En familias pobres, los chicos de 2 años ya tienen seis meses de retraso en su lenguaje

Por: Víctor Ingrassia
Domingo 07 de Enero 2018

La brecha lingüística y la habilidad de procesamiento del habla entre niños pobres y quienes viven en un hogar con recursos comienza en la infancia. Científicos y psicopedagogos explican cómo cerrar la abismal diferencia de conocimiento y palabras
La pobreza es un flagelo que padecen millones de personas en la Argentina y en todo el mundo. Pero en cualquier lugar donde tenga lugar, los más perjudicados son los niños.
 
Una gran cantidad de investigaciones científicas y pedagógicas demuestran que los chicos que son criados en un entorno pobre, con padres que tienen un bajo nivel educativo y no pueden aportar suficientes ingresos al hogar, presentan una desventaja en sus habilidades lingüísticas y cognitivas al momento de entrar a la escuela. De no haber un cambio rotundo, esa herencia los marcará de por vida e irá ampliando la brecha a medida que crecen, con aquellos de su misma edad que sí gozan de una buena alimentación diaria y educación que los estimula.
 
Por ejemplo, algunos estudios sugieren que los niños de 5 años de nivel socioeconómico bajo presentan más de dos años de retraso en pruebas estandarizadas de desarrollo del lenguaje. La cantidad y riqueza del vocabulario usado por los padres tiene un efecto clave sobre el aprendizaje del vocabulario del niño, lo que determinará el desarrollo de su lenguaje y desempeño final al momento de ingresar a la escuela.
 
Una investigación clave desarrollada en la Universidad de Stanford en 2013 y ampliada en las últimas semanas reveló que las diferencias de estatus socioeconómico (SES, por sus siglas en inglés) comienzan a emerger mucho antes en la vida: a los 18 meses de edad, los niños pequeños de familias pobres ya están varios meses detrás de los niños más favorecidos en el dominio del idioma.
 
El estudio, publicado en Developmental Science, fue el primero en identificar una "brecha de rendimiento" en la habilidad de procesamiento del lenguaje a una edad tan temprana y podría delucidar nuevas estrategias para intervenir y acabar con la brecha lingüística entre ellos.
 
De acuerdo a un experimento diseñado para investigar el vocabulario de los niños y la velocidad de procesamiento del lenguaje, Anne Fernald, profesora asociada de psicología de Stanford, estudió a 20 bebés de 18 meses de familias con medianos o altos recursos económicos que vivían cerca del campus de Stanford y evaluaron la rapidez y precisión con que identificaron los objetos conocidos como perros o pelotas, basándose en señales verbales. Seis meses después, las pruebas de seguimiento midieron cómo se desarrollaron estas habilidades.
 
Luego, los investigadores reclutaron a otros 28 chicos también de 18 meses, de una población con un SES inferior y realizaron los mismos experimentos en el campus. Volvieron a examinar a los niños seis meses después, cuando cumplieron los 2 años para ver cómo habían progresado.
 
El comienzo de la brecha de idioma
 
Fernald ideó una prueba para medir la velocidad de procesamiento del lenguaje de los niños pequeños. Sentado en el regazo de su madre, a los bebés se les muestran dos imágenes; por ejemplo, un perro y una pelota. Una voz grabada le indica al niño que "mire la pelota" mientras que una cámara de video de alta definición registra la reacción del niño y toma el tiempo de respuesta.
 
Los "codificadores", científicos entrenados en visualización, revisaron el video cuadro por cuadro y notaron el momento exacto en que la mirada de los chicos hizo foco en la imagen correcta, logrando medir la comprensión del lenguaje con una precisión de nivel de milisegundos.
 
La conclusión fue rotunda. A los 18 meses, los niños pequeños en el grupo SES superior podían identificar el objeto correcto en aproximadamente 750 milisegundos, mientras que los niños pequeños SES eran 200 milisegundos más lentos para responder.
 
"Una diferencia de 200 milisegundos en el tiempo de respuesta a los 18 meses puede no parecer mucho, pero es enorme en términos de velocidad de procesamiento mental", explicó la doctora Fernald, al presentar el estudio.
 
Ambos grupos de niños se hicieron más rápidos con la edad, pero a los 24 meses los niños con SES más bajo apenas alcanzaron el nivel de eficiencia de procesamiento que los niños con SES superior habían alcanzado a los 18 meses.
 
Los investigadores también pidieron a los padres que informaran sobre el vocabulario de sus hijos en estos puntos de edad. Entre los 18 y 24 meses, los niños con SES superior agregaron más de 260 palabras nuevas a su vocabulario, mientras que los niños con SES inferior aprendieron un 30 por ciento menos de palabras nuevas durante este período.
 
