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Caso Loan: el “compañero de andanzas” del tío y su pareja que dicen que solo fueron a comer y terminaron presos
Jueves 04 de
Julio 2024
Daniel Ramírez es amigo de la infancia de Antonio Benítez y por eso fue invitado al almuerzo en la casa de Catalina. Con Mónica Millapi se conocieron en Neuquén y tienen dos hijos. Están imputados de partícipes primarios de trata de personas.
Daniel “Fierrito” Ramírez (49) es conocido con ese sobrenombre desde muy chico por todos en su pueblo natal: 9 de Julio. “No sé, cuando lo conocí ya le decían así, Fierrito”, dicen a Clarín algunos vecinos ante la consulta. Otras fuentes se explayan más y afirman que “quisieron tomarlo como alias de delincuente, pero es solo un apodo que refiere a su oficio”.
“De muy joven (Ramírez) se va con una empresa vial, Electroingenieria SA, de la ciudad de Córdoba. Y anda por todo el país, porque él es laboratorista de asfalto, es de los que preparan el asfalto para colocar en la ruta. En uno de sus viajes, haciendo una ruta en Neuquén, la conoce a Mónica del Carmen Millapi (35)”, cuentan.
El matrimonio Ramírez-Millapi está implicado en el caso de la desaparición de Loan Danilo Peña (5), ocurrido el 13 de junio. Ambos fueron detenidos y acusados de "abandono de persona" junto al tío Bernardino Antonio Benítez (37), el 16 de junio.
Para la Justicia, los tres llevaron a cabo una manera consistente en sacar a Loan de la custodia de su padre, llevándolo a una zona de monte, para que la funcionaria municipal María Victoria Caillava y el mariano Carlos Pérez llevaran a cabo el delito.
Además, a Ramírez le atribuyen un audio que habría mandado apenas desapareció Loan en el que dice "cayó" y "se perdió".
Luego, la imputación cambió a la de partícipes primarios del delito de trata de personas, les dictaron la prisión preventiva y fueron trasladados: él a una cárcel federal de Salta y ella a una de Chaco. Lo que más les preocupa en este momento son sus hijos, menores de edad.
Ellos no son los únicos, hay otros detenidos: Benítez, la funcionaria municipal María Victoria Caillava, el marino Carlos Pérez y el comisario Walter Maciel.
Millapi y Ramírez dijeron ser inocentes cuando los acusaron de trata de personas y lo sostuvieron cuando surgió la versión del accidente que dio Laudelina. "En el relato de ellos no tienen participación en ninguna de las dos hipótesis", dijo el abogado Marcelo Hanson, que los defiende.
La pareja declaró que fueron al naranjal con Loan y el resto de los chicos y en un momento, Fierrito recibió una llamada sobre la salud de su hermano. En ese momento, se apartaron unos metros y dejaron de prestar atención al grupo. Cuando se reincorporaron, Loan ya no estaba.
La historia de Millapi y Ramírez
Según indican las fuentes consultadas por Clarín, Fierrito conoció a Millapi hace 16 años, en Neuquén, mientras trabajaba en una obra. Antes de esa relación, Ramírez había tenido tres hijos con su anterior pareja, que también es de 9 de Julio: con ella se juntó a los 18, se casó rápido, y vivieron en la casa de la madre de él.
La vida itinerante por su oficio lo llevó a recorrer las provincias limítrofes a Corrientes y a mantenerse pocos días del mes en su pueblo.
“La madre de Mónica Millapi se apellida Quilenao, es de origen mapuche. Después de conocerse, él sigue yendo y viniendo entre las provincias, hasta que se consolida la pareja y se van a vivir a 9 de Julio definitivamente hace aproximadamente 10 años. Tienen dos hijos, un varón de 14 y una nena de 8”, señalan quienes los conocen más de cerca.
A Mónica la describen con un carácter más introvertido, retraído, callado, cerrado para con el trato con la gente de 9 de Julio, como si nunca se hubiese habituado del todo a vivir ahí. Una vez que se instaló en el pueblo, al tiempo trajo a su hermana Gabriela Millapi, quien trabaja en una panadería con su marido. Otras dos hermanas quedaron en Neuquén.
“Ellos tienen un auto que está secuestrado, un Voyage de 10 o 12 años. Con ese vehículo, Millapi hacía remisería en el pueblo, y además repartía pan a la mañana en la panadería propiedad de su cuñado. Repartía pan en los kioscos, en los almacenes chicos”, comenta a Clarín Jorge Monti, abogado defensor de Ramírez y Millapi.
Al Voyage lo peritaron recién el miércoles, día 20 del caso, por orden de la jueza Cristina Pozzer Penzo.
