La Bolsa no cree en lágrimas, pero todavía sí en la Fed
Por:
José Siaba Serrate
Lunes 07 de
Octubre 2019

La Fed no ve una recesión. La economía de los EE.UU. está en una buena posición, sostiene Jerome Powell, aunque por si acaso dejó de subir las tasas en diciembre, y las rebajó dos veces desde julio. Y el 30 se hará espacio para la tercera (con ampliación de la hoja de balance).
El informe ISM de actividad manufacturera no la ve tan clara. No sólo porque volvió a retroceder en septiembre (registró su peor lectura desde 2009) sino porque el renglón de las nuevas órdenes de exportación se cayó a plomo. Mal augurio. Es un indicador líder, y apunta a una malaria de más larga duración. Curioso, es el fruto del fuego propio, un búmeran de la guerra de comercio que agita la Casa Blanca cuando convendría darle descanso.
¿Qué tan bien reflejan la realidad las encuestas ISM? El informe de empleo confirma su guión: la economía creó 136 mil nuevos puestos netos de trabajo (más que lo que crece la fuerza laboral) pero la industria destruyó 2 mil. Aquí hay una pista útil: se puede perder la batalla manufacturera, pero conservar la economía en expansión. ¿No es cierto?
Es lo que pasa (con la tasa de desocupación en 3,5%, su mínimo de 50 años), pero la película no terminó. La demanda de bienes se resiente primero con la suba de aranceles y la incertidumbre, luego se detecta la debilidad en el comercio internacional y la producción industrial. Y, casi a la par, en la inversión y las órdenes de bienes de capital. Todo ello repercute en el ISM manufacturero mientras se preserva intacto el ISM de servicios, que hoy por hoy es la parte del león de las economías avanzadas. En Alemania, donde la piña duele más porque la industrialización retiene su peso (y por la alta incidencia de las tribulaciones de Turquía y la actividad automotriz), las penurias del sector ya derramaron sobre los ingresos de la población y la marcha de los servicios. El último informe ISM Combinado – la medición que suma industria y servicios, y correlaciona con el PBI – marca una contracción nítida. ¿Es el espejo alemán donde Wall Street tiene que mirarse? Se niega. Aunque los bonos del Tesoro no anticipan nada diferente (hace tiempo). ¿Qué vigor trasunta una tasa de diez años en 1,52% (con fed funds en 2%)? La inversión de la curva ratifica el alerta de una recesión en ciernes aunque – vale citarlo – la tasa de 2 años en 1,40% habilita un tramo que se empeña en esquivar la luz roja.
Cuando los indicadores económicos desfallecen, Wall Street se preocupa. El martes y miércoles, con las malas noticias de los índices ISM, el S&P500 acusó recibo y se replegó más de 3%; pero volvió a la carga jueves y viernes, en especial después de conocer el informe de empleo. La economía está de pie pero amenazada, y en un ambiente enrarecido, precisa sostén. La Fed, que está dividida como nunca sobre qué es lo que conviene hacer, no podrá desentenderse. Escuchar a Eric Rosengren, de la Fed de Boston, afirmando que tiene la mente abierta para una baja de tasas cuando votó en contra de las dos ya ejecutadas convalida un cambio de opinión. Es que es mejor prevenir que curar sobre todo ante dolencias que, una vez desatadas, no tienen receta confiable. Si se supieran los planes de Trump por adelantado quizás podría obviarse una tercera intervención. Pero siendo así, el presidente, que ansía emular a la eurozona de las tasas bajo cero, no tiene incentivo para mostrar sus cartas. Desde ya, destruir comercio y cerrar la economía, es un shock negativo de oferta. Y allí la Fed tiene poco para ofrecer (y Trump es decisivo). A juzgar por sus tuits, el presidente no ve una recesión, sino una economía espléndida que envidian todos. Sin embargo, en los hechos, gestó con China un cese de hostilidades precario con marcha atrás incluida en la aplicación de mayores aranceles. ¿Lo hubiera impulsado de no temer una recesión al comienzo del año electoral? Este jueves, el viceprimer ministro Liu He desembarcará en Washington para iniciar la ronda número 13 de negociaciones al más alto nivel. Nada luce como más importante que forjar un acuerdo formal, aunque no sea definitivo. Mientras tanto, la Bolsa evitará el juego de las lágrimas, confiando en que la hoja de ruta de la Fed nos depare la tercera baja de tasas y también una ampliación de la hoja de balance, como para amortiguar los golpes y sorpresas del camino.
