Depresión y ansiedad: los famosos rompen el tabú

Martes 18 de Julio 2023

Cada vez más celebrities comparten en público sus diagnósticos. Cómo salieron adelante. Las razones de un mal de época.
En una conferencia en Bélgica, en el 2013, el filósofo Mark Fisher sentenció: “El aumento de la depresión entre los jóvenes es sorprendente y ese tendría que ser el mayor indicador para condenar al mundo en el que vivimos”. Cinco años después se suicidó. Tenía 48 años, estaba a punto de publicar su tercer libro, “Lo raro y lo espeluznante”, y sus reflexiones acerca de la politización y colectivización de los efectos de las enfermedades mentales se replicaban en todo el mundo. Sin embargo, nada de eso sirvió para que él pudiera escapar de su propio padecimiento.
 
Fisher se convirtió en un autor indispensable a la hora de pensar salud mental, cultura y sociedad. Lejos de aquella idea de que la depresión y la ansiedad son solo padecimientos individuales e internos, el autor puso foco en cómo las condiciones materiales de la existencia están profundamente relacionadas con el aumento de diagnósticos. Su historia, además, demuestra algo que todos los especialistas repiten una y otra vez: a cualquiera le puede pasar.
 
A diez años de aquella conferencia, se acumulan informes que advierten sobre el aumento en las estadísticas. En Argentina las cifras oficiales indican que una de cada tres personas presenta un problema de salud mental a partir de los 20 años. Pero de la mano de la preocupación y del incremento de casos, aparece un fenómeno nuevo: el fin del tabú.
 
Los expertos señalan a la pandemia como un parteaguas y en los últimos tres años cada vez más personas se animaron a contar en público su experiencia. El viejo prejuicio que obligaba a esconder cualquier enfermedad mental, lentamente se resquebraja.
 
A principios de mes, Tini Stoessel se quebró al final de un concierto en Barcelona y le agradeció a su público: “Hace tres semanas veía muy lejano poder volver a subirme a un escenario y fue una meta que me puse en mi cabeza”, dijo. Unos días antes, en una entrevista, contó que sintió que había tocado fondo: “No me podía levantar de la cama, tenía ataques de pánico”, reveló.
 
“Que las celebridades hablen abre la puerta a que otros también puedan hablar y más todavía: deja claro que vos podés ser exitoso, tener fama y dinero y también te podés enfermar o tener un episodio de salud mental. Quienes organizan quizás escuchan esto y temen que el cantante suspenda. Los famosos lo saben, saben que se están exponiendo al estigma y por eso creo que tiene una cuota de valentía que de todas formas cuenten su experiencia”, aseguró a NOTICIAS Sergio Grosman, médico psiquiatra y presidente del capítulo de psicoterapias de la Asociación de Psiquiatras Argentinos.
 
Alberto Trimboli es doctor en Psicología, ex presidente de la Federación Mundial de Salud Mental y presidente honorario de la Asociación Argentina de Salud Mental (AASM) y ha participado en campañas de concientización en diferentes países. “Es increíble la potencia que generan estas figuras”, aseguró y agregó que “los diagnósticos que más se repiten son depresión y ansiedad que, según la OMS, la depresión será la mayor causa de discapacidad en el futuro”.  
 
Cada vez que una celebridad cuenta su padecimiento, su historia se replica en la prensa hasta el cansancio. Y cuando se observa quiénes son los que hablan, vuelve una vez más la idea de que no hay un patrón.
 
Los artistas hablan de salud mental 
Rusher King contó que tuvo ataques de ansiedad y pánico. También que tuvo ideas suicidas: “Estaba durmiendo en mi casa, me faltaba el aire y me tuve que levantar para que me llevaran al hospital. Pensaba que me moría, tenía el corazón a mil”, reveló. El colombiano J. Balvin se refirió a sus diagnósticos de ansiedad y depresión y aseguró que pudo “salir después de dos meses, gracias a Dios y gracias a los profesionales y a los medicamentos.
 
Karina “La Princesita” confesó muchas veces que “sentía que se moría” antes de un show y que le costó mucho tiempo llegar a entender que eso era un ataque de pánico. “Empecé a hablar del tema cuando ya me estaba ocupando porque quería que la gente comprendiera mis cambios de ánimo. Yo necesitaba decirlo. Hay muchas personas que lo viven y creo que no es tan común escucharlo de gente ‘famosa’ o conocida”, explicó. Por eso mismo apoyó en público al cantante español Alejandro Sanz cuando contó que había estado a punto de suspender su gira como consecuencia de sus padecimientos: “Leer hace que uno sienta que no está loco, que no está solo, que uno no es raro”, le respondió ella en Twitter.
 
