12 de octubre: costumbres, frases y huellas que dejó la conquista de América y se mantienen hasta la actualidad
Sábado 12 de
Octubre 2019

Hoy se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, años atrás conocido como el Día de la Raza. La fecha recuerda el descubrimiento de América, lo que se tradujo en un complejo proceso que incluyó el exterminio del aborigen y comprendió, además, siglos de dominación y un profundo intercambio cultural que llega hasta nuestros días
Seguramente, no habrá sido sencillo para los Reyes Católicos aceptar la osada propuesta de ese navegante genovés, nacido de una familia que la había tenido que luchar para salir adelante. Tenía un argumento convincente, pero a partir de una concepción insólita que hacía poco estaba prendiendo como verídica. Cuando los turcos habían recuperado Constantinopla en 1473, se había cerrado un paso comercial importantísimo entre oriente y occidente. Esa fue una de las razones esgrimidas por Cristóbal Colón en la corte española: ganar por mar lo que por tierra demoraba largos meses. Lo que no se esperaban fue que se proponía llegar a oriente desde occidente por agua porque, aseguraba, que la tierra era redonda, que el mar que separaba España de las Indias era pequeño y perfectamente navegable.
“Envíenme a ese hombre”, ordenó la reina Isabel cuando se enteró del proyecto del genovés. Por ser Reina de Castilla le correspondían los temas de navegación, mientras que su marido, Fernando de Aragón, se ocupaba de los terrestres. Cuando se entrevistó con ellos, en mayo de 1486, Colón ya sabía cómo manejarse. Para entonces, ya había defendido su proyecto ante el rey Juan II de Portugal, aunque el resultado no fue el deseado, ya que se acusaron mutuamente de estar loco.
En cambio, la reina española vio sumamente tentador explorar una vía hacia la venerada Jerusalén, tironeada por siglos entre cristianos y musulmanes. Y, de paso, hacerse de las riquezas y productos de un vasto mundo del que poco se conocía.
La reina dio el visto bueno y le adelantó una buena suma de dinero al explorador, aunque supeditó la aprobación del viaje a una comisión de expertos, los que se tomaron años en dar su dictamen, que resultaría negativo por unanimidad. Sin embargo, consejeros del rey lograron ser lo suficientemente persuasivos para que la empresa se llevase adelante.
El carismático capitán Martín Alonso Pinzón reclutó en tabernas y en lugares de mala muerte del Puerto de Palos y sus cercanías un centenar de hombres. La mayoría eran andaluces y hasta había cuatro que eran buscados por homicidio. Ellos fueron los que un viernes 12 de octubre de 1492 llegarían a la isla que Colón bautizaría como San Salvador. Es en la actualidad la isla de Watling, en las Bahamas. Sin saberlo, habían descubierto América.
Pasada la sorpresa inicial, la reacción de resistencia de los pueblos originarios terminó de la peor manera para ellos. Se calcula que el noventa por ciento de los que fueron muertos corresponden al primer siglo del descubrimiento.
El adelanto en tecnología militar fue lo que hizo la diferencia entre los 300 mil españoles que llegaron entre 1492 y el 1600 contra más de cincuenta millones de indígenas. De la misma manera, bajo el principio de “dividir para reinar”, los españoles supieron armar alianzas con determinadas tribus, en detrimento de otras.
Enfermedades de aquí y de allá
Pero también las poblaciones de naturales fueron diezmadas por las enfermedades que los españoles importarían de Europa, como la gripe, el paludismo, la lepra, la fiebre tifoidea, la tos ferina, la difteria, el sarampión, la varicela y la rabia canina.
La primera epidemia de viruela se asegura que estalló en 1518, en Santo Domingo, y que el portador había sido un esclavo; además, fueron demoledoras las epidemias de sarampión de 1531 y 1545. Claro que los conquistadores se enfermaban del mal de Chagas, de triquinosis y de tuberculosis.
