Mendoza
Condenaron a un hombre a 19 años por dos violaciones
Jueves 17 de
Septiembre 2015
La Justicia condenó ayer a 19 años de prisión a un hombre de 30 años por la violación de dos adolescentes.
Por las versiones que circulan en Medrano, lugar en el que se produjeron los ataques, se presume que pueden existir otras víctimas que aún no se han animado a denunciarlo y por ello el juez Eduardo Orozco, haciendo lugar a un pedido de la Fiscalía de Cámara, ordenó que el patrón genético del condenado quede guardado para poder ser cotejado si fuera necesario. Además se dispuso investigar al padrastro de una de las víctimas, que también podría haberla sometido sexualmente.
En los últimos años los tribunales de la Tercera Circunscripción, han investigado y dictado sentencia en una gran cantidad de delitos sexuales. La enorme mayoría ocurrió en el ámbito familiar o, al menos, había un trato previo entre víctima y victimario. El caso sentenciado ayer es distinto. El imputado lograba acercarse a sus víctimas y luego las violaba.
Ayer, cuando llegó esposado a la sala de audiencias, el rostro de Javier Ricardo Romero estaba enmarcado por patillas largas y perfectamente recortadas. A pesar de estar en prisión hace más de un año, todavía cuida su aspecto. En Medrano lo recuerdan como un hombre que se vestía con cierta elegancia. Camperas de cuero, jeans de marca y que solía moverse en un moto llamativa. Una especie de galán pueblerino.
Primer caso
La chica tenía 16 años y cayó en la trampa. Romero, 12 años mayor que ella, la cortejó una tarde, logró que la joven le diera su teléfono y, después de cruzar mensajes por algunos días, se encontraron un par de veces. Parecía un noviazgo. Una tarde de sábado de la primera quincena de setiembre de 2012, Romero la invitó a tomar una gaseosa. Ella aceptó. Después, el hombre le dijo que lo acompañara hasta su casa de la calle La Legua, porque debía alimentar a su perro y entonces aceptó. Romero la hizo pasar a la casa y, en la cocina, la besó. Después, ya por la fuerza y a pesar de que ella se resistía y gritaba, la metió en una habitación, le arrancó la ropa y la violó. Después la amenazó, advirtiéndole “te vas a arrepentir si le contás a alguien”. Ella se fue llorando. Cuando llegó a su casa le contó a su madre. La mujer, quizás pensando que sería un trauma peor para su hija, decidió no denunciar. Lo que no tuvo en cuenta es que, durante el siguiente mes y medio, Romero y la chica se cruzarían por Medrano algunas veces y que el hombre se burlaría, haciéndole gestos y lanzándole alguna frase grosera.
Lo peor ocurrió en la madrugada del 28 de octubre cuando Romero, delante de otros jóvenes, la agarró por la fuerza y la manoseó. Otra vez la chica escapó corriendo y volvió a contarle a su madre que, esta vez sí, presentó la denuncia por los dos hechos.
La Fiscalía de Rivadavia–Junín tomó intervención en el hecho y ordenó que Javier Romero fuera llevado por la fuerza pública, para tomarle declaración. Sin embargo, pese a que esa resolución comenzó a figurar en el orden del día, la policía no lo ubicó. Según cuentan en Medrano y en algunas otros lugares de la zona Este, Romero siguió mostrándose en la calle con su campera negra y su moto y, según se cree, continuó con sus prácticas de seducción, acoso y, quizás, ataques sexuales.
El segundo caso
Casi un año después de la primera denuncia, el 23 de agosto de 2013, iba a ocurrir el segundo ataque denunciado. La víctima también tenía 16 años. Era baja, delgada, tímida y parecía aún más chica. Todavía era virgen. La Justicia la calificó como una adolescente especialmente “vulnerable”, por detalles que se conocerían después.
Javier Ricardo Romero usó la misma estrategia. La cortejó y la hizo creer que tenía un interés genuino por ella. Ese viernes 23 de agosto, cerca de las 19, Romero la encontró en el parque de Medrano. Se acercó a ella, la abrazó, la besó y la llevó de la mano por un callejón, hasta el borde de un canal, en donde había un árbol caído. Allí, de un momento a otro, Romero abandonó su papel de galán y adoptó el de violador. Le agarró los brazos, la puso de espalda y contra el tronco del árbol. Allí, él de pie y ella forzada a inclinarse hacia adelante, el hombre le bajó los pantalones y la sometió. El ataque le produjo a la joven un desgarro y un profuso sangrado. Así, herida y humillada, la niña caminó dos kilómetros hasta su casa y le contó a su familia lo que había sucedido. Y radicaron la denuncia.
Con información de
UNO
