“Si pudiera reescribir mi vida, no dejaría a mis hijos para irme con un argentino”: el arrepentimiento de Isabel Allende

Por: Patricia Kolesnicov
Lunes 05 de Julio 2021

La escritora chilena habló con Clarín de su vida personal, de cuando huyó con un amante, de la ausencia de su padre y de su biopic, “Isabel”, de reciente estreno.
Hay que decir que un poco emociona cuando llega llega el mail para concertar esta entrevista con Isabel Allende y está firmado "Nicolás Frías". Y emociona porque una acaba de terminar de ver Isabel, la miniserie sobre la escritora chilena y acaba de dejar a Nicolás Frías, su hijo menor, jovencito y llorando la muerte de su hermana Paula. Ese es el chico.
 
Lo vimos chiquito revoloteando por la casa, lo vimos enojado con su mami cuando ella se mandó a mudar –¡a otro continente!– con un amor que resultó ser de paso, lo vimos asustado cuando lo secuestran paramilitares, lo vimos firme a su lado en el peor momento, el de la agonía de Paula. Y ahora simplemente pone "Isabel acepta la entrevista", tal hora, tal día, tal plataforma. Formal. Como si no supiéramos tanto de su familia.
 
La miniserie –que se ve en Amazon Prime y está protagonizada por Daniela Ramírez– toma los primeros 50 años de la vida de la autora de La casa de los espíritus. Abunda, con delicadeza, en su niñez: Allende aparece curiosa, intrépida, ya desafiante. Y herida –esas heridas profundas, que ya no tienen ni cicatriz– por el abandono de su padre –el primo de Salvador– cuando era muy muy chiquita.
 
Después el amor, el matrimonio, casi de casualidad su pluma punzante en un periodismo que va al frente en cuestiones de género, el golpe de Augusto Pinochet, el riesgo por todos lados y también el coraje: Isabel traslada a perseguidos políticos en su auto para que puedan escapar. El exilio en Venezuela, la crisis del matrimonio, la primera novela. Paula. Cincuenta años en tres capítulos.
 
¿Cómo será ver la propia vida así, así de rápido, así de bien recreada, así sin anestesia? De eso hablaremos enseguida pero antes hay que entrar al Zoom –Isabel se conecta a la hora precisa–, hay que saludarse, reírse de cosas de todos los días. Y ya está lista: tiene 78 años, tercer marido (se casó en 2020), una novela nueva –Violeta– que sale en enero, una casa pequeña. Desde ahí habla.
 
–Debe ser fuerte que alguien venga y te diga que quiere hacer una serie con tu vida. ¿Cómo lo tomó?
 
–Bueno, con bastante susto. Si me hubieran preguntado habría dicho que no, al principio, por miedo a que otro reinterpretara mi vida. Pero si esa gente estaba dispuesta a invertir tanto talento, dinero y tiempo, lo menos que podía hacer era ayudar. Vinieron a mi oficina y recogieron fotografías, videos, entrevistas, películas viejas, de todo. Y con eso hicieron una producción muy fiel a la época.
 
–¿Hicieron reaparecer esos mundos que fueron los suyos?
 
–Mira, copiaron los vestidos que salían en las fotos, yo los reconocí; copiaron los peinados, por supuesto. Incluso copiaron algunas joyas étnicas, que son piezas únicas. Realmente hicieron un trabajo meticuloso, bien hecho.
 
–¿Usted les dijo cuáles eran los puntos centrales de su vida?
 
–No, ellos eligieron lo que quisieron de la memoria Paula. Yo he escrito dos memorias, Paula y La suma de los días. Se basaron en ese libro, no tuvieron que preguntarme nada. Mi vida es pública, yo ya lo he escrito todo en las memorias y no puedo alegar ninguna privacidad. Pero hay gente a mi alrededor que tiene vidas privadas, como mi ex marido o el marido de Paula. Les pedí que fueran respetuosos con ellos, porque son ciudadanos privados. Y lo hicieron bien.
 
–¿Cómo le resultó emocionalmente recapitular tu vida? ¿Qué sintió?
 
–La primera vez que traté de verlo fue aquí en Estados Unidos, en inglés. Lo dieron primero aquí. Pero no pasé de la primera escena. Porque cuando aparece Paula en el hospital y cae en coma yo ya no pude seguir viendo. Y mi hijo Nicolás tampoco. Entonces mi marido siguió y me dijo, "bueno, nos vamos a saltear esa escena y empezamos de nuevo". Entonces lo vi.
 
–¿Y qué pasó?
 
–Me resultó muy interesante, porque otra persona me representa a mí. Yo reconocí todo: los hechos, la ropa, la casa, la situación política. Todo eso lo reconocí pero yo misma era otra persona. Eso me facilitó las cosas, podía tomar distancia, podía juzgar la serie sin estar pensando que era yo.
 
–¿Y cómo se ve en Daniela Ramírez?
 