Caballos, mulas, ovejas
Los europeos introdujeron los caballos, mulas, burros, ovejas, cabras, chivos y cerdos, que comenzaron a convivir con especies autóctonas, como la alpaca, el guanaco, la llama, la vicuña, el jaguar, el puma, el ñandú y el armadillo, entre otras.
En las bodegas de sus barcos, trajeron trigo, cebada, avena, centeno, espinaca, lechugas, y caña de azúcar, además de limones, manzanas y uvas.
En América, los europeos conocerían la papa, las calabazas, los ajíes, los porotos, los tomates y el aguacate.
Frases que sobrevivieron al paso del tiempo
Los conquistadores se develaron, triunfaron, se frustraron y siempre soñaron con encontrar oro y plata. Querían “hacer la América”. Por siglos, barcos cargados de metales preciosos engrosaron las arcas reales de las cortes europeas. “Vale un Potosí”, es una frase popular que hace referencia a la inmensa riqueza inagotable de esa localidad boliviana.
Claro que encontrarlos no siempre fue sencillo y muchas expediciones sucumbieron en el intento. Cuando Francisco Pizarro y su gente se resignaban a la peor de las suertes, dieron con Jauja, un sitio con abundante agua y comida, lo que provocó gran alegría. De ahí la expresión “estar de jauja”.
Por supuesto, hubo rebeliones e intentos de dejarlo todo y poner rumbo al viejo continente, como lo sufrió Hernán Cortés cuando ordenó marchar hacia México. Algunos estudiosos sostienen que es un leyenda, cuando no tuvo mejor idea que destruir sus propios barcos para asegurar que lo obedeciesen.
Si bien la guerra entre europeos e indígenas fue descomunalmente desigual, éstos últimos echaron mano de primitivos recursos para desorientar al adversario. Como el de ir en “fila india”, uno detrás del otro, pisando en el mismo lugar donde lo hacía el de adelante. Le correspondía al último borrar las huellas.
Y lo que en la actualidad “andá al carajo” es un insulto, en esos tiempos el carajo era el punto más alto del mástil donde el vigía se colocaba.
Los españoles adoptarían una costumbre que observaron en los naturales, como fue el caso de Montezuma, que es la de bañarse todos los días o día por medio. Se cuenta que cuando Hernán Cortés y los suyos llegaron a México, los indígenas solían quemar hierbas aromáticas para contrarrestar el mal olor del hombre blanco.
Desde el 12 de octubre de 1916 se conmemoraba en Argentina el “Día de la Raza” y fue a partir de 2010 que pasó a llamarse “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. De todas maneras, se recuerda el puntapié inicial que el genovés Cristóbal Colón dio en lo que sería un largo proceso de una cruel dominación del continente americano.
“Envíenme a ese hombre”, ordenó la reina Isabel cuando se enteró del proyecto del genovés. Por ser Reina de Castilla le correspondían los temas de navegación, mientras que su marido, Fernando de Aragón, se ocupaba de los terrestres. Cuando se entrevistó con ellos, en mayo de 1486, Colón ya sabía cómo manejarse. Para entonces, ya había defendido su proyecto ante el rey Juan II de Portugal, aunque el resultado no fue el deseado, ya que se acusaron mutuamente de estar loco.
En cambio, la reina española vio sumamente tentador explorar una vía hacia la venerada Jerusalén, tironeada por siglos entre cristianos y musulmanes. Y, de paso, hacerse de las riquezas y productos de un vasto mundo del que poco se conocía.
La reina dio el visto bueno y le adelantó una buena suma de dinero al explorador, aunque supeditó la aprobación del viaje a una comisión de expertos, los que se tomaron años en dar su dictamen, que resultaría negativo por unanimidad. Sin embargo, consejeros del rey lograron ser lo suficientemente persuasivos para que la empresa se llevase adelante.
El carismático capitán Martín Alonso Pinzón reclutó en tabernas y en lugares de mala muerte del Puerto de Palos y sus cercanías un centenar de hombres. La mayoría eran andaluces y hasta había cuatro que eran buscados por homicidio. Ellos fueron los que un viernes 12 de octubre de 1492 llegarían a la isla que Colón bautizaría como San Salvador. Es en la actualidad la isla de Watling, en las Bahamas. Sin saberlo, habían descubierto América.
