Fortalecer la educación, el primer paso
Jueves 27 de
Abril 2023
Muchos de los adultos que hoy son pobres no concluyeron la escuela secundaria, pero debemos lograr que sus hijos se gradúen en escuelas secundarias de buen nivel educativo. Sin inclusión educativa, es decir abarcando todos los niveles socio-económicos de nuestra sociedad, no podremos abatir una pobreza que hoy es excluyente del mundo del trabajo, nuestros pobres son hoy verdaderos excluidos.
En el mundo se están eliminando aceleradamente los empleos no calificados y aumentando la demanda por trabajadores con mayor educación. Por eso la escuela ayuda a abatir la pobreza y también ayuda al crecimiento económico. La mayoría de los pobres tiene trabajos precarios y poco calificados o están desocupados porque carecen de un buen nivel educativo. La mayor parte de los empleos creados en los últimos años requieren de estudios secundarios y universitarios.
Si la pobreza fuera meramente coyuntural, se podría remediar con soluciones de corto plazo y planes sociales, pero cuando la pobreza es como la que nosotros padecemos, son necesarias otras líneas de acción que apunten a la raíz del flagelo. La propuesta superadora se centra en la educación, ya que de la pobreza no se sale únicamente con subsidios, que pueden ser útiles pero no alcanzan:el requisito es la escolarización completa de los adolescentes, ya que el bajo nivel educativo estimula el desempleo y la pobreza.
Según el último informe del INDEC sobre la caracterización de la población ocupada y desocupada de los 31 aglomerados urbanos del país correspondiente al cuarto trimestre de 2022, se estima que el 25% del total de la población ocupada ha logrado completar sus estudios terciarios o universitarios, mientras que el 75% restante no superó el nivel secundario o niveles inferiores.
Al mismo tiempo, en lo que respecta a la población desocupada, el porcentaje de personas con estudios terciarios o universitarios completos se reduce a apenas el 8 % mientras que el 92% restante posee estudios secundarios o inferiores.
Es decir que el número de personas que han logrado finalizar el nivel educativo superior y poseen empleo es tres veces superior al de aquellas que no lo poseen, mientras que la relación es inversa en aquellas personas cuyo máximo nivel educativo es el secundario o niveles inferiores. Estas relaciones no son un hecho puntual sino que se sostienen en el tiempo, ya que se observan indicadores similares correspondientes al cuarto trimestre de 2019.
Por su parte, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social informa periódicamente sobre el nivel de ingreso medio de la población ocupada diferenciando según el nivel educativo alcanzado. Las últimas cifras publicadas corresponden al tercer trimestre del 2022 y las mismas exponen que el ingreso de aquellas personas que finalizaron el nivel terciario o universitario es mayor que el de aquellas con menor nivel educativo. Esta relación también se viene dando desde hace años.
Estas cifras evidencian una realidad de nuestro país en la que se dan dos situaciones claras: la primera es que aquellas personas que han logrado completar el nivel terciario o universitario tienen mayores probabilidades de ser empleadas, y la segunda es que aquellas personas con mayor nivel educativo obtienen mayores ingresos. Es por ello que si se quiere avanzar hacia la justicia social y la igualdad de oportunidades es necesario brindar a las personas de menores recursos, diferentes alternativas que fomenten y le permitan acceder a un mayor nivel educativo, sin perder la calidad de formación, y de esta manera promover el acceso al empleo y a salarios que les permitan salir de la pobreza.
El siglo XXI es el siglo del conocimiento, de la racionalidad científica y tecnológica que contribuyen al cambio de las condiciones económicas y sociales. La innovación tecnológica, el espíritu empresarial, la armonía social y la ventaja competitiva de los pueblos, dependen de la educación que expande su capital humano, que es más importante que el capital físico: según el Banco Mundial, “el valor del capital humano equivale a cuatro veces el valor del capital físico”.
Un buen sistema escolar asegura altos niveles de conocimientos a sus alumnos, pero además apunta a eliminar las desigualdades en los niveles de conocimientos de los alumnos que dependen del nivel socioeconómico de sus familias. Nuestra pobreza y la indigencia se concentran en quienes tienen una escasa escolarización. Nuestros adultos que hoy son pobres y excluidos no terminaron ayer la escuela secundaria, pero debemos lograr que mañana sus hijos se gradúen en escuelas secundarias de buen nivel educativo.