La experta afirmó que a los dos años de edad, estas disparidades son equivalentes a una brecha de seis meses entre los bebés de familias ricas y pobres en las habilidades de procesamiento del lenguaje y el conocimiento del vocabulario.
 
"El estudio de Stanford estudio muestra que habría una brecha de 6 meses en las habilidades lingüísticas de los niños de familias ricas y pobres, que, a futuro, podría tener grandes implicancias en su desempeño educativo. Los autores proponen una relación entre ambas habilidades; postulan que un enlentecimiento en el procesamiento de la información podría ser el mecanismo responsable del menor incremento en el vocabulario", explicó a Infobae el neurólogo y neurocientifico Facundo Manes, rector de la Universidad Favaloro.
 
Y agregó: "El hecho de procesar más lentamente una palabra de una oración, podría llevar a una dificultad en aprender otra palabra en el contexto de esa oración. Asimismo, déficits en la velocidad de procesamiento de la información podrían tener consecuencias negativas sobre otros procesos cognitivos, como la memoria, el razonamiento y la inteligencia. En contraposición, la eficiencia en el procesamiento de la información liberaría recursos cognitivos necesarios para poder prestar atención y aprender".
 
Para la doctora Fernald, "que estamos viendo aquí es el comienzo de una cascada de desarrollo y una creciente disparidad entre los niños, que tiene enormes implicaciones para su posterior éxito educativo y oportunidades de carrera".
 
"El desarrollo óptimo del cerebro requiere los nutrientes adecuados, pero también un ambiente estimulante desde el punto de vista cognitivo y emocional, en el que exista una interacción productiva con un entorno que contribuya con su desarrollo. Cuando un niño crece en la pobreza o en la indigencia, la maduración de su cerebro puede sufrir un impacto negativo. Diversos estudios han demostrado que el crecimiento y maduración de muchas áreas cerebrales culmina recién en los últimos años de la segunda década de vida. Por lo que el impacto cerebral de la pobreza puede extenderse hasta más allá de los 20 años", precisó Manes, presidente de la Fundación Ineco.
 
Respecto a otro estudio relevante, la doctora Sol Fittipaldi, neurocientifica investigadora de Fundacion Ineco, que estudia desde hace muchos años el cerebro infantil, apuntó al llevado adelante en la que Universidad de Pensilvania por la neurocientífica Marta Farah, que probó que una mala nutrición, la exposición a toxinas ambientales y la deficiente atención prenatal pueden causar trastornos en la formación del cerebro del niño.
 
 Una diferencia de 200 milisegundos en el tiempo de respuesta a los 18 meses puede no parecer mucho, pero es enorme en términos de velocidad de procesamiento mental


"A esto puede sumarse la falta de estimulación cognitiva y afectiva producto de una calidad educativa deficiente o del poco tiempo que muchas veces los padres consiguen dedicarles a sus hijos, habida cuenta de que están exigidos a trabajar una interminable cantidad de horas por día, de lunes a lunes, para lograr una mera subsistencia. Por supuesto, esto es mucho más rotundo si el impacto se debe a la realidad del chico obligado a cumplir con su propio trabajo, o mucho más si ese niño no va a la escuela, no tiene cama donde dormir ni una familia que lo ampare", indicó Fittipaldi.
 
Investigadores de The Saban Research Institute of Children's Hospital, en Los Angeles, y de la Columbia University Medical Center, en Nueva York, publicaron una investigación en la prestigiosa revista científica Nature Neuroscience que aborda la asociación entre los factores socioeconómicos y el desarrollo cerebral en niños y adolescentes. Un total de 1099 participantes (de entre 3 y 20 años de edad) fueron incluidos en la investigación. Los cerebros de los participantes fueron evaluados con resonancia magnética estructural de alta resolución.
 
"Los datos socioeconómicos -incluyendo la educación de los padres e ingreso familiar- se obtuvieron a través de cuestionarios específicos, y la información sobre el desempeño cognitivo se obtuvo a través de la administración de diferentes pruebas. La investigación demostró que la pobreza afecta y disminuye el tamaño del cerebro de los chicos y adolescentes, así como su desempeño cognitivo", sostuvo la especialista.
 
El flagelo de la pobreza en la niñez
 
Según el último relevamiento de pobreza realizado por la Universidad Católica Argentina (UCA), 2017 finalizó con 13,5 millones de pobres y 2,54 millones de indigentes en el país.
 