¿Qué tan bien reflejan la realidad las encuestas ISM? El informe de empleo confirma su guión: la economía creó 136 mil nuevos puestos netos de trabajo (más que lo que crece la fuerza laboral) pero la industria destruyó 2 mil. Aquí hay una pista útil: se puede perder la batalla manufacturera, pero conservar la economía en expansión. ¿No es cierto?
Es lo que pasa (con la tasa de desocupación en 3,5%, su mínimo de 50 años), pero la película no terminó. La demanda de bienes se resiente primero con la suba de aranceles y la incertidumbre, luego se detecta la debilidad en el comercio internacional y la producción industrial. Y, casi a la par, en la inversión y las órdenes de bienes de capital. Todo ello repercute en el ISM manufacturero mientras se preserva intacto el ISM de servicios, que hoy por hoy es la parte del león de las economías avanzadas. En Alemania, donde la piña duele más porque la industrialización retiene su peso (y por la alta incidencia de las tribulaciones de Turquía y la actividad automotriz), las penurias del sector ya derramaron sobre los ingresos de la población y la marcha de los servicios. El último informe ISM Combinado – la medición que suma industria y servicios, y correlaciona con el PBI – marca una contracción nítida. ¿Es el espejo alemán donde Wall Street tiene que mirarse? Se niega. Aunque los bonos del Tesoro no anticipan nada diferente (hace tiempo). ¿Qué vigor trasunta una tasa de diez años en 1,52% (con fed funds en 2%)? La inversión de la curva ratifica el alerta de una recesión en ciernes aunque – vale citarlo – la tasa de 2 años en 1,40% habilita un tramo que se empeña en esquivar la luz roja.
Cuando los indicadores económicos desfallecen, Wall Street se preocupa. El martes y miércoles, con las malas noticias de los índices ISM, el S&P500 acusó recibo y se replegó más de 3%; pero volvió a la carga jueves y viernes, en especial después de conocer el informe de empleo. La economía está de pie pero amenazada, y en un ambiente enrarecido, precisa sostén. La Fed, que está dividida como nunca sobre qué es lo que conviene hacer, no podrá desentenderse. Escuchar a Eric Rosengren, de la Fed de Boston, afirmando que tiene la mente abierta para una baja de tasas cuando votó en contra de las dos ya ejecutadas convalida un cambio de opinión. Es que es mejor prevenir que curar sobre todo ante dolencias que, una vez desatadas, no tienen receta confiable. Si se supieran los planes de Trump por adelantado quizás podría obviarse una tercera intervención. Pero siendo así, el presidente, que ansía emular a la eurozona de las tasas bajo cero, no tiene incentivo para mostrar sus cartas. Desde ya, destruir comercio y cerrar la economía, es un shock negativo de oferta. Y allí la Fed tiene poco para ofrecer (y Trump es decisivo). A juzgar por sus tuits, el presidente no ve una recesión, sino una economía espléndida que envidian todos. Sin embargo, en los hechos, gestó con China un cese de hostilidades precario con marcha atrás incluida en la aplicación de mayores aranceles. ¿Lo hubiera impulsado de no temer una recesión al comienzo del año electoral? Este jueves, el viceprimer ministro Liu He desembarcará en Washington para iniciar la ronda número 13 de negociaciones al más alto nivel. Nada luce como más importante que forjar un acuerdo formal, aunque no sea definitivo. Mientras tanto, la Bolsa evitará el juego de las lágrimas, confiando en que la hoja de ruta de la Fed nos depare la tercera baja de tasas y también una ampliación de la hoja de balance, como para amortiguar los golpes y sorpresas del camino.
Con información de
Ámbito
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