Monti agrega que a finales del año pasado, con la suspensión de obras públicas, Ramírez se vio perjudicado: “Se le paga medio sueldo desde octubre, que hoy está en el orden de los $ 600.000 más o menos. Y lo llaman cuando hay que hacer mantenimiento de maquinaria; se va a Córdoba, a Mendoza, y hace ese tipo de vida. Es decir, le mantienen el puesto. Es uno de los pocos, se ve que es un muy buen empleado”. Uno de sus hijos con la primera esposa trabajó con él en Vialco SA hasta el cese de obras a fin de año.
Si bien estudió un curso de enfermería en Bella Vista, Millapi no habría ejercido nunca. “Es decir, fue a estudiar, le dieron la habilidad, no es enfermería tampoco, es una capacitación para primeros auxilios”, añade un vecino.
En el pueblo agregan que aunque tuvo esa formación, no la pudo llevar adelante porque para hacerlo debía mudarse a otra localidad con más salida laboral y “no iba a dejar a sus hijos solos”.
Como Clarín relató previamente, la casa de Mónica y Daniel está a solo 200 metros de la casa de Caillava y Pérez, y a unos 300 metros de las viviendas de Maciel y de la del matrimonio de Laudelina Peña y Antonio Benítez. Con estos últimos dos habría un vínculo muy cercano que se remonta a las infancias de Fierrito y Benítez.
Así también lo señala Monti: “El domingo, Catalina los invita a comer por San Antonio el jueves. Ese día, cuando salen los chicos de la escuela (la hija de Millapi y dos de sus sobrinos) y todos se van para el campo, Millapi y Ramírez son los últimos en llegar. Ahí se encuentran a todos. Y solo a tres personas conocían: a la dueña de casa, a Antonio Benítez, por ser amigo de la infancia de Ramírez, y a Laudelina”.
“Con ellos nos saludábamos, había un trato ameno, pero nada más. Él estuvo un tiempo parado cuando no se hicieron más obras, y empezó a hacer trabajos de herrería, de soldadura. Nos sorprendió mucho lo que pasó. La abuela de los chicos llegó acá el otro día porque los chicos habían quedado solos”, cuenta uno de los vecinos del matrimonio.

“Nunca supe nada de malo de ellos, de ninguno de los dos”, dice una vecina, algo que se contrasta fuertemente con la postura de otra que comenta que Fierrito “tiene antecedentes por robo de ganado”, al igual que Benítez, “su compañero de andanzas”.
Alrededor de la casa de los Ramírez-Millapi, ahora, solo hay silencio. Muy pocos se atreven a hablar con Clarín, y los que lo hacen se limitan a decir que nunca vieron nada raro en todos esos años y que les impacta la vinculación de ambos con el caso que conmociona a todo el país.
Por lo pronto, la madre de Mónica viajó desde Neuquén apenas supo de la detención de su hija, especialmente para cuidar de sus dos nietos, hijos de Ramírez y Millapi. A los dos chicos se los llevó al sur para poder cuidar de ellos mientras sus papás están presos.
“De muy joven (Ramírez) se va con una empresa vial, Electroingenieria SA, de la ciudad de Córdoba. Y anda por todo el país, porque él es laboratorista de asfalto, es de los que preparan el asfalto para colocar en la ruta. En uno de sus viajes, haciendo una ruta en Neuquén, la conoce a Mónica del Carmen Millapi (35)”, cuentan.
El matrimonio Ramírez-Millapi está implicado en el caso de la desaparición de Loan Danilo Peña (5), ocurrido el 13 de junio. Ambos fueron detenidos y acusados de "abandono de persona" junto al tío Bernardino Antonio Benítez (37), el 16 de junio.
Para la Justicia, los tres llevaron a cabo una manera consistente en sacar a Loan de la custodia de su padre, llevándolo a una zona de monte, para que la funcionaria municipal María Victoria Caillava y el mariano Carlos Pérez llevaran a cabo el delito.
Además, a Ramírez le atribuyen un audio que habría mandado apenas desapareció Loan en el que dice "cayó" y "se perdió".
Luego, la imputación cambió a la de partícipes primarios del delito de trata de personas, les dictaron la prisión preventiva y fueron trasladados: él a una cárcel federal de Salta y ella a una de Chaco. Lo que más les preocupa en este momento son sus hijos, menores de edad.
Ellos no son los únicos, hay otros detenidos: Benítez, la funcionaria municipal María Victoria Caillava, el marino Carlos Pérez y el comisario Walter Maciel.
Millapi y Ramírez dijeron ser inocentes cuando los acusaron de trata de personas y lo sostuvieron cuando surgió la versión del accidente que dio Laudelina. "En el relato de ellos no tienen participación en ninguna de las dos hipótesis", dijo el abogado Marcelo Hanson, que los defiende.
La pareja declaró que fueron al naranjal con Loan y el resto de los chicos y en un momento, Fierrito recibió una llamada sobre la salud de su hermano. En ese momento, se apartaron unos metros y dejaron de prestar atención al grupo. Cuando se reincorporaron, Loan ya no estaba.
