Matheu, quien imputó por homicidio culposo y lesiones a la dueña y a la enfermera.
Una falla en un caloventor en una pieza mal preparada aparece como el disparador del drama.
¿Caso aislado? Ya se dijo que no.
Hubo tres tragedias similares en seis años.
La peor fue en 2010, cuando Le Petit Residence, un geriátrico ilegal que funcionaba en un coqueto chalé del Cerro de las Rosas, se convirtió en un infierno. Seis pacientes murieron.
Si no hubo más víctimas fatales, fue gracias a vecinos, guardias de la cuadra y policías que irrumpieron antes de que llegaran los bomberos. El fuego habría sido consecuencia de un calefactor en mal estado.
Le Petit Residence no tenía habilitación. Ninguna.
En 2011, la residencia Vida Sana, al sur de la Capital, se incendió parcialmente y se cobró la vida de dos abuelos. Otros se salvaron con lo justo. El centro estaba habilitado y todo habría sucedido porque alguien fumaba en una cama.
En 2015, el hogar Nona Lucía, en Marcos Juárez, sucumbió ante las llamas y se cobró la vida de tres ancianos. Otros cuatro abuelos se salvaron con lo justo en una residencia que no tenía ningún permiso. La pesquisa determinó que una falla en una conexión eléctrica causó todo.
No está de más señalar que otras residencias fueron escenario de graves incendios, pero en esos hechos el destino jugó otras cartas.
Sin embargo, parece que en Córdoba nadie aprende de los dramas, nadie entiende que con las vidas no se juega. A la par de quienes cumplen los requisitos, son numerosos los que siguen lucrando con negligencia y un total desprecio por la vida ajena.
Esto queda más que en evidencia si se analiza que, según informes oficiales, hay en la provincia 361 geriátricos habilitados contra, al menos, 140 sin permiso. Otra lectura: uno de cada tres es clandestino. Es una residencia de mentira, es una trampa, una tumba en vida para cualquiera que decida residir allí.
Lo peor se da con aquellos hogares que funcionan a las escondidas, sin carteles ni nada. Invisibles, como la seguridad que ofrecen.
El hogar que sucumbió ante el fuego, en barrio Silvano Funes, tenía su permiso caducado hacía largo tiempo, y recién terminó con la faja de “clausurado” cuando los bomberos recogieron las mangueras y se marcharon.
¿Ya habrán salido los inspectores a controlar y a clausurar los hogares sin habilitación?
¿Cuántos centros ilegales, con cartelito visible o sin él, seguirán inflando su capacidad, jugando a una tenebrosa ruleta rusa?
Párrafo final, pero no menos importante, para la Justicia y su exasperante letargo para dictar sentencia sobre estos dramas.
El juicio por la tragedia de Le Petit Residence, aquella de los seis muertos, debía empezar semanas atrás en la Cámara 6ª del Crimen con el dueño acusado por homicidio culposo reiterado.
Sin embargo, un (otro) pedido de último momento de sus abogados, en el que se ofrecían tareas comunitarias ( probation ) a cambio de una pena excarcelable de cinco años de condena, volvió a frenar todo el juicio oral.
En el Tribunal Superior de Justicia el teléfono suena, pero parece que nadie atiende.
En ese esquema, inescrupulosos con vidriosa experiencia en el rubro siguen floreciendo desde hace años en Córdoba con sus inmuebles devenidos en residencias geriátricas y que funcionan en la clandestinidad.
Inmuebles reciclados en hogares para ancianos, con una sola enfermera y un médico que aparece cada tanto, con habitaciones con más capacidad que la permitida. Son antros con nombres que hablan de la vida, la paz, los sueños… Pero en el fondo son meras trampas mortales.
En los últimos seis años, cuatro geriátricos se quemaron en Córdoba y todo terminó en tragedia. Tres de ellos eran clandestinos.
El último drama sucedió días atrás en Mi Sueño, una residencia de barrio Silvano Funes, al noroeste de la ciudad de Córdoba, que en una gélida madrugada ardió y se inundó de humo. Un paciente de 81 años murió y otro se salvó gracias a los médicos. Otros seis sobrevivieron de milagro. El lugar estaba al doble de su capacidad y había una enfermera para ocho pacientes.
Mi Sueño, vaya nombre, no tenía ninguna habilitación, según confirmó el fiscal Carlos Matheu, quien imputó por homicidio culposo y lesiones a la dueña y a la enfermera.
Una falla en un caloventor en una pieza mal preparada aparece como el disparador del drama.
¿Caso aislado? Ya se dijo que no.
Hubo tres tragedias similares en seis años.
La peor fue en 2010, cuando Le Petit Residence, un geriátrico ilegal que funcionaba en un coqueto chalé del Cerro de las Rosas, se convirtió en un infierno. Seis pacientes murieron.
Si no hubo más víctimas fatales, fue gracias a vecinos, guardias de la cuadra y policías que irrumpieron antes de que llegaran los bomberos. El fuego habría sido consecuencia de un calefactor en mal estado.
Le Petit Residence no tenía habilitación. Ninguna.
En 2011, la residencia Vida Sana, al sur de la Capital, se incendió parcialmente y se cobró la vida de dos abuelos. Otros se salvaron con lo justo. El centro estaba habilitado y todo habría sucedido porque alguien fumaba en una cama.
En 2015, el hogar Nona Lucía, en Marcos Juárez, sucumbió ante las llamas y se cobró la vida de tres ancianos. Otros cuatro abuelos se salvaron con lo justo en una residencia que no tenía ningún permiso. La pesquisa determinó que una falla en una conexión eléctrica causó todo.
No está de más señalar que otras residencias fueron escenario de graves incendios, pero en esos hechos el destino jugó otras cartas.
Sin embargo, parece que en Córdoba nadie aprende de los dramas, nadie entiende que con las vidas no se juega. A la par de quienes cumplen los requisitos, son numerosos los que siguen lucrando con negligencia y un total desprecio por la vida ajena.
Esto queda más que en evidencia si se analiza que, según informes oficiales, hay en la provincia 361 geriátricos habilitados contra, al menos, 140 sin permiso. Otra lectura: uno de cada tres es clandestino. Es una residencia de mentira, es una trampa, una tumba en vida para cualquiera que decida residir allí.
Lo peor se da con aquellos hogares que funcionan a las escondidas, sin carteles ni nada. Invisibles, como la seguridad que ofrecen.
El hogar que sucumbió ante el fuego, en barrio Silvano Funes, tenía su permiso caducado hacía largo tiempo, y recién terminó con la faja de “clausurado” cuando los bomberos recogieron las mangueras y se marcharon.
¿Ya habrán salido los inspectores a controlar y a clausurar los hogares sin habilitación?
¿Cuántos centros ilegales, con cartelito visible o sin él, seguirán inflando su capacidad, jugando a una tenebrosa ruleta rusa?
Párrafo final, pero no menos importante, para la Justicia y su exasperante letargo para dictar sentencia sobre estos dramas.
El juicio por la tragedia de Le Petit Residence, aquella de los seis muertos, debía empezar semanas atrás en la Cámara 6ª del Crimen con el dueño acusado por homicidio culposo reiterado.
Sin embargo, un (otro) pedido de último momento de sus abogados, en el que se ofrecían tareas comunitarias ( probation ) a cambio de una pena excarcelable de cinco años de condena, volvió a frenar todo el juicio oral.
En el Tribunal Superior de Justicia el teléfono suena, pero parece que nadie atiende.
Con información de
lavoz