Un dólar más calmo, pero con pronóstico reservado
Por:
Miguel Kiguel
Martes 09 de
Mayo 2023
Dos semanas atrás el dólar estaba desbocado y el mundo financiero temblaba por el impacto que podía tener en la inflación y en la estabilidad financiera. Pero una vez más encontró un techo, que es frágil y sólo se podrá mantener si viene el oxígeno del FMI. Nada para festejar y mucho para estar atentos a las novedades.
Esta no es la primera corrida cambiaria que enfrenta el gobierno de Fernández. La primera fue en septiembre de 2020 en tiempos de Guzmán, cuando recién finalizada la fallida restructuración de la deuda el gobierno desaprovechó la oportunidad para generar un ambiente positivo que bajara el riesgo país, cuando adoptó controles cambiarios más férreos y bajó las tasas de interés. El resultado fue una disparada del dólar que finalmente se pudo controlar fundamentalmente con dos medidas: una suba muy fuerte en la tasa de interés de los pases pasivos de unos 14 puntos (de 18 a 32%) y el anuncio de que el Banco Central no le iba a dar adelantos transitorios al Tesoro hasta fin de año
El segundo episodio ocurrió en junio/julio del año pasado con la renuncia de Guzmán, cuando nuevamente dominó el temor ante la perspectiva de un vacío de poder y de un descontrol de las cuentas públicas. Esa corrida también se frenó con las tasas de interés que se subieron 17 puntos entre julio y agosto y dos hechos político económicos importantes. Massa asumió en el ministerio de economía con la idea de que se iba a poder recomponer el poder político para tomar las medidas que fueran necesarias (entre las cuales más importantes fue el anuncia del primer dólar soja). El otro hecho fundamental en ese momento fue reafirmar el acuerdo con el FMI, que sirvió para mostrar que por lo menos no iba a haber un descontrol en el gasto público ni en la emisión monetaria.
Con la sequía llegó la tercer corrida contra el dólar, que paradójicamente fue la más suave, pero la que más dudas genera. Esta vez el disparador fue una combinación de malas noticias en el frente inflacionario, debido a que el número de marzo salió mucho peor de lo esperado, que en un entorno de muy bajas reservas llevó a la gente a volcarse al dólar. La primera reacción del Banco Central fue subir la tasa de interés de política económica tres puntos (de 78 a 81), que a todas luces sonaba insuficiente e intervenir en el mercado de bonos con el objetivo de bajar el contado con liqui. Amabas medidas estaban destinadas al fracaso, la primera porque la suba de tasas era ridículamente baja para la magnitud de la crisis. La segunda porque contaba con un error de diseño de origen, para controlar el contado con liqui hacen falta dólares, que por supuesto no había ni hay. Por lo tanto, lo único que se logró fue destrozar el precio de los bonos (que gracias a la medida siguen por el piso) y casi no afectar el contado con liqui.
Las primeras medidas no lograron frenar al dólar. En una segunda etapa se fue por otra vía, que por ahora sigue funcionando. Por un lado se aumentaron otros 10 puntos la tasa de interés, con lo cual la suba total fue de 13 puntos, un número más razonable. Además, el Banco Central, en contra de lo que establece el acuerdo con el FMI, utilizó reservas para intervenir en los dólares paralelos. Por otro lado, el gobierno anunció la búsqueda de financiamiento con el FMI por un monto que oscila entre cinco y diez mil millones de dólares. El ataque frontal de tasas e intervención cambiaria con algo de municiones funcionó para calmar a un dólar, que por ahora está calmo, pero con pronóstico reservado.
Parece claro que va a ser difícil conseguir financiamiento. Del swap con China podrían llegar unos mil millones de dólares más y hasta ahí llegaría. Brasil dejó en claro que quiere ayudar a la Argentina pero que la plata se la pidan a otro. La opción vuelve a ser el FMI, aunque siguen las dudas sobre si el gobierno va a conseguir financiamiento a través de adelantar los desembolsos de este año, sobre que pediría el FMI a cambio de ese financiamiento y si se va a poder usarlo para pagos de comercio exterior o para intervenir en el mercado de cambios.
Hasta ahora el Fondo ha acompañado al gobierno y no le ha pedido casi nada a cambio. Decir que es un programa light subestima la generosidad del FMI. Si el principal problema fuera darle waivers (dispensas) a la Argentina por las metas no cumplidas el Fondo lo haría sin titubear. Pero los desembolsos fueron diseñados para que Argentina le pague al FMI, con lo cual se los podría adelantar, pero si el país los usa para otros pagos quien sabe si estará la plata cuando haya que pagarle.
