Por qué es urgente actualizar el plan de estudios de la carrera de Medicina: un libro gratuito ofrece explicaciones

Por: Graciela Gioberchio
Martes 15 de Agosto 2023

En “Las reformas curriculares de la carrera de Medicina”, el especialista argentino Luis Trombetta alerta sobre la necesidad de actualizar la formación de los profesionales de la salud, que en la UBA no se modifica desde 2009.
Luis Trombetta es especialista en infectología, medicina interna y medicina del trabajo. También es profesor titular de la cátedra de enfermedades infecciosas y director de la carrera de especialización en infectología de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Desde su juventud, es militante político, hincha de Ferro y apasionado de la pesca. Y en su extensa trayectoria se destaca un dato histórico que lo enorgullece: hace 40 años, en agosto de 1983, atendió al primer paciente con VIH/SIDA en el Hospital Muñiz.
 
Leamos, el sello editorial de Infobae, acaba de editar su libro Las reformas curriculares de la carrera de Medicina: FCM-UBA 1982-2019, una investigación que analiza los planes de estudio de 1982, 1986, 1992 y 2009, los diseños curriculares correspondientes y el impacto de la pandemia COVID-19 en el modelo de enseñanza.
 
El trabajo explica que los planes de estudio en la Facultad de Medicina de la UBA confluyen con la orientación de la política sanitaria nacional y la influencia de los organismos internacionales económicos y sanitarios. En ese sentido, en la política sanitaria y en el pensamiento universitario influyeron la declaración de la Conferencia Internacional de Alma Ata en 1978, consistente en el diseño y ejecución de la estrategia de Atención Primaria de Salud (APS) cuya meta fue “Salud para todos en el año 2000″, y luego las recomendaciones de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y del Banco Mundial, referentes a la Reforma del Sector Salud en la década de 1990.
 
Hoy, plantea Trombetta, el modelo pedagógico de la carrera de Medicina de la UBA tiene por delante la necesidad de revisar y actualizar el plan de 2009. Eso incluye: abordar la heterogeneidad social, ubicar la Atención Primaria de la Salud como valor central y reformular el contenido curricular, articular las áreas de salud y educación e incorporar los nuevos conocimientos, los recursos tecnológicos, las nuevas técnicas de información y comunicación. “Requiere un amplio debate para definir qué formación brindamos, a quiénes y para qué”, resume el experto en diálogo con Infobae Leamos.
 
-¿Cuál es el punto de partida para iniciar el amplio debate que plantea en el libro? ¿Por dónde cree que debe arrancar?
 
-Lo primero que necesitamos considerar es qué necesita la comunidad. Y en esto hay algo que olvidamos y es que los médicos somos servidores públicos, trabajamos para atender y asistir a otros. De alguna manera, ese es el fin último de la medicina: incorporar al individuo a la producción porque sin producción –y me refiero a los bienes o los requerimientos necesarios para la subsistencia–, es imposible sobrevivir. El individuo enfermo no puede pertenecer a esa maquinaria que produce los bienes necesarios para la subsistencia social. Para hacerlo, debe estar sano.
 
-¿Qué necesita la comunidad?
 
-Más allá de la coyuntura actual, que es estructural, la desigualdad, la pobreza, todo esto que ya conocemos, tenemos una epidemia mundial de diabetes, tenemos enfermedades de transmisión sexual, entonces nuestra comunidad necesita a gente que resuelva estos problemas y, de esta manera, podríamos hacer una categorización. Acá, en la ciudad de Buenos Aires, cuando tomo examen pregunto: este verano qué enfermedad hubo y me responden que hubo más dengue. Entonces, si en los últimos años estamos teniendo dengue, nuestros médicos tienen que saber atender dengue. Digo esto como ejemplo, es una simplificación.
 
-Además de la Universidad, ¿qué otros sectores y actores deben participar de ese debate?
 
-Tiene que salir de una evaluación conjunta, de un diagnóstico de situación del país. Yo creo que es ministerial. Ahí también hay una disociación entre los ministerios de salud, tanto en la nación como en las provincias y las universidades autónomas. Yo soy reformista, estoy de acuerdo con la reforma del 18, no tengo ninguna duda en la autarquía y el autogobierno universitario, pero también es cierto que la Universidad no puede decidir por sí misma, ajena a las necesidades sociales.
 
-¿Entonces?
 
-Los gobiernos deberían tener un vaso comunicante con las universidades. No digo que todos los años se cambien los planes, pero sí poner sobre la mesa que tenemos un país con estas características, una sociedad que demanda, una serie de problemas sanitarios a resolver, en fin, muchas necesidades que hay que revisar y atender. Cada tanto hay que preguntarse: a quiénes formamos, para qué, qué queremos que sean.
 
“El saber médico no para de crecer”
En 2016, Trombetta comenzó a cursar la maestría en docencia universitaria de la UBA y en ese contexto se propuso, como objetivo de estudio, comparar la ideología en la que se sustentan los planes de estudio desde 1978, basados en la Atención Primaria de la Salud (APS), y la realidad de esos planes. Toda la documentación que reunió e investigó hace referencia a la APS, pero después en la práctica, en el desarrollo de los planes, la carga horaria y los objetivos de enseñanza no reflejan esa ideología.
 
-¿A qué se debe esto?
 
