“En los últimos diez años tuvimos un apagón educativo”
Viernes 17 de
Mayo 2019
–La tecnología no sólo está cambiando la economía, está modificando sustancialmente nuestras vidas. Pero da la sensación de que este proceso le pasa por el costado al sistema educativo ¿Cómo revertir esa situación?
–Eso es exactamente lo que sucede.
La escuela es una tecnología. Una tecnología social, del siglo XVII, que se expandió en el XIX y generalizó en los siglos XX y XXI. Y es una tecnología que funciona bajo determinadas reglas. Entonces cuando querés meter las nuevas tecnologías en la tecnología vieja, hay un choque. Entonces la tecnología escolar termina absorbiendo a las nuevas tecnologías.
Eso pasa en todo el mundo. Después hay algunas experiencias aisladas de cambios en la tecnología escolar, en California, en Cataluña, en Holanda, pero son experiencias muy aisladas.
El 98 por ciento de las escuelas del mundo siguen funcionando igual que hace cien años, con la misma estructura, los mismos dispositivos, con un maestro, con una sala de clases, con un libro escolar… Si eso es positivo o negativo, realmente no lo puedo determinar; eso es parte de la historia.
Y probablemente eso cambie, pero no porque haya una decisión política de cambiar, sino porque habrá cambios en la tecnología, en el mercado, y probablemente eso también provoque cambios en la tecnología escolar. Pero eso hoy no lo sabemos, realmente sabemos muy poco.
Todo el optimismo que tenían los grandes gurús de las tecnologías escolares de los años 2000, cuando uno relee sus premoniciones, la verdad que causan gracia. Porque preanunciaban un cambio fenomenal en la escuela que obviamente todavía no se produjo.
–Otro enfoque del tema es el relativo a los contenidos. Las empresas de la economía del conocimiento piden ingenieros y técnicos que el sistema educativo no les provee ¿Se puede llenar ese vacío?
–Eso claramente es un tema político, y no es fácil la resolución. Habría que redirigir parte de la matrícula universitaria, por medio de incentivos económicos, básicamente becas, ayudas de estudios. Esto pasa en todo el mundo. Entonces van a elegir más ingenierías.
Pero si la estructura productiva de la Argentina sigue siendo la que tenemos hoy, lamentablemente, el sistema educativo no está muy atrasado. En las ingenierías, en el software, ahora en el petróleo y también en ingeniería ferroviaria, faltan algunos recursos. Es cierto, pero el problema central es que la mayor parte de la economía sigue funcionando de otra manera. Honestamente, esos cupos (de demanda) se podrían llenar muy rápidamente con una política de estímulos para esos sectores. El problema radica en cambia el modelo del desarrollo económico. Y eso todavía no lo vemos.
–Como en otros problemas centrales de la Argentina, en educación los diagnósticos nos vuelven pesimistas ¿Usted ve alguna perspectiva esperanzadora?
–Varias perspectivas. Yo soy escéptico pero no pesimista. Lo que veo como esperanzador es que en principio ya nos dimos cuenta de que esto hay que cambiarlo.
Creo que hay muchos sectores de la vida social argentina que empezaron a cambiar su diagnóstico por una, todavía tibia aunque creo que va a mejorar, perspectiva política en el sentido de exigirle a los próximos gobernantes cambios en profundidad.
El único problema que yo veo es que lamentablemente no tenemos cuadros políticos y técnicos para conducir la educación nacional. Hemos pasado los últimos 10 años una especie de apagón educativo, una especie de década perdida, desde aproximadamente 2010, cuando renunció el ministro (Juan Carlos) Tedesco al Gobierno nacional. No se generó el recambio necesario hasta el día de hoy.
Las responsabilidades son diversas. Pero eso no viene al caso ahora. Los elementos que debemos tener muy en cuenta es ponernos a trabajar para formar esos futuros políticos y técnicos.
Hoy no se hace política educativa como en los tiempos de Sarmiento, que en un solo día recorría el 50 por ciento de las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, porque eran poquísimas.
Ahora hace falta un tablero de control, mucha creatividad, herramientas técnicas, conocimiento de lo nacional y del afuera, y sobre todo mucha capacidad política para llevarlo adelante con los consensos necesarios.
