CÓRDOBA

“Me amenazan con que la vida se paga con vida”

Sábado 02 de Junio 2018

El infierno de una familia de barrio San Roque que es hostigada por allegados de un ladrón que se electrocutó cuando intentaba entrar en la casa. Hace casi 19 meses que la vivienda recibe toda clase de ataques. Las denuncias se acumulan en la Justicia, pero esta realidad no se revierte.
Hace casi 19 meses que la mujer no tiene vida. Ni ella, ni su hija de 17 años, ni su pareja. Motivos les sobran: permanentemente, son amenazados de muerte y golpeados, al tiempo que la casa resiste a constantes ataques a pedradas. El hogar ya fue saqueado, roto, vandalizado y hasta estuvo a poco de quedar reducido a cenizas.
 
Hoy la familia sobrevive encerrada entre rejas y con el temor de saber que de un momento a otro la tragedia puede sobrevenir.
 
Hace casi 19 meses que Zulema Villena no duerme. Todo se descalabró aquella madrugada del 11 de noviembre de 2016, cuando un intruso que supuestamente quería entrar en su casa a robar murió electrocutado al tocar un cable, en medio de la lluvia, en un muro perimetral de la vivienda. Sucedió en calle Pedro Hurtado, de barrio San Roque, al oeste de la ciudad de Córdoba.
 
Desde entonces, familiares y allegados del joven muerto hostigan a Zulema y a los suyos.
Con el argumento (ya descartado por la Justicia) de que ellos habrían “electrificado” la casa para evitar robos, los responsabilizan por la muerte del delincuente. Estas personas viven en el mismo barrio, a pocas casas de distancia. De allí que las amenazas y los ataques a pedradas y con golpes sean constantes.
 
Pasan los meses y la familia sigue sumida en el infierno mismo de saberse sin salida.
 
“Se cansaron de decirme que la vida con vida se paga. Yo no maté a nadie. Ese chico quiso robarnos y se electrocutó. No tuvimos la culpa, y hoy nos hostigan, nos hacen sufrir, no tenemos vida”, dice Zulema, mientras cierra la puerta de reja reforzada que mandó a fabricar para que nadie se meta en su casa.
 
“Yo acudí a la Justicia. Siempre acudí a la Justicia, me cansé de hacer denuncias. Pero acá nadie hace nada. Parece que esperan que me maten a mí o a mi hija para que un fiscal reaccione”, agrega con ojos llenos de lágrimas.
 
En el ingreso al hogar hay una media sombra verde. No es para frenar el sol. Es para evitar que los cascotazos puedan herir a alguien cuando está por entrar.
 
Frente al hogar, hay un policía de custodia con chaleco antibalas. “¿Ustedes son periodistas? Me dan sus nombres, por favor”, pide en modo de orden, y mira de reojo el paso constante de dos autos con vidrios polarizados.
 
El oficial dice que la situación está tranquila. Su compañero del turno anterior recibió algunas pedradas.
 
Perder en Córdoba
 
Zulema dejó su Salta natal allá por 2001, poco antes de que la crisis tumbara al gobierno de Fernando de la Rúa. La joven terminó como pudo la universidad y se asentó con su pareja en Córdoba. Buscaban un sueño.
 
Instalados ya en barrio San Roque comenzaron a levantar la casa con enorme sacrificio. Una hija llegó al mundo, el hombre se marchó y Zulema quedó sola con la beba. Sin embargo, nunca bajó los brazos.
 
Ya sea confeccionando o arreglando ropas, o bien haciendo changas, pero siempre con mucho esfuerzo, Zulema comenzó a forjar su hogar y a esforzarse para que su hija fuera a una escuela privada. “Quiero lo mejor para ella”, explica.
 
Desde hace dos años, convive con Miguel, su nueva pareja, un muchacho peruano que trabaja como pintor.
 
A mediados de 2016, les entraron a robar. La casa fue saqueada. Seis meses después, llegó la maldita noche de la tormenta. Otra vez, ladrones quisieron volver a entrar. Uno comenzó a trepar una reja perimetral y se electrocutó al tocar un cable. Fue un accidente, dijo la Justicia.
 
Desde esa madrugada, Zulema y los suyos viven hostigados. Luego del primer ataque a pedradas, la mujer debió enviar a su hija a Salta, de urgencia, a la casa de los abuelos.
 
“Temía que me la mataran. Ellos, los familiares del chico muerto, pasan frente a mi casa y dicen: ‘La vida se paga con vida’. En las últimas semanas, mi hija volvió a vivir conmigo y volvieron las amenazas”, cuenta.
 
En medio de todo ese drama, la joven mujer perdió un embarazo.
 
En la casa de Zulema siempre hay, y tiene que haber, alguien presente. El motivo es simple: la casa no debe quedar sola.
 
A la hija adolescente siempre alguien debe ir a buscarla cuando se baja del colectivo de regreso del colegio. Cuando no es un familiar, es un policía uniformado. Así, todos los días.
 
Días atrás, de vuelta del almacén, Zulema se topó con algunas mujeres. Una le pegó y le alertó: “Vos mataste a mi sobrino. Vos me la vas a pagar. La vida con vida se paga. La próxima, te mato”.
 
Las pedradas vuelan hacia la casa en cualquier momento del día, sobre todo de noche.
 
La única respuesta del Estado en este tiempo fue poner un policía en la puerta de la casa de calle Hurtado, cerca de Roque Arias. No mucho más.
 
Un uniformado que, cada tanto, debe refugiarse bajo techo cuando otra vez llueven las piedras.
 
Zulema guarda todas sus denuncias en una carpeta azul. Allí hay exposiciones sobre amenazas y agresiones varias, radicadas sin suerte, en las fiscalías de Distrito 4 Turnos 3, 5 y 6. También hay varias denuncias en la unidad judicial 21, dependiente del Ministerio Público Fiscal que conduce Alejandro Moyano. A la luz de los resultados, son simples papeles.
 
“¿De qué me sirvió denunciar? La Justicia me dio la espalda. La propia gente del Gobierno me lo dijo. Acá, la culpa es de la Justicia que no reacciona. Esperan que me maten para reaccionar”, afirma la mujer con indignación.
 
Zulema se niega a armar sus bolsos, vender la casa y volver a Salta. Sostiene que vino a Córdoba tras un sueño y que, con mucho sacrificio, logró levantar una casa propia para salir adelante.
 
“No la voy a andar regalando porque sí, por más que la Justicia no haga nada”, dice, mientras cierra con llave la puerta de hierro reforzada.
 
Afuera, el policía sigue de custodia. Los autos con vidrios polarizado dejaron de pasar.
 
Un caso similar Hipólito Yrigoyen
 
Otra vecina rehén en su propio domicilio.
 
Olga Virginia Barrionuevo (53) es víctima de un caso similar. La mujer, vecina de barrio Hipólito Yrigoyen, vive frente a villa El Nailon y ha denunciado desde comienzos de este año padece una serie de ataques para que deje su casa. Incluso, aseguró, en una oportunidad le tiraron una bomba tipo molotov. Hoy vive con custodia policial.
Con información de lavoz

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