Dos de cada tres víctimas de bullying se van de su escuela
Miércoles 16 de
Octubre 2013

Yanina López y Daniela Cisterna son madres de dos alumnas de 11 años de La Plata que fueron víctimas del bullying y al final terminaron cambiadas de escuela
Hace unos días, dos alumnas de 11 años que asistían a una escuela de La Plata y que eran víctimas de múltiples maltratos por parte de sus compañeros de clase fueron cambiadas de colegio. La medida se adoptó después de que la madre de una de las menores denunciara a las autoridades escolares que eran víctimas de bullying. El hecho (ver página 4) no es aislado, ni se circunscribe, claro, a la capital bonaerense.
De acuerdo a especialistas en prevención del bullying consultados por Clarín, dos de cada tres casos se resuelven sacando a los chicos del colegio donde sufren las agresiones. De acuerdo a sondeos realizados tanto en la ciudad de Buenos Aires, el GBA y el interior de la Provincia, un 30% de los chicos que son víctimas de bullying son cambiados de escuela por iniciativa de los propios padres. Aluden que lo hacen porque no soportan más los hostigamientos de sus compañeros acosadores. “Primero los cambian de colegio y luego llaman a las ONG para ver cómo pueden solucionar el tema”, explica Javier Miglino, fundador de Bullying sin Fronteras.
Otro 30% de los padres que tienen hijos en esa situación, también los cambia de colegio pero por sugerencia de los propios directivos de las instituciones educativas. De los alumnos restantes, no es que los casos se resuelven satisfactoriamente. En la mayoría de los casos los chicos “aguantan” porque no quieren perder a sus compañeros de clase.
Para Miglino, las escuelas –en realidad– lo único que buscan es sacarse el problema de encima. “Los directores y maestros siempre niegan todo. Para ellos, el bullying no existe en sus colegios. Colocan frente a este problema una suerte de muro blanco. Pero no saben que así no sólo no lo erradican sino que lo alientan y lo hacen crecer de manera exponencial”, explica. En efecto, muchos colegios suelen negar la problemática para que no queden constancia en las inspecciones escolares. Sucede que, sobre todo en los privados, el bullying puede desteñir el prestigio y buen nombre de las instituciones, que muchas veces no quieren quedar pegadas a una mala reputación.
Esto supone un enorme desafío para las ONG que buscan concientizar y trabajar de lleno en las escuelas. Flavia Sinigagliesi, psicóloga y médica pediatra de Bullying Cero Argentina, asegura que la mayoría de las escuelas argentinas no trabajan en la solución del tema. De hecho, en una reciente investigación que realizaron junto con la Universidad de Flores, surgió que de 40 escuelas porteñas a las que invitaron a participar y que incluían encuestas a alumnos de sexto y séptimo grado, sólo nueve les abrieron las puertas (tres de ellas por contactos directos).
“Ese dato es importantísimo porque quiere decir que la escuela todavía tiene miedo de hablar”, dice Sinigagliesi. En la mayoría de los casos, ese miedo pasa por el hecho de que los padres puedan pensar que el hecho de participar de una encuesta de bullying presupone la existencia de un problema dentro del colegio y que no se hace nada por erradicarlo. “Por eso el nivel de trabajo de las ONG es todavía inicial”, agrega.
Pero, ¿cambiar de colegio ayuda a las víctimas, o supone un triunfo de los alumnos acosadores? “Cambiar de colegio no soluciona nada. Porque si el chico no aprende a resolver y enfrentar el conflicto lo más probable es que le vuelva a pasar”, continúa la especialista de Bullying Cero.
“A esta alternativa se llega cuando los chicos comienzan a hablar, porque muchas veces se callan. Ante esto, la primera reacción de los padres es ir hablar al colegio, pero en la mayoría reciben los casos despreocupadamente y no se toman medidas para solucionar los acosos”, explica Sara Zusman, médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Incluso cuando el problema trasciende el aula, los colegios deberían tratar el bullying junto con otras modalidades de violencia escolar e incorporarlo en los contenidos curriculares, capacitando a los docentes, dando charlas a padres y jóvenes”, recomienda Marta Dávila, psicóloga de la UBA.
