Por qué la gente de más de 55 años se vuelve menos sociable
Miércoles 01 de
Agosto 2018
No tienen tiempo, los distraen los celulares y las redes sociales, tienen que cuidar de sus padres ancianos. Los nacidos después de la Segunda Guerra Mundial interactúan menos con sus pares que las generaciones anteriores
Puede ser la tecnología, que les ofrece distracciones solitarias que las generaciones anteriores no tenían a su edad. Puede ser la responsabilidad de cuidar a sus padres, que todavía viven por el aumento de la esperanza de vida, algo que no les sucedió a sus pares de ayer. Puede ser el trabajo, que continúan porque no tienen edad de retiro, por razones económicas o para conservarse activos. Lo cierto es que los adultos nacidos después de la Segunda Guerra Mundial, que en los Estados Unidos se conocen como el Baby Boom de 1946 a 1965, se vuelven menos sociables que sus abuelos.
Las personas de 54 a 72 años, y en particular el grupo de 55 a 64 años, tienen menos participación social que gente de la misma edad hace 20 años, según los investigadores del Centro sobre Longevidad de la Universidad de Stanford. "La gran pregunta es por qué, dice Tamara Sims, una investigadora científica que recopila más datos con sus colegas para descubrir la respuesta", presentó el caso The Wall Street Journal (WSJ).
En el centro investiga Laura Carstensen, su directora y autora de A Long, Bright Future, un libro sobre la felicidad, la salud y las finanzas en un mundo donde la gente vive mucho más que antes. Ella misma pertenece a la generación de los baby boomers: tiene 64 años. "La verdad es que me descubro en actitudes más selectivas", dijo, sobre sus interacciones actuales con familiares y amigos.
Carstensen no sabe si sus pares eligen, deliberadamente, una vida menos sociable o si no tienen tiempo por sus obligaciones. Pero sí que esa característica emerge como una constante en los estudios realizados entre 1995 y 2012, en los que se basan los hallazgos sobre los cuales trabaja el centro de investigación.
Para realizarlos se emplearon nueve índices de participación social, incluidas las interacciones con amigos y familiares, el contacto con los vecinos y la participación en organizaciones comunitarias y religiosas. Al analizar cinco grupos de edad, la caída mayor en estas señales se dio entre las personas de 55 a 64 años, que son 5,11% menos sociables que otra gente de esas edad en el pasado.
"Puede que tengan participación virtual que los datos no registran", dijo Sims al periódico. Entre las muchas explicaciones posibles hay un denominador común: la falta de tiempo. "En especial las mujeres trabajan más o se dedican a cuidar a los padres", ilustró Clare Ansberry en su artículo.
Dio el ejemplo de una mujer de 55 años, Cathy Jones Parks, a la que le encantaría hacer más cosas con otras personas, pero debe cuidar a su madre de 84 años, enferma de Alzheimer, que vive con ella. Dejó de ser voluntaria de lectura en su iglesia, porque cada vez que sale su marido u otra persona debe ocuparse de su madre.
Ir al cine o a una fiesta es difícil; salir de vacaciones, una quimera. "Se deja de aceptar invitaciones", dijo Parks. "La vida social se convierte en citas médicas, esa clase de cosas". Su contacto con otros sucede muy a menudo en caregiving.com, un grupo de apoyo para personas que cuidan de familiares con problemas de salud.
La periodista de WSJ citó otro ejemplo: Mark Lohkemper, de 63 años, quien le dijo que hace 20 años la gente de la edad que él tiene hoy no trabajaba tanto ni tenía tecnología que los distrajera tanto como el celular y las redes sociales, por ejemplo. Contaban así con más tiempo para pasar con la familia y los amigos o en actividades sociales y deportivas. Pero no podían, como él hace a diario, comunicarse vía mensajería con un amigo que vive en la otra punta de su país.
Como se considera una persona introvertida, Lohkemper usa las redes sociales como una ayuda para interactuar con otros. "Pero también dice que no existe sustituto para el tiempo que se pasa con amigos. Tiene un círculo de íntimos con los que sale a comer una vez al mes y se va de vacaciones con ellos al menos una vez al año", agregó Ansberry.
Kathy Goldberg, una enfermera de 63 años, trabaja mucho y no interactúa casi con sus vecinos. Su tiempo de sociabilidad es el paseo de su perro Carbón. "Soy sociable cuando quiero serlo", dijo a WSJ. Suele ir a nadar, una actividad solitaria; no rechaza, no obstante, la conversación con los conocidos en la piscina.
