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Entrevista a Juan Pablo Poletti. El análisis de Maxi Romero, Carlos Renna y Gustavo Piedra Buena del resultado de las elecciones del 29 de junio. La opinión de Roberto Mirabella.

Lo que viene es consensuar: ¿estamos listos?
Martes 12 de
Mayo 2020

Por:
María Herminia Grande
El Presidente siempre se definió a sí mismo como un pragmático. El mundo de la pandemia –que nadie esperaba- le está dando la posibilidad de usar ese traje. Un pragmático suma evidencias, procesa los datos y actúa.
Esto viene haciendo ante el Covid-19. Llamó a expertos, se asesoró y va procediendo. Esta semana es el turno de la economía externa, en realidad de las negociaciones reales por la deuda externa con fecha límite 22 de mayo. La instancia crucial es default o acuerdo. Definición que excede a los economistas que lo asesoran. Una vez más es su decisión política, al igual que lo viene haciendo con la salud de los argentinos. Por extraña coincidencia, evitar el default también hace al cuidado de la salud de los argentinos.
El pragmatismo tiene un ingrediente fundamental: el tiempo. Siempre se trata de ganar tiempo. En la pandemia, su utilización fue clave para minimizar los estragos del virus en la sociedad. En el otro enorme desafío –la deuda externa-, el tiempo también cuenta para negociar mejor o peor. El Presidente lo ha utilizado hasta este momento para concitar el apoyo del arco político nacional e internacional. En ambos casos, Alberto Fernández supo construir su “colchón de apoyaturas” para impulsar sus decisiones políticas o, para amortiguar posibles traspiés. También para flexibilizar posturas inamovibles. No es menor el apoyo de los presidentes de Alemania, Francia, etcétera, ni el probable apoyo del FMI, el cual depende de la propuesta que ahora, haga el Presidente.
Y en lo interno, opositores con responsabilidades ejecutivas, ex ministros de economía, cámaras empresariales, representantes obreros.
Consultado el ex ministro de economía y negociador del acuerdo anterior, Dr. Roberto Lavagna, cree que “los acreedores deberían reconocer lo que ya se ha pagado”. Y recuerda: “Sobre la base de la buena fe el Gobierno, con amplio apoyo del Congreso, sacó de las escasas reservas un partida de hasta USD 4571 millones para pagos de deuda con moneda extranjera, con la mira puesta en el arreglo del 31/3/2020. Por lo tanto, toda propuesta oficial debe incorporar estos pagos como parte de los compromisos ya ejecutado. Por ende, lo ofertado es mayor que a lo calculado por los acreedores”. Por lo tanto, si en las negociaciones se lograse un reconocimiento de lo ya pagado y se flexibilizara un poco la oferta, debería haber espacio para acordar.
El Presidente tiene un giro idiomático al que apela cada vez que termina de expresar una idea. Dice: “¿de acuerdo?”. Alberto Fernández trabaja los consensos para luego producir sus acciones políticas. El Presidente es un hombre moderado que a veces tiene una “curva aplanada” de exabruptos.
Es un secreto a voces que mientras el Presidente consensúa sus políticas para defender la vida con propios y opositores, su vicepresidenta –en el entorno, Ella- aprovecha su tiempo para llenar casilleros vacíos o desplazar funcionarios en beneficio de su gente. Un caso evidente es el Ministerio de Desarrollo Social, donde la disconformidad de los movimientos sociales para con el ministro tiene que ver con que Daniel Arroyo en la implementación de la tarjeta alimentaria, por ejemplo, cortó el clientelismo que estas organizaciones usufructúan cuando manejan dinero. El Presidente es consciente de esta y otras fricciones que se producen en su gobierno. No alteran su tranquilidad. Su consigna es paso a paso. Si bien elegirá el momento para decirlo, seguramente su gente contrarrestará este avance, armando la estructura política para que el año que viene se vea fortalecido en el Congreso.
Si los resultados finales sanitarios del coronavirus mantienen el perfil que hoy se observa, si las negociaciones de la deuda externa llegan a un acuerdo, lo que sigue es consensuar -de la misma manera que lo ha hecho el Presidente en estos dos grandes temas- la política para la otra pandemia argentina: la pobreza, la cual, producto de las políticas de paralización de actividades realizadas hasta aquí, seguramente perforará las previsiones que sobre ella tenía el Gobierno.
A propósito de este tema, la CGT producirá el jueves en la UOCRA una reunión no menor: ampliar su base de sustentación con gremios que se mantenían alejados de la actual conducción. Entre ellos estarán presentes representando al SEMUR (40 organizaciones gremiales) Sergio Sassia, de la Unión Ferroviaria, y por Luz y Fuerza, Guillermo Moser. Ayer los visitó el secretario Carlos Acuña. La CGT, consciente de la gravísima situación post pandemia, busca consolidarse para estructurar una agenda de contacto con empresarios, Iglesia y ONGs con el fin de generar mayores acercamientos, para luego de estas rondas de conversaciones pergeñar aportes políticos y así colaborar en la post pandemia en la reconstitución del tejido productivo, laboral y social.
Hoy en Argentina una mirada tradicional de la política nos lleva a individualizar tres sectores, tanto en oficialismo como en oposición. En la oposición, a grosso modo, el macrismo alineado con el ex Presidente. Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Y el radicalismo, donde Martín Lousteau está más activo, el presidente del partido Alfredo Cornejo con espasmos de apariciones, y el diputado Mario Negri con planteos coyunturales. Y el gobernador Gerardo Morales, muy afín con el gobierno nacional. En el oficialismo están el cristinismo, el albertismo y Sergio Massa.