–Cuando conocí a Daniela yo dije bueno, esta persona es joven, es linda y es alta además, lo más distinto a mí que puede haber. Pero después, cuando la vi en la serie, con los vestidos y los peinados... Además, ella copió muchos de los gestos. Yo creo que lo hizo muy bien.
 
Padre ausente, padrastro presente
–La serie vuelve sobre algunos hitos, como el abandono de su padre. ¿Cuánto influyó en su vida? 
 
–Creo que eso está más desarrollado en la serie que lo que yo escribí en el libro Paula. Porque la verdad es que el abandono de mi padre tal vez me afectó a un nivel tan profundo que no tengo conciencia de eso. Yo he estado en terapia, más de una vez en mi vida. Y en terapia lo primero que el psicólogo quiere hacer es extraer lo que significa el abandono del padre para uno.
 
–¿Y qué vio?
 
–Es difícil decirlo porque mi papá desapareció sin dejar ninguna huella. Mi madre destruyó las fotos, no se volvió a hablar de él. Con decir que no sabía ni cómo se llamaba. Hasta supongo que en algún momento mi mamá lo dijo. Pero cuando yo era chica no se hablaba de él, si preguntábamos a mi mamá le daba jaqueca. Mi abuelo decía "su papá era muy inteligente y la quería mucho, no pregunte". Listo.
 
–Hay una escena en la que él reaparece y la niña corre. ¿Eso existió o es parte del guión?
 
–No sé. Es posible que mi padre haya vuelto. Pero sé que una de las condiciones que puso para darle la nulidad matrimonial a mi mamá fue no tener que hacerse cargo de los hijos. Y lo llevó al extremo de que nunca nos vio. Más tarde mis hermanos lo buscaron. Tuvieron una entrevista con él y parece que fue una desilusión mutua. Porque no había ninguna conexión. Y yo no fui, así que nunca lo conocí.
 
“El abandono de mi padre tal vez me afectó a un nivel tan profundo que no tengo conciencia de eso”.
 
–Es fuerte.
 
–Es que no sé si es fuerte, porque tuve al tío Ramón y tuve al abuelo. Ahora, me dejó un hoyo adentro. Es posible que los años que pasé con este misterio del padre y con mi mamá prácticamente soltera, desarrollara una especie de desconfianza hacia el cariño del hombre. Porque todo el mundo decía "no, si tu papá te adoraba, veía libros de arte contigo...". ¿Qué pasa con una persona que te quiere tanto y te desaparece y nunca más la ves?
 
–¿Pudo responder esa pregunta? 
 
–No. Ese era otro misterio. Mi mamá decía que él era 12 o 15 años mayor que ella, era un hombre de mundo, que había estado en Europa. Y mi mamá era una chiquilla de las monjas, era ingenua, mimada, posiblemente muy mimada. Y se llevaron pésimo desde el principio. Vivían en Lima. Después que nací yo, mi mamá se volvió a Chile y ahí se dio cuenta de que estaba embarazada. Tuvo un hijo, mi hermano Pancho, y ahí dijeron "no, vuelva donde su marido mijita, que todo se va a arreglar". La mandaron de vuelta y ahí se quedó embarazada de mi hermano Juan y mi padre se fue. Mi padre no conoció a Juan de chiquito, porque Juan nació después de que él se fue.
 
–¿Cuántos años tenía usted?
 
–Tres, no creo, ni tres.
 
–¿En la investigación hablaron con mucha gente? ¿Con Nicolás, por ejemplo, o con su primer marido, Miguel, que es muy protagónico?
 
–Con Nicolás sí hablaron. Con Miguel no sé. Pero sé que también hablaron con gente de la revista Paula y que hicieron un trabajo de investigación, no sé cuán profundo.
 
–Me preguntaba si Miguel había estado de acuerdo, porque aparece de manera central y digamos, con claroscuros... 
 
–Él no quiso ver la serie, dijo que ya sabía, que conocía la historia y no quería verlo.
 
–¿Usted la vio ya estrenada? ¿No le consultaron antes?
 
–La vi estrenada, no tuve ninguna posibilidad de decir "no, saquen esto".
 
–¿Hubiera cortado o agregado algo?
 
–No sé, fijate, no sé. Tal vez le hubiera dado un poco más a la relación con mi padrastro. Yo no tuve papá, porque mi papá desapareció. Pero mi padrastro, el tío Ramón, fue mi padre. Y fue mi padre de toda la vida. Y además, mi mejor amigo, un tipo extraordinario. Se murió de 102 años, así que tuvo una presencia superlativa en mi vida. La figura de mi mamá sale mucho, pero él sale tangencialmente, como una sombra. Y yo creo que él fue muy importante en mi vida.
 
–¿Para qué cosas fue importante?
 
–¿El tío Ramón? Uh, para todo. El tío Ramón reemplazó a mi papá, completamente. Él asumió la paternidad de los hijos de mi madre, completamente. Para lo bueno y también para castigarnos y hacernos lo que él llamaba "gente bien". Había que ser honrado, honesto, todas esas cosas. Había disciplina y no había eso de estar halagando a los niños, ni cosas por el estilo. Pero siempre con humor. Y nos formó. 
 
