¡Ya octubre! ¿Por qué sentimos que el año vuela?

Domingo 12 de Octubre 2014

Es una sensación que experimentamos cada año con más frecuencia. Como si los días duraran menos y el almanaque corriera. Tenemos la percepción de que el tiempo se está acelerando y una de las hipótesis es que esto se debe a la velocidad del flujo de datos y estímulos que recibimos
Cuando pasamos la mitad del año, parece que entráramos en una especie de pendiente donde los sucesos se deslizan. Como si los días volaran y el tiempo no nos alcanzara para hacer todo lo que tenemos previsto. Pero, al margen de esta sensación ligada al calendario, hay una parcepción común a la mayoría de la población, de que "el tiempo corre". ¿Cuánto influyen en este fenómeno las percepciones subjetivas y cuánto los vertiginosos tiempos que vivimos? Los científicos vienen intentando respuestas a estas preguntas, desde hace un tiempo.
 
“Hay una sensación generalizada de que el tiempo se acelera. Si uno lee textos de otros períodos históricos como el Renacimiento, la Ilustración o la Revolución Industrial, puede encontrarse con la frase “a dónde vamos a parar, que los tiempos están tan rápidos”, es decir que no se trata de una inquietud exclusiva de nuestros contemporáneos”, explicó en diálogo con Rosario3.com, Diego Golombek, biólogo y director del laboratorio de Cronobiología de la Universidad de Quilmes.
 
“En este momento, hay algunas mediciones de investigaciones de psicología experimental, que dan cuenta de la sensación que tenemos de la aceleración de casi todo, y hay varias hipótesis de por qué sucede esto –agregó–. Una de ellas apunta a que cada vez manejamos mayor cantidad de información y el tráfico de información hace que el cerebro efectivamente se acelere en forma subjetiva. Todo parece ocurrir más rápido. No es que ocurra más rápido, sino que nosotros lo percibimos de esa manera con ciertos relojes que hay en la cabeza que miden el paso del tiempo. Esa percepción subjetiva se está alterando en las últimas décadas”, señaló el investigador.
 
Si observamos la evolución del conocimiento y el acceso a la información, podemos encontrar elementos que también contribuyen a esa percepción de aceleración. Afirman los estudiosos del tema que actualmente, un niño de escuela primaria maneja más información que un emperador romano en su momento de mayor esplendor. Esto no significa que seamos necesariamente más sabios, pero sí que contamos con una enorme cantidad de datos que ponen a trabajar nuestro cerebro en distintas direcciones. Esto acentúa la sensación de movimiento y aceleración.
 
En las ciencias naturales y en tecnología, por ejemplo, las cosas cambian rápidamente y eso también se permea a la gente. Si bien sentimos los cambios vertiginosos como parte de nuestra evolución natural, estos contribuyen a que el paso del tiempo se sienta como más rápido.
 
Los minutos adicionales en el fútbol: ¿escasos o eternos?
 
 
 
Los neurólogos saben cuáles son los circuitos cerebrales que se encargan de la estimación del tiempo, pero también saben que estos circuitos se modulan por el contexto emocional. Si nuestro equipo va ganando por apenas un tanto y faltan pocos minutos para que finalice el partido, el tiempo que resta jugar se hace eterno. Queremos que llegue el final cuanto antes y le exigimos al árbitro que de una vez por todas dictamine el final del encuentro.
 
Pero si es nuestro equipo el que va perdiendo por un tanto o va empatando y tenemos la expectativa de hacer un gol que no llega, esos minutos finales parecen esfumarse mucho más rápido. ¿Por qué se produce este desfasaje entre el tiempo que marca el reloj y el que nuestro cerebro estima?
 
“No sabemos cómo se da exactamente este mecanismo cerebral de acortamiento o estiramiento del tiempo, pero hay algunas evidencias en humanos y en animales de experimentación. Tanto en unos como en otros, se ha observado cuáles son los neutransmisores involucrados en esos momentos puntuales, y cómo inciden en la medición subjetiva. También se ha indagado cuáles son los fármacos que pueden alterar la estimación del tiempo y qué patologías inciden en ese mecanismo cerebral”, dijo Golombek. 
 
“Por ejemplo –agregó– en las enfermedades neurales como el Parkinson o el Huntington, relacionadas con un neurotransmisor que se llama dopamina, claramente se altera el sentido del tiempo. Lo mismo sucede cuando un paciente es tratado farmacológicamente con drogas que afectan a la dopamina. Esto nos da pistas para orientar la búsqueda”, afirmó.
 
Cuanto más grandes somos, más veloz parece pasar el tiempo
 
Este axioma que quizás, algunos observen en su propia vida, tiene para los científicos, explicación desde la Biología y la Psicología. 
 
“Hay una correlación muy clara entre esperanza de vida (los años que nos quedan por vivir) y la percepción subjetiva del tiempo (cuán rápido o lento transcurre el tiempo para cada uno). Hay recuerdos y huellas psicológicas de todo lo que ya vivimos, que nos van empujando; pero también existen elementos fisiológicos, como la tasa metabólica que va disminuyendo con la edad. Al enlentecerse nuestro ritmo interior, por decirlo de una manera sencilla, el mundo exterior a nosotros parece girar más rápido”, señala el investigador.
 
Adaptarse al tiempo objetivo: una necesidad para vivir en sociedad
 
Hay trabajos científicos que refieren al estrés padecido por algunas personas como consecuencia del desajuste entre el tiempo objetivo (el que marca el reloj) y el subjetivo (el que percibimos personalmente). 
 
Esta situación se denomina “discronía” y se define como la imposibilidad de poder cronometrar el tiempo de una manera adecuada, algo que necesitamos en forma permanente. “Cuando uno no puede estimar si pasaron segundos, minutos u horas, no puede funcionar de manera adecuada”, explica Golombek y hace una salvedad: “podemos experimentar variaciones normales, en relación con el contexto emocional (cuando esperamos en el dentista, el tiempo nos resulta más lento que cuando estamos disfrutando de una fiesta, por ejemplo), pero si esta situación pasa ciertos límites, se podría considerar un síntoma de alguna patología y habría que estudiar la causa que lo provoca”, precisó.
 
Segundas partes siempre fueron más rápidas
 
También es común que cuando hacemos algo por segunda vez, el tiempo que nos demanda es menos, y esto no sólo guarda relación con el desarrollo de destrezas y habilidades personales. Esto puede comprobarse en distintas situaciones. Por ejemplo, cuando vemos una película que ya vimos antes, o cuando vamos a un lugar nuevo en auto. En este último caso –explican– el viaje de ida parece tardar un montón, mientras que en el viaje de vuelta, tenemos hitos o marcadores que nos aceleran el trayecto. Esos hitos –una esquina, un árbol que nos llamó la atención o tal edificio– hacen que todo fluya más rápidamente y esa retrospección del tiempo nos da la sensación de que ese viaje de regreso sucediera con mayor velocidad".
Con información de rosario3

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