
Un sinnúmero cierra los oídos cuando habla un funcionario
Lunes 29 de
Noviembre 2021

Por:
LA LECHUZA OLY

Nada hace pensar que cambie en breve el grave diagnóstico sobre la realidad social, más sentido y conocido por ciudadanos de a pie que por los políticos.
Dirigentes mareados de problemas han perdido la empatía sobre el humor social, la capacidad de identificarse con el sentir de los gobernados. Estamos en ese momento antes de la gran tormenta.
La sociedad se organiza para garantizar la vida. La libertad de las personas. La salud. La educación. La economía. El trabajo. La seguridad. El contrato social ve correr su tinta con lágrimas.
La generalidad cierra los oídos cuando habla un funcionario. Sin vergüenza y sin ruborizarse siguen ciertos gobernantes hablando sin auditorio. Están vacías las butacas de convencimiento. Se miran entre sí.
La reacción de la comunidad dolida se manifiesta también en la banca (edil) de un ciudadano que recorrió la peatonal de la capital de la provincia de Santa Fe cantando “mandarina, mandarina…” con un megáfono en mano. La política tradicional con todo su aparato no logró ganar elecciones.
Macri y Cristina. Dos antagónicos que se necesitan. Son el pasado pese a que ellos mismos se empujan mutuamente para ser presente y futuro. Ambos tienen la mayoría de las acciones de esta actualidad.
Las cosas son más complejas de lo que parecen. Empezó a quedar atrás el tradicional “político argento”. El que la sabe todas. Indolente. Ha pasado a ser un papelón refractario a la realidad y a los avances de la humanidad. Ha perdido la confianza de los mundanos. De cada uno.
Crepita la sociedad a gritos. Pero el pensamiento y capacidad decrépita sin actualización de la dirigencia esmerila toda posibilidad de esperanza de un futuro mejor.
Muchos de los que nos gobiernan no tienen ni siquiera la capacitación que requiere este segmento. Atrasan y los atropella la fuerza de los tiempos y los pasa por arriba.
La pandemia seguirá haciendo de las suyas. También cada uno, cada una, tenemos responsabilidad en la falta de cuidados personales.
¿La suerte de la dirigencia depende sólo de la economía?. Hoy, en cualquier caso, el representante político no ha sabido darle bienestar a la sociedad. Sólo elevadísimos índices de pobreza. Escasa calidad educativa, inseguridad aplastante, falta de trabajo y los que están atrás de rejas son vecinos y vecinas con miedo.
Es como que la política negocia y acuerda “futuro”. Y algunos prefieren perder con tal que otros no ganen. Tocan el violín, de un lado y otro, en la superficie del barco que hace agua. Están naufragando juntos.
Canales enteros ya no disimulan que son parte de la tribuna con bombos, banderas y vinchas (cuestión que es sano y bueno para la democracia reconocer desde qué lugar se habla) y los miramos según el color de nuestra propia camiseta (por ideas, partido, inclinación política, etc.). Nos retroalimentamos como boludos renovados.
Como dijo Oberdan: “Hay programas periodísticos que veo para saber qué es lo que no tengo que hacer o decir”.
La “incertidumbre” es un espíritu discordante que aflige a las sociedades laboriosas. Mientras más crece, más tensión y desconfianza. Los hechos políticos son fugaces y generalmente los tapa un hecho banal.
Nuestra moneda es menospreciada en el mercosur. Es como un papel maldito que nadie quiere tocar.
Vienen tiempos muy difíciles.
La sociedad se organiza para garantizar la vida. La libertad de las personas. La salud. La educación. La economía. El trabajo. La seguridad. El contrato social ve correr su tinta con lágrimas.
La generalidad cierra los oídos cuando habla un funcionario. Sin vergüenza y sin ruborizarse siguen ciertos gobernantes hablando sin auditorio. Están vacías las butacas de convencimiento. Se miran entre sí.
La reacción de la comunidad dolida se manifiesta también en la banca (edil) de un ciudadano que recorrió la peatonal de la capital de la provincia de Santa Fe cantando “mandarina, mandarina…” con un megáfono en mano. La política tradicional con todo su aparato no logró ganar elecciones.
Macri y Cristina. Dos antagónicos que se necesitan. Son el pasado pese a que ellos mismos se empujan mutuamente para ser presente y futuro. Ambos tienen la mayoría de las acciones de esta actualidad.
Las cosas son más complejas de lo que parecen. Empezó a quedar atrás el tradicional “político argento”. El que la sabe todas. Indolente. Ha pasado a ser un papelón refractario a la realidad y a los avances de la humanidad. Ha perdido la confianza de los mundanos. De cada uno.
Crepita la sociedad a gritos. Pero el pensamiento y capacidad decrépita sin actualización de la dirigencia esmerila toda posibilidad de esperanza de un futuro mejor.
Muchos de los que nos gobiernan no tienen ni siquiera la capacitación que requiere este segmento. Atrasan y los atropella la fuerza de los tiempos y los pasa por arriba.
La pandemia seguirá haciendo de las suyas. También cada uno, cada una, tenemos responsabilidad en la falta de cuidados personales.
¿La suerte de la dirigencia depende sólo de la economía?. Hoy, en cualquier caso, el representante político no ha sabido darle bienestar a la sociedad. Sólo elevadísimos índices de pobreza. Escasa calidad educativa, inseguridad aplastante, falta de trabajo y los que están atrás de rejas son vecinos y vecinas con miedo.
Es como que la política negocia y acuerda “futuro”. Y algunos prefieren perder con tal que otros no ganen. Tocan el violín, de un lado y otro, en la superficie del barco que hace agua. Están naufragando juntos.
Canales enteros ya no disimulan que son parte de la tribuna con bombos, banderas y vinchas (cuestión que es sano y bueno para la democracia reconocer desde qué lugar se habla) y los miramos según el color de nuestra propia camiseta (por ideas, partido, inclinación política, etc.). Nos retroalimentamos como boludos renovados.
Como dijo Oberdan: “Hay programas periodísticos que veo para saber qué es lo que no tengo que hacer o decir”.
La “incertidumbre” es un espíritu discordante que aflige a las sociedades laboriosas. Mientras más crece, más tensión y desconfianza. Los hechos políticos son fugaces y generalmente los tapa un hecho banal.
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