Cómo afecta el cambio climático a nuestra salud y qué podemos hacer para remediarlo

Miércoles 12 de Julio 2023

Científicos vinculan al cambio climático con el aumento de infecciones transmitidas por vectores, enfermedades y dolencias cardiovasculares y mentales. Cuál es el impacto del cambio climático en la salud en Argentina.
Lejos de ser una amenaza a futuro, la crisis climática ya tiene efectos visibles en la salud y el bienestar de buena parte de los habitantes del planeta. Según proyecciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para el 2030 se producirán en el mundo unas 250.000 muertes en exceso anuales atribuibles al cambio climático, de las cuales 38.000 serán consecuencia de la exposición al calor de los adultos mayores, 48.000 debido a diarreas, 60.000 a malaria y 95.000 por desnutrición infantil.
 
A nivel global, un 23% de las muertes son atribuibles a factores ambientales y la cifra asciende al 26% en niños menores a 5 años.
 
De acuerdo con el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), el grupo de expertos de la ONU que analiza publicaciones científicas de todo el mundo, la temperatura media global ya aumentó más de 1°C desde fines del siglo XIX debido a las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) provenientes de las actividades humanas y se prevé que alcanzará o superará los 1,5 °C en los próximos 20 años.
 
Por qué el cambio climático impacta en la salud
Eventos meteorológicos extremos como huracanes, tormentas, tsunamis, sequías e inundaciones son cada vez más intensos y frecuentes, y sus impactos sanitarios golpean especialmente a las poblaciones más vulnerables.
 
La climatóloga e investigadora Matilde Rusticucci, integrante del IPCC, explica que la crisis climática “tiene un impacto concreto en la mortalidad, por olas de calor y de frío, que es mayor en los niños menores de 5 años, las personas con enfermedades pre-existentes y los mayores de 65”.
 
Pero también hay efectos indirectos, ya que “debido a las olas de calor y las sequías hay menos producción de alimentos, lo que impacta en la seguridad alimentaria. Y luego infecciones transmitidas por mosquitos que hoy se expanden en zonas donde antes no llegaban”.
 
A esto se suman dolencias gastrointestinales y diarreas, producidas por la mala calidad del agua a consecuencia de una inundación, y como resultante de una mayor frecuencia de incendios, debido a las sequías y olas de calor, se agudizan los problemas respiratorios, enumera Rusticucci
 
El sistema de salud, en jaque
“El desafío sanitario del cambio climático debería verse bajo el concepto de una sola salud, humana, animal y ambiental”, destaca Andrea Hurtado Epstein, gerenta del programa de cambio climático para América Latina en la ONG Salud sin Daño.
 
“La población se ve afectada en forma directa por lesiones y muertes causadas por eventos climáticos extremos o, de manera indirecta, por eventos a largo plazo, desde el aumento en la frecuencia y distribución de enfermedades transmitidas por mosquitos, al impacto de sequías e inundaciones en la producción y el acceso a alimentos”, describe. Y apunta que “todo esto genera una presión adicional sobre los sistemas de salud, que ya estaban sobrepasados antes del coronavirus y más aún luego de tres años de batallar con la pandemia”.
 
Las soluciones o vías de acción para prevenir o mitigar los efectos del cambio climático en la salud, son variadas como “proveer de una infraestructura adecuada y resiliente a los hospitales y centros de salud, que deberían ser los últimos edificios en quedar en pie ante una contingencia, y asegurar su cadena de suministros y capacitar a su personal para enfrentar emergencias climáticas cada vez más frecuentes”, propone la representante de Salud sin Daño.
 
Un hospital bioclimático al pie de los Andes
A 3.600 metros sobre el nivel del mar y enclavado en la Puna jujeña, funciona desde 2011 el primer hospital bioclimático de la Argentina. El edificio, ubicado en la localidad de Susques, ofrece aislación y eficiencia energética en una zona con gran amplitud térmica, abundante viento y radiación solar.
 
Para levantar sus paredes se utilizó piedra cuarcita, que tiene una alta conductividad del calor. su fachada exterior fue pintada de negro, para favorecer la absorción solar y las ventanas cuentan con doble vidriado separado por una cámara de aire, para generar mayor aislación.
 
Previo a su construcción, se realizó una evaluación del comportamiento térmico y de la captación de radiación solar mediante un programa de simulación computacional.
 
Valeria Guerrero, especialista en bioimágenes, quien trabajó en el Hospital bioclimático de Susques, cuenta que “el edificio está preparado para conservar una temperatura estable y agradable en todo momento y es el único hospital materno infantil y de alta complejidad a 400 kilómetros de la capital de Jujuy y a pocos kilómetros del límite con Chile”.
 
El centro de salud atiende tanto a integrantes de las comunidades originarias cercanas, como a turistas y accidentados en la ruta de montaña. “Hay servicios de laboratorio, radiología y tomografía computada, y cuenta con todas las especialidades”, comenta Guerrero.
 
