La ciencia detrás de la envidia: por qué es tan poderosa y cómo podemos evitarla, según una experta de Harvard
Sábado 02 de
Abril 2022
Se trata de un sentimiento muy arraigado en la naturaleza humana, con profundas raíces evolutivas, que se vino gestando con fuerza en el pasado ancestral. Jennifer Lerner, psicóloga de la Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard, revela algunas de las claves para combatirlo
Si te molesta que promocionen o le suban el sueldo a una compañera de trabajo, si sufrís porque a un colega le dan un premio o le aceptan un importante proyecto, si no te gusta que los hijos de tus parientes saquen buenas notas, o que tu amiga vaya siempre elegantemente vestida, si te inquieta que tu compañero tenga una pareja guapa y atractiva, si te quita el sueño que el equipo de fútbol de tu vecino gane un campeonato, o que su partido político, el de él, gane las elecciones, si te ocurre todo o alguna de esas y otras parecidas cosas, es muy posible que lo que tengas sea envidia, envidia pura y dura.
Pero la envidia no es desear lo que tienen los demás, cosa bastante natural, sobre todo cuando uno tiene poco. Lo que más y mejor caracteriza a la verdadera envidia es el deseo de que el otro, el envidiado, no tenga lo que tiene, de que no sea verdad que lo tenga, de que no sea cierto su éxito o no sea tanta como parece su riqueza material. La envidia benigna, la que solemos considerar sana, al igual que la admiración, puede motivar a mejorar uno mismo, pero la envidia maligna se relaciona con la deshonestidad y con la conducta inmoral, y a lo que tiende siempre es a derrotar y a hacer caer al envidiado.
En diálogo con The Harvard Gazette, la psicóloga de la Escuela Kennedy, Jennifer Lerner, ahondó sobre el sentimiento de envidia entre los amigos: de dónde viene, por qué es tan poderosa, cómo podemos evitarla. La pregunta se inspiró en una famosa broma del escritor, ensayista, guionista y periodista estadounidense, candidato al Premio Nobel de Literatura, Gore Vidal: “Siempre que un amigo tiene éxito, algo en mí muere”.
“La envidia es una emoción atemporal. Mucho antes de Gore Vidal, Aristóteles dijo: ‘Envidiamos a aquellos cuyas adquisiciones y esfuerzos exitosos nos son un reproche’. La cita de Vidal deja claro cómo la envidia roba momentos potenciales de alegría. La envidia puede comerte vivo. Se caracteriza en la literatura científica como un estado muy desagradable de inferioridad, hostilidad y resentimiento, razón por la cual a veces desencadena su prima emoción schadenfreude: deleitarse con la caída de otro”, explicó Lerner.
Para la especialista, si bien los breves momentos de schadenfreude pueden ser relativamente inofensivos, la envidia tiende a perdurar, a veces hasta el punto de la obsesión. “Afortunadamente, la envidia no es inevitable. Una forma de evitarla pasa por apreciar el bien colectivo. Por ejemplo, un escritor cuyo amigo gana un premio literario podría centrarse en el hecho de que cualquier avance en la literatura es, en última instancia, un avance para todos nosotros. Después de todo, ¡todos podemos leer el libro!”, detalló.
En relación con esto, el próspero campo de la investigación sobre negociación ha demostrado que si evita asumir una “mentalidad de pastel fijo”, es decir, creer que hay un conjunto predefinido de bienes en el mundo y que cualquier cosa buena para la otra persona es menos buena para mí, tiene una mejor oportunidad de encontrar soluciones integrales a los conflictos que creen más valor en general.
Cientos de estudios encuentran que los seres humanos rutinariamente hacen comparaciones sociales, intencionalmente o no. “Hoy en día, las redes sociales magnifican las oportunidades para hacer tales comparaciones. En la comunidad de Harvard, donde alguien gana un premio internacional casi todos los días, es fácil sentir envidia si te comparas constantemente con la superestrella del otro lado del pasillo. En cambio, podemos elegir conscientemente comparar nuestro yo presente con nuestro yo pasado”, aconsejó Lerner.
La envidia pasa por una manera de pensar vinculada a la competitividad, la idea de que la vida es una competición y de que nuestra felicidad depende de superar a los demás en algo. Esta mentalidad nos lleva a estar comparándonos con los demás y a valorar más el hecho de quedar por encima de alguien en algo que el verdadero significado de ser bueno en algo o de tener acceso a un bien independientemente de lo que hagan los demás.
Todo eso es capaz de introducirnos en una dinámica de pensamiento que nos esclaviza, porque el esfuerzo que hemos invertido en superar a alguien en algo nos lleva a sentirnos mal ante otras personas a las que vemos varios pasos por delante de nosotros. Dicho en otras palabras, siempre nos sentiremos frustrados porque nuestros progresos solo serán significativos al valorarlos a la luz de la gente a la que superamos, y parecerán en vano al compararnos con quienes aún tienen más y mejor que nosotros.
Para dejar de lado esta obsesión por la competitividad, los especialistas recomiendan repasar mentalmente cuáles son aquellos pensamientos vinculados a la envidia que nos hacen sentir mal y reconocer una manera alternativa de interpretar lo que está pasando, una que no se fundamente en la comparación.