Así podremos quebrar este círculo de reproducción intergeneracional de la pobreza. La igualdad de oportunidades es esencial en una sociedad donde la justicia social no es simplemente retórica.
Es importante tener en cuenta que un eficaz programa de desarrollo económico y social debe siempre considerar el fortalecimiento del sistema educativo que apunte no solo a la calidad sino también a la inclusión social con igualdad de oportunidades. Es crucial implementar una buena escolarización de los adolescentes de todos los niveles socioeconómicos.
Debemos avanzar por el sendero del fortalecimiento de nuestra escuela para que la igualdad de oportunidades para los jóvenes no sea una aspiración incumplida.
El primer paso que tendremos que dar es esencial para evidenciar la voluntad colectiva de superación, y se refiere a la necesidad de respetar el calendario escolar sin cierres forzados de escuela motivados por conflictos de carácter laboral. Hay que defender el derecho prioritario de los niños pobres a tener clases.
Si la pobreza fuera meramente coyuntural, se podría remediar con soluciones de corto plazo y planes sociales, pero cuando la pobreza es como la que nosotros padecemos, son necesarias otras líneas de acción que apunten a la raíz del flagelo. La propuesta superadora se centra en la educación, ya que de la pobreza no se sale únicamente con subsidios, que pueden ser útiles pero no alcanzan:el requisito es la escolarización completa de los adolescentes, ya que el bajo nivel educativo estimula el desempleo y la pobreza.
Según el último informe del INDEC sobre la caracterización de la población ocupada y desocupada de los 31 aglomerados urbanos del país correspondiente al cuarto trimestre de 2022, se estima que el 25% del total de la población ocupada ha logrado completar sus estudios terciarios o universitarios, mientras que el 75% restante no superó el nivel secundario o niveles inferiores.
Al mismo tiempo, en lo que respecta a la población desocupada, el porcentaje de personas con estudios terciarios o universitarios completos se reduce a apenas el 8 % mientras que el 92% restante posee estudios secundarios o inferiores.
Es decir que el número de personas que han logrado finalizar el nivel educativo superior y poseen empleo es tres veces superior al de aquellas que no lo poseen, mientras que la relación es inversa en aquellas personas cuyo máximo nivel educativo es el secundario o niveles inferiores. Estas relaciones no son un hecho puntual sino que se sostienen en el tiempo, ya que se observan indicadores similares correspondientes al cuarto trimestre de 2019.
Por su parte, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social informa periódicamente sobre el nivel de ingreso medio de la población ocupada diferenciando según el nivel educativo alcanzado. Las últimas cifras publicadas corresponden al tercer trimestre del 2022 y las mismas exponen que el ingreso de aquellas personas que finalizaron el nivel terciario o universitario es mayor que el de aquellas con menor nivel educativo. Esta relación también se viene dando desde hace años.
Estas cifras evidencian una realidad de nuestro país en la que se dan dos situaciones claras: la primera es que aquellas personas que han logrado completar el nivel terciario o universitario tienen mayores probabilidades de ser empleadas, y la segunda es que aquellas personas con mayor nivel educativo obtienen mayores ingresos. Es por ello que si se quiere avanzar hacia la justicia social y la igualdad de oportunidades es necesario brindar a las personas de menores recursos, diferentes alternativas que fomenten y le permitan acceder a un mayor nivel educativo, sin perder la calidad de formación, y de esta manera promover el acceso al empleo y a salarios que les permitan salir de la pobreza.
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Un buen sistema escolar asegura altos niveles de conocimientos a sus alumnos, pero además apunta a eliminar las desigualdades en los niveles de conocimientos de los alumnos que dependen del nivel socioeconómico de sus familias. Nuestra pobreza y la indigencia se concentran en quienes tienen una escasa escolarización. Nuestros adultos que hoy son pobres y excluidos no terminaron ayer la escuela secundaria, pero debemos lograr que mañana sus hijos se gradúen en escuelas secundarias de buen nivel educativo.
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Con información de
Alieto Guadagni y Francisco Boero
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