Una lectura más actual del mapa político argentino acorde al Covid-19 podría dividirse entre la política en acción y la política tradicional. Un actor, el gobernador Omar Perotti, me decía: “Para nosotros hoy la política está enfocada al cuidado de la gente las 24 horas los siete días de la semana. Estamos quienes nos abocamos a las acciones día a día en forma colaborativa, sin distinciones políticas. Mientras en la vereda de enfrente está la política tradicional que mira y aún no sabe cómo pararse ante este fenómeno”.
El pragmatismo tiene un ingrediente fundamental: el tiempo. Siempre se trata de ganar tiempo. En la pandemia, su utilización fue clave para minimizar los estragos del virus en la sociedad. En el otro enorme desafío –la deuda externa-, el tiempo también cuenta para negociar mejor o peor. El Presidente lo ha utilizado hasta este momento para concitar el apoyo del arco político nacional e internacional. En ambos casos, Alberto Fernández supo construir su “colchón de apoyaturas” para impulsar sus decisiones políticas o, para amortiguar posibles traspiés. También para flexibilizar posturas inamovibles. No es menor el apoyo de los presidentes de Alemania, Francia, etcétera, ni el probable apoyo del FMI, el cual depende de la propuesta que ahora, haga el Presidente.
Y en lo interno, opositores con responsabilidades ejecutivas, ex ministros de economía, cámaras empresariales, representantes obreros.
Consultado el ex ministro de economía y negociador del acuerdo anterior, Dr. Roberto Lavagna, cree que “los acreedores deberían reconocer lo que ya se ha pagado”. Y recuerda: “Sobre la base de la buena fe el Gobierno, con amplio apoyo del Congreso, sacó de las escasas reservas un partida de hasta USD 4571 millones para pagos de deuda con moneda extranjera, con la mira puesta en el arreglo del 31/3/2020. Por lo tanto, toda propuesta oficial debe incorporar estos pagos como parte de los compromisos ya ejecutado. Por ende, lo ofertado es mayor que a lo calculado por los acreedores”. Por lo tanto, si en las negociaciones se lograse un reconocimiento de lo ya pagado y se flexibilizara un poco la oferta, debería haber espacio para acordar.
El Presidente tiene un giro idiomático al que apela cada vez que termina de expresar una idea. Dice: “¿de acuerdo?”. Alberto Fernández trabaja los consensos para luego producir sus acciones políticas. El Presidente es un hombre moderado que a veces tiene una “curva aplanada” de exabruptos.
Es un secreto a voces que mientras el Presidente consensúa sus políticas para defender la vida con propios y opositores, su vicepresidenta –en el entorno, Ella- aprovecha su tiempo para llenar casilleros vacíos o desplazar funcionarios en beneficio de su gente. Un caso evidente es el Ministerio de Desarrollo Social, donde la disconformidad de los movimientos sociales para con el ministro tiene que ver con que Daniel Arroyo en la implementación de la tarjeta alimentaria, por ejemplo, cortó el clientelismo que estas organizaciones usufructúan cuando manejan dinero. El Presidente es consciente de esta y otras fricciones que se producen en su gobierno. No alteran su tranquilidad. Su consigna es paso a paso. Si bien elegirá el momento para decirlo, seguramente su gente contrarrestará este avance, armando la estructura política para que el año que viene se vea fortalecido en el Congreso.
Si los resultados finales sanitarios del coronavirus mantienen el perfil que hoy se observa, si las negociaciones de la deuda externa llegan a un acuerdo, lo que sigue es consensuar -de la misma manera que lo ha hecho el Presidente en estos dos grandes temas- la política para la otra pandemia argentina: la pobreza, la cual, producto de las políticas de paralización de actividades realizadas hasta aquí, seguramente perforará las previsiones que sobre ella tenía el Gobierno.
A propósito de este tema, la CGT producirá el jueves en la UOCRA una reunión no menor: ampliar su base de sustentación con gremios que se mantenían alejados de la actual conducción. Entre ellos estarán presentes representando al SEMUR (40 organizaciones gremiales) Sergio Sassia, de la Unión Ferroviaria, y por Luz y Fuerza, Guillermo Moser. Ayer los visitó el secretario Carlos Acuña. La CGT, consciente de la gravísima situación post pandemia, busca consolidarse para estructurar una agenda de contacto con empresarios, Iglesia y ONGs con el fin de generar mayores acercamientos, para luego de estas rondas de conversaciones pergeñar aportes políticos y así colaborar en la post pandemia en la reconstitución del tejido productivo, laboral y social.
Hoy en Argentina una mirada tradicional de la política nos lleva a individualizar tres sectores, tanto en oficialismo como en oposición. En la oposición, a grosso modo, el macrismo alineado con el ex Presidente. Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal. Y el radicalismo, donde Martín Lousteau está más activo, el presidente del partido Alfredo Cornejo con espasmos de apariciones, y el diputado Mario Negri con planteos coyunturales. Y el gobernador Gerardo Morales, muy afín con el gobierno nacional. En el oficialismo están el cristinismo, el albertismo y Sergio Massa.
Una lectura más actual del mapa político argentino acorde al Covid-19 podría dividirse entre la política en acción y la política tradicional. Un actor, el gobernador Omar Perotti, me decía: “Para nosotros hoy la política está enfocada al cuidado de la gente las 24 horas los siete días de la semana. Estamos quienes nos abocamos a las acciones día a día en forma colaborativa, sin distinciones políticas. Mientras en la vereda de enfrente está la política tradicional que mira y aún no sabe cómo pararse ante este fenómeno”.
Con información de
Infobae

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