“Como un dispositivo de motivación, y uno que cortocircuita la envidia como subproducto, tengo el hábito de recordar mis circunstancias pasadas y compararlas con mi presente. Como estudiante de segundo año en la escuela secundaria, me diagnosticaron una enfermedad crónica de por vida, a veces grave, lupus eritematoso sistémico. Ha habido muchos días, semanas y meses en los que tenía que concentrarme en simplemente levantarme de la cama o salir del hospital. Cuando pienso en esos momentos, haciendo lo que los psicólogos sociales llamamos ‘comparación social descendente con mi yo anterior’, por lo general estoy lleno de gratitud por poder trabajar. Encuentro que esto conduce mucho más a la felicidad y la productividad que si me comparara con otra persona”, reconoció la experta.
Cualquiera puede optar por comparar sus circunstancias presentes con sus circunstancias pasadas (en lugar de con las circunstancias de los demás). “Todos hemos superado tiempos difíciles, especialmente durante la pandemia. Hacer una pausa activa para reflexionar sobre cómo vivir esos momentos con resiliencia es quizás el mejor tipo de comparación social que pueden hacer nuestras mentes propensas a las comparaciones”, finalizó.
Pero la envidia no es desear lo que tienen los demás, cosa bastante natural, sobre todo cuando uno tiene poco. Lo que más y mejor caracteriza a la verdadera envidia es el deseo de que el otro, el envidiado, no tenga lo que tiene, de que no sea verdad que lo tenga, de que no sea cierto su éxito o no sea tanta como parece su riqueza material. La envidia benigna, la que solemos considerar sana, al igual que la admiración, puede motivar a mejorar uno mismo, pero la envidia maligna se relaciona con la deshonestidad y con la conducta inmoral, y a lo que tiende siempre es a derrotar y a hacer caer al envidiado.
En diálogo con The Harvard Gazette, la psicóloga de la Escuela Kennedy, Jennifer Lerner, ahondó sobre el sentimiento de envidia entre los amigos: de dónde viene, por qué es tan poderosa, cómo podemos evitarla. La pregunta se inspiró en una famosa broma del escritor, ensayista, guionista y periodista estadounidense, candidato al Premio Nobel de Literatura, Gore Vidal: “Siempre que un amigo tiene éxito, algo en mí muere”.
“La envidia es una emoción atemporal. Mucho antes de Gore Vidal, Aristóteles dijo: ‘Envidiamos a aquellos cuyas adquisiciones y esfuerzos exitosos nos son un reproche’. La cita de Vidal deja claro cómo la envidia roba momentos potenciales de alegría. La envidia puede comerte vivo. Se caracteriza en la literatura científica como un estado muy desagradable de inferioridad, hostilidad y resentimiento, razón por la cual a veces desencadena su prima emoción schadenfreude: deleitarse con la caída de otro”, explicó Lerner.
Para la especialista, si bien los breves momentos de schadenfreude pueden ser relativamente inofensivos, la envidia tiende a perdurar, a veces hasta el punto de la obsesión. “Afortunadamente, la envidia no es inevitable. Una forma de evitarla pasa por apreciar el bien colectivo. Por ejemplo, un escritor cuyo amigo gana un premio literario podría centrarse en el hecho de que cualquier avance en la literatura es, en última instancia, un avance para todos nosotros. Después de todo, ¡todos podemos leer el libro!”, detalló.
En relación con esto, el próspero campo de la investigación sobre negociación ha demostrado que si evita asumir una “mentalidad de pastel fijo”, es decir, creer que hay un conjunto predefinido de bienes en el mundo y que cualquier cosa buena para la otra persona es menos buena para mí, tiene una mejor oportunidad de encontrar soluciones integrales a los conflictos que creen más valor en general.
Cientos de estudios encuentran que los seres humanos rutinariamente hacen comparaciones sociales, intencionalmente o no. “Hoy en día, las redes sociales magnifican las oportunidades para hacer tales comparaciones. En la comunidad de Harvard, donde alguien gana un premio internacional casi todos los días, es fácil sentir envidia si te comparas constantemente con la superestrella del otro lado del pasillo. En cambio, podemos elegir conscientemente comparar nuestro yo presente con nuestro yo pasado”, aconsejó Lerner.
La envidia pasa por una manera de pensar vinculada a la competitividad, la idea de que la vida es una competición y de que nuestra felicidad depende de superar a los demás en algo. Esta mentalidad nos lleva a estar comparándonos con los demás y a valorar más el hecho de quedar por encima de alguien en algo que el verdadero significado de ser bueno en algo o de tener acceso a un bien independientemente de lo que hagan los demás.
Todo eso es capaz de introducirnos en una dinámica de pensamiento que nos esclaviza, porque el esfuerzo que hemos invertido en superar a alguien en algo nos lleva a sentirnos mal ante otras personas a las que vemos varios pasos por delante de nosotros. Dicho en otras palabras, siempre nos sentiremos frustrados porque nuestros progresos solo serán significativos al valorarlos a la luz de la gente a la que superamos, y parecerán en vano al compararnos con quienes aún tienen más y mejor que nosotros.
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