Pasada la sorpresa inicial, la reacción de resistencia de los pueblos originarios terminó de la peor manera para ellos. Se calcula que el noventa por ciento de los que fueron muertos corresponden al primer siglo del descubrimiento.
El adelanto en tecnología militar fue lo que hizo la diferencia entre los 300 mil españoles que llegaron entre 1492 y el 1600 contra más de cincuenta millones de indígenas. De la misma manera, bajo el principio de “dividir para reinar”, los españoles supieron armar alianzas con determinadas tribus, en detrimento de otras.
Enfermedades de aquí y de allá
Pero también las poblaciones de naturales fueron diezmadas por las enfermedades que los españoles importarían de Europa, como la gripe, el paludismo, la lepra, la fiebre tifoidea, la tos ferina, la difteria, el sarampión, la varicela y la rabia canina.
La primera epidemia de viruela se asegura que estalló en 1518, en Santo Domingo, y que el portador había sido un esclavo; además, fueron demoledoras las epidemias de sarampión de 1531 y 1545. Claro que los conquistadores se enfermaban del mal de Chagas, de triquinosis y de tuberculosis.
Caballos, mulas, ovejas
Los europeos introdujeron los caballos, mulas, burros, ovejas, cabras, chivos y cerdos, que comenzaron a convivir con especies autóctonas, como la alpaca, el guanaco, la llama, la vicuña, el jaguar, el puma, el ñandú y el armadillo, entre otras.
En las bodegas de sus barcos, trajeron trigo, cebada, avena, centeno, espinaca, lechugas, y caña de azúcar, además de limones, manzanas y uvas.
En América, los europeos conocerían la papa, las calabazas, los ajíes, los porotos, los tomates y el aguacate.
Frases que sobrevivieron al paso del tiempo
Los conquistadores se develaron, triunfaron, se frustraron y siempre soñaron con encontrar oro y plata. Querían “hacer la América”. Por siglos, barcos cargados de metales preciosos engrosaron las arcas reales de las cortes europeas. “Vale un Potosí”, es una frase popular que hace referencia a la inmensa riqueza inagotable de esa localidad boliviana.
Claro que encontrarlos no siempre fue sencillo y muchas expediciones sucumbieron en el intento. Cuando Francisco Pizarro y su gente se resignaban a la peor de las suertes, dieron con Jauja, un sitio con abundante agua y comida, lo que provocó gran alegría. De ahí la expresión “estar de jauja”.
Por supuesto, hubo rebeliones e intentos de dejarlo todo y poner rumbo al viejo continente, como lo sufrió Hernán Cortés cuando ordenó marchar hacia México. Algunos estudiosos sostienen que es un leyenda, cuando no tuvo mejor idea que destruir sus propios barcos para asegurar que lo obedeciesen.
Si bien la guerra entre europeos e indígenas fue descomunalmente desigual, éstos últimos echaron mano de primitivos recursos para desorientar al adversario. Como el de ir en “fila india”, uno detrás del otro, pisando en el mismo lugar donde lo hacía el de adelante. Le correspondía al último borrar las huellas.
Y lo que en la actualidad “andá al carajo” es un insulto, en esos tiempos el carajo era el punto más alto del mástil donde el vigía se colocaba.
Los españoles adoptarían una costumbre que observaron en los naturales, como fue el caso de Montezuma, que es la de bañarse todos los días o día por medio. Se cuenta que cuando Hernán Cortés y los suyos llegaron a México, los indígenas solían quemar hierbas aromáticas para contrarrestar el mal olor del hombre blanco.
Desde el 12 de octubre de 1916 se conmemoraba en Argentina el “Día de la Raza” y fue a partir de 2010 que pasó a llamarse “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. De todas maneras, se recuerda el puntapié inicial que el genovés Cristóbal Colón dio en lo que sería un largo proceso de una cruel dominación del continente americano.
Con información de
Infobae
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