Hay un segundo tema importante. Si el FMI le presta dinero esta vez no va a ser para que el Banco Central lo venda subsidiado, continúe la hemorragia de dólares y el país siga estando al borde del precipicio. Si los dólares del FMI vienen para fortalecer reservas el organismo no creo que quiera que se usen para ganar uno o dos meses de tiempo y rápidamente volver a pedir auxilio.
La situación es compleja, y nadie espera una solución de fondo con un gobierno débil, fragmentado y que enfrenta una elección que luce adversa. El plan integral quedará para el próximo gobierno. Pero la falta de dólares puede complicar el plan llegar si no se toman algunas medidas en lo cambiario y para controlar la inflación. El gobierno ya aceptó subir tarifas, ha subido algo la tasa de interés, lo que falta es lo que más se resiste a hacer: una devaluación o un desdoblamiento del mercado cambiario o alguna variante que seguramente tendría costo político. Pero si no consigue dólares, ni David Coperfield lo podrá salvar.
Lo paradójico es que la sequía de dólares en algún momento se va a acabar, pero no antes del segundo trimestre del año que viene. Argentina tiene que atravesar el desierto por un año, por ahora parece que no llega por falta de combustible. Pero si logra llegar, le espera un valle fértil con exportaciones que aumentarían en 25.000 millones de dólares y que permitirían pagar la deuda y todas las importaciones que el país necesita y además acumular reservas. Pero atravesar el desierto y llegar va a ser todo un desafío.
El segundo episodio ocurrió en junio/julio del año pasado con la renuncia de Guzmán, cuando nuevamente dominó el temor ante la perspectiva de un vacío de poder y de un descontrol de las cuentas públicas. Esa corrida también se frenó con las tasas de interés que se subieron 17 puntos entre julio y agosto y dos hechos político económicos importantes. Massa asumió en el ministerio de economía con la idea de que se iba a poder recomponer el poder político para tomar las medidas que fueran necesarias (entre las cuales más importantes fue el anuncia del primer dólar soja). El otro hecho fundamental en ese momento fue reafirmar el acuerdo con el FMI, que sirvió para mostrar que por lo menos no iba a haber un descontrol en el gasto público ni en la emisión monetaria.
Con la sequía llegó la tercer corrida contra el dólar, que paradójicamente fue la más suave, pero la que más dudas genera. Esta vez el disparador fue una combinación de malas noticias en el frente inflacionario, debido a que el número de marzo salió mucho peor de lo esperado, que en un entorno de muy bajas reservas llevó a la gente a volcarse al dólar. La primera reacción del Banco Central fue subir la tasa de interés de política económica tres puntos (de 78 a 81), que a todas luces sonaba insuficiente e intervenir en el mercado de bonos con el objetivo de bajar el contado con liqui. Amabas medidas estaban destinadas al fracaso, la primera porque la suba de tasas era ridículamente baja para la magnitud de la crisis. La segunda porque contaba con un error de diseño de origen, para controlar el contado con liqui hacen falta dólares, que por supuesto no había ni hay. Por lo tanto, lo único que se logró fue destrozar el precio de los bonos (que gracias a la medida siguen por el piso) y casi no afectar el contado con liqui.
Las primeras medidas no lograron frenar al dólar. En una segunda etapa se fue por otra vía, que por ahora sigue funcionando. Por un lado se aumentaron otros 10 puntos la tasa de interés, con lo cual la suba total fue de 13 puntos, un número más razonable. Además, el Banco Central, en contra de lo que establece el acuerdo con el FMI, utilizó reservas para intervenir en los dólares paralelos. Por otro lado, el gobierno anunció la búsqueda de financiamiento con el FMI por un monto que oscila entre cinco y diez mil millones de dólares. El ataque frontal de tasas e intervención cambiaria con algo de municiones funcionó para calmar a un dólar, que por ahora está calmo, pero con pronóstico reservado.
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Hay un segundo tema importante. Si el FMI le presta dinero esta vez no va a ser para que el Banco Central lo venda subsidiado, continúe la hemorragia de dólares y el país siga estando al borde del precipicio. Si los dólares del FMI vienen para fortalecer reservas el organismo no creo que quiera que se usen para ganar uno o dos meses de tiempo y rápidamente volver a pedir auxilio.
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Con información de
Cronista

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