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Suicidios entre los policías de la Bonaerense: los casos escalan y son diez veces más frecuentes que las muertes en enfrentamientos

Jueves 05 de Septiembre 2024

Desde enero ya hubo 37 casos, cuando el promedio anual son 29. Desde 2015 se quitaron la vida 297 agentes. Es la principal causa de muerte entre los policías de la Provincia.
Suicidios entre los policías de la Bonaerense: los casos escalan y son diez veces más frecuentes que las muertes en enfrentamientos
 
Una seguidilla de suicidios entre sus hombres obligó a la Policía de la provincia de Buenos Aires a organizar en los últimos años un Programa de Prevención del Suicidio. Pero ese espacio, creado en 2022, aún no da frutos.
 
Según datos oficiales que obtuvo Clarín, en lo que va de 2024 se quitaron la vida 37 policías bonaerenses. La cifra es inquietante porque se alcanzó en ocho meses –de enero a agosto incluido–, cuando el promedio, ya muy preocupante, era de 29 suicidios al año.
 
Paola, Matías, Nancy, Juan Ignacio, Diego, Sofía, Iván, Franco y Fernando son algunos de los nombres de efectivos que pusieron fin a su vida de un disparo. Tenían entre 20 y 30 años, y vestían el uniforme azul en localidades bonaerenses tan disímiles como Mar del Plata, Chivilcoy, Quilmes, Zárate, Malvinas Argentinas o Exaltación de la Cruz.
 
Ezequiel, Silvana, Beatriz y Sabrina, otros jóvenes de este triste listado, vivían en La Plata, La Matanza y en Hilario Ascasubi, un pueblo cercano a Bahía Blanca.
 
Los suicidios son la principal causa de muerte de los policías bonaerenses. Ocurren en zonas urbanas y rurales, entre hombres y mujeres que se desempeñan en los más diversos ámbitos de la fuerza.
 
Sofía prestaba servicio en una comisaría. Iván pertenecía al cuerpo de Infantería. Ezequiel, Silvana y Sabrina estaban en la Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas (UTOI), de las Fuerzas Especiales.
 
La estadística de suicidios, que la fuerza guarda con bastante celo, empezó a elaborarse en 2015 y contempla sólo al personal efectivo; es decir, no incluye a los policías retirados, que muchas veces también toman esta decisión.
 
Entre 2015 y 2023 la Bonaerense tuvo 260 suicidios. El peor año de esta serie histórica fue 2016, cuando hubo 39 casos, y el más leve fue 2020, que registró 17. El promedio del periodo son 29 suicidios al año, por eso inquieta tanto el número acumulado este año: desde enero ya hubo 37 suicidios. El total de víctimas es de 297, si se toma desde que se las empezó a computar sistemáticamente y se incluye a los de 2024.
 
Los últimos casos se produjeron el mismo día, el lunes 2, en el Conurbano. Una víctima fue Federico, un sargento de Moreno con cinco años en la fuerza, y otra Facundo, un oficial de Berazategui con seis años de servicio. Días antes se conoció el caso de una subteniente del comando de patrulla de Florencio Varela, Verónica, que se suicidó de un tiro en la cabeza después de herir de muerte con el arma a su pareja, Javier, también de la Bonaerense (sargento).
 
Esta tragedia silenciosa, emparentada según expertos con un combo de condiciones de trabajo deplorables, noviazgos violentos y depresiones, mostró en los últimos años algunos casos especialmente impactantes.
 
Un teniente primero que integraba la custodia de Axel Kicillof en La Plata. Una oficial de Mar del Plata que había sido abusada por su jefe y se disparó al pecho. Dos uniformados que se bajaron de sus patrulleros en medio del día y se dispararon en la cabeza en baños de estaciones de servicio, uno en La Matanza y otro en Almirante Brown. O tres policías de la misma zona de Miramar que se suicidaron en menos de medio año.
 
La tasa de suicidios es cinco veces mayor en la policía que entre la población general de la provincia.
 
Otras víctimas lo hicieron sin el arma reglamentaria, con una soga. Demián, un oficial de Florencio Varela que había discutido con su ex; “Chiki”, un sargento de Almirante Brown que estaba con carpeta psiquiátrica; y Damián, un chico de Arrecifes que se mató rogando que le dieran vacaciones que le adeudaban. Clarín reconstruyó sus historias el año pasado con familiares y amigos.

 

Muchos suicidios, pocos caídos en servicio

 
Los policías del mundo conviven con un arma de fuego y son mucho más vulnerables al suicidio que la población civil. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires hay seis o siete suicidios cada 100.000 habitantes por año, pero dentro del universo policial, que reúne unos 100.000 “habitantes” (la fuerza tiene aproximadamente 95.000 efectivos), hay 29 suicidios al año. Cinco veces más.
 
Sin embargo, la comparación verdaderamente shockeante es hacia el interior de la propia Policía, entre las muertes por suicidio y aquellas ocurridas en cumplimiento del deber. Entre 2015 y hoy, la Bonaerense registró 293 suicidios versus 75 policías fallecidos en servicio, según datos públicos de la web del Ministerio de Seguridad bonaerense y fuentes calificadas consultadas para completar los años que están desactualizados en ese portal. En promedio, son 29 suicidios contra 8 bajas en servicio, por año.
 