René Pérez, de Calle 13, llegó a escribir una canción titulada con su propio nombre en la que cuenta cómo fue su proceso. Había muerto un amigo, se estaba divorciando y sintió que no podía seguir adelante. “Cuando caigo en depresión, mis problemas se los cuento a la ventana del avión. El estrés me tiene enfermo, hace diez años que no duermo... Estoy triste y me río. El concierto está lleno, pero yo estoy vacío”, dice el tema.
 
La actriz Carla Quevedo habla del asunto cada vez que puede. No se trata, en su caso, de hacer algún tipo de confesión íntima sino que aprovecha su fama para sumar su aporte al tema: “Crecí con trastornos de ansiedad y depresión. Nunca leí en ninguna revista que alguna de mis actrices favoritas sufriera de eso, lo cual a una la hace pensar que si es depresiva no puede ser exitosa”, dijo durante una entrevista.
 
Fuera del universo artístico, el empresario de medios Mario Pergolini mantuvo una conversación por redes sociales con un seguidor, le contó cómo fue su experiencia con la depresión y lo animó a salir adelante: “Yo te juro que llegaba de la oficina, me encerraba, me ponía a dormir, me despertaba y me iba para mi casa. Lo único que quería era estar apagado. Terminé con un psiquiatra muy bueno, la verdad que la pude sacar adelante. Fue un año, un año y pico”, reveló. El día que cumplió 51 años, Matías Martin habló a fondo del tema en su programa de radio: “Tuve cáncer de piel, tuve depresión, tuve ataques de pánico, la pasé horrible”, contó.
 
Salud mental y nuevo paradigma 
En la antigüedad, a las enfermedades mentales se les solía otorgar un origen sobrenatural: eran designios de los dioses, los demonios o las fuerzas naturales.
 
Uno de los primeros registros escritos sobre un problema de salud mental aparece en El Libro de Daniel, en el Antiguo Testamento. En el relato “La locura de Nabucodonosor”, el protagonista es castigado por su soberbia con la pérdida de la razón durante siete años hasta que se recupera por decisión divina.
 
La historia fue modificando la manera en la que las sociedades comprendían estos padecimientos. Sin embargo, hasta no hace demasiado el único destino de los “locos” era el encierro o la soledad. Durante la Edad Moderna se destacaron los avances en la medicina y, en particular, en la neurología y se entendió que los trastornos mentales tenían, de forma excluyente, un origen genético o neurológico. Recién a mediados del siglo XX comenzó a rechazarse, por ejemplo, los manicomios como la única solución posible.
 
Recién a finales de los años '40 se comenzó a pensar a la salud mental como un bienestar y no solo como la ausencia de trastornos. En la actualidad, la Organización Mundial de la Salud la define como “un estado de bienestar en el cual cada individuo desarrolla su potencial, puede afrontar las tensiones de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera, y puede aportar algo a su comunidad”.
 
Sin embargo, a pesar de lo que dice la OMS y las recomendaciones profesionales, hay ciertos prejuicios que sobreviven.
 
Para Trimboli, por ejemplo, que cada vez se hable más del tema no significa que hayan dejado de circular todo tipo de mitos acerca de las enfermedades mentales. “Estamos muy lejos de que la sociedad tome conciencia de que la salud mental es parte de la vida. Son temas que todavía arrastran representaciones sociales que se fueron construyendo desde hace cientos de años y que generan prejuicios y discriminación. Siempre han sido temas relacionados con la peligrosidad”, aseguró y agregó que esa es la razón por la que, durante siglos, la única salida era “la hoguera, el exorcismo o el encierro”.
 
Para el experto, esos prejuicios aparecen de forma permanente en los medios, por ejemplo, “cuando titulan con frases como ‘el loco del martillo’, ‘país esquizofrénico’ o ‘es una locura’”. Además, señala lo frecuente que es escuchar que se utilicen diagnósticos psicopatológicos como insultos: idiota, autista, loco, mogólico y la lista es infinita.
 
Según Grosman, esa mirada estigmatizante es interna y externa. “Si alguien tiene cáncer, se lastima una pierna o es anémica no piensa ‘yo soy esa enfermedad’ y tampoco se asocia el diagnóstico a su voluntad. En cambio, en salud mental, la persona suele pensar que sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos son constitutivos de su persona. Entonces, si esos pensamientos se alteran, sienten que se está alterando su propia identidad. Ese es el estigma interno”, explicó el experto.
 
