Sexo: "¿Qué hago? Estoy a punto de meterle los cuernos"
Por:
Por: Magalí Etchebarne
Jueves 09 de
Enero 2014

A veces, "decir la verdad" puede terminar en sincericidio y ser peor que estar con otro y guardar el secreto.
¿No das más de las ganas pero no te decidís? En el laberinto de la duda, siempre hay caminos para todas. ¡Elegí el tuyo!
Tu pareja está bien, pero ahí está él: tu nuevo compañero de trabajo. Apareció un día, se apoyó en el marco de la puerta y te sonrío como se sonríe a lo que se está a punto de degustar. Lo viste y fue como si se soltara un estante de la alacena: de afuera no pasaba nada, pero por dentro algo te dijo que su presencia iba a desestabilizar algo. No estás enamorada, te calienta. Son muchas horas juntos en el microclima de la oficina, los almuerzos, los "¿te llevo hasta el subte?", un chocolate una mañana sobre tu escritorio, un beso confuso en la fiesta de fin de año... Hasta que un día, ¡pum!, llegó el mail. Te invita a tomar algo. Y ahí estás: el piecito nervioso que golpea en el escritorio, la mano al cuello, te parás para ir al baño y demorar la respuesta. ¿Tomar algo? Ya sabemos la traducción: él quiere ir a la cama y vos también. Pero estás en pareja, y estás bien, entonces aparecen las preguntas ásperas frente al espejo del baño: "¿Me estoy por complicar la vida?", "si estoy mirando a otro, ¿será porque mi pareja está en crisis y no me di cuenta?". Si no es tu compañero de oficina, puede ser el de la facultad o tu entrenador de box, o el chico que te presentaron el otro día en la muestra de fotos. Un día, el posible "amante" aparece y los caminos se bifurcan ante una sola pregunta: "¡¿Qué hagooo?!".
Cuernearlo y asumir el riesgo
OK, finalmente decidiste salir. Fueron a un bar con luces bajas y una barra espectacular. Después fueron a su casa y a las 3 de la mañana estabas de vuelta en la tuya. Tal vez reincidas, o tal vez no. Quizás el encuentro no haya desequilibrado para nada tu estado de ánimo, y tu pareja sigue ahí, intacta. Incluso algo de ese desliz te fortaleció en el compromiso. En la película Before Midnight, ella (Julie Delpy) le pregunta a él (Ethan Hawke) si alguna vez le fue infiel y él responde algo así: "Eso importa poco, lo importante es que nunca le fui infiel a nuestro compromiso". No vamos a decir que es genial que tu pareja se entere de que estuviste con otro, pero sí podemos pensar que a la hora de sostener un proyecto, una vida en común, una casa o lo que fuese, acostarse una noche con otra persona no debería hacer tambalear nada, y si ocurre, está respondiendo a otros factores. Si no, hacé como Rose en Titanic, cuando recuerda los revolcones con DiCaprio: "El corazón de una mujer es un mar profundo de secretos", dice sabiamente. Callar para siempre es otra opción válida. Pero no la única; cuando te animás a estar con otra persona, son varios los caminos que se abren. Que pases por la experiencia como si nada o que el otro de repente te guste mucho y hasta quieras extender esa situación por más tiempo. Acá convivís con la extraña sensación de que en algún momento todo puede explotar por el aire, y hay que estar preparada para no colapsar y bancarse la que venga. No es imposible, pero es arduo.
Arrugar y quedarte con las ganas
Les quemaste el bocho a tus amigas y ahora todas resultaron fundamentalistas de la monogamia dura y estrecha. A ninguna le pasó, y si les pasó, no lo cuentan. Lo cierto es que te asustaron y entonces te echaste atrás. El muchacho te sigue estremeciendo, pero lo estás domando... ¡Ojo!, porque en la escuela de la censura y la condena nadie aprende nada. Si vas a dejar de hacerlo, que sea porque de verdad ya rumbeaste el deseo para otro lado, porque no te gusta más o porque no tenés ganas de arriesgar la relación si se llegara a enterar tu pareja. Pero no te subas a la ola de la condena externa. Claro, es fácil predicar. Teorizar sobre lo ajeno siempre es una delicia porque no implica exponer ningún "trapito sucio" personal. Son esas amigas divinas que te sueltan: "No quiero decirte esto, pero me parece que eso de que quieras meterle los cuernos habla de tu dificultad para sostener el compromiso...". Es gracioso, porque ocurre algo similar cuando googleás "infidelidad femenina" y te encontrás de repente con una gran cantidad de artículos y reseñas de libros que tratan la infidelidad de la mujer como un problema, un suceso extraordinario que atenta contra la célula de la familia, algo que tiene "cinco razones", "diez tips para detectarla", "la diferencia es que el hombre sólo quiere sexo y la mujer busca enamorarse", bla, bla, bla. No existe tal cosa; cada una sabe lo que hace y lo analiza con la almohada, y más que nunca, como siempre dicen las madres, cada persona es un mundo.
