Autodomesticación: ¿nuestra especie selecciona a los mejores seres humanos?
Sábado 30 de
Julio 2022
Esta teoría defiende que Homo sapiens también ha tenido una selección artificial por la que nuestros rostros son más amables y nuestro comportamiento más social.
Los seres humanos nos hemos domesticados a nosotros mismos, al igual que hicimos con otras especies como el perro, el caballo, el trigo o el maíz. Diversas teorías defienden que Homo sapiens se ha encargado él solito de modificarse los rasgos físicos para mostrar un rostro más amable. Esto ha permitido que hayamos evolucionado como seres menos agresivos y más sociales. Sin embargo, no faltan voces contrarias a la idea de la autodomesticación.
La selección artificial
Aunque pueda parecer una visión moderna y revolucionaria, estamos ante una idea que ya esbozó Darwin hace más de 150 años. El término “domesticación” se ha utilizado de manera general para otras especies de animales y plantas, no para el ser humano. Se trata del proceso por el que, consciente o inconscientemente, los humanos hemos intervenido en una selección artificial que ha ido modificando a las especies según nuestros gustos, necesidades o características que más nos convienen. Durante muchas centurias hemos sido muy proactivos en esta selección artificial y en pocas generaciones logramos fijar determinados rasgos que nos benefician. Charles Darwin, ya comentó que ciertas tendencias visibles en las especies domesticadas por el ser humano eran visibles también en el propio ser humano. Es por ello que hablamos de autodomesticación.
La domesticación de plantas y animales nos llevó a una nueva etapa en la historia del ser humano: el Neolítico. Aunque por entonces no tuviéramos ni idea de qué era el ADN y faltaban muchísimos años para que Charles Darwin empezara a hablar de la selección natural, nos bastó la lógica y los resultados obtenidos para ir modificando especies a nuestro gusto. Cruzar los individuos que más nos interesaban tenía una consecuencia en la descendencia: cambiaba la genética con modificaciones que mejoraban la especie según nuestros intereses.
No deja de resultar un tanto sorprendente que a través de cruzamientos hayamos logrado transformar animales desde el lobo a los perros con enanismo y formas exóticas que hoy tenemos por mascotas dóciles y con fisionomías adorables. Al igual que, en dirección contraria, también hemos creado razas de perros mucho más agresivas y con aspectos feroces que los sociales e inteligentes lobos de los que proceden el mejor amigo del hombre.
Humanos más amables y sociales
Esta misma domesticación habría sido llevada cabo por Homo sapiens con los propios individuos de Homo sapiens. Es decir, según la teoría de la autodomesticación, el ser humano moderno habría buscado reproducirse con los sujetos más amables y sociales. Sería un elemento más en nuestra adaptación como especie que nos ha traído hasta este punto en el que dominamos el planeta.
Varios investigadores defienden la veracidad de este proceso evolutivo a través de estudios genéticos. Los resultados concluyen que Homo sapiens se ha autoseleccionado para retener rasgos juveniles, sobre todo en la cara, eliminando aquellas características que conferían un aspecto agresivo en la etapa adulta: colmillos más pequeños, orejas más ceñidas, un hocico menos pronunciado de lo habitual entre los primates y una región supraorbital menos marcada. De hecho, sorprende lo mucho que se parecen la cara de un Homo sapiens adulto a la de un neandertal infantil. Esta autoselección habría propiciado un comportamiento colaborativo y grupos más inclinados a socializar.
En contra de la autodomesticación
Sin embargo, hay quien apunta ciertas fisuras en esta teoría de la autodomesticación. José María Bermúdez de Castro dedica un interesante capítulo a la autodomesticación en su libro “Dioses y mendigos”. Señala que la domesticación cambió el aspecto físico de los perros, pero también su comportamiento. Los rostros de Homo sapiens parecen más amables comparados con las reconstrucciones que tenemos de Homo neanderthalensis:
“Pero nadie puede negar la dureza en la mirada y en el rostro de muchos seres humanos, aunque hayamos perdidos el hocico y nuestras orejas sean pequeñas. Seguimos luchando en guerras cruentas de manera despiadada, cometiendo genocidios, realizando prácticas políticas nauseabundas o deseando el mal de nuestros semejantes. Mantenemos cierto orden gracias a las leyes y a quienes las hacen cumplir. ¿Dónde queda, pues, nuestra hipotética autodomesticación, en la que predominaría un carácter pacífico y tolerante?”
Cuando nacemos recibimos una educación que podría parecerse a un tipo de domesticación. No somos libres para hacer lo que nos dé la gana, a menos que queramos escapar del sistema en el que vivimos y refugiarnos en algún bosque o la Antártida, en zonas aisladas del contacto con otros seres humanos. Pero esto no tiene nada que ver con la domesticación y selección artificial, por no decir que se trataría del comportamiento totalmente opuesto al objetivo que habría perseguido nuestra autodomesticación.
Por tanto, es posible que estemos ante una semiautodomesticación. Pues es cierto que nuestro rostro resulta más amable que el de nuestros antepasados, pero los cambios parecen haber sido únicamente físicos. En cuanto a nuestro comportamiento violento, si bien hemos llegado lejos con nuestras sociedades, las guerras no solo han dejado de ser cada vez menos frecuente, sino que, a medida que nuestra tecnología avanza, son cada vez más devastadoras. En palabras de Bermúdez de Castro:
“Apuesto a que nuestro cerebro tiene un rostro que nos asustaría si pudiera materializarse”.
