Una propuesta que lleva ciencia divertida a la escuela especial
Lunes 12 de
Enero 2015

Un grupo de investigadores decidió encarar el desafío de enseñar experimentos químicos a jóvenes con discapacidad. Una experiencia exitosa que se convirtió en un nuevo club de ciencias
La ciencia experimental siempre atrapa a grandes y chicos. Entender cómo se generan determinados procesos químicos y el uso que se les puede dar es, cuando se presenta de manera adecuada, entretenido. Ese fue el desafío que se planteó un grupo de jóvenes investigadores que, durante la segunda mitad del año pasado, armó un club de ciencia para adolescentes con discapacidad intelectual.
Melisa Bertero, investigadora del Conicet, fue quien tuvo la idea y reunió a un grupo de colegas interesados en la posibilidad de enseñar ciencia experimental a estudiantes con discapacidad. El equipo que dirige está integrado por jóvenes profesionales y estudiantes avanzados de carreras vinculadas a la química: María Evangelina Zocola, María Florencia Podversich, Valeria Vázquez, Ana Ocampo, Antonela Maglioni, Juan Rafael García y María Eugenia Taverna.
Hubo muchas ideas interesantes pero lo que se necesitaba para poder empezar era contar con recursos económicos porque cada experimento requería adquirir determinados productos. Fue así que surgió la posibilidad de anotarse a Ingenia, un programa del Gabinete Joven que financia proyectos de jóvenes que quieren transformar la sociedad.
“Lo que nos propusimos fue acercar la ciencia a comunidades con necesidades educativas especiales porque pensamos que siempre están excluidas”, explicó Bertero en diálogo con Diario UNO y agregó: “Cada una de las experiencias tenía un concepto de química que podían aprender pero ese era el objetivo último. Lo que queríamos era acercarlos a las ciencias”. Para eso trabajaron con 23 alumnos de entre 14 y 21 años, de la escuela de formación laboral Nº 2.084 de Santo Tomé, entre julio y noviembre.
Para armar el club de ciencia –que es el primero registrado en la provincia para personas con discapacidad– contaron también con el apoyo de la Municipalidad de Santo Tomé que les prestó un espacio. “La respuesta fue increíble. Desde el primer momento estaban entusiasmados y a medida que iban pasando los encuentros, seguían enganchados y no querían faltar”, contó Bertero.
Para el grupo la experiencia también fue enriquecedora y les permitió cumplir con un proyecto que tenían hace tiempo. “Yo tengo un hijo con discapacidad que es chiquitito y asiste a un centro terapéutico. De tanto ver entrar y salir a las familias y conocerlas se me ocurrió. Se lo propuse a mi grupo y de a poco se fue sumando gente”, recordó.
Encuentros diferentes
Cada uno de los encuentros estuvo pensado en dos parte, una primera lúdica en la que se les presentaba el tema y otra en la que se desarrollaban las actividades necesarias para que el experimento fuese un éxito.
“Hacer las experiencias como queríamos, bien lúdicas y con elementos interesantes, era costoso. Cada una requería una inversión de 700 pesos y no teníamos de dónde sacarlos. Fue así que nos presentamos en el Ingenia, lo sacamos y compramos todo lo que nos hizo falta”, reconoció y agregó que pudieron acceder a un microscopio USB que les permitió ver con más detalle determinadas actividades.
El primer encuentro estuvo destinado a conocer los elementos de seguridad necesarios para el trabajo en química. Pero a partir de los siguientes comenzaron las actividades experimentales concretas como poder conocer el PH de los alimentos que se consumen de manera habitual, generar pelotas saltarinas con huevos crudos –a partir de quitarle la cáscara químicamente– o producir fluido no newtoniano –un líquido cuya viscosidad varía de acuerdo a la temperatura o tensión cortante que se le aplica–, por ejemplo.