–¿Y a él le gustaba como resultó usted?
 
–Ah, no, al principio para nada. Porque, claro, le chocaban muchas cosas mías. Le chocaban mucho muchas cosas. Él era un hombre bastante formal, era diplomático, le importaba lo que la gente dijera. Y yo vivía desafiando las convenciones de esa pacatería, mojigatería chilena. A él le chocaban muchas cosas. Pero después de que escribí La casa de los espíritus y cuando hubo más reconocimiento por mi trabajo, él se sentía muy orgulloso. Pero, más que nada, teníamos una conexión muy sentimental.
 
–¿Una sociedad pacata? Pronto se la ve con mucha libertad sexual...
 
–¿En Chile? No, eso ya fue mucho más tarde, en Venezuela. En Chile yo escribí, en el año '68 o '67, una entrevista a una mujer infiel. Y fue un escándalo espantoso. O sea que no era una cosa aceptada en las mujeres. Los hombres se suponía que tenían cualquier cosa, pero las mujeres no. Por supuesto que las mujeres eran tan infieles como los hombres, ¿si no con quién se acostaban los hombre, dime tu?
 
–Con mujeres solteras.
 
–O podían ser siempre las mismas voluntarias, ¿no? Bueno, no se aceptaba en las mujeres. Pero Venezuela era mucho más libre.
 
“Llevé a mis hijos a un exilio forzado, los separé de sus amigos y familia, ¿y yo me mando a cambiar para España con un amante?”.
 
–Y ahí vino el amante... un argentino
 
–Yo estaba súper frustrada. Mi matrimonio estaba prácticamente terminando. Me enamoré de otro hombre, tal vez habría hecho lo mismo en Chile, no sé. Pero en Venezuela estábamos... ¿Sabes lo que pasa con el exilio? Que uno pierde todas las muletas sociales que lo sostienen y está solo como un ombligo, en otra parte, donde nadie te observa, nadie te juzga. Donde a nadie le importa nada lo que tu hagas, porque no eres nadie. Pero no estoy justificándolo, yo me enamoré y listo.
 
–Y cuidó el nombre de ese amante, no sabemos quién es.
 
–No. ¿Para qué? No sé si todavía está vivo y, si lo está, no tengo ningún derecho a que se sepa su nombre.
 
–Otro aspecto central en la serie –y en la vida– es el golpe de Pinochet, que la saca de Chile para siempre. Y la muestra rescatando gente en el auto, arriesgándose. ¿Fue así?
 
–Sí, fue así. Pero no había nada heroico en eso. Mucha gente estaba haciendo lo mismo. Al principio, justo después del golpe, gente me pidió ayuda. Y yo empecé a alojarlos en casa y  trataba de meterlos en las embajadas y sacarlos del país. Pero no existía en Chile una conciencia del terror todavía,  eran puros rumores y no estábamos acostumbrados a una cosa como esa. Cuando ya me di cuenta, me tuve que ir del país, por supuesto.
 
–¿Y la escena del secuestro de los chicos?
 
–Esa escena está exagerada. Porque realmente los agarraron, pero no estuvieron horas de horas afuera. Los agarraron a la salida del colegio.
 
–Les dieron un mensaje.
 
–Claro, los agarraron a la salida del colegio y se los llevaron, qué sé yo para dónde. Los devolvieron a las dos horas, una cosa así. Con un mensajito por supuesto, de eso se trataba.
 
–Si la vida fuera un guión, se podría corregir. ¿Qué reescribiría? No de la serie, de la vida. 
 
–Quisiera no haberme ido con el argentino a España.
 
–¿Por qué? Se la veía feliz.
 
–Feliz en ese momento. Primero fue un tiempo de tremenda confusión y mucha infelicidad. Mira, yo había sacado a mis hijos de Chile, los había sacado sin ni una explicación. Los separé de sus compañeros de colegio, de los abuelos, que vivían al lado, de todo lo que le era familiar, de su casita, que adoraban, de todo. Los llevé a un exilio forzado, en que se separó la familia, porque mi marido se fue a trabajar a otra provincia, no nos veíamos casi. Y en medio de toda esa incertidumbre, ¿yo me mando a cambiar para España con un amante? Imaginate la sensación de abandono para los niños. Se demoraron años en perdonarme y nunca quisieron hablar del asunto. Unos diez años atrás, le pedí perdón a Nicolás.
 
–¿Cómo le fue?
 
–Le dije, "Nicolás, nunca te pedí perdón oficialmente por lo que pasó". Me dijo: "Mamá, no hay necesidad de hablar de esto". Y yo dije: "Sí, hay necesidad de hablarlo, porque a mí me pesa haberlo hecho". No me pesa haberme enamorado, porque una nunca se arrepiente de eso. Pero te arrepientes si haces sufrir a otros, a tus hijos. Por eso me arrepiento.

Con información de Clarín

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