La historia de Millapi y Ramírez
Según indican las fuentes consultadas por Clarín, Fierrito conoció a Millapi hace 16 años, en Neuquén, mientras trabajaba en una obra. Antes de esa relación, Ramírez había tenido tres hijos con su anterior pareja, que también es de 9 de Julio: con ella se juntó a los 18, se casó rápido, y vivieron en la casa de la madre de él.
La vida itinerante por su oficio lo llevó a recorrer las provincias limítrofes a Corrientes y a mantenerse pocos días del mes en su pueblo.
“La madre de Mónica Millapi se apellida Quilenao, es de origen mapuche. Después de conocerse, él sigue yendo y viniendo entre las provincias, hasta que se consolida la pareja y se van a vivir a 9 de Julio definitivamente hace aproximadamente 10 años. Tienen dos hijos, un varón de 14 y una nena de 8”, señalan quienes los conocen más de cerca.
A Mónica la describen con un carácter más introvertido, retraído, callado, cerrado para con el trato con la gente de 9 de Julio, como si nunca se hubiese habituado del todo a vivir ahí. Una vez que se instaló en el pueblo, al tiempo trajo a su hermana Gabriela Millapi, quien trabaja en una panadería con su marido. Otras dos hermanas quedaron en Neuquén.
“Ellos tienen un auto que está secuestrado, un Voyage de 10 o 12 años. Con ese vehículo, Millapi hacía remisería en el pueblo, y además repartía pan a la mañana en la panadería propiedad de su cuñado. Repartía pan en los kioscos, en los almacenes chicos”, comenta a Clarín Jorge Monti, abogado defensor de Ramírez y Millapi.
Al Voyage lo peritaron recién el miércoles, día 20 del caso, por orden de la jueza Cristina Pozzer Penzo.
Monti agrega que a finales del año pasado, con la suspensión de obras públicas, Ramírez se vio perjudicado: “Se le paga medio sueldo desde octubre, que hoy está en el orden de los $ 600.000 más o menos. Y lo llaman cuando hay que hacer mantenimiento de maquinaria; se va a Córdoba, a Mendoza, y hace ese tipo de vida. Es decir, le mantienen el puesto. Es uno de los pocos, se ve que es un muy buen empleado”. Uno de sus hijos con la primera esposa trabajó con él en Vialco SA hasta el cese de obras a fin de año.
Si bien estudió un curso de enfermería en Bella Vista, Millapi no habría ejercido nunca. “Es decir, fue a estudiar, le dieron la habilidad, no es enfermería tampoco, es una capacitación para primeros auxilios”, añade un vecino.
En el pueblo agregan que aunque tuvo esa formación, no la pudo llevar adelante porque para hacerlo debía mudarse a otra localidad con más salida laboral y “no iba a dejar a sus hijos solos”.
Como Clarín relató previamente, la casa de Mónica y Daniel está a solo 200 metros de la casa de Caillava y Pérez, y a unos 300 metros de las viviendas de Maciel y de la del matrimonio de Laudelina Peña y Antonio Benítez. Con estos últimos dos habría un vínculo muy cercano que se remonta a las infancias de Fierrito y Benítez.
Así también lo señala Monti: “El domingo, Catalina los invita a comer por San Antonio el jueves. Ese día, cuando salen los chicos de la escuela (la hija de Millapi y dos de sus sobrinos) y todos se van para el campo, Millapi y Ramírez son los últimos en llegar. Ahí se encuentran a todos. Y solo a tres personas conocían: a la dueña de casa, a Antonio Benítez, por ser amigo de la infancia de Ramírez, y a Laudelina”.
“Con ellos nos saludábamos, había un trato ameno, pero nada más. Él estuvo un tiempo parado cuando no se hicieron más obras, y empezó a hacer trabajos de herrería, de soldadura. Nos sorprendió mucho lo que pasó. La abuela de los chicos llegó acá el otro día porque los chicos habían quedado solos”, cuenta uno de los vecinos del matrimonio.

“Nunca supe nada de malo de ellos, de ninguno de los dos”, dice una vecina, algo que se contrasta fuertemente con la postura de otra que comenta que Fierrito “tiene antecedentes por robo de ganado”, al igual que Benítez, “su compañero de andanzas”.
Alrededor de la casa de los Ramírez-Millapi, ahora, solo hay silencio. Muy pocos se atreven a hablar con Clarín, y los que lo hacen se limitan a decir que nunca vieron nada raro en todos esos años y que les impacta la vinculación de ambos con el caso que conmociona a todo el país.
Por lo pronto, la madre de Mónica viajó desde Neuquén apenas supo de la detención de su hija, especialmente para cuidar de sus dos nietos, hijos de Ramírez y Millapi. A los dos chicos se los llevó al sur para poder cuidar de ellos mientras sus papás están presos.
Con información de
Clarín
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