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EEUU

No hay vacunas para los niños pequeños y empiezan las clases: los dilemas de los padres

Lunes 06 de Septiembre 2021

Cerca de 48 millones de niños estadounidenses no son elegibles para recibir una vacuna contra el coronavirus. El comienzo de las clases escolares ha hecho que los padres tengan que enfrentar decisiones difíciles.
El presidente estadounidense, Joe Biden, ha calificado el actual brote de coronavirus como una “pandemia de los no vacunados”.
 
No obstante, a medida que Estados Unidos afronta su peor momento de la pandemia desde el invierno pasado, existe un grupo de 48 millones de personas que no tienen la opción de recibir una vacuna: los niños menores de 12 años.
 
Como aún no se autoriza ninguna vacuna para los niños pequeños, algo que podría continuar así durante algún tiempo, sus familiares están en una posición particularmente difícil ante el comienzo de este ciclo escolar.
 
“Esperar por una vacuna para los menores de 12 años ha comenzado a sentirse como esperando a Godot”, dijo Dana Gilbert, de 49 años, quien vive en Minneapolis. Su hijo de 11 años nació prematuro y tiene necesidades especiales; además, un médico familiar recomendó que el menor no regresara a las clases presenciales hasta que una vacuna estuviera disponible.
 
Ella tenía la esperanza de que, para este momento, eso ya habría ocurrido. En cambio, tiene problemas para encontrar un maestro privado.
 
Su plan es esperar a que pase el tiempo: mantenerlo en casa hasta que se autorice el uso de emergencia de alguna vacuna o hasta que cumpla 12 años en 2022, lo que ocurra primero.
 
Las encuestas muestran que un número considerable de padres no tienen la intención de vacunar a sus hijos, incluso cuando las inoculaciones estén disponibles. La Fundación de la Familia Kaiser reveló que entre el 25 y el 30 por ciento de los padres con niños más pequeños “definitivamente no” los vacunarían. Una encuesta de Gallup encontró que el 46 por ciento no planea hacerlo.
 
No obstante, millones de familias están en un limbo exasperante, mientras esperan una vacuna a medida que la variante delta produce un aumento de casos nuevos, incluso en niños.
 
El calendario para la autorización de una vacuna que se le pueda aplicar a los niños menores de 12 años (que inicialmente se esperaba para este otoño) parece haberse desacelerado conforme los funcionarios consideran aspectos como la seguridad, efectividad y dosis. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, indicó hace poco que una vacuna podría estar disponible para los niños pequeños “probablemente para mediados o finales del otoño y principios del invierno”. Se espera que primero haya inmunizaciones para niños cuya edad oscile entre los 5 y los 11 años; es posible que los niños de 6 meses en adelante tengan que esperar más tiempo.
 
En algunas entrevistas, muchos padres de niños menores de 12 años describieron sentirse cada vez más desesperados, enojados y arrinconados, pues deben mandar de mala gana a sus hijos a los salones de clases este otoño (o recurrir a acciones drásticas para mantenerlos a salvo).
 
Otros están menos preocupados, pero igual de frustrados mientras comienza otro ciclo escolar signado por las reglas pandémicas. En algunos casos, los lineamientos se aplican de manera más estricta a niños pequeños que aún no cumplen con los requisitos para vacunarse.
 
“Se siente como que no hay ninguna buena opción en este momento”, dijo Adina Ellis, de 45 años, quien dio vueltas en la cama durante horas porque no podía dormir la noche previa al regreso a clases esta semana en Washington D. C., atormentada por la indecisión sobre enviar o no a su hijo de 6 años, Cassius.
 
El año pasado Ellis perdió a su padre debido a la COVID-19 y formó parte del grupo de padres de familia que pedían al alcalde que permitiera la enseñanza remota. Sin embargo, como otras grandes ciudades, este año Washington obliga a que casi todos los estudiantes asistan de manera presencial.
 
El primer día de escuela, Ellis se levantó antes del amanecer, se sentó en el porche en la fachada de su casa con su esposo y tomó una decisión sobre el hecho de que su hijo asistiera a clases. Cuando lo vio subir los escalones cargando una mochila de Hot Wheels, parte de ella se resignó a la posibilidad de que él pudiera contagiarse.
 
“Ese pensamiento me perseguirá durante todo el tiempo que vaya a la escuela sin estar vacunado”, mencionó.
 
Los datos sobre casos de coronavirus en niños son imprecisos pero, según la mayoría de los recuentos, las complicaciones graves han sido poco comunes.
 
Durante la pandemia, menos de 2 de cada 100 casos de COVID-19 en niños han resultado en hospitalización y menos de 3 en cada 10,000 casos han terminado en muerte, según datos a nivel estatal analizados por la Academia Estadounidense de Pediatría. Como muchos casos asintomáticos en niños tal vez pasaron sin ser detectados, el riesgo podría ser menor.
 
No obstante, la variante delta ha sumado un nuevo problema que todavía no se entiende por completo.
 
Ahora se están presentando más casos graves de niños, mientras los hospitales se saturan con pacientes de coronavirus que, en su mayoría, no se han vacunado. La delta es casi el doble de infecciosa que el virus original, lo que lleva a más infecciones en general, y los investigadores buscan entender si también es o no más grave. Un estudio reciente descubrió que es más probable que la delta cause hospitalizaciones. Algunos niños también han desarrollado casos prolongados y debilitantes de COVID, incluso después de infecciones que al principio fueron leves o asintomáticas.
 
