En esta nueva era, la cuestion de las energías parece estar en boca de todos. Se puso tan de moda como los jeans nevados en los 80. Todo el mundo te habla de la importancia de la buena o la mala vibra, de las conexiones, del más allá…Y mientras tanto, una anda como loca tratando de descubrir ese universo impalpable pero aparentemente prometedor. Y si no lo sentís, siempre te encontrás con alguien que intenta que te acerques, entonces, cuando te ve un poco pálida y cansada, te asegura que estás "cargada" y necesitás "una limpieza". Y aunque le expliques que lo que te pasa es que tenés un niño de año y medio que duerme poco y por eso las ojeras y el cansancio, insiste nuevamente en que lo que tenés que quitarte es la mala onda. ¿Limpiarme energéticamente? ¿Qué? Yo con todo lo que tengo que hacer apenas si tengo tiempo de lavarme con agua y jabón, escuchando los gritos de mi niño del otro lado de la puerta del baño.
 
Consejos y más consejos que vienen de todos lados, por mail, en carteles, en Facebook… Y la tentación es grande, porque a veces necesitamos agarrarnos de cualquier cosa con tal de pasar ese mal trance o esa situación que nos incomoda.
 
Por ejemplo, según el Feng Shui, averigüé que mi cama está mal puesta, que debería estar direccionada hacia el Norte. El problema es que ahí no la puedo poner porque tengo una ventana, y dicen que sobre las ventanas no van las camas. Y tengo un espejo empotrado en el techo, que también es desaconsejado, pero como alquilo no lo puedo sacar. ¿Qué hago? ¿Le pongo un toldo? Otro consejo es pintar de verde la pared del living para atraer la energía, pero como nada pega con ese color, tengo que cambiar todos los muebles y cuadros. Imposible, ¿no? Y así todo… Por eso, decidí por ahora sólo poner el gatito que mueve la manito sin parar en la puerta. Eso es lo más cercano a lo oriental que pude lograr.
 
Después me aconsejaron hacer Reiki. El problema no sólo es la constancia, sino que creo que al primer hombre que me apoye con suavidad sus manos, me lo agarro y no lo suelto más. Ando necesitada de… ¡Bueh, para qué ampliar!
 
Terapia de vidas pasadas, esa no sé, no me animo, me da cosita, no sé si quiero saber quién corno fui en otra vida, si apenas y con 22 años de terapia encima estoy sabiendo quién soy en esta. Mirá si fui Cabral y me morí aplastado por un caballo, o fui Cleopatra, la reina del Nilo, la reina de la lujuria y el sexo, y por eso me va como me va. O peor, si fui un simple ombú y en mi vida pasada tan sólo fui eso: un árbol.
 
¿Y el tarot? Una vez me hice tirar las cartas y estuve días mirando a todo hombre morocho que me pasaba por al lado porque me habían dicho que el hombre de mi vida estaba cerca, que era morocho y que tenía que estar atenta. Nada, chicas. Nunca apareció.
 
Y para mis 30 me regalaron una carta natal. Y me dijeron que yo en otra vida había tenido problemas con la ley y por eso mi rebeldía y desobediencia en esta vida. ¿Será cierto?
 
Se trata de eternos peregrinajes en busca de la paz interior. Aromaterapia, relajación, música de mar, fuente de agua, el elefante con la cola apuntando a la puerta, guías espirituales… Todos andamos corriendo, buscando callar los monstruos internos que no dejan de gritarnos. En este mundo loco, loquito, que nos ha tocado vivir, vamos probando qué cosas nos hacen bien, pero siempre al borde del ataque de nervios.
 
Qué quieren que les diga, chicas, entiendo y respeto todo aquello que nos haga bien. Pero yo extraño con locura a mi abuela Matilde, que cuando me veía enojada o llorando, me lavaba la cara con agua tibia, me curaba el ojeado y me mandaba al patio en patas a caminar por el pasto.