-A que el crecimiento del conocimiento, el saber médico, como dicen estudiosos de la medicina como el escritor español Laín Entralgo, que en el libro invoco muchas veces, el saber médico crece más rápido que la capacidad que tenemos para incorporarlo.
 
-¿Cómo es eso?
 
-El conocimiento enciclopédico de medicina que se hizo presente hasta la primera mitad del siglo pasado, cuando llegan los antibióticos, los medicamentos, los antihipertensivos, suma cada vez más y es imposible meterlo en la misma carga horaria. Cada vez se alarga más la carrera y se hace más difuso todo. En el análisis veo cómo aumenta la carga horaria, producto justamente de la necesidad de agregarle algo más a cada programa, a cada asignatura, y esto ocurre en todas las partes del mundo. Hay, entonces, una serie de objetivos de enseñanza que podrían estar modificados o más acondicionados a nuestro tiempo. Cuando yo empecé a estudiar medicina no había casi ecografías, no se había inventado todavía la tomografía, ahora, 40 y pico años después, tenemos que adecuar los planes de estudio a la necesidad del profesional que queremos formar. Necesitamos un modelo profesional que ya no es el de los años 30 o 40, es del siglo XXI.
 
-Su libro remarca que, en Argentina la medicina es una de las profesiones que ha sufrido más cambios significativos en las últimas décadas, de la mano de cambios tecnológicos, demográficos y epidemiológicos, del impacto de diferentes políticas sociales y sanitarias y de una expansión de las expectativas sociales.
 
-Sí. Y también de la orientación política y el financiamiento.
 
-Y el malestar en la atención médica, tanto desde el lado de los médicos como de la gente que necesita tu atención, sigue creciendo…
 
-Sí, el malestar ya está. Aconsejo El malestar en la cultura de Freud porque el sometimiento a la vida social nos transforma en más o menos neuróticos y tenemos pactos de convivencia para vivir, pero debemos reconocer las dificultades que tenemos como cuerpo social y como individuos para poder satisfacerlas, resolverlas. Todo lo que no podemos resolver desde lo personal, se transforma en malestar.
 
-¿En qué sentido?
 
-Esto que voy a decir es un Freud-Trombetta dixit: la crispación existe, hay un malestar que lo tienen todos, el plomero, el bancario, el verdulero, el médico, todos, no es de un sector, y tiene que ver con la insatisfacción. Cuando esa insatisfacción se transforma en algo productivo, artístico o laboral, la pulsión cambia. Pero si todos estamos mal, eso genera más bronca y disconformidad. Para resolverlo, es necesario reconocerlo.
 
“Las reformas curriculares de la carrera de Medicina” (fragmento)
 
Los planes de estudio en la Facultad de Medicina de la UBA confluyen con la orientación de la política sanitaria nacional y la influencia de los organismos internacionales económicos y sanitarios.
 
En la formación académica del médico intervienen diferentes factores.
 
A través del tiempo los planes se fueron modificando en el curso de su historia, de acuerdo al conocimiento científico de su tiempo.
 
El pasaje del conocimiento del siglo XIX al siglo XX se caracterizó por el eclecticismo fundado en el conocimiento del cuerpo humano desde un enfoque morfológico y el conocimiento de la etiopatogenia y la fisiología humana.
 
Laín Entralgo describe en la Historia de la Medicina el ciclo histórico posterior a la Primera Guerra Mundial, que denomina de poderío y perplejidad de la medicina, poseedor de rasgos particulares de la época.
 
Una época en la que los estados nacionales subordinan sus acciones en un mundo dividido entre el liberalismo, el socialismo y un restante “tercer mundo”, que atraviesa una explosión demográfica y en el que se constituye una “sociedad universal”, donde las clases sociales permean los estilos de vida, mientras en el primer mundo crece la sociedad de consumo.
 
Laín Entralgo analiza la formación del médico a partir de 1918, y propone revisar el modelo que se consideraba definitivo, y que cuenta con nuevos elementos.
 
“La creciente imposibilidad de poseer individualmente todos los saberes y las técnicas que exigen el diagnóstico y el tratamiento y la necesidad de contar con especialistas, obliga a la formación de dos órdenes de médicos: el general, que puede discernir la necesidad de la asistencia del especialista, y el especialista en el más amplio sentido del término”.
 
El médico debía capacitarse para la dirección y organización de equipos y en su formación proponía la inclusión en el plan de estudio de los aspectos psicológicos, sociológicos y antropológicos, y la historia de la medicina.
 
En la década de 1970 importantes cambios en la economía mundial modificaron el escenario de la segunda posguerra.
 
La edad de oro del capitalismo, “los treinta gloriosos” iniciados tras la Segunda Guerra Mundial, finalizó en 1973 con la crisis del petróleo, lo que cerró el ciclo del intervencionismo estatal que dio origen al Estado de Bienestar.
 
El crecimiento de la economía, el pleno empleo, la expansión del crédito al consumo y desarrollo posguerra dieron paso a la crisis de la economía de los países desarrollados, el freno del crecimiento y el inicio de la primera recesión entre 1974 y 1975 (que se repetirán entre 1979 y 1983 y entre 1990 y 1993, antes de la finalización del milenio).
 
La precariedad del empleo y la desocupación se convirtieron en estructurales y las desigualdades en el plano laboral se acentuaron para las mujeres, peor retribuidas que los hombres, con mayor desocupación o relegadas al trabajo doméstico no reconocido económicamente ni socialmente.

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