Cambio climático y pobreza, un círculo vicioso
En la zona selvática de Yungas, al noroeste de la Argentina, “la falta de acceso a agua potable y sistemas de saneamiento, sumada al aumento de las temperaturas y el cambio en la humedad y la composición de los suelos, agrava las enfermedades intestinales transmitidas por parásitos como los geohelmintos”, señala María Victoria Periago, especialista en parasitología y coordinadora científica de la Fundación Mundo Sano.
 
La entidad realiza desde 2019 un seguimiento de las condiciones de vida y de salud de niños de 1 a 15 años de comunidades indígenas en Tartagal, provincia de Salta. “El tipo de vivienda y de alimentación son importantes, porque en poblaciones con malnutrición el cuadro clínico empeora”, apunta la especialista.
 
Para la bióloga Soledad Santini, investigadora del CONICET y presidenta de la Red de Mujeres en Diálogo Ambiental, “la crisis climática está relacionada con el modo de reproducción económica”.
 
“Al extender la frontera agrícola, desmontando bosques y pastizales, haciendo un mal uso del agua y los plaguicidas, se alteran las lluvias, la temperatura y la dinámica de los insectos”, explica la investigadora. “Así se extienden las poblaciones de mosquitos Aedes aegypti que transmiten dengue, xica y chikungunya, y también las de un insecto llamado flebótomo, que transmite Leishmaniasis, una infección que afecta la piel y las mucosas”.
 
Pero el cambio climático también induce a migrar y entonces enfermedades que eran endémicas de ciertas regiones, como el Chagas en el norte de la Argentina, se trasladan a otros territorios. “No podemos seguir pensando estrategias aisladas para enfrentar la crisis climática y sus efectos. Hay que replantearse el modelo económico, producir alimentos en lugar de commodities, impulsar la economía circular para generar menos residuos y ser respetuosos del ambiente del que formamos parte, en lugar de vernos por encima de él”, propone Santini.
 
Cambio climático y salud, ¿cómo se puede prevenir?
Así como en el norte del país el aumento de las temperaturas promedio impulsa las enfermedades transmitidas por mosquitos, en la Patagonia, podría favorecer la irrupción de hantavirus. Se trata de una enfermedad infecciosa transmitida por el ratón colilargo, entre otros vectores, que afecta el sistema respiratorio y si no es detectada y tratada a tiempo, tiene una mortalidad de hasta el 40%.
 
En el Plan de Acción de Salud y Cambio Climático de Argentina se la menciona como una “zoonosis emergente con sensibilidad climática, vinculada a los cambios sociales, económicos, demográficos y a la capacidad de adaptación de los microorganismos”.
 
En 2010, la floración masiva de caña colihue con sobreproducción de semillas, de las que se alimenta el ratón, despertó los primeros esfuerzos para generar medidas preventivas.
 
Se trata de un fenómeno natural que ocurre cada 40 a 70 años en distintas zonas de la Patagonia norte. “Al haber una cantidad de alimento disponible, existe la posibilidad de un crecimiento exponencial de la población del colilargo”, explica Beatriz Dávila, profesora en ciencias biológicas y educadora ambiental en el Parque Nacional Nahuel Huapi.
 
Ese año se organizaron mesas interinstitucionales de prevención del hantavirus y luego, en 2018-2019, con campañas en medios, charlas en escuelas, y reuniones con juntas vecinales y otras instituciones.
 
Algunas de las recomendaciones surgidas de esa mesa son evitar el contacto con roedores y en los lugares donde puede haber heces u orina, ventilar esos espacios por más de 30 minutos y desinfectarlos con lavandina diluida.
 
Recientemente se comprobó que puede haber brotes -con transmisión del virus de persona a persona- independientemente de las floraciones y por eso es clave hacer educación y concientización constante. “El trabajar con protocolos y de modo interinstitucional nos dejó un aprendizaje: la prevención funciona”, destaca Dávila.
 
Cambio climático y salud, ¿qué soluciones existen en Argentina?
Frecuentemente, las soluciones a problemas climáticos y ambientales no vienen solo de la academia y los laboratorios, sino de una interacción entre científicos y las comunidades locales, que dio en llamarse “ciencia ciudadana”. El concepto es tan antiguo como la humanidad, y es una forma de generar conocimiento en forma colectiva y participativa.
 
Frente al problema del dengue, investigadores del Instituto de Limnología «Dr. Raúl Ringuelet» de la Universidad de La Plata, crearon la aplicación ‘Cazamosquitos’, que permite enviar fotos y localización de estos insectos desde un teléfono móvil. Con esta información, la aplicación indica la especie hallada y traza un mapa colaborativo de criaderos y posibles brotes.
 
Además, brinda información sobre los síntomas de las enfermedades transmitidas por mosquitos, sus ciclos de transmisión, las especies de mosquitos urbanos y sus criaderos, y consejos sobre cómo eliminarlos.
 
Por qué la ansiedad climática es la epidemia invisible
Las huellas de la crisis climática no solo se imprimen en el cuerpo, sino también en la mente. “Las migraciones climáticas mueven más personas en el mundo que las guerras y producen las mismas consecuencias emocionales que el destierro”, asegura Bernabé Ibáñez, médico psiquiatra y miembro de la Comisión Directiva de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y participante del Grupo de Trabajo en Salud Mental Ambiental y Urbana de esa asociación.
 