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Referencias:
Bermúdez de Castro, J. M. 2021. Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana. Crítica.
Theofanopoulou, C. et al. 2017. Self-domestication in Homo sapiens: Insights from comparative genomics. PLoS ONE 12, 10, e0185306.
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Por Fran Navarro
La selección artificial
Aunque pueda parecer una visión moderna y revolucionaria, estamos ante una idea que ya esbozó Darwin hace más de 150 años. El término “domesticación” se ha utilizado de manera general para otras especies de animales y plantas, no para el ser humano. Se trata del proceso por el que, consciente o inconscientemente, los humanos hemos intervenido en una selección artificial que ha ido modificando a las especies según nuestros gustos, necesidades o características que más nos convienen. Durante muchas centurias hemos sido muy proactivos en esta selección artificial y en pocas generaciones logramos fijar determinados rasgos que nos benefician. Charles Darwin, ya comentó que ciertas tendencias visibles en las especies domesticadas por el ser humano eran visibles también en el propio ser humano. Es por ello que hablamos de autodomesticación.
La domesticación de plantas y animales nos llevó a una nueva etapa en la historia del ser humano: el Neolítico. Aunque por entonces no tuviéramos ni idea de qué era el ADN y faltaban muchísimos años para que Charles Darwin empezara a hablar de la selección natural, nos bastó la lógica y los resultados obtenidos para ir modificando especies a nuestro gusto. Cruzar los individuos que más nos interesaban tenía una consecuencia en la descendencia: cambiaba la genética con modificaciones que mejoraban la especie según nuestros intereses.
No deja de resultar un tanto sorprendente que a través de cruzamientos hayamos logrado transformar animales desde el lobo a los perros con enanismo y formas exóticas que hoy tenemos por mascotas dóciles y con fisionomías adorables. Al igual que, en dirección contraria, también hemos creado razas de perros mucho más agresivas y con aspectos feroces que los sociales e inteligentes lobos de los que proceden el mejor amigo del hombre.
Humanos más amables y sociales
Esta misma domesticación habría sido llevada cabo por Homo sapiens con los propios individuos de Homo sapiens. Es decir, según la teoría de la autodomesticación, el ser humano moderno habría buscado reproducirse con los sujetos más amables y sociales. Sería un elemento más en nuestra adaptación como especie que nos ha traído hasta este punto en el que dominamos el planeta.
Varios investigadores defienden la veracidad de este proceso evolutivo a través de estudios genéticos. Los resultados concluyen que Homo sapiens se ha autoseleccionado para retener rasgos juveniles, sobre todo en la cara, eliminando aquellas características que conferían un aspecto agresivo en la etapa adulta: colmillos más pequeños, orejas más ceñidas, un hocico menos pronunciado de lo habitual entre los primates y una región supraorbital menos marcada. De hecho, sorprende lo mucho que se parecen la cara de un Homo sapiens adulto a la de un neandertal infantil. Esta autoselección habría propiciado un comportamiento colaborativo y grupos más inclinados a socializar.
En contra de la autodomesticación
Sin embargo, hay quien apunta ciertas fisuras en esta teoría de la autodomesticación. José María Bermúdez de Castro dedica un interesante capítulo a la autodomesticación en su libro “Dioses y mendigos”. Señala que la domesticación cambió el aspecto físico de los perros, pero también su comportamiento. Los rostros de Homo sapiens parecen más amables comparados con las reconstrucciones que tenemos de Homo neanderthalensis:
“Pero nadie puede negar la dureza en la mirada y en el rostro de muchos seres humanos, aunque hayamos perdidos el hocico y nuestras orejas sean pequeñas. Seguimos luchando en guerras cruentas de manera despiadada, cometiendo genocidios, realizando prácticas políticas nauseabundas o deseando el mal de nuestros semejantes. Mantenemos cierto orden gracias a las leyes y a quienes las hacen cumplir. ¿Dónde queda, pues, nuestra hipotética autodomesticación, en la que predominaría un carácter pacífico y tolerante?”
Cuando nacemos recibimos una educación que podría parecerse a un tipo de domesticación. No somos libres para hacer lo que nos dé la gana, a menos que queramos escapar del sistema en el que vivimos y refugiarnos en algún bosque o la Antártida, en zonas aisladas del contacto con otros seres humanos. Pero esto no tiene nada que ver con la domesticación y selección artificial, por no decir que se trataría del comportamiento totalmente opuesto al objetivo que habría perseguido nuestra autodomesticación.
Por tanto, es posible que estemos ante una semiautodomesticación. Pues es cierto que nuestro rostro resulta más amable que el de nuestros antepasados, pero los cambios parecen haber sido únicamente físicos. En cuanto a nuestro comportamiento violento, si bien hemos llegado lejos con nuestras sociedades, las guerras no solo han dejado de ser cada vez menos frecuente, sino que, a medida que nuestra tecnología avanza, son cada vez más devastadoras. En palabras de Bermúdez de Castro:
“Apuesto a que nuestro cerebro tiene un rostro que nos asustaría si pudiera materializarse”.
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Referencias:
Bermúdez de Castro, J. M. 2021. Dioses y mendigos. La gran odisea de la evolución humana. Crítica.
Theofanopoulou, C. et al. 2017. Self-domestication in Homo sapiens: Insights from comparative genomics. PLoS ONE 12, 10, e0185306.
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Por Fran Navarro
Con información de
https://www.muyinteresante.es/ciencia/articulo/autodomesticacion-nuestra-especie-selecciona-a-los-mejores-seres-humanos-451658470530
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