"He llegado a una edad en la que no hago cosas que no quiero hacer", explicó otra razón posible: siempre fue un poco tímida. Pero a veces, al ver a su padre de 90 años muy atareado con su vida comunitaria y muy saludable, se pregunta si no debería hacer algo, acaso unirse a un club del libro.
Porque la desconexión tiene un costo para los seres humanos. La soledad afecta la salud del mismo modo que fumar 15 cigarrillos por día: acelera la mortalidad en esa medida. También sufre el cerebro: "Cuantas más conexiones sociales se tiene, menos grave es la decadencia de la memoria", citó la autora a la neurocientífica Elizabeth Kirby, de la Universidad Estatal de Ohio.
Las personas de 54 a 72 años, y en particular el grupo de 55 a 64 años, tienen menos participación social que gente de la misma edad hace 20 años, según los investigadores del Centro sobre Longevidad de la Universidad de Stanford. "La gran pregunta es por qué, dice Tamara Sims, una investigadora científica que recopila más datos con sus colegas para descubrir la respuesta", presentó el caso The Wall Street Journal (WSJ).
En el centro investiga Laura Carstensen, su directora y autora de A Long, Bright Future, un libro sobre la felicidad, la salud y las finanzas en un mundo donde la gente vive mucho más que antes. Ella misma pertenece a la generación de los baby boomers: tiene 64 años. "La verdad es que me descubro en actitudes más selectivas", dijo, sobre sus interacciones actuales con familiares y amigos.
Carstensen no sabe si sus pares eligen, deliberadamente, una vida menos sociable o si no tienen tiempo por sus obligaciones. Pero sí que esa característica emerge como una constante en los estudios realizados entre 1995 y 2012, en los que se basan los hallazgos sobre los cuales trabaja el centro de investigación.
Para realizarlos se emplearon nueve índices de participación social, incluidas las interacciones con amigos y familiares, el contacto con los vecinos y la participación en organizaciones comunitarias y religiosas. Al analizar cinco grupos de edad, la caída mayor en estas señales se dio entre las personas de 55 a 64 años, que son 5,11% menos sociables que otra gente de esas edad en el pasado.
"Puede que tengan participación virtual que los datos no registran", dijo Sims al periódico. Entre las muchas explicaciones posibles hay un denominador común: la falta de tiempo. "En especial las mujeres trabajan más o se dedican a cuidar a los padres", ilustró Clare Ansberry en su artículo.
Dio el ejemplo de una mujer de 55 años, Cathy Jones Parks, a la que le encantaría hacer más cosas con otras personas, pero debe cuidar a su madre de 84 años, enferma de Alzheimer, que vive con ella. Dejó de ser voluntaria de lectura en su iglesia, porque cada vez que sale su marido u otra persona debe ocuparse de su madre.
Ir al cine o a una fiesta es difícil; salir de vacaciones, una quimera. "Se deja de aceptar invitaciones", dijo Parks. "La vida social se convierte en citas médicas, esa clase de cosas". Su contacto con otros sucede muy a menudo en caregiving.com, un grupo de apoyo para personas que cuidan de familiares con problemas de salud.
La periodista de WSJ citó otro ejemplo: Mark Lohkemper, de 63 años, quien le dijo que hace 20 años la gente de la edad que él tiene hoy no trabajaba tanto ni tenía tecnología que los distrajera tanto como el celular y las redes sociales, por ejemplo. Contaban así con más tiempo para pasar con la familia y los amigos o en actividades sociales y deportivas. Pero no podían, como él hace a diario, comunicarse vía mensajería con un amigo que vive en la otra punta de su país.
Como se considera una persona introvertida, Lohkemper usa las redes sociales como una ayuda para interactuar con otros. "Pero también dice que no existe sustituto para el tiempo que se pasa con amigos. Tiene un círculo de íntimos con los que sale a comer una vez al mes y se va de vacaciones con ellos al menos una vez al año", agregó Ansberry.
Kathy Goldberg, una enfermera de 63 años, trabaja mucho y no interactúa casi con sus vecinos. Su tiempo de sociabilidad es el paseo de su perro Carbón. "Soy sociable cuando quiero serlo", dijo a WSJ. Suele ir a nadar, una actividad solitaria; no rechaza, no obstante, la conversación con los conocidos en la piscina.
"He llegado a una edad en la que no hago cosas que no quiero hacer", explicó otra razón posible: siempre fue un poco tímida. Pero a veces, al ver a su padre de 90 años muy atareado con su vida comunitaria y muy saludable, se pregunta si no debería hacer algo, acaso unirse a un club del libro.
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Con información de
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