La cifra abarca a un tercio de los argentinos: el 31,4 por ciento. En ese marco, la mitad de los chicos de hasta 14 años son pobres. La universidad anunció que el dato ahora difundido deriva de una nueva metodología de medición y análisis por lo que los datos no son comparables con los informes anteriores.
 
Entre los cambios se ubica el uso del censo 2010 en lugar del de 2001, además de que se rediseñaron los cuestionarios y se comenzó a usar la canasta de consumo e ingresos que usa el Indec en su cálculo.
 
"La Argentina sigue manteniendo un tercio de la población bajo la línea de pobreza por ingresos o por derechos", afirmó Agustín Salvia, coordinador del Observatorio de la Deuda Social de la UCA, autor del informe, que además disparó: "los pobres son ahora más pobres que antes". Según esta afirmación, la brecha para salir de la pobreza se profundizó en casi dos puntos (de 32,2% a 34,1) desde diciembre de 2015.
 
Sobre el flagelo de la pobreza, el doctor Manes afirmó: "El impacto de la pobreza en el desarrollo cognitivo no es homogéneo. Se han reportado correlaciones entre el nivel socioeconómico -definido a partir del ingreso económico y nivel educativo parental- y medidas de lenguaje, funciones ejecutivas (especialmente la memoria de trabajo y el control cognitivo) y memoria declarativa. El desempeño en estas áreas, a su vez, se asocia a diferencias en la estructura y el funcionamiento del cerebro en niños con alto y bajo nivel socioeconómico. Por ejemplo, se mostrado que la pobreza en etapas tempranas de la vida modula el funcionamiento de regiones prefrontales asociadas al control cognitivo, afectando funciones como la atención sostenida, la inhibición de la conducta, la flexibilidad cognitiva y la autorregulación emocional".
 
Y añadió: "Así, la pobreza tendría efectos sobre la estructura y el desarrollo del cerebro, impactando en la cognición, que a su vez golpea sobre el funcionamiento en las distintas áreas de la vida (social, educativa, laboral), todo lo cual ejerce nuevamente efectos sobre el cerebro, creando un círculo vicioso. La pobreza afectaría las capacidades necesarias para el desarrollo socioeconómico de las siguientes generaciones".
 
Los niños aprenden del contexto
 
Volviendo al estudio de Fernald, la especialista sugiere que las tasas de procesamiento cognitivo más lentas son en parte responsables de un crecimiento más lento del vocabulario en los primeros años. Los niños pequeños aprenden vocabulario nuevo a partir del contexto, y cuanto más rápido pueda un niño aprender las palabras que conoce, más capacidad tendrá de entender la siguiente palabra de la oración y aprender cualquier palabra nueva que le siga.
 
"Si le decís 'el perro está en el sofá' y el bebé a los 18 meses es lento para procesar 'perro', no estará abierto entender la oración cuando llega a 'sofá'". "Si son rápidos con el 'perro' y entienden que el perro tiene algo, pero no saben de qué se trata, es más probable que los niños más rápidos aprendan 'sofá' del contexto", aseguró Fernald.
 
La licenciada Florencia Salvarezza es egresada de la carrera de letras, especializada en lingüística de la facultad de Filosofía y Letras de la UBA es la actual directora del Instituto de Neurociencias y Educación de la Fundación Ineco (Instituto de Neurología Cognitiva).
 
"Las comprensión lectora no es un proceso madurativo. Es un aprendizaje. Y aunque no es fácil de concretarse, el vocabulario escaso de un chico puede revertirse a tiempo para lograr una igualdad educativa y mejor desarrollo de los chicos.
 
Durante su exposición el año pasado durante el último Congreso de Educación y Desarrollo Económico, que se hizo en la Usina del Arte, en La Boca, Salvarezza afirmó que "el aprendizaje de la lectura no debería tomar más de seis meses, y no tres años. Ese retraso genera después que muchos los chicos que leen con facilidad los mensajes de texto, pero no puedan abordar luego un libro de Historia".
 
Desde el punto de vista neurocientífico, el sistema educativo argentino atrasa 40 años. Fue diseñado en la década del 70 bajo el rol principal de que el alumno aprenda a leer.
 
"Los resultados en matemáticas y otras materias de los últimos exámenes internacionales como Pisa, hacen que estadísticamente nuestros chicos estén al nivel de lo que, en Finlandia, se considera educación especial", dijo Salvarezza, que apunta sus cañones en la enseñanza pedagógica, contra la psicogénesis y la estadarización de la educación. Esa misma en la que cada chico tiene sus propios tiempos de aprendizaje, una idea por la que se suprimió la repitencia en primer grado: si al final de su año inicial en la escuela, el chico no sabe leer y escribir es simplemente porque tiene un ritmo diferente al de los demás.
 