El estigma externo tiene que ver con la reacción de los demás: “Los otros ponen distancia, juzgan negativamente. Ejemplos sobran, como cuando en un trabajo se enteran que alguien tuvo un episodio de depresión evitan darle determinadas responsabilidades, no para cuidarlo sino porque creen que ya no es confiable”, agregó.  
 
Ansiedad y depresión: cuándo pedir ayuda
Daniel Korinfeld es psicólogo y magíster en Salud Mental Comunitaria. Para él, hay algo que se debe tener muy en cuenta a la hora de buscar asistencia en estos casos: hay que tener la seguridad de que se está recurriendo a un profesional. “Mi recomendación es siempre concurrir a un licenciado en Psicología y digo ‘licenciado’ porque en el último tiempo hubo una explosión de personas que se presentan como profesionales y, en realidad, tuvieron alguna formación presuntamente psicológica pero que no lo es”, aseguró.
 
En las conversaciones suele aparecer una duda con frecuencia: ¿cuándo conviene un psicoanalista o un psicólogo conductual? Korinfeld insistió en que dar respuestas generales a estas preguntas, que deben ser respondidas caso por caso, sería irresponsable.
 
“Hay distintas corrientes teóricas y diferentes propuestas clínicas. En Argentina tenemos una presencia muy fuerte del psicoanálisis, pero de ninguna manera eso excluye otras perspectivas. Lo único que se puede recomendar de manera universal es consultar a un profesional matriculado y no pensar que estas cosas se resuelven solo con una serie de ‘tips’”, subrayó.
 
¿Cuándo consultar? Grosman aseguró que las señales varían de acuerdo al padecimiento y “no es lo mismo tener ataques de pánico que depresión, obsesión o una ansiedad anticipatoria”. Sin embargo, sostuvo que para pensar en la búsqueda de ayuda es importante diferenciar entre las enfermedades en las cuales las personas tienen conciencia de su sufrimiento y aquellas que no.
 
“Si una persona está sufriendo una sintomatología y ese sufrimiento le impide desenvolverse en sus proyectos, es momento de consultar. Más si este sufrimiento le impide realizar las funciones básicas como dormir, comer, levantarse de la cama o bañarse”, explicó. En los casos de depresión o ansiedad, por ejemplo, la persona puede llegar a reconocer las señales. En cambio, en algunos casos como la esquizofrenia, es probable que el entorno de la persona identifique las alertas.
 
Trimboli hizo un comentario aparte acerca de las adicciones, que de forma equivocada suelen presentarse como un problema de salud mental en sí mismo. “Hay una representación social equivocada por parte de la sociedad en general, y por parte de los profesionales de la salud en particular, que asocia a las adicciones con el delito y la peligrosidad cuando en realidad siempre se instala sobre un cuadro psicopatológico previo”, explicó. “La consecuencia es que muchas personas lo esconden y los servicios de salud mental las rechaza. Es algo sobre lo que tenemos que trabajar mucho”.
 
Políticas públicas. En Argentina, el asunto llegó al Congreso hace más de diez años y, aunque se sancionó una nueva ley, nunca se destinaron los fondos para que se aplique.
 
Las celebridades del mundo se animan a hablar, comparten cómo es vivir con un diagnóstico y demuestran que le puede pasar a cualquiera. Sus declaraciones ayudan a romper el prejuicio, pero para ponerle fin a esta crisis hace falta mucho más.
 
El catedrático danés Mikkel Krause escribió en el 2019 en su libro “Going Nowhere, Slow”: “¿Cómo arrojás un ladrillo por la ventana de un banco si no podés levantarte de la cama? Esta pregunta, formulada por Johanna Hedva en 'Teoría de la mujer enferma', ha estado conmigo desde hace bastante tiempo. No he podido quitármela de la cabeza. ¿Por qué? Porque apunta a una situación conocida por muchos de nosotros, una situación caracterizada por la desesperación y la depresión. Esta situación también está, en la mayoría de los casos, saturada por la política y la economía. Contrariamente al discurso psicológico y psiquiátrico convencional, la razón por la que uno no puede levantarse de la cama no es porque tenga una mala predisposición, una mentalidad negativa o porque de alguna manera haya elegido su propia infelicidad. Tampoco se trata nada más que de una cuestión de química y biología, un desequilibrio en el cerebro, una disposición genética desafortunada o niveles bajos de serotonina. La mayoría de las veces se trata del mundo en el que vivimos, el trabajo que odiamos o el trabajo que acabamos de perder, las deudas que acechan nuestro futuro, o el hecho de que el futuro del planeta está amenazado y se va, cada vez más rápido, por el sumidero”.
Con información de Noticias

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