Su par y autor del libro “Adolescencia: el fin de la ingenuidad”, Luis Kancyper, opina que cambiar a los alumnos de colegio puede servir para erradicar una situación de peligro, aunque no es la solución para la raíz del conflicto: “Ese cambio en la urgencia debe ser un punto de partida para profundizar por qué sucede con ciertos alumnos el bullying y con otros no”.
Otro 30% de los padres que tienen hijos en esa situación, también los cambia de colegio pero por sugerencia de los propios directivos de las instituciones educativas. De los alumnos restantes, no es que los casos se resuelven satisfactoriamente. En la mayoría de los casos los chicos “aguantan” porque no quieren perder a sus compañeros de clase.
Para Miglino, las escuelas –en realidad– lo único que buscan es sacarse el problema de encima. “Los directores y maestros siempre niegan todo. Para ellos, el bullying no existe en sus colegios. Colocan frente a este problema una suerte de muro blanco. Pero no saben que así no sólo no lo erradican sino que lo alientan y lo hacen crecer de manera exponencial”, explica. En efecto, muchos colegios suelen negar la problemática para que no queden constancia en las inspecciones escolares. Sucede que, sobre todo en los privados, el bullying puede desteñir el prestigio y buen nombre de las instituciones, que muchas veces no quieren quedar pegadas a una mala reputación.
Esto supone un enorme desafío para las ONG que buscan concientizar y trabajar de lleno en las escuelas. Flavia Sinigagliesi, psicóloga y médica pediatra de Bullying Cero Argentina, asegura que la mayoría de las escuelas argentinas no trabajan en la solución del tema. De hecho, en una reciente investigación que realizaron junto con la Universidad de Flores, surgió que de 40 escuelas porteñas a las que invitaron a participar y que incluían encuestas a alumnos de sexto y séptimo grado, sólo nueve les abrieron las puertas (tres de ellas por contactos directos).
“Ese dato es importantísimo porque quiere decir que la escuela todavía tiene miedo de hablar”, dice Sinigagliesi. En la mayoría de los casos, ese miedo pasa por el hecho de que los padres puedan pensar que el hecho de participar de una encuesta de bullying presupone la existencia de un problema dentro del colegio y que no se hace nada por erradicarlo. “Por eso el nivel de trabajo de las ONG es todavía inicial”, agrega.
Pero, ¿cambiar de colegio ayuda a las víctimas, o supone un triunfo de los alumnos acosadores? “Cambiar de colegio no soluciona nada. Porque si el chico no aprende a resolver y enfrentar el conflicto lo más probable es que le vuelva a pasar”, continúa la especialista de Bullying Cero.
“A esta alternativa se llega cuando los chicos comienzan a hablar, porque muchas veces se callan. Ante esto, la primera reacción de los padres es ir hablar al colegio, pero en la mayoría reciben los casos despreocupadamente y no se toman medidas para solucionar los acosos”, explica Sara Zusman, médica psicoanalista de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
“Incluso cuando el problema trasciende el aula, los colegios deberían tratar el bullying junto con otras modalidades de violencia escolar e incorporarlo en los contenidos curriculares, capacitando a los docentes, dando charlas a padres y jóvenes”, recomienda Marta Dávila, psicóloga de la UBA.
Su par y autor del libro “Adolescencia: el fin de la ingenuidad”, Luis Kancyper, opina que cambiar a los alumnos de colegio puede servir para erradicar una situación de peligro, aunque no es la solución para la raíz del conflicto: “Ese cambio en la urgencia debe ser un punto de partida para profundizar por qué sucede con ciertos alumnos el bullying y con otros no”.
Con información de
Clarín

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