CÓRDOBA

Lo amenazaron por Facebook, lo encerraron con motos y lo ejecutaron

Domingo 30 de Julio 2017

El hombre fue asesinado de un tiro en la sien. Fue en barrio Ciudad Obispo Angelelli y hay tres adolescentes presos. Él les había reclamado por un robo. Violencia y códigos de impunidad en una zona complicada.
Amos y señores de la calle. Así se habían vuelto los miembros de la patota en los últimos tiempos.
 
Cuando no asaltaban a quienes esperaban el ómnibus, lo hacían a quienes se bajaban del colectivo. Cuando no atacaban a la vecina que iba a hacer compras, lo hacían a los chicos que volvían con los mandados. Cuando no apretaban a pibes en la plaza y les sacaban los celulares, lo hacían a cualquier desprevenido. Cuando no se peleaban con otra banda, atacaban a balazos la casa de rivales o amenazaban con quemarlas.
 
Y allí estaban otra vez esa noche. Ya habían rondado momentos antes, pero ahora fueron listos a vengarse. Con gorras, los cuatro llegaron en dos motos y se pararon de cada lado de la angosta cuadra.
 
“¡Salí, cagón! ¡Dale, salí, viejo gato!”, fue el grito en la noche. A 200 metros rectos, estaba la comisaría. Eso no era escollo.
 
Mario Enrique Daer (50), casado, cinco hijos, estaba harto de la pandilla.
 
El hombre no era de amilanarse. Ya había estado preso y sabía plantarse ante cualquiera. Pero eso había sido varios años atrás. Ahora, había cambiado y se deslomaba para mantener a su familia, tanto con el quiosco, como con el taller de motos.
 
Daer estaba cansado de estos jóvenes. Les había recriminado por cómo habían golpeado, horas antes, a uno de sus hijos en un asalto. Incluso, había ido a la casa de uno de ellos a tratar de recuperar lo sustraído.
 
La patota lo sacó corriendo a los tiros y luego lo amenazó por Facebook: “Vamos a ir a la casa de ese gil y lo vamos a dar vuelta”.
 
Y allí estaban esa noche en las motos. Era el pasado viernes 21 en el corazón del barrio Ciudad Obispo Angelelli, en la periferia sur de la ciudad de Córdoba.
 
“¡Salí!”, volvió a gritar uno.
 
Y Daer se asomó a la calle. Uno de los jóvenes se acercó, le apuntó a la sien con una pistola nueve milímetros y gatilló. El hombre cayó muerto al pavimento.
 
Hubo más balas. Los pandilleros abrieron fuego contra Diego, uno de los hijos de Daer. “Alcancé a refugiarme en mi casa, no paraban de tirar. Hicieron muchos disparos. El oído me quedó ensordecido”, rememora el muchacho.
 
Desde el brutal asesinato, otro caso más que se agrega a la violencia urbana que impera en Córdoba, los detectives de Homicidios de la Policía no pararon con la búsqueda de los criminales.
 
Ya hay tres jóvenes detenidos, todos de 17 años, quienes fueron trasladados al Complejo Esperanza, el predio que aloja a menores de edad acusados de delitos.
 
“Misión cumplida”, fue el hermético mensaje que otro de los jóvenes escribió en su cuenta de Facebook, en las últimas horas.
 
“Nos destruyeron”
La mujer de profundos ojos oscuros habla y mira fijo. Su voz comienza a temblar y hace esfuerzos para no llorar: “Nos destruyeron la familia. Pero ¿sabe qué? También se destruyeron ellos. Tan jóvenes y con un crimen a cuestas. ¿A qué edad van a salir libres?”.
 
Hace 12 años que los Daer viven en Obispo Angelelli. Están instalados desde que este barrio ciudad, uno de los engendros urbanísticos creados por el Gobierno provincial, fue edificado en la zona sur, a la vera de la Valparaíso, más allá de la Circunvalación.
 
El conglomerado contrasta de manera sustancial con distintas casonas y complejos cerrados de alto poder adquisitivo, además de varios salones de fiestas ubicados en el sector.
 
Obispo Angelelli comparte con los otros barrios ciudad desperdigados en la periferia idénticas características: servicios básicos a medias, ausencia de seguridad (aunque haya una comisaría), hedores de todo tipo, numerosos hogares de familias trabajadoras que aprendieron a sobrevivir en una fauna donde abundan pandillas de jóvenes armados, muchas vinculadas a robos o a la venta de drogas.
 
Barras que a los balazos aprendieron a imponer sus códigos.
 
Y allí, desde hace tiempo, hay una patota de jóvenes liderados por una violenta mujer, según comentan vecinos que piden anonimato, que es la que más sobresale.
 
“Salen a robar para ella. Ella no vende droga, ella manda a chorear”, comenta un hombre.
 
“Lo peor es que andan empastillados y son incontrolables”, apunta una mujer.
 
“¿La Policía? Nada. Hay una comisaría, pero no hay policías; y si están, se la pasan durmiendo”, dice otra mujer.
 
“No somos narcos”
Desde la Policía, se sospecha que el crimen de Daer podría ser derivación de una escalada de violencia por temas nada claros.
 
“No somos narcos. Es mentira. Somos trabajadores. Tenemos un quiosco y mi esposo tenía un taller mecánico”, se enoja Mónica, esposa de la víctima.
 
“Somos laburantes. Mis hijos sólo juegan al fútbol y ayudan”, agrega.
 
Daer se había cansado de la patota. Y dijo basta cuando su hijo y un amigo fueron golpeados en un asalto callejero el pasado 19 de este mes a la noche.
 
La secuencia ya fue narrada. Intentó recuperar lo robado, fue corrido a tiros, amenazado por Facebook y terminó emboscado con un balazo en la sien. Quedó tirado muerto en plena calle, a 200 metros de la seccional del barrio.
 
“Fui a buscar ayuda a la comisaría y había un solo policía. Al rato, más de media hora, cayeron unos patrulleros”, recuerda Cintia, hija de la víctima.
 
En la fuga, una de las motos, que era robada, quedó tirada. Esa misma noche, la Policía detuvo a “Chinito”, un joven de 17 años. Horas después, cayeron dos muchachos más. En realidad, uno fue entregado por su padre.
 
“Hay un cuarto que está al caer”, contó un investigador.
 
Los Daer se sienten devastados.
Cintia, una de las hijas, sonríe tímida mientras se acaricia la enorme panza. En dos meses, será mamá. Ya lo decidió. El pequeño llevará el nombre de su abuelo asesinado.
 
Asesinato a los tiros. El viernes 30 de junio último a la madrugada, un vecino fue asesinado a balazos (con una pistola nueve milímetros) en el marco de un asalto callejero en el barrio Ciudad Evita, al sudeste de la ciudad de Córdoba. Se llamaba Ángel Loza, tenía 51 años, estaba casado, tenía cuatro hijos y tres nietos. Tan querido era que sus vecinos salieron a reclamar justicia a las calles. De acuerdo con la investigación, fue asesinado por una barra de jóvenes que reside en la misma zona y que intentó robarle cuando entraba con el auto en su casa. Por el asesinato, hay dos jóvenes detenidos y se busca a, por lo menos, dos más.
Con información de lavoz

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