Pero la comparación impacta aún más si se despeja que la categoría fallecidos en acto de servicio incluye, además de muertos en enfrentamientos armados o persecuciones, las muertes por accidentes durante el servicio. En lo que va de 2024 hubo 33 suicidios contra seis fallecidos en servicio, pero de estos seis, tres murieron en enfrentamientos y tres en accidentes de tránsito durante el servicio. Así, la relación entre suicidios y caídos en la lucha contra el delito es de 33 contra 3 en estos meses de 2024.
 
Esta brecha es una tendencia, como surge al cotejar datos más antiguos. En 2015, la fuerza tuvo 10 caídos y 26 suicidios. En 2016 registró 4 caídos y 39 suicidios. En 2017, 4 caídos y 30 suicidios. En 2018 hubo 8 caídos y 30 suicidios. En 2019, 8 caídos contra 32 suicidios. Y en 2020, 24 caídos contra 17 suicidios, pero de esos 24, unos 20 murieron de Covid-19 mientras trabajaban, y no en enfrentamientos.
 
Triste e incómodo para la Policía más importante del país, en los últimos años esta tragedia empezó a dejar de ser un tabú institucional. En 2020 hubo un antecedente significativo: se abrió un call center con psicólogos pensado para contener a esta enorme masa de trabajadores esenciales, de los más expuestos al virus y a las angustias de la cuarentena. Esa línea de atención, dirigida por el comisario mayor y psiquiatra Sebastián Laborde, se convirtió en una receptoría de angustias mucho más amplias que el Covid-19. Pese a ello, fue rápidamente desmantelada.
 
Tiempo después aparecieron en las comisarías afiches que hablaban tímidamente de la depresión y las tendencias suicidas. Y en 2022 se formó el programa de Prevención del Suicidio Policial, a cargo de la psicóloga Claudia Peláez, que difundió los objetivos de corto plazo y las estadísticas oficiales desde 2015.
 
El programa fue relanzado en junio de este año, en un gran acto del gobierno provincial donde estuvieron el ministro Javier Alonso, el nuevo jefe de la Bonaerense, comisario general Javier Villar, la Subsecretaria de Promoción de la Salud y el Bienestar del Personal Policial, Agustina Baudino, y funcionarios del Ministerio de Salud. En un comunicado oficial, se subrayó el compromiso con este drama y se sostuvo que los suicidios habían aumentado a partir de la pandemia.
 
Pero, curiosamente, los datos oficiales no muestran relación alguna con aquel escenario. Los casos eran altos mucho antes del virus. En 2015 hubo 26, y en 2016 pasaron a 39. En 2017 y 2018 se mantuvieron en 30 cada año, y en 2019 hubo 32. En 2020, el año de la cuarentena dura, los casos bajaron a 17, y en 2021 el número fue 25. Volvió a subir a 36 en 2022, a bajar a 25 en 2023 y trepar a 33 en medio año de 2024. Clarín consultó a la Subsecretaría de Bienestar del Personal Policial sobre quién dirige en la actualidad el programa, pero no tuvo respuesta.
 
La principal amenaza en las filas de la Bonaerense ya no es un tabú para las autoridades. Se habla del asunto y marca una novedad respecto de los últimos años. Pero eligen asociarlo a fenómenos generales: los suicidios en el mundo, la violencia machista en el país o una pandemia. Es decir, desmarcarlo de las singularidades del mundo policial. Esta idea no encuadra con la experiencia de los psiquiatras que atienden policías todos los días y ven en la institución una toxicidad especial.
 
Uno de estos médicos, que prefiere resguardar su identidad porque es policía en actividad, sostiene que la seguidilla de tentativas y de suicidios está directamente relacionada con un ambiente de “burnout” y violencia institucional. En el mismo sentido, otro psiquiatra entrevistado por Clarín, Sergio Evrard, describió a la Bonaerense como una “olla a presión con fuego abajo, a la que le ponen la tapa”.
 
La mayoría de los agentes tiene el régimen de 24 horas de servicio por 48 de descanso, trabaja lejos de su casa y está en pareja con otro policía. “Nunca les coinciden los horarios para desarrollar la vida familiar. Además, la mayoría tiene una segunda ocupación para sumar un mango: son choferes de Uber, dan clases de fitness o artes marciales, hacen changas de albañilería o de seguridad, Muchos, además, consumen drogas. No están frescos y tienen un arma en la mano" –sostiene Evrard–. "Se sienten en servicio las 24 horas, exigidos a estar conectados al celular con sus jefes incluso los francos. Tienen que limpiar su lugar de trabajo, ¡hasta los baños!, comprarse el uniforme, cuando en cualquier fábrica te lo dan, y no tienen tiempo libre”.
 
Muchos de los policías que se mataron en los últimos años trabajaban en la UTOI, una supuesta unidad de elite que, paradójicamente, es sostenida con miles de agentes recién recibidos y terminó denunciada por maltratos y condiciones de alojamiento deplorables. Las semillas de la Bonaerense – se puede ingresar a partir de los 17 años–, son enviadas sin opción a bases de la UTOI esparcidas por el Conurbano, muchas veces a cientos de kilómetros de sus hogares, y adonde no hay en qué llegar. Los suicidios en este ambiente abren otro delicado interrogante, porque están demasiado pegados al test psicotécnico que admitió a los chicos para ser policías.
Con información de Clarín

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