“Queríamos que vieran que la ciencia está en todos lados. Todas las experiencias tuvieron dos partes. La primera involucraba juegos que ponían de manifiesto el concepto que queríamos enseñarle, y después se hacía la experiencia”, explicó. Y acotó que “la idea era que todo fuera seguro para ellos y que pudiesen hacer algo divertido”.
Seguir creciendo
La propuesta para este año es no solo continuar con las actividades sino ampliar la oferta a las escuelas especiales de nivel primario –comenzarán con la Nº 2.032 “Francisco Castellanos” de Santo Tomé. De esa manera, el contacto de los chicos con la ciencia se realizará desde temprana edad.
“Con el Ingenia pudimos comprar un cuerpo humano didáctico que se desarma y tiene todos los órganos. Este año vamos a trabajar con la temática del cuerpo humano, vamos a diseñar experiencias de química y de física para entender el funcionamiento del cuerpo humano”, contó Bertero y destacó que las docentes a cargo de los alumnos en la escuela se entusiasmaron mucho con esa propuesta porque consideran que es necesario que los jóvenes puedan conocer más su propia biología y procesos naturales.
“A los chicos a veces les cuesta bastante conocerse a sí mismos y mirar hacia adentro, por más que les muestren láminas y otros elementos. Pensamos que esto puede complementar esa información”, relató la investigadora.
Cultura científica
Desde hace muchos años, se hace hincapié desde los gobiernos y los institutos científicos en la necesidad de promover la cultura científica en la población. Para ello, la escolaridad es ideal porque permite llegar a muchas niñas, niños y adolescentes con propuestas interesantes.
Sin embargo, y pese a la buena respuesta que tienen los festivales organizados por la Facultad de Ingeniería Química de la UNL, la ciencia experimental es una faceta que aparece poco dentro de los establecimientos educativos.
Para Bertero la experiencia con los alumnos –de escuelas comunes y especiales– le ha demostrado que existe interés en los jóvenes por esa temática. “Los chicos esperan que vos llegués porque quieren saber qué les vas a proponer. A veces no es algo tan maravilloso, es algo común pero al poder verlo o hacerlo les interesa mucho más. Y a partir de eso vos podés seguir trabajando otros ejes. En todas las clases la maestra (Carolina Yossen) se llevaba algo para seguir trabajándolo en la semana en la escuela y reforzando los conceptos”, concluyó.
Melisa Bertero, investigadora del Conicet, fue quien tuvo la idea y reunió a un grupo de colegas interesados en la posibilidad de enseñar ciencia experimental a estudiantes con discapacidad. El equipo que dirige está integrado por jóvenes profesionales y estudiantes avanzados de carreras vinculadas a la química: María Evangelina Zocola, María Florencia Podversich, Valeria Vázquez, Ana Ocampo, Antonela Maglioni, Juan Rafael García y María Eugenia Taverna.
Hubo muchas ideas interesantes pero lo que se necesitaba para poder empezar era contar con recursos económicos porque cada experimento requería adquirir determinados productos. Fue así que surgió la posibilidad de anotarse a Ingenia, un programa del Gabinete Joven que financia proyectos de jóvenes que quieren transformar la sociedad.
“Lo que nos propusimos fue acercar la ciencia a comunidades con necesidades educativas especiales porque pensamos que siempre están excluidas”, explicó Bertero en diálogo con Diario UNO y agregó: “Cada una de las experiencias tenía un concepto de química que podían aprender pero ese era el objetivo último. Lo que queríamos era acercarlos a las ciencias”. Para eso trabajaron con 23 alumnos de entre 14 y 21 años, de la escuela de formación laboral Nº 2.084 de Santo Tomé, entre julio y noviembre.
Para armar el club de ciencia –que es el primero registrado en la provincia para personas con discapacidad– contaron también con el apoyo de la Municipalidad de Santo Tomé que les prestó un espacio. “La respuesta fue increíble. Desde el primer momento estaban entusiasmados y a medida que iban pasando los encuentros, seguían enganchados y no querían faltar”, contó Bertero.