Lamentablemente creo que ese grupo de cuadros no lo tenemos más. Pero hace rato ya que no los tenemos. Y me parece que debería ser una prioridad número uno para empezar a pensar en un cambio en serio.
La escuela es una tecnología. Una tecnología social, del siglo XVII, que se expandió en el XIX y generalizó en los siglos XX y XXI. Y es una tecnología que funciona bajo determinadas reglas. Entonces cuando querés meter las nuevas tecnologías en la tecnología vieja, hay un choque. Entonces la tecnología escolar termina absorbiendo a las nuevas tecnologías.
Eso pasa en todo el mundo. Después hay algunas experiencias aisladas de cambios en la tecnología escolar, en California, en Cataluña, en Holanda, pero son experiencias muy aisladas.
El 98 por ciento de las escuelas del mundo siguen funcionando igual que hace cien años, con la misma estructura, los mismos dispositivos, con un maestro, con una sala de clases, con un libro escolar… Si eso es positivo o negativo, realmente no lo puedo determinar; eso es parte de la historia.
Y probablemente eso cambie, pero no porque haya una decisión política de cambiar, sino porque habrá cambios en la tecnología, en el mercado, y probablemente eso también provoque cambios en la tecnología escolar. Pero eso hoy no lo sabemos, realmente sabemos muy poco.
Todo el optimismo que tenían los grandes gurús de las tecnologías escolares de los años 2000, cuando uno relee sus premoniciones, la verdad que causan gracia. Porque preanunciaban un cambio fenomenal en la escuela que obviamente todavía no se produjo.
–Otro enfoque del tema es el relativo a los contenidos. Las empresas de la economía del conocimiento piden ingenieros y técnicos que el sistema educativo no les provee ¿Se puede llenar ese vacío?
–Eso claramente es un tema político, y no es fácil la resolución. Habría que redirigir parte de la matrícula universitaria, por medio de incentivos económicos, básicamente becas, ayudas de estudios. Esto pasa en todo el mundo. Entonces van a elegir más ingenierías.
Pero si la estructura productiva de la Argentina sigue siendo la que tenemos hoy, lamentablemente, el sistema educativo no está muy atrasado. En las ingenierías, en el software, ahora en el petróleo y también en ingeniería ferroviaria, faltan algunos recursos. Es cierto, pero el problema central es que la mayor parte de la economía sigue funcionando de otra manera. Honestamente, esos cupos (de demanda) se podrían llenar muy rápidamente con una política de estímulos para esos sectores. El problema radica en cambia el modelo del desarrollo económico. Y eso todavía no lo vemos.
–Como en otros problemas centrales de la Argentina, en educación los diagnósticos nos vuelven pesimistas ¿Usted ve alguna perspectiva esperanzadora?
–Varias perspectivas. Yo soy escéptico pero no pesimista. Lo que veo como esperanzador es que en principio ya nos dimos cuenta de que esto hay que cambiarlo.
Creo que hay muchos sectores de la vida social argentina que empezaron a cambiar su diagnóstico por una, todavía tibia aunque creo que va a mejorar, perspectiva política en el sentido de exigirle a los próximos gobernantes cambios en profundidad.
El único problema que yo veo es que lamentablemente no tenemos cuadros políticos y técnicos para conducir la educación nacional. Hemos pasado los últimos 10 años una especie de apagón educativo, una especie de década perdida, desde aproximadamente 2010, cuando renunció el ministro (Juan Carlos) Tedesco al Gobierno nacional. No se generó el recambio necesario hasta el día de hoy.
Las responsabilidades son diversas. Pero eso no viene al caso ahora. Los elementos que debemos tener muy en cuenta es ponernos a trabajar para formar esos futuros políticos y técnicos.
Hoy no se hace política educativa como en los tiempos de Sarmiento, que en un solo día recorría el 50 por ciento de las escuelas de la ciudad de Buenos Aires, porque eran poquísimas.
Ahora hace falta un tablero de control, mucha creatividad, herramientas técnicas, conocimiento de lo nacional y del afuera, y sobre todo mucha capacidad política para llevarlo adelante con los consensos necesarios.
Lamentablemente creo que ese grupo de cuadros no lo tenemos más. Pero hace rato ya que no los tenemos. Y me parece que debería ser una prioridad número uno para empezar a pensar en un cambio en serio.
Con información de
Cadena 3
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