Blanquearlo con tu pareja
Es difícil caer en terapia con la incertidumbre de serle o no infiel a tu pareja. Como un soldado silencioso, tu terapeuta no se la va a jugar por nada del mundo. A lo sumo, te pregunta: "¿Qué te está pasando?" o "¿por qué estás pensando en esto?". Salís de ahí y es lo mismo que antes, pero ahora con el miedo infernal de estar repitiendo la historia de tus padres, como un karma ancestral que no entendés muy bien cómo pero pareciera que vos ejecutás por inercia genética. Un dramón, bah. Entonces, optás por contárselo a él. Tal vez no directamente, pero le das a entender lo que te pasa. Y resulta que él tiene una posición muy concreta al respecto. Lo piensa como el fin de la pareja, el final total y absoluto. Pero también te puede pasar que se lo digas y te sorprendas al descubrirte conversando con un teórico de las relaciones modernas. Incluso él ya lo había pensado mucho antes y tiene una posición súper tolerante al respecto: te entiende, porque, por sobre todas las cosas, comprende la complejidad de una pareja. Puede llegar a ser el inicio de una relación más open-minded, o quizás es solo un momento en la historia del romance entre ustedes. De todas formas, hay que operar con pinzas: a veces, "decir la verdad" puede terminar en sincericidio y ser peor que estar con otro y guardar el secreto. Si sos consciente de esto, no hay problema, pero tené presente que querer que él lo sepa sí puede ser un indicio de que en algún lugar estás queriendo llamar su atención y la tuya sobre el estado de la pareja.
Expertaconsultada: Lic. Beatriz Goldberg, Psicóloga clínica.
Cuernearlo y asumir el riesgo
OK, finalmente decidiste salir. Fueron a un bar con luces bajas y una barra espectacular. Después fueron a su casa y a las 3 de la mañana estabas de vuelta en la tuya. Tal vez reincidas, o tal vez no. Quizás el encuentro no haya desequilibrado para nada tu estado de ánimo, y tu pareja sigue ahí, intacta. Incluso algo de ese desliz te fortaleció en el compromiso. En la película Before Midnight, ella (Julie Delpy) le pregunta a él (Ethan Hawke) si alguna vez le fue infiel y él responde algo así: "Eso importa poco, lo importante es que nunca le fui infiel a nuestro compromiso". No vamos a decir que es genial que tu pareja se entere de que estuviste con otro, pero sí podemos pensar que a la hora de sostener un proyecto, una vida en común, una casa o lo que fuese, acostarse una noche con otra persona no debería hacer tambalear nada, y si ocurre, está respondiendo a otros factores. Si no, hacé como Rose en Titanic, cuando recuerda los revolcones con DiCaprio: "El corazón de una mujer es un mar profundo de secretos", dice sabiamente. Callar para siempre es otra opción válida. Pero no la única; cuando te animás a estar con otra persona, son varios los caminos que se abren. Que pases por la experiencia como si nada o que el otro de repente te guste mucho y hasta quieras extender esa situación por más tiempo. Acá convivís con la extraña sensación de que en algún momento todo puede explotar por el aire, y hay que estar preparada para no colapsar y bancarse la que venga. No es imposible, pero es arduo.
Arrugar y quedarte con las ganas
Les quemaste el bocho a tus amigas y ahora todas resultaron fundamentalistas de la monogamia dura y estrecha. A ninguna le pasó, y si les pasó, no lo cuentan. Lo cierto es que te asustaron y entonces te echaste atrás. El muchacho te sigue estremeciendo, pero lo estás domando... ¡Ojo!, porque en la escuela de la censura y la condena nadie aprende nada. Si vas a dejar de hacerlo, que sea porque de verdad ya rumbeaste el deseo para otro lado, porque no te gusta más o porque no tenés ganas de arriesgar la relación si se llegara a enterar tu pareja. Pero no te subas a la ola de la condena externa. Claro, es fácil predicar. Teorizar sobre lo ajeno siempre es una delicia porque no implica exponer ningún "trapito sucio" personal. Son esas amigas divinas que te sueltan: "No quiero decirte esto, pero me parece que eso de que quieras meterle los cuernos habla de tu dificultad para sostener el compromiso...". Es gracioso, porque ocurre algo similar cuando googleás "infidelidad femenina" y te encontrás de repente con una gran cantidad de artículos y reseñas de libros que tratan la infidelidad de la mujer como un problema, un suceso extraordinario que atenta contra la célula de la familia, algo que tiene "cinco razones", "diez tips para detectarla", "la diferencia es que el hombre sólo quiere sexo y la mujer busca enamorarse", bla, bla, bla. No existe tal cosa; cada una sabe lo que hace y lo analiza con la almohada, y más que nunca, como siempre dicen las madres, cada persona es un mundo.
Blanquearlo con tu pareja
Es difícil caer en terapia con la incertidumbre de serle o no infiel a tu pareja. Como un soldado silencioso, tu terapeuta no se la va a jugar por nada del mundo. A lo sumo, te pregunta: "¿Qué te está pasando?" o "¿por qué estás pensando en esto?". Salís de ahí y es lo mismo que antes, pero ahora con el miedo infernal de estar repitiendo la historia de tus padres, como un karma ancestral que no entendés muy bien cómo pero pareciera que vos ejecutás por inercia genética. Un dramón, bah. Entonces, optás por contárselo a él. Tal vez no directamente, pero le das a entender lo que te pasa. Y resulta que él tiene una posición muy concreta al respecto. Lo piensa como el fin de la pareja, el final total y absoluto. Pero también te puede pasar que se lo digas y te sorprendas al descubrirte conversando con un teórico de las relaciones modernas. Incluso él ya lo había pensado mucho antes y tiene una posición súper tolerante al respecto: te entiende, porque, por sobre todas las cosas, comprende la complejidad de una pareja. Puede llegar a ser el inicio de una relación más open-minded, o quizás es solo un momento en la historia del romance entre ustedes. De todas formas, hay que operar con pinzas: a veces, "decir la verdad" puede terminar en sincericidio y ser peor que estar con otro y guardar el secreto. Si sos consciente de esto, no hay problema, pero tené presente que querer que él lo sepa sí puede ser un indicio de que en algún lugar estás queriendo llamar su atención y la tuya sobre el estado de la pareja.
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revistaohlala
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