Para el grupo la experiencia también fue enriquecedora y les permitió cumplir con un proyecto que tenían hace tiempo. “Yo tengo un hijo con discapacidad que es chiquitito y asiste a un centro terapéutico. De tanto ver entrar y salir a las familias y conocerlas se me ocurrió. Se lo propuse a mi grupo y de a poco se fue sumando gente”, recordó.
Encuentros diferentes
Cada uno de los encuentros estuvo pensado en dos parte, una primera lúdica en la que se les presentaba el tema y otra en la que se desarrollaban las actividades necesarias para que el experimento fuese un éxito.
“Hacer las experiencias como queríamos, bien lúdicas y con elementos interesantes, era costoso. Cada una requería una inversión de 700 pesos y no teníamos de dónde sacarlos. Fue así que nos presentamos en el Ingenia, lo sacamos y compramos todo lo que nos hizo falta”, reconoció y agregó que pudieron acceder a un microscopio USB que les permitió ver con más detalle determinadas actividades.
El primer encuentro estuvo destinado a conocer los elementos de seguridad necesarios para el trabajo en química. Pero a partir de los siguientes comenzaron las actividades experimentales concretas como poder conocer el PH de los alimentos que se consumen de manera habitual, generar pelotas saltarinas con huevos crudos –a partir de quitarle la cáscara químicamente– o producir fluido no newtoniano –un líquido cuya viscosidad varía de acuerdo a la temperatura o tensión cortante que se le aplica–, por ejemplo.
“Queríamos que vieran que la ciencia está en todos lados. Todas las experiencias tuvieron dos partes. La primera involucraba juegos que ponían de manifiesto el concepto que queríamos enseñarle, y después se hacía la experiencia”, explicó. Y acotó que “la idea era que todo fuera seguro para ellos y que pudiesen hacer algo divertido”.
Seguir creciendo
La propuesta para este año es no solo continuar con las actividades sino ampliar la oferta a las escuelas especiales de nivel primario –comenzarán con la Nº 2.032 “Francisco Castellanos” de Santo Tomé. De esa manera, el contacto de los chicos con la ciencia se realizará desde temprana edad.
“Con el Ingenia pudimos comprar un cuerpo humano didáctico que se desarma y tiene todos los órganos. Este año vamos a trabajar con la temática del cuerpo humano, vamos a diseñar experiencias de química y de física para entender el funcionamiento del cuerpo humano”, contó Bertero y destacó que las docentes a cargo de los alumnos en la escuela se entusiasmaron mucho con esa propuesta porque consideran que es necesario que los jóvenes puedan conocer más su propia biología y procesos naturales.
“A los chicos a veces les cuesta bastante conocerse a sí mismos y mirar hacia adentro, por más que les muestren láminas y otros elementos. Pensamos que esto puede complementar esa información”, relató la investigadora.
Cultura científica
Desde hace muchos años, se hace hincapié desde los gobiernos y los institutos científicos en la necesidad de promover la cultura científica en la población. Para ello, la escolaridad es ideal porque permite llegar a muchas niñas, niños y adolescentes con propuestas interesantes.
Sin embargo, y pese a la buena respuesta que tienen los festivales organizados por la Facultad de Ingeniería Química de la UNL, la ciencia experimental es una faceta que aparece poco dentro de los establecimientos educativos.
Para Bertero la experiencia con los alumnos –de escuelas comunes y especiales– le ha demostrado que existe interés en los jóvenes por esa temática. “Los chicos esperan que vos llegués porque quieren saber qué les vas a proponer. A veces no es algo tan maravilloso, es algo común pero al poder verlo o hacerlo les interesa mucho más. Y a partir de eso vos podés seguir trabajando otros ejes. En todas las clases la maestra (Carolina Yossen) se llevaba algo para seguir trabajándolo en la semana en la escuela y reforzando los conceptos”, concluyó.
Con información de
UNO
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