Qué estrella porno gay lucha contra la homofobia
La biografía online de Michael Lucas lo describe como "una estrella pornográfica evolucionada". Con el paso de los años, el actor y director de películas porno gay se aventuró a publicar de manera periódica declaraciones políticas incendiarias acerca del Oriente Medio. Y ahora se metió de lleno en el debate sobre el crecimiento de la homofobia en su país de origen.
"Soy la única estrella porno que revelaría la edad", me dijo Lucas, de 41 años, cuando lo entrevisté hace poco en su oficina de Manhattan. Lucas, de origen judío ruso, creció sin saber qué era la homosexualidad, y dice que se decidió a salir de su país de origen cuando leyó un artículo sobre cómo el "maldito" Occidente aceptaba esa orientación sexual: "Pensé, ¡Santo Dios, es fantástico! Y desde entonces, lo único que quería era partir".
Lucas trabajó como taxi-boy y filmó películas XXX en Europa (la primera de ellas, incluso, heterosexual) antes de ir a Estados Unidos, donde llegó a la conclusión de que podía hacer más dinero como productor de pornografía que delante de las cámaras. Su empresa tuvo un enorme éxito: Lucas dice que rodó la película pornográfica gay con mayor presupuesto de todos los tiempos, y batió su propio récord algunos años después con La dolce vita de Michael Lucas.
También se le despertó el "gustito" por la política. Cuando el artista Charles Merrill quemó una rara edición del Corán, Lucas lo alabó por su "valentía artística y social" y llamó a Alá "el Supremo Papanatas". Dijo que los judíos ultraortodoxos de Israel eran una "plaga" que no podía dejar de reproducirse (Lucas tiene ciudadanías estadounidense e israelí). Y que en los países musulmanes, "una mujer es igual a un camello".
Esos desagradables puntos de vista convierten a Lucas en un extraño portavoz en favor de los derechos civiles, pero está intentando remediar esto. En abril pasado, volvió a su país de origen para filmar su más reciente proyecto: un documental sobre los rusos gays. Los primeros rumores sobre una ley que prohibía la propaganda gay, aprobada a fines de junio, le resultaron familiares a Lucas, que creció rodeado de cazadores de brujas antisemitas de una época diferente. "Conozco muy bien a las autoridades rusas. Cumplen con lo que prometen", dice. "Los homosexuales son el enemigo perfecto. Son invisibles en cierto modo, pero al mismo tiempo están entre nosotros".
Hace poco, Lucas publicó un anuncio a toda página en la revista Next a favor de un boicot contra el vodka ruso, e intercambió ataques online con un activista ruso que se oponía a él. Lo irritaron las declaraciones de la superatleta rusa Yeléna Isinbayeva, quien apoyó la ley "antigay": "Si permitimos que (los gays) promuevan y hagan todo eso en la calle estaríamos muy preocupados por nuestro país", había dicho la saltadora con garrocha (y luego se retractó). Lucas, en ese punto, tiene una sugerencia para los atletas olímpicos de EE. UU. y otros países que participarán en los juegos de invierno en Sochi: en la ceremonia inaugural, dice, los atletas varones deberían caminar de la mano con otros hombres, y las mujeres con otras mujeres. Pero Lucas mismo no piensa volver pronto a Rusia. "No quiero que me envíen a una cárcel rusa", dice. "No creo poder salir de allí".