"En la psicología evolutiva, cada chico puede tener sus tiempos. Pero dentro de ciertos parámetros. Si un chico habla recién a los 3 años consideramos que es tarde y no se hace nada. Pero si un chico no camina al año y medio tiene que ir a ver un especialista.
 
"La psicogénesis dejó a los chicos librados a sus propios tiempos y la evidencia científica que hoy tenemos es que, al contrario, debemos incentivarlos y enseñarles. En alfabetización, la evidencia dice que, si queremos lectores fluidos, la relación fonema-grafema (a tal sonido, tal letra) tiene que ser enseñada de modo sistemático para lograr una exitosa alfabetización temprana", apuntó la experta.
 
"Debemos cambiar el sistema de alfabetización, como lo tienen hoy Finlandia, o no muy lejos nuestro, como Chile y Perú. Que los docentes de educación inicial, comprendan que además de jugar deben licuar las diferencias socioeconómicas, para que finalmente, los alumnos en el secundario lleguen con bases sólidas a la universidad", concluyó.
 
30 millones de palabras de diferencia
 
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos​ es un organismo de cooperación internacional, compuesto por 35 estados, cuyo objetivo es coordinar sus políticas económicas y sociales. En América latina lo integran Chile y México.
 
Según estudios científicos llevados adelante financiados por esta organización, a los tres años, los hijos de familias con más formación y recursos han escuchado 30 millones más de palabras que los que están creciendo en casas más pobres. Y concluye que el construir vocabulario antes de los tres años hace que se establezcan mejores conexiones neuronales.
 
"Las condiciones sociales adversas en un chico inserto en una familia sin recursos determinarán alteraciones en sus funciones cognitivas, dificultades en el desarrollo de los procesos de aprendizaje y una desventaja frente a otros en la escuela primaria", sostuvo Edith Vega, doctora en psicología de la Universidad de Buenos Aires y psicóloga pediatra de Fundación Hospitalaria.
 
"Hoy, las escuelas que están en barrios pobres, tratan de garantizar el alimento (desayuno, almuerzo y merienda), que muchas veces será o serán las únicas comidas que tenga. En ese aspecto, la escuela o los jardines maternales juegan un papel clave en generar la estimulación temprana y oportuna que necesitan", afirmó Vega.
 
La gran pregunta es cómo solucionar la brecha
 
Muchas políticas educativas se centran en dar facilidades a las familias pobres para que los chicos fueran a las guarderías a partir de los tres años. Pero cada vez resulta más notorio que la clave sucede antes de esa edad.
 
No sirve poner a los niños delante de pantallas. Si sólo escuchan charlas TED no van a adquirir más vocabulario ni tampoco si nos limitamos a charlar delante de ellos sobre la importancia de las ondas gravitacionales. Según los últimos estudios internacionales, lo que marca la diferencia es la manera y la frecuencia con la que se habla con ellos. De ahí que esto también esté relacionado con la lectura de cuentos en la que los mayores suelen hacer preguntas y hablar sobre el libro.
 
La doctora Anne Fernald inició el proyecto financiado por la Fundación Kellog, que se llama Talk to Me, Habla conmigo, centrado en casas de madres hispanas con pocos ingresos. En Chicago, la pediatra Dana Suskind escribió 30 millones de palabras, con la misma filosofía: enseñar a los padres que ellos son los primeros profesores de sus hijos y los más importantes.
 
"Numerosos estudios han mostrado hablar más con los niños, en entornos motivantes y de apoyo, promueve el desarrollo del potencial intelectual. Se ha mostrado que el nivel de involucramiento en estas interacciones con los niños puede tener un efecto positivo importante en el aprendizaje del lenguaje incluso en entornos desfavorecidos. Usar un lenguaje más rico puede ayudar a los niños a aprender más rápido, más allá del factor económico. Es clave usar intervenciones que tomes en cuenta el individuo y el contexto particular", afirmó Manes.
 
Y concluyó: "El cerebro cuenta con una extraordinaria plasticidad, que le permite cambiar y adaptarse a nuevas experiencias. Un factor maleable sobre el cual se puede intervenir es la estimulación lingüística que los niños reciben en la casa y otros entornos donde se desarrollan durante los primeros años de vida, período sensible para la adquisición del lenguaje".
 
Parece compleja la tarea de comenzar a estimular el lenguaje de los más pequeños, además apuntalar las políticas de Estado que lleven adelante una educación de avanzada. Pero también la tarea puede convertirse en sencilla acercando un libro a un chico y estimulando el preciado bien de la educación.
Con información de infobae

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