Esa incertidumbre ha hecho que los padres tengan que hacer sus propios cálculos de riesgo, por lo que, con frecuencia, llegan a conclusiones muy diferentes.
 
Mike Mulder, de 41 años, está más preocupado por el riesgo de sus hijos debido a la vacuna que por la COVID-19.
 
“A mucha gente le gusta pensar que las personas como nosotros son antivacunas, pero no lo somos”, dijo Mulder, quien vive en el condado de San Luis Obispo, en California, y forma parte de un grupo de padres de familia que promovió la enseñanza presencial y la libertad de no usar mascarillas durante la pandemia.
 
Dijo que había vacunado a sus seis hijos por otras enfermedades, pero que todavía no estaba listo para hacerlo en el caso del coronavirus debido a la falta de estudios a largo plazo. “Solo estamos preocupados, como muchas otras personas, porque son muy nuevas”, indicó.
 
Todd Newlin, de 40 años, de Ramsey, Minnesota, dijo que él y su esposa fueron vacunados y planean inmunizar a sus hijos, de 4, 9 y 11 años, cuando la vacuna se encuentre disponible. Está abierto a las vacunas, en parte, porque quiere que su familia pueda viajar, no usar mascarillas y vivir la vida con la mayor normalidad posible.
 
Pero con el aumento de casos, su distrito promulgó un lineamiento para el uso de cubrebocas desde el jardín de infantes hasta el sexto grado. Los estudiantes mayores, que tienen la opción de vacunarse, no tienen el mismo requisito.
 
Dijo que seguiría a regañadientes el mandato local, aunque considera que los riesgos para la salud de los niños que contraen el coronavirus son relativamente bajos.
 
“No voy a enseñarles a mis hijos a vivir con miedo”, dijo.
 
Hasta el momento, 450 niños han muerto de COVID-19, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), entre las más de 640.000 personas que han fallecido en Estados Unidos.
 
Alexandra Simbaña es consciente de esos riesgos y tiene miedo.
 
“Cuando la gente dice: ‘Oh, un pequeño porcentaje de niños se enfermará mortalmente’, eso no es reconfortante cuando has ido al lado oscuro de la Luna”, dijo Simbaña, de 42 años, quien vive en Washington D. C. y fue hospitalizada por COVID-19 el año pasado y todavía sufre problemas de salud. Decidió que su hija de 9 años se quedará en casa esta semana, en vez de enviarla a la escuela. “No, ese uno por ciento podría ser mi hija”, expresó.
 
Además, existe esa simple practicidad que a menudo lo decide todo: el cuidado infantil.
 
“Si tuviera una opción y pudiera dejarlos en casa y pagar las cuentas y alimentarlos, no lo pensaría dos veces”, dijo Isis Spann, de 32 años, quien vive en Moncks Corner, Carolina del Sur, y es una asesora educativa que trabaja con familias para dar clases a niños de primaria en casa. “Pero simplemente no funciona de esa manera para nuestra dinámica familiar”. Con precaución, manda a sus cuatro hijos a tomar clases presenciales este otoño.
 
La falta de una vacuna para los niños pequeños también incrementa la ansiedad por el uso de cubrebocas.
 
En Texas, donde está prohibido hacer obligatorio el uso de mascarillas en las escuelas, Jason Helms, de 39 años, quien vive en Fort Worth, dijo que se angustió el primer día de escuela cuando vio que la maestra de su hija de 6 años no usaba cubrebocas.
 
“Fuimos a casa, nos acostamos en el piso y lloramos”, dijo Helms. Le preocupaba en particular exponer a su hija de 3 años, quien es vulnerable a problemas respiratorios.
 
Su familia sintió que tenía pocas opciones, excepto mudarse.
 
Su esposa, Meaghan Helms, llevó a los niños a vivir con sus padres en Carolina del Norte, donde la familia cree que tendrían mayor acceso a camas en hospitales infantiles y donde se requiere que su hija de 6 años use una mascarilla para asistir a la escuela. Jason Helms se quedó en Fort Worth debido a su trabajo.
 
Funcionarios federales enfrentan cada vez mayor presión para acelerar la autorización de uso de emergencia de una vacuna, también de parte de la Academia Estadounidense de Pediatría, que ha exhortado a la autorización “tan pronto como sea posible”.
 
Tera Long, de 39 años, de Sallisaw, Oklahoma, estaba tan preocupada sobre la prohibición de su estado a la obligatoriedad de usar cubrebocas que el segundo día de escuela inscribió a su hija, de 10 años, en el ensayo clínico de una vacuna.
 
“Estoy lista”, dijo.
 
Recientemente, dos fabricantes de vacunas contra la COVID-19, Pfizer-BioNTech y Moderna, expandieron el tamaño de sus estudios en niños cuya edad oscila entre los 5 y los 11 años, una medida precautoria que tiene la intención de detectar efectos secundarios poco comunes, incluyendo problemas de inflamación cardiaca.
 
Pfizer ha dicho que podría enviar datos a la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) este mes, pero cualquier cronología para la autorización es incierta.
 
Por el momento, muchos padres solo tratan de salir adelante.
 
Juliet Muller, de 46 años, envió a su hija de 9 años de regreso a la escuela en Chicago esta semana, esperando lo mejor. Dice que, si se mantiene saludable, los beneficios de aprender en persona y estar cerca de otros niños valdrán la pena. Sin embargo, no puede evitar pensar en los peores escenarios.
 
“Es como si hicieras malabares con unas motosierras”, dijo. “Y confías en que no te vas a cortar”.
 
Con información de The New York Time

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