“Después de un evento catastrófico como un huracán o una inundación y del estrés agudo que causan, sobreviene un período subagudo que aumenta el riesgo de sufrir ansiedad, depresión, consumos problemáticos, suicidios, y pérdida de la capacidad productiva de las personas”, explica.
 
“Las olas de calor producen irritabilidad y cambios en el humor, además de alteraciones de la salud en general”, apunta Nora Leal Marchena, médica psiquiatra infantojuvenil y coordinadora del Grupo de Trabajo en Salud Mental y Urbana de APSA. Numerosos estudios muestran que además aumentan la violencia y el consumo de alcohol y otras sustancias, e impactan negativamente sobre las personas que ya tienen alguna enfermedad psiquiátrica.
 
Un fenómeno en ascenso es la ansiedad climática, sobre todo a edades tempranas. “Los adultos no crecimos consumiendo agroquímicos y microplásticos, pero los jóvenes sí. Y esto les genera una preocupación recurrente acerca de qué se puede esperar el día de mañana”, comenta Leal Marchena.
 
En las nuevas generaciones, es cada vez más frecuente la decisión de no tener hijos. “Y es una decisión que se enmarca en una idea más amplia, que es preguntarse para qué luchar por un futuro que no se va a tener, o si tiene sentido esforzarse tanto. Esto genera un estado negativo, muy nocivo, del que aún no hemos dimensionado las consecuencias”, advierte Ibáñez.
 
Por qué el cambio climático afecta también a las emociones
Ambos psiquiatras coinciden en que un punto importante es no desestimar a las personas que sufren alteraciones emocionales por el cambio climático. “No es locura, ni delirio, ni paranoia”, dice Ibáñez. “Si alguien tiene asma y vive en una zona muy contaminada o afectada por humo de incendios, es lógico que tema salir de su casa y que eso le cree problemas laborales y repercuta en su estado anímico. Hay cuadros que ceden con estrategias psicoterapéuticas y otros que necesitan de alguna intervención psicofarmacológica”, sostiene.
 
“El Estado y las empresas deben y pueden implementar acciones para enfrentar y ser resilientes frente al cambio climático, pero también cada uno de nosotros”, afirma Leal Marchena. “Frente a esta sensación de indefensión, de sentir que no se puede hacer nada, existen acciones posibles, se puede dejar de comprar cosas que no se necesitan, bajar el consumo de carne, cuidar la luz, el agua, hablar del tema con otros. Generar cambios, enseñar, hacer”, propone.
 
Acciones reparadoras
Licenciada y maestranda en ciencias ambientales, integrante de la ONG Ecología Patagonia Sur (Ecopa Sur), e investigadora en la Facultad de Agronomía de la UBA, Magalí Ovejero (32) procura generar conciencia desde la investigación, el activismo y la educación.
 
Para esto realiza videos cortos de divulgación y brinda charlas en escuelas y barrios vulnerables. “No es fácil crear conciencia ambiental en lugares con carencias extremas, donde hay chicos de 10 años que no saben leer o que no tienen acceso al agua potable”, admite.
 
Además, la joven científica asegura que un grave problema de los grupos que trabajan por el clima es la falta de financiamiento y de planes de acción integrados. “A medida que suba la temperatura promedio, las enfermedades seguirán aumentando en número, frecuencia y gravedad. Un pilar para transformar esta realidad es la educación ambiental. Sin ella, no habrá cambios que se sostengan”, reflexiona la activista.
 
Pensar global, actuar local
Jenifer Navarro (27) es estudiante de ingeniería ambiental en la Universidad Nacional de Río Negro y una de las fundadoras de Jóvenes por Bariloche, una ONG convertida en cooperativa de reciclado que involucra a 20 familias.
 
La organización enfarda plástico y cartón para vender. También brindan charlas en escuelas, recopilan plásticos en eventos, organizan jornadas de limpieza y producen alimentos y árboles nativos en forma comunitaria.
 
“Al principio nos movilizamos por el miedo, pero no nos quedamos paralizados”, explica la joven y cuenta que uno de sus proyectos se llama “Reciclado para la Salud”. “Si reducimos la generación de residuos en nuestros hogares, va a ser menos lo que va a parar al vertedero y queremos trasladar esta experiencia a hoteles, comercios e instituciones. Las acciones a nivel personal son importantes, pero necesitamos llevarlas de lo individual a lo colectivo”, reflexiona.
 
El cambio climático no es un mero problema de temperatura, sino una cuestión de salud humana, ambiental y social. No hay seres vivos sanos en un planeta enfermo y la pandemia del coronavirus vino a mostrar esto en forma contundente. Mitigar los efectos de la crisis climática requiere de conocimientos y herramientas tecnológicas, pero también de cambios de hábitos y culturales profundos. El momento de implementarlos es ahora.
Con información de IProfesional

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